Como este año dificultades
físicas y familiares me han prevenido de irme muy lejos, a última hora (es tan
difícil renunciar…) he decidido hacer una parte del Camino que no he hecho,
empezando en el este de Cantabria, con
final en Santander. A ver qué es lo que puedo hacer…
Llevo mis medias de running, que me recomendó mi fisio, para la rotura de fibras de la pantorrilla, con refuerzo en el tendón de Aquiles y en el tobillo. Además, la segunda infiltración parece que me ha aliviado algo. Tengo que probarme a ver si soy capaz de andar más de un kilómetro seguido, mi tope tras la primera. Y eso, cojeando…
Por otro lado, pienso que, si tengo que
volverme, estoy cerca. Y, si no, siempre habrá más alojamientos que en el
Camino Lebaniego, y será un trayecto algo más fácil (supongo)…
Solo hay 68 kilómetros de Castro Urdiales a Santander: 2 etapas "canónicas". Para mí..., una incógnita.
Miércoles 21 de septiembre. Estos días son míos
15/16 grados a las 6.43 h. Luna menguante.
En el Pasaje de Peña empieza a dolerme el arco del pie. Y el empeine por la parte de dentro...
A estas horas, ya hay gente con maletas que va al tren (claro, sale a las 7.05 h...).
Nos toca conductora. Es totalmente de noche cuando salimos de la estación de autobuses. ¡Qué diferencia con junio!... Llevamos la radio bajita.
En Castro solo hay la parada de la estación: esperemos que no esté lejos de la plaza de toros, inicio de mi Camino. Si no, empezaré cansada...
Un señor estornuda detrás como un poseso. Otros van leyendo el móvil con su luz azulada. La autovía va fluida, pero con tráfico en ambas direcciones; solo se ven las luces de los coches, los luminosos de algunos anuncios y las lejanas de las casas. A la altura de Astillero, la temperatura ha bajado a 13 grados.
¡Odio las luces de xenon! Molestan muchísimo a los ojos. Las anaranjadas son las mejores. Las blancas o rosadas, un horror. No sé por qué permiten tanta diversidad. Habrá estudios, ¿no...?
10 grados en Solares. Como siga bajando el termómetro, llegamos a los cero grados... A las 7 y 23 ya se ve algo de la luz del amanecer por el este. Hemos subido un grado, a 11. Y..., al minuto, otra vez a 10.
Pasamos la masa de agua de la ría de Colindres y, a poco, estamos en Laredo, ya con la luz delimitando la sombra de los árboles. Se sube bastante gente; sobre todo, ¿estudiantes...? Al salir de la ciudad, hay ya luz del día y se han apagado las farolas.
La entrada a Castro Urdiales está hecha unos zorros, llena de conos y barreras. La conductora del autobús me informa de que en la marquesina saliendo de la estación paran buses municipales que pueden subirme hasta la plaza de toros, inicio de mi periplo.
Mientras espero, bajan remesas de chavales al IES Dr. José Zapatero. En el chaleco, llevo las hojas, resto de la Guía desmembrada que me mangaron en Sobrado dos Monxes. El albergue está junto a la plaza de toros: de ahí mi interés en llegar a este hito.
Aquí las paradas no tienen nombre: son solo paradas... El billete me ha costado 1´40 euros, nada de la mitad, que me decía una parroquiana...
Menos mal que he cogido el bus: si no, parto ya cansada. O no parto, directamente... Una viajera me dice que mi parada es la anteúltima y que se ve bien la plaza de toros. Mañana, día 22, el trayecto me habría salido gratis por la Semana de la Movilidad y el Día sin Coche...
Día 1. “Al partir se siente
siempre una mezcla de ansiedad y ligereza” (F. Gros).
El albergue está detrás de la plaza de toros, en la subida a Campijo. A las 8.45 h inicio la subida desde el albergue, cerrado (no he podido conseguir mi primer sello de partida...). Quería haber tomado un café e ido al baño, pero no he visto nada: todo son edificios residenciales.
¡Vaya subidita...! La siguiente flecha está arriba de la cuesta de Campijo. El letrero del camping Castro y el del Camino de Santiago están casi comidos por las zarzas, pero no alcanzo con mi podadera...
Es un sendero de corto recorrido, con las marcas amarilla y blanca. Paso por un túnel bajo la autopista y corto mi primera zarza (y me adelantan las dos primeras peregrinas del día...). Vamos junto a la autovía por una carreterita. Dejo atrás el Castro-Park, parque de eco- aventura, con tirolinas, foso de remo y bar. Y un montón de gatos, que se acercan a mí sin ningún miedo (a mí, que los gatos no me emocionan. Deben haberme tomado por Martamante...).
Me tiro a la derecha. Por una vez no me toca subir: dejo el camping a mi izquierda, siguiendo la flecha amarilla. Voy hablando un rato con Estíbaliz, una paseante local, abuela joven de un niño de 8 años, que intenta transmitir a su nieto los goces del andar. Seguimos juntas hasta una ermita donde yo me paro y me siento un rato a la sombra a comerme unas avellanas. Son las 9.40 h. Hasta el momento, no he visto ningún monolito kilométrico. Los cuervos graznan sobre el eucaliptal y un gallo canta a destiempo.
Huele a higuera dulce cuando me pongo a andar de nuevo. Ha salido una brisilla muy agradable. Los gorriones cruzan delante de mí, a sus labores. Por fin veo un poste kilométrico junto a un olivo, frente a una marquesina de autobús: Islares (mi destino hoy): 4´9 km. 1 h 15 min (me río para mis adentros). Laredo: 30´6 km. ¡No me lo puedo creer...! ¿Ya he hecho 3´5 kilómetros...? Por si acaso, fotografío el recorrido de la línea 2 del Castrobús (Islares-Oriñón-Santa Catalina, cada 20-25 minutos), por si lo necesitara. Creo que he dejado atrás Allendelagua, pero no he visto ningún cartel ni el restaurante El Ruso, que dice mi Guía antediluviana.
En la autovía alcanzo a ver la salida a Cerdigo a 500 metros. Voy por un "camino de servicio", haciendo la egipcia, por la derecha, porque hay una línea de sombra del seto de arizónicas, y el calor aprieta.
Los coches y camiones pasan a toda flecha por la autovía en
paralelo. Ya me han adelantado un montón de peregrinos extranjeros: creo que no
he visto ni un solo español. Es gente sola o en pareja. Lo que sí he visto
son cantidad de carteles de “perros sueltos”, “perros peligrosos”, etc.
A las 10.30 h estoy en el
barrio Saltizones junto a unas vides. Entre la autovía y la carretera de
servicio, madroños coloreados, pero no puedo catarlos. A mi izquierda, hay un
monte impresionante con la cima de roca desnuda.
A las 11 h estoy en un
descansadero de Cerdigo. Según mi Guía, he andado ya 5´5 kilómetros. Me quedan
algo más de 3 a Islares.
Parece que empieza una
pista. La iglesia (de San Juan) está cerrada con llave por todas sus puertas,
pero por entre la verja saco fotos del jardín.
El monte que me fascina es
el Cerredo -me aclara un paisano.
Al llegar a la carretera
general (N-634. Km 152), al principio, pienso que tengo que saltar el
quitamiedos y tirarme por el terraplén; pero no, el camino está un poco más
adelante. Islares: 3 km. Allendelagua: 4
km.
Voy entre avellanos. Un
lugareño que riega su huerta (“La tiene muy guapa”-le grito), llena de pimientos rojos y judías verdes, me dice que “Estaría mejor
si llovería”…
A las 12 h estoy frente al
cementerio. Ando ya tan despacio que casi no avanzo. Aquí empieza el “encinal”
de Cerdigo, una senda litoral que, al parecer, los peregrinos utilizan desde el
siglo X. Este último tramo es muy bonito, pero, para mi pie dolorido y su arco,
infernal…Pisar bien se convierte en
mi principal objetivo.
Llego a una especie de rejas
(cerrramiento de obra). Y ahora, ¿qué…? ¿A hacer el marine…?
No me atrevo a sentarme a
descansar porque veo en el camino cagarrutas de oveja o de cabra, e igual hay
garrapatas…
Otra puerta mierdosa…, con
somieres roñosos incluidos. Ahora veo lo que creí, de lejos, ser un faro. ¿Es un
pilar, el resto de una grúa para
levantar la caloca, un poste eléctrico…?
Oigo el mar a mi izquierda,
pero ¡no puede ser!: está el encinar. ¿Será que, por debajo, hay una cueva…?
La campa -seca- me recuerda
a otro sitio de traviesas (en Asturias, en el camino real cerca de Berbes)
donde tenía que arrojar la mochila por encima. Las vistas son increíbles: el
mar y las encinas/eucaliptos.
En un poste de la luz el
anuncio “luxury pilgrim hostel”, junto
al Camino, a 5 minutos de la playa de Langre. Ya voy andando como mi padre de
95 años, que dice que las piernas no le aguantan y que van solas, sin él
dirigirlas…
En la autovía, veo la salida
de Islares. ¡Albricias! Es la una… Al salir de la pista, ¡cómo no!, la cuestina final…Los pies es como si los
tuviera inflados al doble de su tamaño y quisieran explotar la bota. Aquí sí
que hubiera agradecido algún mojón para saber cuánto me queda.
Huelo a heno dulce ensilado
y veo una iglesia a lo lejos. Espero que sea Islares. Parece ser moda poner los
remolques en los campos y adornarlos con plantas.
Llegando a la iglesia, la
taberna Elisa me pone los dientes largos: desayunos, pinchos, raciones y
comidas. Por un momento pienso en parar y luego seguir hasta mi alojamiento, tras
comer. Además, te sellan la credencial. Es la una y media. Pero decido
finalmente ir al hotel a dejar las cosas (luego me arrepentiré…).
El hostal Arenillas está a
la salida del pueblo. ¡Y tan a la salida…! Que ya me salgo de Islares. “Donde
están esos camiones…” -me señala un paseante. Es “Islares, Km 155”, no “calle Islares, número 155”. Ya decía yo…
A la hora a la que yo entro
para registrarme hay una cola enorme para acceder al comedor. “Siempre es
así...” -me dice el barman, que parece un hombre-orquesta, atendiendo el teléfono,
el bar y la recepción. Va a tratar de negociar con la cocina si me pueden hacer
aunque sea una ensalada (en la barra solo tienen bocadillos y pinchos de
tortilla). Mientras tanto pido una minicaña de cerveza tostada y unas aceitunas, y me siento en una mesa.
Al rato, con el estómago
vacío, estoy medio pedo. Como no me
traigan pronto algo de comer, voy a “cantar la mora”… Cuando me doy cuenta de
que la cosa es imposible, pido un pincho de tortilla y un kínder bueno y me doy
por comida. Con las cenas, a partir de las 21 h, no hay problema…
Ya en la habitación, intento llamar al hospedaje
Valle de Liendo para el día siguiente: un teléfono no funciona y el otro ahora es de un
particular, que me informa de que el lugar ha cerrado.
Bajo a sellar y a decirle al
barman que la tele no funciona, y aprovecho para preguntarle por un lugar para
dormir en Liendo (ilusa, pensando que mañana llegaré ahí…). “Hay un albergue”…
En mi Guía antediluviana solo salía el polideportivo municipal para dormir (y
ya me siento vieja). Por lo visto, lleva abierto desde 2010, y es por orden de
llegada a partir de las 13.30 h. Veré que veo por ahí cuando haga mañana el
Camino. 10 kilómetros hasta Liendo, para mí, es mucho. Hoy, con 8, he llegado
derrengada. A ver cómo llego al Pontarrón de Guriezo, en el kilómetro 596 (a
3´4 km de Islares).
Como no hay nada que hacer
con la tele (he tocado todos los interruptores de la luz -hay como 6- para dar
con el que no hace nada y es la
conexión con la tele. No sé por qué no ponen un cartelito o inventan algo más
sencillo…), renuncio a ver mi serie favorita y me aceporro
un rato. El barman me ha ofrecido cambiar de habitación, pero no quiero recoger
mi despliegue (colada incluida) para
trasladarme. Además, la 113 da a la parte de atrás y es muy silenciosa, cosa
que agradezco.
Después de las 18 h salgo a
ver Islares, hasta la otra punta de la carretera general. Cojo una calle
interior, El Riego, que llega a la plaza principal. El clima aquí no debe ser
muy frío porque veo varios limoneros...
A partir de las 20.30 h
abren la cocina en la taberna Elisa. ¡Qué tarde! En la plaza, una fuente de 1934 con una cabra arriba,
preside el lugar (no sé si la talla es
así, a la mitad, o es que se ha roto…). Unas niñas me cuentan que la cabra
antes estaba entera. “Es que aquí hay muchas cabras…”- me aclara una de las
cuatro.
El cogollo de parte antigua es muy pequeño y han ido creciendo hacia afuera chalés y adosados. A la iglesia de San Martín de Tours le está naciendo una higuera cerca del campanario. A continuación de la iglesia, una tabla de madera indica “Rioseco 6´2 km. 1 h 35 min.” (todavía no sé que mañana este será mi sitio de recale y que encontraré mi lugar favorito de este año).
A las 19.30 h entro en Elisa
para preguntar qué tienen en la barra, aparte de dos bocadillos que me saludan: tengo hambre y no
aguanto hasta las 20.30 h. Además, el sol empieza a ponerse frío. Pido una
ración de ensaladilla y una caña (7 euros) y me doy por cenada. Desde la
terraza, escucho el malentendido entre la infancia del lugar: las cuatro niñas,
y un niño que no comprende la diferencia entre “dejarle” la bici (un rato) y
“regalársela” (para siempre)…
En el hotel, pido un colacao
bien caliente con un cruasán y, ¡mañana será otro día!...
Jueves,
22 de septiembre. Día Sin Coches
Día 2. “El verdadero
caminante es aquel que se deleita en el camino” (Leslie Stephen).
Por la noche, ha habido
trasiego de puertas y taconeos en ese
pasillo inmenso y alguien se va a las 4.30 horas de la madrugada (el hotel abre
24 h). A las 6 y 20 ya hay movimiento de ascensor (los desayunos empiezan desde
las 6.30 horas).
En internet he leído que el
hotel (antes hostal) Arenillas es “una de las paradas obligatorias en la
antigua nacional 634… Camioneros, autobuses, viajeros…”. Un salón de hasta 300
invitados para bodas, bautizos y comuniones, cenas, reuniones de grupos y
empresas, y una cocina con más de 30 años de experiencia. Son unas 50
habitaciones en total.
Pasadas las 7 h bajo a
desayunar un cortado y un cruasán (lo único que no está embolsado). Le digo al nuevo barman que me cobre todo lo de la
habitación 113. Son 50 euros justos, incluyendo la habitación (34 euros), mi comida del día anterior, un aquarius
para mi termo y otro kínder bueno (me estoy aficionando…).
En las noticias de la tele,
“Miles de rusos se alzan contra Putin por enviarlos a la guerra…Contra la
movilización militar en Rusia…1.400 manifestantes detenidos”…
Amanece otro día magnificus. Sol y nordeste. 22 grados de
máxima.
Aquí para todo el mundo: veo
coches de AKmodular (construcciones modulares); construcciones Cayma; STI, automatización
y servicios industriales; Plastiken…Protección civil, conservación de
carreteras…
12 grados (poco, me parece)
a las 7.50 h, mi hora de salida. Hoy ya empiezo cojeando (es como un calambre
permanente en el arco del pie derecho): mala cosa…Creo que ayer me pasé… De
pronto, se alza una rapaz de los contenedores de basura: ¡qué bajo hemos
caído…! A las 8 menos 5 se apagan las luces de la calle.
Paso ante el bar-restaurante
La abuela santa (cenas a partir de las 21 h y no hay menú, solo carta) y tomo,
a la izquierda, el camino que señala
hacia la playa y Rioseco.
En este sitio, por las casas, en
verano debe haber bastante gente. ¿Se traerán las cosas de Castro o Guriezo…?
Debía haber al menos una tienda de esas de pueblo que tienen de todo y que a mí
me encantan.
¡Qué idiota! Me podía haber
ahorrado 1 kilómetro. El camino me manda hacia mi hotel… En el número 50, la
ruina -creo recordar- del antiguo hospital (de peregrinos, de la Vera Cruz).
Espero que esté consolidada, porque si no, desaparecerá. Está colonizado por
una higuera, parietaria, y zarzas y trepadoras varias. Corto las bardas hasta
donde llego.
¿Qué serán esos dos farallones tan feos de cemento en la
autovía que compiten con la cresta del monte...?
Paso ante la ermita de San Roque, que el año que viene cumplirá
un siglo. Llego ante el bar restaurante camping Arenillas…, y no veo la flecha
amarilla. Arriba de la cuesta, ya sí. Podía haber llegado al mismo sitio
siguiendo la N-634 desde mi hospedaje…También se ve el mar. Islares 1. Guriezo
3.
Yo, a las 9 h, ya me he
hecho 2 kilómetros, uno hacia el centro del pueblo, y otro hasta aquí. Hace un
frío que pela a la sombra del Cerredo y me he puesto mi pañuelo de castañera
para taparme los oídos. Se me cae el moquillo del viento de frente.
¡Anda!, que podían haber
hecho mejor el subarcén: las junturas
me están haciendo la cusqui en mis pies doloridos. Me salgo
por fuera del quitamiedos: el arcén es ancho, de unos 2 metros. Me voy a coger
una neumonía sin covid…
En un ¿corazón de Jesús…?
pongo dos piedrecitas (las primeras), por los vivos y por los muertos. Hasta
ahora no he encontrado ningún hito plano donde hacerlo. Le pregunto a un señor
mayor que pasea, pero tampoco tiene ni idea: debe de ser otro hereje…
De nuevo los espantos de cemento en la salida 159 de
la autovía. Los chopos ya están perdiendo sus hojas y varios grupos ciclistas
me adelantan por la carretera. Encuentro un cartel de eliminación del plumero
en la ribera del río Agüera.
A las 9.45 h estoy en el kilómetro 157 de la N-634. Otro más…Cerca hay un área de descanso con fuente, pero, si me paro, puedo quedarme momificada…
Pruebo un madroño rojo, pero
aún están ácidos. Una señal con un peatón en azul y una flecha doble me deja perpleja. Y esto,
¿qué significa…? Un paseante habitual me explica que significa que, en una
dirección y otra, el camino es solo para peatones. ¡Pues vaya! Hasta ahí,
llego…Ya me imaginaba que ni motos, ni coches, ni camiones podían venir por
aquí. Se les habrá caído el pelo de pensar…
¿Y ahora otros 4 kilómetros
a Guriezo?¿Pero es que me están haciendo luz de gas…? No sé cuánto tiempo
llevo bordeando la ría de Oriñón…Hoy sí que hago récord: 2 kilómetros en 2
horas (bueno, 4, si cuento el de ida y vuelta desde mi hotel): 2 kilómetros a
la hora…
Otro tramo recomendado a los
peatones. Como sea “una M“ de camino, voy por el arcén. A ver si creen que
somos unos parias…Voy jurando en arameo como el capitán Haddock. Y, para
cruzarse dos, uno casi se despeña… El sendero me recuerda el del faro del cabo
Finisterre.
Esto parece Gijón, o
Birmingham, el sitio al que nunca acabas de llegar y del que nunca acabas de
salir. Al menos, de vez en cuando, tengo un tramo de sol. Y un quitamiedos
continuo para sentarme y abrillantarlo…
A las 10.30 h estoy bajo el
viaducto, con una zona de marisma a mi derecha. ¡Dios mío! En el kilómetro 158
me toca una cuesta de las que te caes para atrás y te desnucas… ¡Vale! Este es
el camino oficial. Laredo, 22´2 Km. O sigo por aquí o por la carretera nacional
634 hasta el Pontarrón de Guriezo (esta segunda opción, aunque sea más fácil,
no me parece muy atractiva). ¡Al abordaje! – que diría John Silver, el Largo.
Creo que he elegido la mejor
opción: por aquí no se oye tanto el tráfico y voy en mitad de la naturaleza…,
aunque no hay quitamiedos donde sentarse… Después de la subidona parece que todo es bajada.
La vegetación se va comiendo
la carretera (los habitantes parecen un poco abandonados de la mano de Dios…).
A las 11 h tengo el sol de frente, a mi izquierda, y sopla una brisa suave. Yo
recomiendo tomar el camino largo.
Antes de salir a la
carretera general, ¡un banquito preparado para mí! Voy a hacerle los honores.
Lo que he dejado atrás, ¿será el caserío de Nocina?...
¡Vaya! A Laredo ahora hay 24
kilómetros, 2 más que antes… Estos de carreteras… A 350 m, a la izquierda, un
albergue (debe ser el del Pontarrón de
Guriezo. En mi Guía antediluviana dice que los colchones están muy sucios… ¡A
seguir…!
Efectivamente, el caserío
que he dejado atrás era Nocina y el albergue el de El Pontarrón. Por el lado de
“Peatón, en carretera, camine por su izquierda”, han hecho una acera, pero no
hay quitamiedos para sentarse. Los que diseñan no piensan en nada… Hasta aquí
no han llegado los limpiadores de
plumeros: está todo invadido.
Como he cambiado de
carretera, estoy en el kilómetro 1 de la CA-151, junto a unas casas sin acabar. Pero, ¿quién va a
querer vivir ahí, en el c...o del mundo…? En la cuneta, a la sombra, aún
perdura el rocío de la noche.
A las 12 h entro en el valle
de Villaverde y me señalan Vitrinor (sartenes y ollas, menaje de cocina -leo
luego) a la derecha. Sentada en el quitamiedos, oigo decir a un grupo de
ciclistas que pasa: - “Creo que es el año que más peregrinos veo por aquí…”. –
“Y muchas tías…”. Me quedo con ganas
de gritarle que yo no soy su tía…
A las 12 h distingo la torre
de una iglesia. ¿Rioseco…? Síiiii. Lo primero que veo, aparte de un Día, es un
cartel de la posada Fernanda. Voy a llamar…Están cerrados unos días, pero me
recomienda, enfrente, la posada Valle de Guriezo. Aquí sí tienen sitio… Llamo
desde un “ameno lugar” (que se convertirá en mi sitio favorito de este año), un
lugar de descanso integrado por una fuente (de 2004), un par de mesas para
comer y un puentito de piedra con la vieira en su pretil. Rioseco me parece un
pueblillo agradable para vivirlo.
Mar me informa de que
Guriezo (el valle de) son, en realidad, 24 barrios, ninguno de los cuales se
llama Guriezo (como el valle de Liendo). También me recomienda subir a la
iglesia cercana y, para comer, Casa Juanchu, en el barrio El Puente (si me dice
entonces que está a dos kilómetros, como piedras…).
Dejo para la tarde la subida
a la iglesia de San Vicente de la Maza (del siglo XVI. En 1928, según una placa
al inicio, “los esposos Ubilla y Núñez”
construyeron la subida. ¡Qué detalle!...) y sigo mi camino por la acera
en busca de un plato caliente bien cocinado.
Paso ante una casona de
1892…, y los vecinos empiezan a asustarme: “Es el único sitio que puedes tener
para comer. Pero está a más de 1 kilómetro…”. “Tienes que seguir la acera hasta
una rotonda, y de allí te quedan otros 500 metros…”. Veo la señal de un
polideportivo…, pero no quiero imaginar dónde estará… También la de una ermita
de San Blas, del siglo XVI, que no se vislumbra. Y una zona recreativa, a ambos lados de la
carretera, que ni se adivina...
Cuando llamo a Mar desde el
cementerio, me dice que ya estoy a mitad de camino y que, a las 16.30 h, tengo
un bus para regresar. Estoy tentada de abandonar y volverme, pero sigo… En el
kilómetro 3 (el kilómetro 2 estaba al lado de mi posada) aún no he llegado
a la rotonda que decían las chicas. ¡Ya puede ser bueno el menú…!
La iglesia de La Magdalena,
del siglo XVII, creo que me caía en el Camino… En la rotonda, un cartel indica:
Ampuero a 14 kilómetros. Y lo mismo, Sámano. Por fin veo (el barrio) El Puente. A las 14 h, no hay
nadie a quien preguntar: parece un valle fantasma.
Paso ante Villa Josefina, de
1916, una casa indiana con 2 palmeras…, a la que están saliendo unos helechos
en el canalón. Por Villa Carmen, de 1894, que no se ve, por los magnolios y
tejos que hacen de seto. Al lado, en el número 50, se vende la Quinta Lucía;
pero no es tan bonita. Y, encima, está pintada de marrón (un color que odio)…
La última, Los Nogales, de 1896, en la Avenida del Duque de Ahumada.
Llegando al café Campo
Isabel me huele a sopa de ajo. “Casa Juanchu está junto a un Covirán y un
banco, en el puente…”. ¡Por fin!, llego a las 14.30 h. ¡Y hay cola…! No saben
cuánto tendré que esperar. Me voy fuera
con una cerveza. Lo de comer algo consistente parece algo imposible este año…
Mientras espero, leo sobre
el lugar. También posada, desde 1999, su especialidad es el chuletón, las
alubias, carnes y pescados. Me digo a mí misma que, si no he entrado para las
15 h, me voy. Me llaman a las 14.50 h. Han puesto una mesa en el bar para una
pareja que estaba delante y otra para mí (por mí, como si me acomodan en la
barra… Solo quiero comer algo que no sea un bocadillo o un pincho de tortilla).
En las noticias de las 15 h
dan para mañana viernes nube negra, parece que sin lluvia. “Dan agua hasta el
lunes de la otra semana”- oigo decir. “¡No a la guerra en Rusia. En varias
ciudades prohíben salir a los reservistas…”.
Por 12 euros como un menú
estupendo y abundante: ensalada con espárragos (y un montoncito de ensaladilla
rusa) y pechuga (2) a la plancha (con patatas fritas y unas lonchas de lomo). De
postre, pido un yogur (de fresa). Les digo si pueden ponerme una de las
pechugas para llevar (será mi cena).
Cuando termino, a las 15.45
horas, como aún faltan tres cuartos de hora para el bus, decido volver por el
“camino del río” que me ha sugerido y recomendado una pareja de la zona. Se
coge a la altura del BBVA.
El río es ahora más bien un
arroyo, bastante seco y con una corriente débil. Voy bien sombreada entre
robles, avellanos, alisos, chopos y fresnos. En algunos lugares el agua está
embalsada. Yo pensaba que sería un camino “urbanizado”, pero es un sendero de
herradura para ir en fila de a uno y, a ratos, caben dos. ¡Perfecto!
Un perro se queda a mi lado:
creo que ha olido la pechuga envuelta en papel de plata… Llego al primer puente,
y no recuerdo qué me dijeron: ¿tenía que subir, seguir a pie de orilla…? Creo
que ambas cosas son válidas… Estoy en La Magdalena (donde la torre del
“castillo”). Son las 16.15 h y sigo junto al río. Ahora es un camino más ancho
por el que solo pueden ir “vehículos autorizados”… Creo que estoy cerca de la
rotonda.
Esto sí que es un “baño de
bosque”. Ya distingo la iglesia de Rioseco: no debe faltar mucho. Un cuervo ha
arrancado una nuez y sale volando con ella en el pico. Llego a un área
recreativa junto al segundo puente, ¿Y ahora…? Parece que, en perpendicular,
cruzando este puente, va el Camino de Santiago. Yo sigo recto, paralela al río,
atravesando unas barreras de madera. Voy por la trasera de las naves de Invul y
Vitrinor. Espero no salir en el quinto
pino. Al menos, ando por la sombra…
Llego a Vitrinor y al tercer
puente. ¿Y ahora…? Yo creo que he de ir hacia la iglesia, en perpendicular. No
me queda otra que atravesar la solana… Me doy cuenta de que el camino del río
puede cogerse al término de Rioseco, tirando a la derecha en La Fragua de
Casapuente, hacia Vitrinor, y luego a la
izquierda (señalado con la vieira del Camino de Santiago).
Tras descansar en mi
deliciosa habitación, salgo a las 18.30 h a comprar unas viandas en el Día. El
cielo empieza a entelarse y aparecen
nubes negras tras las montañas. Ummm. Me siento frente a mi posada en el rincón
ameno junto al puente, mientras da el
sol en mi mesa y me preparo un bocadillo de pollo que, con un aquarius y un
yogur de piña, serán mi cena.
A las 7 y 10 el sol se
esconde tras los tejados y mi mesa de cena queda en sombra: tiempo de irse…Decido
acercarme a la iglesia. “Demasiado
tranquilo…”- me dice una señora de paseo con su nieta cuando le alabo el
pueblo. El monte ya otoñea. Las
monjas – me dice un lugareño, que me ve ante el cartel de “casa de oración”- ya
no están o solo ocasionalmente.
Mientras me dirijo a la
iglesia, me adelantan dos coches conducidos por jóvenes a bastante velocidad.
Luego, oigo música alta y decido volverme: ya la veré mañana, con el silencio
del amanecer.
En las noticias de la noche:
“Medio millón de rusos ha salido del país desde febrero”. Se van por Georgia,
Finlandia, Estambul, Mongolia o Serbia. Pagan hasta 5.000/9.000 euros por un
billete de avión… En Crevillente (Alicante) está la primera comunidad
energética de España.
Viernes,
23 de septiembre. Ya es otoño
Día 3:... “espléndidamente
agotados, espléndidamente felices…” (Rachel Carson).
Hoy, huevo frito con lluvia.
Viento noroeste (gallego). 22 grados. Dan lluvia a partir de las 13 h. Miro los
buses de Liendo a Laredo y de Laredo a Santander, o directos, de Liendo a
Santander. Si se pone a llover, me planteo volverme. No me apetece seguir bajo
la lluvia con este pie cada vez más maltrecho.
En las noticias de la tele:
“Referendos en las zonas ocupadas por Rusia”; en realidad, una anexión.
Perdemos tres minutos de luz al día.
Durante el desayuno, Mar me
cuenta que su posada lleva abierta desde el año 2000, y que no se queja. Tengo
7 kilómetros hasta Liendo (yo pensaba que me quedaba menos), pero Mar me dice
que el camino es muy bonito y que merece la pena. En Liendo, me recomienda,
para comer, el restaurante Ambigú y, para dormir, la posada La Torre de la
Quintana. Le doy las gracias por todo y salgo con 15 grados pasadas las 8.30 h.
Subo a la iglesia y ¡qué
pena de sitio tan bonito! La gente viene a hacer botellón y deja la basura. Al
final, comienzo a andar a las 9 h. Al llegar a la Fragua de Casapuente, el ya
conocido camino, sigue a la derecha. Es el “camino del río”, al revés: ya me lo
sé… La señal está un poco despintada: solo se aprecia la vieira. Tenía que haber
traído mi espray amarillo. Los carteles ya te los tienes que imaginar, o
intuir…
En el primer puente, como
también viera ayer, me mandan cruzarlo, en ángulo recto. La gente, a esta hora, está trabajando en sus
huertas. Hoy lo que más me molesta es el tobillo del tendón roto: supongo que a
causa del cansancio.
Empezamos con las cuestas…
“Tiene para 2 kilómetros, pero esta primera parte es la peor…”. Luego -me dice
una paisana- todo es bajada a Liendo. Aunque subo muy despacio, con pasitos muy cortos e intentando respirar
bien, cada poco me paro a recuperar el resuello. La carretera está bastante
descarnada.
Al llegar arriba de la
cuesta, hay que tirar a la izquierda hacia Lugarejos. Laredo está a 17´2 km, 4 h 30 min. Ja, ja, ja… Me he
cogido una sudada que tengo todo el pelo mojado. Como dice un chaval, peregrino
italiano: “Hoy hace mucha humedad”. Veo
en un cable lo que me parece un ala de pájaro, pero es un trozo de tronco de
eucalipto que se ha quedado enganchado.
Ahora toca una “zona de
valle”. A ver por cuanto tiempo… Son las 10.15 h, y mejor sin sol… Me siento en
un trozo de quitamiedos antes de abordar la siguiente subida, mientras oigo los
campanos de una remesa de vacas rubias.
Junto a un poste, un bando
de la alcaldesa de Guriezo sobre que el recaudador atenderá presencialmente en
las oficinas del Ayuntamiento. Pero, ¿y quién va a venir a leerlo hasta aquí…?
En una casa veo un loro
(azul y amarillo)…, y pienso que es de madera, hasta que se mueve (atado a una
cuerda por una pata)… El cielo a mi derecha (el oeste) empieza a ponerse negro…
Más arriba, en una ermita
(San Mamés) junto a un roble centenario, hablo un rato en castellano con el
hombre de una pareja francesa de Nantes. Vienen peregrinando desde su casa y quieren llegar a Santiago, si pueden. A las
11 y 10 abandono la ermita y el roble desgajado. El aire viene mojado.
Antes de bajar, un ¿padre y
un hijo? que viven en Laredo y tienen aquí sus vacas, me sacan de dudas sobre
el nombre de la ermita. El chico me da una breva grande y jugosa y se ofrecen a
bajarme en el coche, viéndome caminar. Cuando ya me voy, el joven me acerca
otra breva: “Es que solo una…”. Luego, los veré bajar en su camioneta sorteando
los socavones del camino.
De repente, oigo resoplar
detrás. Es Dustin, de Kentucky, que ha iniciado el Camino en San Sebastián y
hoy quiere llegar a Laredo desde Castro Urdiales. ¡Qué joven…!. Se presenta y
me da la mano como Cocodrilo Dundee en Nueva York…
Al pie de un eucalipto, un
cartel encantador que señala a Liendo. La pista está supererosionada. Yo no me
atrevería con mi Citroen C-3… Me duelen mucho las plantas de los pies y llevo
la pantorrilla muy cargada -como si se me quisiera subir la bola-, pero un viento
húmedo me viene de cara y tengo que acelerar. Huele a cal viva. Puaggg.
Aquí los cables de la luz van por todos lados; incluso por el
suelo, machucados y con los entresijos al aire. No sé yo si esto es
muy ortodoxo… ¿Son ilegales o por qué no ponen postes, como es habitual…? El
paisaje es muy ganadero, con estancias para vacas, caballos…
A las 12.30 h, en un área de
descanso, ya se oye el sonido de la civilización (es el ruido infernal de la
autovía…). Pasado el viaducto, el Camino sigue a la derecha hacia Laredo (a 11
kilómetros). Pero, de frente, es el barrio de Iseca Nueva, en Liendo, y yo ya
no puedo más. Aquí lo dejo por este año. Es la 1 de la tarde. En 4 horas, 7
kilómetros.
En el barrio Rocillo,
juraría que me han caído unas gotas. El albergue de peregrinos está a 1´2
kilómetros y creo que ese es el centro de la población. Y llueve, sí. Aquí los
barrios son enanos. Ya estoy en el de
Sopeña. No hay un alma por la calle: está todo como muerto.
A la 1 y media veo la cúpula
de la iglesia. ¡Menos mal! Estoy en el barrio de Hazas. En el supermercado me
dicen que el bus que entraba al centro, ya nada de nada; que tengo que salir a
la carretera general. Más metros…
La panadería se alquila y La
trastienda, de productos gourmet, también. Veo el albergue detrás de la
iglesia, pero ya mi único objetivo es coger el bus de las 14.25 h a Laredo y,
de ahí, volver a mi casita en Santander.
A la izquierda dejo el
restaurante Ambigú, del que me habló Mar. Otra vez será. Y, más adelante, la
posada La Torre de la Quintana. Todo está cerrado; no veo ni un bar abierto.
Paso ante la marquesina donde ya NO para el bus. Y…, de nuevo, estoy en el
barrio de Iseca. Seguro que he dado una vuelta para nada. ¡Ah, no! Que este es
Iseca Vieja…
De repente, veo un ALSA que
llega, para y se va, sin verme. ¡No me lo puedo creer! Ha pasado 15 minutos
antes de la hora. Y me he quedado tirada. Así que llamo a un taxi a Laredo y le
mando mi geolocalización.
Mientras espero, viene otro
ALSA en la dirección contraria, sobre las 14.30 h. Me esfuerzo en leer el
cartel guiñando los ojos. El chófer, un chico joven que me ve con la mochila y
cara de despistada, me para y pregunta a dónde voy: “A Laredo”. “Pues venga,
coge las cosas y cruza”…. “No puedo: acabo de
llamar a un taxi y ya viene de camino”…. Le doy las gracias y me doy
tortas mentales por ser tan canicona.
Yo qué sabía hacia dónde estaba Laredo con tantas vueltas y reviravueltas. Y
como no había nadie a quién preguntar…
El taxista me dice que, en
Laredo, hoy es fiesta: el desembarco de Carlos V, y que a las 9, bla, bla, bla. ¡Para fiestas estoy yo…!
En la estación de autobuses
no hay personal y tengo que sacarme el billete en una máquina. Un joven que
parece habitual de la zona, me ayuda amablemente y, a las 15.20 h, estoy camino
de Santander. La próxima vez empezaré en Laredo…
P.S. En total, viajes y taxi incluidos, me he gastado 141 euros.
Kilómetros recorridos: 19 –según mi Guía (más los que he hecho en
balde...). La
etapa canónica, de Castro Urdiales a
Laredo, eran 25.
¡Hola Aída! Ya que no te puedo ver me queda el consuelo de leerte. Voy en navidad, lo mismo los reyes me traen la sorpresa de toparme contigo aquí o allá. Un beso enorme y gracias por seguir narrando la vida...
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