sábado, 30 de junio de 2018

SUANCES 1947-1973 (y más allá): AQUELLOS VERANOS… (de los Ara)

(Dedicado a Carlos Ara, in memoriam, 4 agosto 2018).




Y allí, en nuestro faro (poema, por Carlos Ara)


Y allí, en nuestro faro,
ya solo cenizas
cabalgando en viento sur,
espuma de ola
me sentiréis,
murmullo, risa, grito…
Y sabréis
que, una vez más,
soy
lo que fui,

lo que seré…

De Suances podría decirse, parafraseando a Antonio Machado: “Aquellos días azules y aquel sol de la infancia…”.



O, como escribió Carlos Ara: "Suances: la luz de septiembre, la libertad y el cariño…”. O como lo definió Héctor Ara: “Un entorno de ensueño,...nuestro paraíso”… “Suances como tierra de promisión…”- que enumeró Matilla como una de las 4 pasiones de Luis Pérez-Fontán…

Suances siempre ha sido, para mí, esa primera visión (“la vista bonita” -que decía mi abuelo), la de la primera curva al bajar del pueblo, una imagen patrimonio sentimental de todo aquel que a Suances iba (fuera veraneante o viajero de día), y cuya edificación, a mi juicio, nunca se debió permitir...


Los que siguen son los recuerdos de diferentes personas que la llevan en su corazón (incluidos los míos)… 

Si alguien conserva fotos de El Uchupi o el hotel La Concha, o El esquilar, de esa época, que me las haga llegar, por favor. No he encontrado ninguna...Mi correo: aida2002ha@yahoo.es. ¡Mil gracias!



(Eduardo Useros me envía esta foto de Coca Pérez Fontán sobre foto de Miguel, el fotógrafo de Suances)


(Foto de Suances, enviada por Aída Solar, con el bar Biarritz en primer término)

RECUERDOS DE PAQUITO (Francisco Luis Ara)

"Según contaba papá [Constancio Ara Barrenechea, Papatán], este descubrió Suances durante un verano en los años 1930, y quedó enamorado de la belleza del lugar.


En los años 40 y 50, la parte  correspondiente a la primera línea de playa solo tenía como edificación el Balneario; el resto, estaba ocupado por un hermoso pinar y las dunas de arena.

La primera línea de viviendas se correspondía con la carretera que sube al pueblo. En la Ribera se amontonaban una serie de bares: Las olas, El gato negro, etc, donde, por un módico precio, se degustaban pescados y mariscos.

Hasta mediados de los años 50, el agua de la ría bajaba totalmente limpia. (Posteriormente, los vertidos de la Compañía Asturiana de Minas, Solvay y, sobre todo, Sniace, dejaron el agua de color chocolate).

Para disfrutar de la playa de Cuchía había que atravesar la ría llevados por el bote del famoso Nando, el cual por el módico precio de 50 céntimos te dejaba en la otra orilla, teniendo cuidado de retornar antes de las 21 horas en que Nando dejaba de trabajar.

En aquellos años, en la famosa playa de Los Locos no se bañaba nadie debido a la resaca…, y a los accesos.

1947. Primer año en Suances. El hotel Acacio

Nos metió a los cuatro hermanos [Panchi, 10 años; Chari, 8 años; Carlos, 7 años y Josemi, 6 años] en el Topolino…Comenzamos el viaje a primera hora de la mañana y llegamos a Suances al atardecer…


En aquella época solo había 3 hoteles en Suances playa: El Acacio, La Concha y el Uchupi.
El hotel Acacio era el de más renombre y solera. Todas las habitaciones eran exteriores y disponían de lavabo en su interior. Los inodoros y duchas eran comunes por planta…


Papá nos dejó el mes de julio en el hotel al cuidado de una empleada de hogar (“tata”, criada) llamada Consuelo…, oriunda de un pueblo cercano a Bárcena de Pie de Concha...Bajábamos a la playa y nos bañábamos sin aparente vigilancia por su parte…Por las tardes, jugábamos generalmente en el hotel y escuchábamos las conversaciones que las “tatas” realizaban…”.


1949. Chalé Villa Mari-Paz. Las 2 pandillas

Este verano fuimos por segunda vez a Suances [el anterior, a Arenas de San Pedro, en Ávila]. Papá alquiló un chalé denominado Mari-Paz. Era de pequeñas dimensiones y estaba ubicado entre el comienzo de la cuesta que sube al pueblo y la calle que iba directamente al Balneario…Desde nuestro chalé hasta la playa solo había dunas y matorrales.

En aquellos tiempos había en Suances dos pandillas muy significadas y rivales en todo: la llamada de La Concha y la llamada de Los Peñaranda.

La de la Concha tenía, entre otros integrantes, a Pablito, Bartolo, Balta, Enrique Carpio, Juanjo Santa Isabel y los hermanos Cano, mientras que la pandilla de los Peñaranda estaba formada, entre otros, por Vis [Luis] y Nilo Merino, César y Luis Martín Trapero, Juan y José Peñaranda, Leopoldo (Polín) Fontán y Fico Royuela.

1950. El hotel Uchupi y Perico

Durante el mes de agosto papá se fue con Carlitos a pasar 15 días de vacaciones en Suances…Carlitos había sacado unas notas excelentes y a mí me habían suspendido en 4 asignaturas…Se hospedaron en el hotel Uchupi y allí Carlitos conoció a uno de sus mejores amigos: Perico [Pedro] Ruiz Uchupi.

1951. Villa Ulpiana y Club Vista Mar

Este verano papá alquiló un chalé denominado Villa Ulpiana. Estaba ubicado detrás de una serie de viviendas, a la altura del hotel Acacio, colindante con la carretera principal…


El Club Vista Mar, propiedad de don Julián [Martínez Aguirre], era un lugar precioso, con unas vistas espectaculares sobre la playa de La Concha, sobre la ría y sobre el magnífico pinar que crecía a sus pies…Podías hacerte socio por un precio verdaderamente ridículo: 25 pesetas [0´15 €]  temporada [los 3 meses de verano], ¡por familia!.


El club disponía de pista de baile donde una orquesta nos amenizaba todas las tardes de 20 a 22.30 h. También disponíamos de una pista de tenis, con suelo de cemento, de bar y de un salón de juegos. La flora era espectacular, sobresaliendo la belleza de las hortensias.

Travesía a nado desde la playa de La Concha hasta la isla de los Conejos

Creo que durante este verano se efectuó la primera, y única, travesía a nado entre la playa de la Concha y la isla de los Conejos…

Los dos nadadores que se lanzaron al agua para culminar semejante proeza (debían nadar no menos de 5 o 6 km) fueron Juan Manuel de Hoz (“Perímetro”) y Juan Manuel Royuela. Acompañados por la barca de los Moisés, una barca de vela, estuvieron nadando no menos de 3 horas.

Excursiones a “los orinales” y a las cuevas

Aprovechando los días que hacía buen tiempo, solíamos ir por las tardes de excursión. Generalmente, íbamos a los prados que rodeaban Suances (playa); también a las cuevas de los “siete”, en los acantilados de Tagle, de los “cuatro”, y a la famosa cueva de Las Brujas en Suances pueblo [Ongayo]…Para ir de excursión solo había que llevar el bocata, vino y gaseosa…, la famosa gaseosa “El coco”, que se fabricaba en Torrelavega…Otras veces solíamos hacer chocolatada…

1952. Hotel La Concha

Como papá estaba recién casado este verano, tomó la decisión de que pasáramos las vacaciones en el hotel La Concha. Estábamos con pensión completa – era lo que se llevaba en esos años-, y recuerdo los magníficos desayunos con pan y mantequilla, a todo trapo, además de café con leche.

El hotel La Concha disponía de bar con barra americana, de una hermosa pista de baile ubicada en una terraza, provista de mesas, sillas y unos magníficos balancines. Durante la tarde y casi hasta la una de la madrugada estaba muy animado, pues nuestros padres y sus amigos solían merendar y/o jugar a las cartas mientras los hijos hacían “de miranda”.

Recuerdo el follón que se armó en el hotel La Concha cuando papá apareció vestido de Nerón. Francisca le había confeccionado una magnífica túnica con una sábana blanca…Llevaba unas sandalias pintadas de purpurina dorada y sobre su espectacular calva una corona de hojas pintadas como las sandalias. Iba dando voces diciendo que quería quemar Suances…

1953. Villa Deliciosa. Comemos en el Balneario


Este año papá alquila un chalé llamado Villa Deliciosa. Está ubicado colindante con la carretera que sube al pueblo, a unos 300 metros de este. Era amplio, con un pequeño jardín y unas magníficas vistas de la playa, la ría, la isla de los Conejos, etc.

Como estaba a bastante distancia de la playa, papá decide que comamos todos los días en el Balneario.

Baile de disfraces en el hotel Uchupi

Al continuar cerrado el Club Vista Mar, seguimos bailando en la pista del Uchupi [El verano anterior, al cerrarse el club, un avispado empresario de Torrelavega, Pando?, solicita a doña Josefina Uchupi que le alquile un terreno colindante con el hotel. Lo cierra con una valla y en su interior construye una pista de baile y un estrado donde ubica la orquesta que ameniza las tardes y noches de verbena].

Todos los veranos la fiesta más esperada era la llamada Fiesta de disfraces, donde los veraneantes hacen gala de su ingenio para sorprender a amigos y amigas con el disfraz más llamativo. Todos los integrantes de las pandillas buscan acertar con el disfraz más original.

La homilía de don Conrado


Don Conrado era el párroco del pueblo y durante los meses de verano celebraba misa en la capilla que había en la playa [capilla del Carmen.“La propia colonia corrió con la mayor parte de los gastos y fue un miembro de la misma, el arquitecto madrileño Luis Sanz, quien dio los planos y dirigió las obras en 1919”. Del libro de Javier Gómez Martínez, Estudio histórico-artístico del municipio de Suances]. En aquellos años, cuando el párroco comenzaba la homilía, había la costumbre de salirse de la capilla los varones que estaban al final de la misma, donde charlaban un rato hasta que finalizaba dicha homilía.

Generalmente, la primera homilía del verano versaba sobre la castidad en la playa…

1954. Villa Deliciosa, segundo año

Este año veraneamos por segunda vez en Villa Deliciosa…Francisca nos compró unos albornoces de color blanco con los cuales subíamos la cuesta hacia el pueblo de forma muy recatada. “Deben de ser boxeadores…”- decían unas mujerucas…

Vimos el primer biquini de verdad en la playa. Lo llevaba Rose-Marie Debequer…Trabajaba de trapecista en un circo que a la sazón se encontraba actuando en Torrelavega…

Este año se abre al público, de nuevo, el club Vista Mar…y comienzan a hacerse patentes los vertidos de Sniace a la ría…La belleza de la playa de La Concha y de la ría pierden su esplendor. El agua se vuelve de color marrón, sobre todo cuando baja la marea.

Los Starling



Juan Manuel [Royuela], Juanjo [Santa Isabel] y Quique [Carpio] fundaron el Club de Los Starling…Solíamos competir -unas veces sobre la pista de baile del club Vista Mar, al término del baile, y otras sobre la dura arena de la playa- en un “Campeonato del mundo” de sostenerse sobre las manos o andar sobre ellas. Llegamos a desplazarnos más de 20 m y a mantenernos quietos más de 3 minutos…

Rafa “el Mejicano”

Era hijo de unos emigrantes que se fueron a Méjico y había heredado una buena fortuna…Se había comprado un Ford Vedette…y bajaba la cuesta del pueblo en segunda, haciendo un ruido tan elevado que en vez de los 40 o 50 km/h reales de velocidad parecía que bajaba a 80 o 90 km/h…

Como en aquello tiempos yo cantaba acompañándome de la guitarra…, a las extranjeras que lográbamos ligar, les metía la bola de que yo había actuado como cantante con Lucho Gatica…

[Banda sonora de los años 50...:

https://www.youtube.com/watch?v=VqDGMqJQx4s. Piel canela, de L. Gatica (1951).

https://www.youtube.com/watch?v=VEzOD4jvhJU. Bésame mucho, de Lucho Gatica (1953).

https://www.youtube.com/watch?v=0WHThC5AgCQ. El reloj, por Lucho Gatica (1956)].

1955. Primer año en el hotel Uchupi. Las fiestas de noche

Este año papá alquila la planta baja de la casa que tiene Josefina, la dueña del hotel Uchupi…

En el mes de julio comienzan a aparecer los primeros extranjeros…

En la temporada de verano se celebraban todos los años varias fiestas nocturnas entre las que destacaban la fiesta de gala, la fiesta de disfraces y las verbenas.

En la primera se exigía ir trajeado y con corbata; en la segunda, entraba en juego la imaginación y destreza de los participantes para confeccionar sus atuendos y, en la tercera, todos los de la pandilla maquinábamos la forma de colarnos sin pagar.

1956. Segundo año en Uchupi. Puesta de largo de Charito

Como todos los años, el 29 de junio [el primer sábado tras su cumpleaños, el 26 de junio] papá lleva a toda la familia a Suances. Como ya somos 7 hermanos, a pesar de tener el famoso Ford – conseguido por trabajar papá en las bases americanas en España- yo me quedo en Madrid para ir dos o tres días después.

Este año veraneamos por segunda vez en la casa aneja al hotel Uchupi. En esta ocasión, alquilamos el piso superior.

Mi hermana Charito cumple 18 años y papá y Francisca decidieron que la puesta de largo se realizara en el Club Vista Mar…Se invitó a todos los amigos y amigas de la colonia veraniega, celebrándose la fiesta un 24 de julio.


1957. La casa de Argumosa

Este año papá alquila la casa de los Argumosa, situada colindante con la capilla de verano de la playa [capilla de la Virgen del Carmen]. Es un caserón enorme con tres plantas y posee un hermoso jardín.


Este verano han comenzado a llegar grupos de turistas alemanes. Generalmente vienen en tandas de 20 o 25 personas y se hospedan en el hotel La Concha.

Excursión a Mogro a pie

A mediados del verano toda la pandilla decide hacer una excursión a Mogro. Salimos a primera hora de la mañana provistos de toda clase de viandas y bebidas, y nos preparamos para recorrer los 5 o 6 km que dista Suances de Mogro. Atravesamos la ría en la famosa barca de Nando y luego, a pie, hacemos el resto del trayecto…

La barca de remos “¡Que viene mi padre!”


Nuestro padre, amante del ejercicio y el deporte,…decidió este verano comprarnos una barca de remos. Cuando en su juventud veraneaba en San Vicente de la Barquera, conoció a unos constructores de embarcaciones de pequeño calado…se puso en contacto con ellos y, a primeros de agosto, teníamos la barca fondeada en la ría…La barca fue un elemento decisivo en el “ligue” con extranjeras. Una barca y una guitarra, en aquellos tiempos, era como tener un yate y una discoteca en los momentos actuales…

Una vez conseguimos algo insólito: pescar una vaca en el mar, sin caña ni anzuelo…

1959. El chalé María Justa


Este chalé estaba bastante bien: tenía 4 dormitorios, cuarto de baño, cocina, salón-comedor con unas magníficas vistas; garaje y un bonito jardín donde existía una pista de tenis que no se utilizaba. Disponemos de agua corriente, que sacamos de un pozo, y la suministramos por gravedad a las zonas húmedas del chalé…

Hacia finales de julio aparecen los primeros turistas que hacen “camping” en el pinar…

En el baile de disfraces de este verano gano el primer premio disfrazado de Neptuno: Francisca me confecciona una túnica con una sábana; me pongo una barba postiza y una corona de cartón pintada con purpurina oro. Llevo por pies unas aletas que causan sensación (sobre todo, al bailar); además, voy provisto de un rastrillo que hace las veces de tridente. El premio consiste en una billetera de piel…


1960. Segundo verano en María Justa

Seguimos alquilando el chalé de María Justa.

Un día, con la barca de remos, conseguimos bordear la isla de los Conejos. Habíamos salido cuando la marea comenzaba a bajar y, cuando retornamos, a la entrada de la ría, la marea continuaba bajando y teníamos que remar a contracorriente…Después de este suceso, tuvimos en lo sucesivo mucho cuidado en aprovechar las corrientes de la ría según subiera o bajara la marea.

1961. En María Justa

Este verano seguimos alquilando el chalé de María Justa. Durante el mes de julio, …damos varias fiestas utilizando el garaje y el jardín contiguo…



Amigos y conocidos: Jacinto Malo de Molina “Paul Naschy”, 1953

Entre los componentes de mi pandilla [en el verano de 1953] había dos amigos: Alfredo Echave y Jacinto Malo de Molina, que corrían como galgos. Este último, después de pasar por el gimnasio, estaba “cachas” y corría como demonio seguido por una tropa de curas.

Jacinto Malo de Molina, años más tarde, se dedicó al cine, convirtiéndose en el famoso Paul Naschy [n. 1934, + 2009], héroe de  las películas de terror.

Alfredo Echave, 1953

“… al llegar la democracia, fue Director General de Deportes del Gobierno Vasco durante algunos años [1980-1984]”.

Antonio Casal, 1955


Este verano [1955] comienzo a jugar al mus…Me causa una gran sorpresa que entre los jugadores que echan la partida en el bar Las Olas hay un conocido personaje de la revista española llamado Antonio Casal [1910-1974], que creo veraneaba en Tagle, al cual le gustaba competir con sus amigotes"... 

En las pandillas de los hermanos pequeños, Antonio Resines

En sus divertidas memorias, Pa´habernos matao, Resines habla así de Suances…


“Cuando estábamos en Torrelavega, frecuentábamos la playa de La Concha, en Suances. Para ir hasta ahí nos metíamos en el Seiscientos con mi madre, mi abuela, mis cuatro hermanos y yo…

Recuerdo que en la playa había una mujer que iba vestida de negro con un delantal blanco inmaculado y un moño. Se paseaba por la playa con una cesta llena de cucuruchos con patatas fritas, cortezas, quisquillas y cangrejos, y se ganaba la vida vendiéndolos. Todavía recuerdo su nombre: María, la Cangrejera… [Para otros, su nombre era Lucila…].

[Cuando murió mi abuela, el 21 de octubre de 1968]…empezamos a veranear en Suances, donde ya teníamos la pandilla de haber ido a la playa por las mañanas. Uno de mis amigos en la pandilla de Suances era Jaime Erasun. A Jaime le conocí en el verano del 69 cuando me colé en una fiesta en su casa…Los veranos en Suances transcurrían entre la playa,  chocolatadas, excursiones y noches en el Soraya, que era la discoteca de allí…”.

Recuerdo de Diana Chari Ara. Suances, ¡qué veranos tan libres…!


En Suances, qué veranos tan bonitos y libres: quitando las horas de comer y de cenar, el día era nuestro. Por la mañana, playa; comida, y, por la tarde, excursiones. O, si llovía, cine y pipas. Era estupendo. Alguna noche en el hotel La Concha venían titiriteros, o gente a cantar,  a contar chistes… 

RECUERDO DE CARLOS ARA. SUANCES NUESTRO, la luz de septiembre, la libertad y el cariño


Los recuerdos buenos se solidifican en nostalgia. Los malos, en tristeza…

Veraneantes de tres meses, internos en colegio el resto del año, mi recuerdo/tristeza es la luz de septiembre (grises, azul frío, viento en las nubes…) que avanzaba avisando que los días de libertad, amistad, cariño y amores eternos se acababan. Acercándose la soledad, los celos, la tristeza infinita…, solo amortiguada por la cercanía de los hermanos, también presos.


Entonces aparecía la nostalgia que, en el tiempo, se convertía en la certeza de que volverías a tener lo más importante: LA LIBERTAD Y EL CARIÑO.

Recuerdo de Josemi Ara. El Club Vistamar. 


Desde siempre, ir a Suances ha sido una ilusión que durante muchos años se ha cumplido; pero cuando me he dado cuenta de lo privilegiados que éramos, ha sido ya de mayor.

Veraneos de tres o más meses con toda la familia, en un ambiente excelente, y con el Club Vista Mar de centro de diversión, solo lo hemos tenido unos pocos privilegiados.


En la época en que lo vivíamos, me parecía normal, pero luego te das cuenta de que casi nadie lo tuvo…

Recuerdos de Juan Ara: Suances, un viaje de narices

"Mi recuerdo más intenso y más certero de los veranos en Suances tiene que ver sobre todo con la nariz, por lo que no es nada fácil hacer una descripción detallada. El olfato es el más evocador de los cinco sentidos, sin duda, pero tiene el inconveniente de que no se dispone de un sistema que reproduzca los aromas y las sensaciones olfativas. Pero, en fin, esforcémonos en recordar…

Los veranos en Suances comenzaban con el olor a alquitrán de la carretera y la gasolina del coche de camino a Santander [hoy, Cantabria]. Las carreteras siempre estaban en obras y, junto con el ruido del motor, siempre sonaba la gravilla contra los guardabarros. Todo el viaje era la expresión de júbilo más grande que me podía caber en el pecho por el milagro que estaba a punto de suceder una vez más: el retorno a Suances, un lugar que hasta el mismo momento de salir de viaje parecía más un sueño o un mito que una realidad física.

Y compartir plenamente ese júbilo y esa magia con la familia reforzaba la sensación de pertenencia a alguna especie superior bendecida por los dioses.

Ahí estaba... Un año más... Cruzando Hinojedo se tenía la primera sensación de estar de vuelta cuando te golpeaba en la nariz el olor a la espuma de los vertidos de Sniace. Entonces era algo estupendo, pues no hacía más que confirmar que lo bueno estaba a punto de comenzar. Papá solía aminorar la marcha, para alargar el momento, y bajábamos las ventanillas. Al pasar por Cortiguera se veía por fin el gran meandro de la ría, a veces con marea alta, y sonaban las exclamaciones: “¡Mira, mira, EL MAR!” Entonces alguien decía que no, que aquello todavía no era el mar, que el mar es muuucho más grande… 


El aroma a heno recién cortado, a florecilla blanca de seto y a las mil flores silvestres de la primavera tardía de fines de junio se alternaba con el de estiércol de vaca y paja quemada. La palabra que mejor describe el resultado o la mezcla de olores es “embriagador”. 

Finalmente, atravesábamos la plaza del pueblo y se abría ante nosotros lo que Papá llamaba “la vista bonita”, desde la recta de la carretera que bajaba hacia la casa de las Morenas también conocida por Villa Deliciosa, en la que creo que pasé mi segundo verano en Suances.


La epopeya del viaje desde Madrid ya había terminado y entonces ya no quedaba la menor duda de que el verano había comenzado: ya estábamos en Suances.

Enseguida se notaba la humedad en la piel y sobre todo la de la cama la primera noche, en la que las sábanas, literalmente, parecían mojadas. Era fácil que en esos días de finales de junio hubiese llovido a la llegada, y entonces había que ponerse las “katiuscas” para poder pisar todos los charcos.

Solíamos llegar sobre las seis de la tarde, por lo que aún faltaba mucho para que se pusiera el sol y no nos querían dando la tabarra por la casa, así que salíamos a hacer la primera incursión por el pueblo. Entonces se abría el baúl de “las cosas del verano”, que aparecía en la casa como por arte de magia y que contenía las katiuskas, los impermeables, los flotadores y barcas de lona y caucho, las raquetas, palas, pelotas de tenis, gafas y aletas de bucear, y alguna que otra sombrilla medio oxidada. Ahí seguía todo, con su olor a rancio y a moho, a polvos de talco y a caucho viejo y cuarteado. Nada se había perdido ni olvidado…


El mar huele muchísimo, o entonces olía muchísimo. Sobre todo a algas y a bichos de los que se pegan a las rocas y al casco de los barcos. Pero si nos acercábamos al puerto, los olores se multiplicaban y aparecían los del pescado fresco y a medio pudrir, la brea y el gasoil de barcos y camiones; la cordelería, el esparto y las redes de pesca, el óxido de hierro, el barniz y la pintura. De vez en cuando se alternaba con alguna que otra vaharada de eucalipto procedente de la montaña que subía hacia el pueblo. Los dondiegos y rosales también se distinguían por la ribera, entreverados de algún golpetazo de olor a “chones”, que como se solían criar a base de basura doméstica también se sumaba y dejaba su impronta en la napia.

Yo tenía la sensación de que todo tenía su especial aroma, hasta el propio grijo que cubría casi todos los caminos que recorrían el pueblo. Me producía especial satisfacción volver a pisar los escalones de la gran escalinata que bajaba a la playa desde la carretera (franqueada por El Miradero y la casa de los Francoy), durante muchos años cubiertos por el musgo -antes de que los hormigonaran. Y la hierba, la hierba y el heno por todas partes. Yo creo que el Cielo huele a hierba recién cortada y a primavera tardía, como en Suances.



Por las noches, en las ya remotas noches pasadas en María Justa y las casas anteriores, el olor dominante era el del insecticida “Flit” y las tiras pegajosas para cazar moscas.


Y hay un aroma cierto, que me maravilla recordar, que es el del bazar El Esquilar. Esa tienda contenía toda la fascinación que un mozalbete podía esperar de la vida: juguetes y tebeos. O “chistes”, como los llamaban los suanceños y “torrelaveganos”. A veces yo entraba allí solo por fisgar, porque me encantaba ver las mercancías, y la dueña, Angelines, lo sabía y me dejaba. Pero lo que más me gustaba, sin duda, de aquella tienda, era su olor a rancio. Una clase especial de rancio, la de espacio cerrado y húmedo. Era un olor parecido al que tenían las casas en las que pasábamos los veranos, y el Hotel Uchupi, en el que las galletas que nos daba Josefina también olían y sabían diferente a causa de algún moho ya imperceptible para los lugareños.

Otra fuente aromática importante era la de la leche y la mantequilla de Suances, intensa e inconfundible, y que solía venir acompañada del olor a caballo que tiraba del carro de Luisa, la lechera. Mejor dicho, a yegua, porque se trataba de una yegua. La leche olía fortísimo…

Acabo de volver a escuchar el barreno de las doce y con el estampido me he acordado de otro olor importantísimo: el de la playa, protagonizado por la crema protectora “Cribhelios” con la que nos solían embadurnar los primeros días de sol para evitar las quemaduras, aunque sin demasiado éxito, pues siempre se nos despellejaban la espalda y la nariz. 


En la playa destacaban otros olores casi mágicos, que abren el apetito, y que son: el olor a patatas fritas de churrería y el olor a cámbaros, quisquillas y bígaros de los cucuruchos que vendía Lucila. Y junto con éstos he revivido el del chocolate con churros de la fiesta de San Agapito.


Todo este tiempo que he recordado Suances he estado escuchando las sirenas de los barcos bajando por la ría en la procesión de la Virgen del Carmen, los estampidos de los cohetes con que se anunciaban las verbenas, las campanas de la iglesia del pueblo llamando a misa, y el susurro de las olas en la marea alta desde mi cama del garaje de Ana María. Y al cerrar los ojos he visto los reflejos que producía el giro del faro de Suances en las paredes y el techo de la habitación de El Cajón en la que dormíamos Héctor y yo.

Suances contiene la mayor parte de los mejores recuerdos de mi vida, los que me dieron forma, y eso no va a cambiar ya. Solo por esos recuerdos, haber tenido una vida es un enorme privilegio que agradezco sinceramente a mis padres y a mi gran familia".




RECUERDO DE ALICIA ARA. La llegada

“Árboles a cada lado de la carretera con camisetas blancas de cal protectora; curvas y más curvas, último tramo que se nos hace interminable…

Nos amontonamos en la ventanilla derecha pues, en cualquier momento, aparecerá la ría y el rito de “¡A ver quién la ve primero!”… ¡Yo, yo, ahí está…!¡Está marea alta! -decimos los mayores- los medianos, en realidad. Y los pequeños, repiten: “Eso, eso, está marea alta…!



El cine Alix, la plaza del pueblo con sus plátanos a reventar de hojas y, enredados entre ellos, como niños de ciudad, todo nos parece único. Y, además, ¡nos creemos que es nuestro!...

Hemos dejado de cantar; solo exclamaciones de alegría, reconociéndolo todo y reencontrándonos con la felicidad: Por fin, estamos aquí, un año más.

Supongo que los largos veraneos de entonces -los que teníamos la suerte de disfrutarlos- serían parecidos, pero, para nosotros, no había un sitio más bonito. Y el sonido de ese nombre, Suances, es lo mismo que decir El Paraíso.

Recuerdo de Héctor Ara. Suances, un entorno de ensueño.

Para nosotros los veranos también  eran una época en la que recuperábamos a nuestra hermana mayor y a nuestros deliciosos sobrinos, que se juntaban a nuestros hermanos pequeños formando a veces “rebaños” de pingüinos.



Tener a Chari cerca, con su recio marido Andresuco, siempre cariñoso y generoso con nosotros, y a nuestros sobrinetes, era una gozada porque suponía otra dimensión familiar y, encima, en un entorno de ensueño, como siempre ha sido Suances para nosotros.

Mis fotos favoritas son precisamente dos: la que salís hermanos y sobrinos “de pingüinos” [en una Fiesta en el Aire] y otra en el jardín de “El Cajón” donde estamos los Herreros y los Ara, todos juntos, con vuestro padre hecho un “pimpollín” y, creo, mi madre embarazada de Álvaro.

Recuerdos de Aída Herreros Ara. SUANCES Y LOS TÍOS (1966-1973). 


“Hasta 1973, en que murió Papatán (mi abuelo materno), todos mis recuerdos veraniegos están asociados a Suances y a “los tíos” ("En el verano vienen los tíos"...). Aunque bajo este epígrafe también cabían los “mayores”, fundamentalmente, en ellos incluía a los que eran de nuestra edad: Rosana, Sonia, Daniel y Álvaro.


Según las fotos que se conservan, quizá me llevaran a “Santa Justa” y al “Miradero”, pero la primera casa que recuerdo, por mí misma, es “El Cajón” (hoy, El Talud). Tenía un pequeño terreno detrás donde celebrábamos la fiesta de San Agapito, en la que el abuelo calentaba alcohol para hacer volar globos de papel. De esa casa, no sé por qué, recuerdo -vestido todo de negro- al “virginiano”, un personaje televisivo de la época.


 Ana María, la casa de las "7 puertas"

Fue la última casa y la del último verano. Yo recordaba solo un par de años en ella pero, según las fotos, fueron cuatro: de 1970 a 1973, de mis 8 a mis 11 años. Recuerdo las guerras de terrones contra los de Valladolid, enfrente, o los Pardo, al lado, en La Escollera; la casa de aligustre que nos levantaron Marco y Jaime, que se llenaba de avispas, por las flores; las bragas inmensas de Luisa la Pinta, colgadas en el tendedero; nuestro túnel del terror con las mantas sobre los tendales, que agitó el genio de Papatán, despertado de su sacrosanta siesta; el tocadiscos de miga de pan; las 20 barras para dar de  comer a la familia, y añadidos, de cada día.


Los bocadillos de tomate de Mamatán, las luciérnagas en la terraza, las tormentas con rayos y truenos; ir a la fuente a por agua, cerca de El esquilar. Coger “cebolletas” en el pinar y “platanitos” (las hojas carnosas de la uña de gato) para jugar a las comiditas. El toldo y un día de niebla con el mar lleno de pozas traicioneras. Papatán en chándal por las dunas jugando con nosotros a indios y vaqueros. La cantidad de bolsas de pipas La Pilarica o Facundo que nos comimos, pintando una vez la bolita de rojo para conseguir un tebeo de Marvel de premio. Nuestras visitas a “Los Castellanos” a comprar sobaos o galletas enormes de canela. La arena picándonos en las piernas en septiembre, cuando íbamos a buscar monedas a la playa, con las mareas vivas, en los últimos días del verano. Las dos o tres horas de digestión, interminables, que había que guardar. Las fiestas de disfraces de los tíos mayores...



La playa de La Ribera



Los veranos en el Uchupi. Donvi cantando “Don Juan de Villanaranja, que bien que silba, que bien que canta; tiene la barriga llena de vino blanco, de moscatel. Din- Tel, ¿dónde va usted?”.

El cangrejo que los mayores nos metieron debajo de la cama y subió por la pared. Los cardos de la playa; los niños que se ahogaron en el remolino de la barra o las escaleras del espigón. La barca de Constancio y las galletas -como piedras- que horneamos con Luisa para pasar a Cuchía; su tomate dulce y las hamburguesas que Marco tiró a un camión por encima de la valla. Las subidas a misa por los atajos..., para quedarnos hablando en el atrio. Las aventuras que los mayores nos contaban sobre “El castillo de la Mota”, semiderruido y abandonado, y las meriendas en “los orinales” de Tagle"...

RECUERDOS DE ROSANA ARA. Mis recuerdos de Suances… ¡tan deliciosos!

A finales de junio salíamos de Madrid. De pronto, en unas horas de entretenido y entusiasta viaje, nos cambiaba la vida: nos esperaban tres meses en libertad.

Hasta que llegaban los baúles de Madrid, estábamos como de campamento: el bañador casi a todas horas, y una muda. ¡Y ya venía lo bueno…!

Veranito de disfrute, de disfrute de todo: de la familia, del pueblito, de la playa…Las patatas, quisquillas y cortezas de Lucila…

Cuando me pongo a recordar, me entra añoranza de aquellos días: los toldos en La Concha, el piscolabis en El balneario, los paseos con Chari hasta La Ribera, por aquel pinar -hoy desaparecido-, comiendo pipas y recogiendo cebolletas y platanitos [las hojas carnosas de la uña de gato] para montar el mercadillo…

Mis recuerdos me llevan a tres “casas”; lo pongo entre comillas porque una de ellas fue el hotel Uchupi, justo debajo de la casa de Josefina, a la entrada. Ahí, donde nos metieron unas maragatas en la cama, ¡qué revuelo!. Amaestrábamos escarabajos de la patata para que fueran funambulistas en aquel jardincito… Y un paseo especial que dimos con Charito hasta el pueblo, por un atajo que salía por detrás del hotel; era como un túnel arbolado y delicioso, casi salido de un cuento.

Antes fue El Cajón [hoy, El Talud]; de este añoro mucho el jardín trasero, dispuesto como en dos terrazas. Si no recuerdo mal, ahí fue la primera fiesta de San Agapito de la que soy consciente. Debíamos ser muy pequeños, pero casi veo el festejo: los globos que Papatán enviaba al cielo, las piñatas, la chocolatada…Había un atajo para bajar hacia la playa: creo que terminaba en la casa de Angelines (Donde vivo ahora, en Soto de la Marina, hay uno parecido que me encanta coger por lo que me traslada a aquellos días).

Vagamente, recuerdo el Club Vista Mar, el bar y las pistas de tenis, esa postal en la que estamos a la entrada.

Y Ana María. No sé qué edad tendría el primer año que veraneamos allí [8], pero esa casa aún permanece en mi memoria grabada a fuego. De aquellos veranos, ese de las ruedas, que cuando nos metían en la bañera, ¡íbamos negros! Jaime trabajaba en el taller de “la casa redonda”: de allí salían las dichosas ruedas y, en el jardín, hacíamos circuitos con ellas, saltando y brincando de una a otra. Y había una muy grande,  de camión o de un tractor, en la que nos metían, y otros nos ¡rodaban!...

La casa de aligustre, que Jaime y Marco construyeron en la que Álvaro pillaba a las avispas con sus deditos por las alas, sin miedo alguno, y las ahogaba en un cubo de la playa. El asador de sardinas en el descampado aledaño…, las fiestas en el Club Los arcos. Aquella noche en la que la pandilla de Héctor, vestidos de negros caníbales, se tiznaron en el jardín. Los disfraces de Capitán Trueno, Goliat y compañía, que mamá hizo para Juan, Alicia y pandilla. Y aquel glorioso concurso de disfraces que ¡ganamos! vestidos de pingüinos. Francisca, en un dos por tres, de un día para otro y, a petición nuestra, fabricó ocho disfraces totalmente auténticos y logrados. Papá nos enseño a caminar como ellos, todos detrás de él  con las katiuskas puestas… ¡Me parto!

El “túnel del terror” que montamos una tarde en el porche con mantas, telarañas de lana y mercromina pá los muertos: es que aún hoy sigo riéndome al recordar el tinglado que montamos. Las bragas de Luisa la Pinta en el tendal y cuántos culos nuestros cabían en ellas; deslizarnos por la barandilla, que iba de la primera planta a la baja…, la mesa de ping pong…

¿Y las tardes de lluvia…? Algunas, en casa alrededor de la gran mesa del comedor, jugando a las cartas: al asesino; Me quedan dos, y a los sonidos de los animales. O las que subíamos al pueblo, a ver Siete novias para siete hermanos o las de Disney, al cine Alix  o al Suances.

Cuando en agosto venía papá-Papatán y nos llevaba a las fiestas de Torrelavega, y de las que no regresábamos hasta que cada uno llevaba un recuerdo de ellas.

Y otra vez San Agapito, cada año, ¡qué bonito! Las idas y venidas de Barreda a Suances, los ocho, tíos y sobrinos, disfrutando de tan agradable compañía. Cómo bailábamos y cantábamos esos disco-cuentos de Disney…; todos los cómics y colecciones de la época a nuestra disposición: Tintín, Astérix. El Capitán Trueno…Los Cinco, los Siete secretos, Torres de Malory… También los primeros amigos: Marga, Marela, el club que montamos en el garaje que esta tenía al lado de las pistas de tenis…

El chubasquero y las katiuskas según empezábamos septiembre y el pueblo se vaciaba de veraneantes. Buscar en esos días, ya otoñales -quién lo diría hoy de septiembre-,  tesoros en la arena que el viento dejaba al descubierto. Los volcanes de arena en la playa sustituían a los barcos en la orilla del principio del verano…

Si sigo, no acabo. El día del murciélago en la habitación de los chicos, en Ana María; la gaviota con el ala maltrecha que, al recuperarse, lanzaba unos picotazos de aúpa…En fin, un terremoto de recuerdos que, sin duda, son una de las más bonitas experiencias que un ser humano pueda disfrutar en la vida.

¡Gracias, Suances! ¡Gracias, padres y familia! Seguro que muchos lo pensamos: ¡qué bonito fue, qué felices nos sentimos y qué suerte que lo vivimos!...

RECUERDO DE SONIA ARA. Suances, mi infancia

La mayoría de mis recuerdos de infancia son en Suances. Supongo que porque es en vacaciones cuando más se disfruta y, por tanto, lo que mejor se recuerda. Y tú, mi querida hermanita mayor, siempre estabas ahí…Recuerdo aquel verano (¿o tal vez aquellos…?) en el que nos llevabas de excursión por Suances buscando atajos, cada día uno distinto…

RECUERDO DE CARLOS HERREROS ARA (1964). Globos de papel

Me acuerdo de cuando íbamos a la tienda de Los castellanos a comprar pipas y de que a los tíos les gustaba encontrase palitos salados

Me acuerdo de cuando Papatán me regaló en mi cumpleaños una barca de plástico hinchable y, a la media hora, ya la tenían los tíos medianos y estaban en altamar con ella; pensé que no volvería  a verla…

Me acuerdo de los globos con calor que tiraba Papatán y de las piñatas en el jardín de la casa de Suances.

Me acuerdo de lo mucho que jugué al pin-pon en la mesa que había en la casa de los abuelos.

Me acuerdo de que empecé a jugar al tenis gracias a una raqueta con 4 cuerdas -que tiraron al final de un verano al hacer limpieza-, y yo me la quedé, para empezar a probar a jugar al tenis contra una pared.

Me acuerdo de alguna mañana que nos quedamos a dormir en Suances, salir por la mañana a hacer deporte a la playa con Papatán y hacernos el truco de meterse un lápiz por una oreja y sacárselo por la otra...

RECUERDO DE DANIEL ARA. Las "boas" de espuma...

Me acuerdo de aquellos días en que el mar llegaba lleno de una espuma marronácea a la playa de La Concha y todos los niños nos embadurnábamos y nos colocábamos pelucas con ella, disfrutando y riendo, ignorando la composición de que estaba hecha.

Las innumerables tardes de caza de lagartijas con mi amigo Melo (siempre escapando de su perra setter, Pinka).

De los atardeceres buscando monedas en la playa cuando esta se vaciaba y, de inmediato, ir a una tienda próxima a casa [Los Castellanos o Alimentación Conchi] para gastar lo encontrado en pipas y chucherías.

Recuerdo también las fiestas en el jardín de casa con toda la familia. Las guerras de pedradas con los Carpio y los paseos al faro.

RECUERDO DE ÁLVARO ARA. “Una cicatriz”

“A mí apenas me tocó ir de vacaciones a Suances, y me quedaron pocos recuerdos [el último verano, tenía 6 años...]. Pero hay algo que sí recuerdo bien: el día en que huyendo de un perro que me perseguía (en casa de Melo, el vecino de enfrente), me golpeó un columpio en la cabeza mientras intentaba mirar hacia atrás para ver cuánto le quedaba al can aquel para engancharme el culo de un bocado…

De aquel golpe, me quedo la cicatriz que llevo entre la sien y el ojo derecho. Menudo reguero de sangre fui dejando hasta llegar a nuestra casa [Ana María]… aquella de las 7 puertas…”. 

Recuerdo de Aída Ara Parga. La playa de Los Locos. 


"Suances me recuerda siempre a la playa de Los Locos donde, al menos, de pequeña, me espantaba que subiera la marea y tuviéramos que trepar por las rocas.

Ahora que soy mayor, ya lo he superado, y lo disfruto a tope cuando vamos (¡siempre hay unas cañitas de premio después de las escaleras …!)".

RECUERDO DE MARELA HERRERO (del chalé Las Dunas, frente a Ana María)


"...Teníamos columpios y un balancín...La casa de tus abuelos [Ana María] era una fuente constante de diversión e imaginación. Cuántas horas pasadas allí, cuánto he jugado con Sonia, Rosana, Marco y Jaime, y contigo cuando veníais, mi hermano Melo, con Carlos y ¿David...? Ya no recuerdo. Lo que sí recuerdo son los bocadillos de tomate de tu abuela, lo que le gustaban a Jaime; o las funciones que Sonia y Rosana inventaban y representábamos en el garaje; Lucila, los orinales, Héctor viniendo en bicicleta a todo correr para defendernos de algún vallisoletano engreído…".