viernes, 30 de septiembre de 2022

EL CAMINO DEL NORTE POR SU LADO ESTE (1). Desde Castro Urdiales

 

Como este año dificultades físicas y familiares me han prevenido de irme muy lejos, a última hora (es tan difícil renunciar…) he decidido hacer una parte del Camino que no he hecho, empezando en el este de Cantabria,  con final en Santander. A ver qué es lo que puedo hacer…

Llevo mis medias de running, que me recomendó mi fisio, para la rotura de fibras de la pantorrilla, con refuerzo en el tendón de Aquiles y en el tobillo. Además, la segunda infiltración parece que me ha aliviado algo. Tengo que probarme a ver si soy capaz de andar más de un kilómetro seguido, mi tope tras la primera. Y eso, cojeando…

Por otro lado, pienso que, si tengo que volverme, estoy cerca. Y, si no, siempre habrá más alojamientos que en el Camino Lebaniego, y será un trayecto algo más fácil (supongo)…

Solo hay 68 kilómetros de Castro Urdiales a Santander: 2 etapas "canónicas". Para mí..., una incógnita.

Miércoles 21 de septiembre. Estos días son míos

15/16 grados a las 6.43 h. Luna menguante.

En el Pasaje de Peña empieza a dolerme el arco del pie. Y el empeine por la parte de dentro...

A estas horas, ya hay gente con maletas que va al tren (claro, sale a las 7.05 h...).

Nos toca conductora.  Es totalmente de noche cuando salimos de la estación de autobuses. ¡Qué diferencia con junio!... Llevamos la radio bajita.

En Castro solo hay la parada de la estación: esperemos que no esté lejos de la plaza de toros, inicio de mi Camino. Si no, empezaré cansada...

Un señor estornuda detrás como un poseso. Otros van leyendo el móvil con su luz azulada. La autovía va fluida, pero con tráfico en ambas direcciones; solo se ven las luces de los coches, los luminosos de algunos anuncios y las lejanas de las casas. A la altura de Astillero, la temperatura ha bajado a 13 grados. 

¡Odio las luces de xenon! Molestan muchísimo a los ojos. Las anaranjadas son las mejores. Las blancas o rosadas, un horror. No sé por qué permiten tanta diversidad. Habrá estudios, ¿no...?

10 grados en Solares. Como siga bajando el termómetro, llegamos a los cero grados... A las 7 y 23 ya se ve algo de la luz del amanecer por el este. Hemos subido un grado, a 11. Y..., al minuto, otra vez a 10.

Pasamos la masa de agua de la ría de Colindres y, a poco, estamos en Laredo, ya con la luz delimitando la sombra de los árboles. Se sube bastante gente; sobre todo, ¿estudiantes...? Al salir de la ciudad, hay ya luz del día y se han apagado las farolas.

La entrada a Castro Urdiales está hecha unos zorros, llena de conos y barreras. La conductora del autobús me informa de que en la marquesina saliendo de la estación paran buses municipales que pueden subirme hasta la plaza de toros, inicio de mi periplo.

Mientras espero, bajan remesas de chavales al IES  Dr. José Zapatero. En el chaleco, llevo las hojas, resto de la Guía desmembrada que me mangaron en Sobrado dos Monxes. El albergue está junto a la plaza de toros: de ahí mi interés en llegar a este hito. 

Aquí las paradas no tienen nombre: son solo paradas... El billete me ha costado 1´40 euros, nada de la mitad, que me decía una parroquiana...

Menos mal que he cogido el bus: si no, parto ya cansada. O no parto, directamente... Una viajera me dice que mi parada es la anteúltima y que se ve bien la plaza de toros. Mañana, día 22, el trayecto me habría salido gratis por la Semana de la Movilidad y el Día sin Coche...

Día 1. “Al partir se siente siempre una mezcla de ansiedad y ligereza” (F. Gros). 

El albergue está detrás de la plaza de toros, en la subida a Campijo. A las 8.45 h inicio la subida desde el albergue, cerrado (no he podido conseguir mi primer sello de partida...). Quería haber tomado un café e ido al baño, pero no he visto nada: todo son edificios residenciales.

¡Vaya subidita...! La siguiente flecha está arriba de la cuesta de Campijo. El letrero del camping Castro y el del Camino de Santiago están casi comidos por las zarzas, pero no alcanzo con mi podadera...

Es un sendero de corto recorrido, con las marcas amarilla y blanca. Paso por un túnel bajo la autopista y corto mi primera zarza (y me adelantan las dos primeras peregrinas del día...).  Vamos junto a la autovía por una carreterita. Dejo atrás el Castro-Park, parque de eco- aventura, con tirolinas, foso de remo y bar. Y un montón de gatos, que se acercan a mí sin ningún miedo (a mí, que los gatos no me emocionan. Deben haberme tomado por Martamante...). 


Me tiro a la derecha. Por una vez no me toca subir: dejo el camping a mi izquierda, siguiendo la flecha amarilla. Voy hablando un rato con Estíbaliz, una paseante local, abuela joven de un niño de 8 años, que intenta transmitir a su nieto los goces del andar. Seguimos juntas hasta una ermita donde yo me paro y me siento un rato a la sombra a comerme unas avellanas. Son las 9.40 h. Hasta el momento, no he visto ningún monolito kilométrico. Los cuervos graznan sobre el eucaliptal y un gallo canta a destiempo.

Huele a higuera dulce cuando me pongo a andar de nuevo. Ha salido una brisilla muy agradable. Los gorriones cruzan delante de mí, a sus labores. Por fin veo un poste kilométrico junto  a un olivo, frente a una marquesina de autobús: Islares (mi destino hoy): 4´9 km. 1 h 15 min (me río para mis adentros). Laredo: 30´6 km. ¡No me lo puedo creer...! ¿Ya he hecho 3´5 kilómetros...? Por si acaso, fotografío el recorrido de la línea 2 del Castrobús (Islares-Oriñón-Santa Catalina, cada 20-25 minutos), por si lo necesitara. Creo que he dejado atrás Allendelagua, pero no he visto ningún cartel ni el restaurante El Ruso, que dice mi Guía antediluviana. 

En la autovía alcanzo a ver la salida a Cerdigo a 500 metros. Voy por un "camino de servicio", haciendo la egipcia, por la derecha, porque hay una línea de sombra del seto de arizónicas, y el calor aprieta.

Los coches y camiones pasan a toda flecha por la autovía en paralelo. Ya me han adelantado un montón de peregrinos extranjeros: creo que no he visto ni un solo español. Es gente sola o en pareja. Lo que sí he visto son cantidad de carteles de “perros sueltos”, “perros peligrosos”, etc.

A las 10.30 h estoy en el barrio Saltizones junto a unas vides. Entre la autovía y la carretera de servicio, madroños coloreados, pero no puedo catarlos. A mi izquierda, hay un monte impresionante con la cima de roca desnuda.

A las 11 h estoy en un descansadero de Cerdigo. Según mi Guía, he andado ya 5´5 kilómetros. Me quedan algo más de 3 a Islares.

Parece que empieza una pista. La iglesia (de San Juan) está cerrada con llave por todas sus puertas, pero por entre la verja saco fotos del jardín.

El monte que me fascina es el Cerredo -me aclara un paisano.

Al llegar a la carretera general (N-634. Km 152), al principio, pienso que tengo que saltar el quitamiedos y tirarme por el terraplén; pero no, el camino está un poco más adelante.  Islares: 3 km. Allendelagua: 4 km.

Voy entre avellanos. Un lugareño que riega su huerta (“La tiene muy guapa”-le grito), llena de pimientos rojos y judías verdes, me dice que “Estaría mejor si llovería”…

A las 12 h estoy frente al cementerio. Ando ya tan despacio que casi no avanzo. Aquí empieza el “encinal” de Cerdigo, una senda litoral que, al parecer, los peregrinos utilizan desde el siglo X. Este último tramo es muy bonito, pero, para mi pie dolorido y su arco, infernal…Pisar bien se convierte en mi principal objetivo.

Llego a una especie de rejas (cerrramiento de obra). Y ahora, ¿qué…? ¿A hacer el marine…?

No me atrevo a sentarme a descansar porque veo en el camino cagarrutas de oveja o de cabra, e igual hay garrapatas…

Otra puerta mierdosa…, con somieres roñosos incluidos. Ahora veo lo que creí, de lejos, ser un faro. ¿Es un pilar, el resto de una grúa para levantar la caloca, un poste eléctrico…?

Oigo el mar a mi izquierda, pero ¡no puede ser!: está el encinar. ¿Será que, por debajo, hay una cueva…?

La campa -seca- me recuerda a otro sitio de traviesas (en Asturias, en el camino real cerca de Berbes) donde tenía que arrojar la mochila por encima. Las vistas son increíbles: el mar y las encinas/eucaliptos.

En un poste de la luz el anuncio  “luxury pilgrim hostel”, junto al Camino, a 5 minutos de la playa de Langre. Ya voy andando como mi padre de 95 años, que dice que las piernas no le aguantan y que van solas, sin él dirigirlas…

En la autovía, veo la salida de Islares. ¡Albricias! Es la una… Al salir de la pista, ¡cómo no!, la cuestina final…Los pies es como si los tuviera inflados al doble de su tamaño y quisieran explotar la bota. Aquí sí que hubiera agradecido algún mojón para saber cuánto me queda.

Huelo a heno dulce ensilado y veo una iglesia a lo lejos. Espero que sea Islares. Parece ser moda poner los remolques en los campos y adornarlos con plantas.

Llegando a la iglesia, la taberna Elisa me pone los dientes largos: desayunos, pinchos, raciones y comidas. Por un momento pienso en parar y luego seguir hasta mi alojamiento, tras comer. Además, te sellan la credencial. Es la una y media. Pero decido finalmente ir al hotel a dejar las cosas (luego me arrepentiré…).

El hostal Arenillas está a la salida del pueblo. ¡Y tan a la salida…! Que ya me salgo de Islares. “Donde están esos camiones…” -me señala un paseante. Es “Islares, Km 155”, no  “calle Islares, número 155”. Ya decía yo…

A la hora a la que yo entro para registrarme hay una cola enorme para acceder al comedor. “Siempre es así...” -me dice el barman, que parece un hombre-orquesta, atendiendo el teléfono, el bar y la recepción. Va a tratar de negociar con la cocina si me pueden hacer aunque sea una ensalada (en la barra solo tienen bocadillos y pinchos de tortilla). Mientras tanto pido una minicaña de cerveza tostada y unas aceitunas, y me siento en una mesa.

Al rato, con el estómago vacío, estoy medio pedo. Como no me traigan pronto algo de comer, voy a “cantar la mora”… Cuando me doy cuenta de que la cosa es imposible, pido un pincho de tortilla y un kínder bueno y me doy por comida. Con las cenas, a partir de las 21 h, no hay problema…

Ya en  la habitación, intento llamar al hospedaje Valle de Liendo para el día siguiente: un teléfono  no funciona y el otro ahora es de un particular, que me informa de que el lugar ha cerrado.

Bajo a sellar y a decirle al barman que la tele no funciona, y aprovecho para preguntarle por un lugar para dormir en Liendo (ilusa, pensando que mañana llegaré ahí…). “Hay un albergue”… En mi Guía antediluviana solo salía el polideportivo municipal para dormir (y ya me siento vieja). Por lo visto, lleva abierto desde 2010, y es por orden de llegada a partir de las 13.30 h. Veré que veo por ahí cuando haga mañana el Camino. 10 kilómetros hasta Liendo, para mí, es mucho. Hoy, con 8, he llegado derrengada. A ver cómo llego al Pontarrón de Guriezo, en el kilómetro 596 (a 3´4 km de Islares).

Como no hay nada que hacer con la tele (he tocado todos los interruptores de la luz -hay como 6- para dar con el que no hace nada y es la conexión con la tele. No sé por qué no ponen un cartelito o inventan algo más sencillo…), renuncio a ver mi serie favorita y me aceporro un rato. El barman me ha ofrecido cambiar de habitación, pero no quiero recoger mi despliegue (colada incluida) para trasladarme. Además, la 113 da a la parte de atrás y es muy silenciosa, cosa que agradezco.

Después de las 18 h salgo a ver Islares, hasta la otra punta de la carretera general. Cojo una calle interior, El Riego, que llega a la plaza principal. El clima aquí no debe ser muy frío porque veo varios limoneros...

A partir de las 20.30 h abren la cocina en la taberna Elisa. ¡Qué tarde! En la plaza, una fuente de 1934 con una cabra arriba, preside el lugar (no sé  si la talla es así, a la mitad, o es que se ha roto…). Unas niñas me cuentan que la cabra antes estaba entera. “Es que aquí hay muchas cabras…”- me aclara una de las cuatro.

El cogollo de parte antigua es muy pequeño y han ido creciendo hacia afuera chalés y adosados. A la iglesia de San Martín de Tours le está naciendo una higuera cerca del campanario. A continuación de la iglesia, una tabla de madera indica “Rioseco 6´2 km. 1 h 35 min.” (todavía no sé que mañana este será mi sitio de recale y que encontraré mi lugar favorito de este año).

A las 19.30 h entro en Elisa para preguntar qué tienen en la barra, aparte de dos bocadillos que me saludan: tengo hambre y no aguanto hasta las 20.30 h. Además, el sol empieza a ponerse frío. Pido una ración de ensaladilla y una caña (7 euros) y me doy por cenada. Desde la terraza, escucho el malentendido entre la infancia del lugar: las cuatro niñas, y un niño que no comprende la diferencia entre “dejarle” la bici (un rato) y “regalársela” (para siempre)…

En el hotel, pido un colacao bien caliente con un cruasán y, ¡mañana será otro día!...

Jueves, 22 de septiembre. Día Sin Coches

Día 2. “El verdadero caminante es aquel que se deleita en el camino” (Leslie Stephen).

Por la noche, ha habido trasiego  de puertas y taconeos en ese pasillo inmenso y alguien se va a las 4.30 horas de la madrugada (el hotel abre 24 h). A las 6 y 20 ya hay movimiento de ascensor (los desayunos empiezan desde las 6.30 horas).

En internet he leído que el hotel (antes hostal) Arenillas es “una de las paradas obligatorias en la antigua nacional 634… Camioneros, autobuses, viajeros…”. Un salón de hasta 300 invitados para bodas, bautizos y comuniones, cenas, reuniones de grupos y empresas, y una cocina con más de 30 años de experiencia. Son unas 50 habitaciones en total.

Pasadas las 7 h bajo a desayunar un cortado y un cruasán (lo único que no está embolsado). Le digo al nuevo barman que me cobre todo lo de la habitación 113. Son 50 euros justos, incluyendo la habitación (34 euros), mi comida del día anterior, un aquarius para mi termo y otro kínder bueno (me estoy aficionando…).

En las noticias de la tele, “Miles de rusos se alzan contra Putin por enviarlos a la guerra…Contra la movilización militar en Rusia…1.400 manifestantes detenidos”…

Amanece otro día magnificus. Sol y nordeste. 22 grados de máxima.

Aquí para todo el mundo: veo coches de AKmodular (construcciones modulares); construcciones Cayma; STI, automatización y servicios industriales; Plastiken…Protección civil, conservación de carreteras…

12 grados (poco, me parece) a las 7.50 h, mi hora de salida. Hoy ya empiezo cojeando (es como un calambre permanente en el arco del pie derecho): mala cosa…Creo que ayer me pasé… De pronto, se alza una rapaz de los contenedores de basura: ¡qué bajo hemos caído…! A las 8 menos 5 se apagan las luces de la calle.

Paso ante el bar-restaurante La abuela santa (cenas a partir de las 21 h y no hay menú, solo carta) y tomo, a la izquierda,  el camino que señala hacia la playa y Rioseco.

En este sitio, por las casas, en verano debe haber bastante gente. ¿Se traerán las cosas de Castro o Guriezo…? Debía haber al menos una tienda de esas de pueblo que tienen de todo y que a mí me encantan.

¡Qué idiota! Me podía haber ahorrado 1 kilómetro. El camino me manda hacia mi hotel… En el número 50, la ruina -creo recordar- del antiguo hospital (de peregrinos, de la Vera Cruz). Espero que esté consolidada, porque si no, desaparecerá. Está colonizado por una higuera, parietaria, y zarzas y trepadoras varias. Corto las bardas hasta donde llego.

¿Qué serán esos dos farallones tan feos de cemento en la autovía que compiten con la cresta del monte...?

Paso ante la ermita  de San Roque, que el año que viene cumplirá un siglo. Llego ante el bar restaurante camping Arenillas…, y no veo la flecha amarilla. Arriba de la cuesta, ya sí. Podía haber llegado al mismo sitio siguiendo la N-634 desde mi hospedaje…También se ve el mar. Islares 1. Guriezo 3.

Yo, a las 9 h, ya me he hecho 2 kilómetros, uno hacia el centro del pueblo, y otro hasta aquí. Hace un frío que pela a la sombra del Cerredo y me he puesto mi pañuelo de castañera para taparme los oídos. Se me cae el moquillo del viento de frente.

¡Anda!, que podían haber hecho mejor el subarcén: las junturas me están haciendo la cusqui en mis pies doloridos. Me salgo por fuera del quitamiedos: el arcén es ancho, de unos 2 metros. Me voy a coger una neumonía sin covid…

En un ¿corazón de Jesús…? pongo dos piedrecitas (las primeras), por los vivos y por los muertos. Hasta ahora no he encontrado ningún hito plano donde hacerlo. Le pregunto a un señor mayor que pasea, pero tampoco tiene ni idea: debe de ser otro hereje

De nuevo los espantos de cemento en la salida 159 de la autovía. Los chopos ya están perdiendo sus hojas y varios grupos ciclistas me adelantan por la carretera. Encuentro un cartel de eliminación del plumero en la ribera del río Agüera.

A las 9.45 h estoy en el kilómetro 157 de la N-634. Otro más…Cerca hay un área de descanso con fuente, pero, si me paro, puedo quedarme momificada…

Pruebo un madroño rojo, pero aún están ácidos. Una señal con un peatón en azul  y una flecha doble me deja perpleja. Y esto, ¿qué significa…? Un paseante habitual me explica que significa que, en una dirección y otra, el camino es solo para peatones. ¡Pues vaya! Hasta ahí, llego…Ya me imaginaba que ni motos, ni coches, ni camiones podían venir por aquí. Se les habrá caído el pelo de pensar…

¿Y ahora otros 4 kilómetros a Guriezo?¿Pero es que me están haciendo luz de gas…? No sé cuánto tiempo llevo bordeando la ría de Oriñón…Hoy sí que hago récord: 2 kilómetros en 2 horas (bueno, 4, si cuento el de ida y vuelta desde mi hotel): 2 kilómetros a la hora…

Otro tramo recomendado a los peatones. Como sea “una M“ de camino, voy por el arcén. A ver si creen que somos unos parias…Voy jurando en arameo como el capitán Haddock. Y, para cruzarse dos, uno casi se despeña… El sendero me recuerda el del faro del cabo Finisterre.

Esto parece Gijón, o Birmingham, el sitio al que nunca acabas de llegar y del que nunca acabas de salir. Al menos, de vez en cuando, tengo un tramo de sol. Y un quitamiedos continuo para sentarme y abrillantarlo

A las 10.30 h estoy bajo el viaducto, con una zona de marisma a mi derecha. ¡Dios mío! En el kilómetro 158 me toca una cuesta de las que te caes para atrás y te desnucas… ¡Vale! Este es el camino oficial. Laredo, 22´2 Km. O sigo por aquí o por la carretera nacional 634 hasta el Pontarrón de Guriezo (esta segunda opción, aunque sea más fácil, no me parece muy atractiva). ¡Al abordaje! – que diría John Silver, el Largo.


Arriba hay un paso de vacas (para que no pasen). Paso insegura, como si yo también fuera una vaca. Luego saco unas avellanas, bastante malas y revenidas. Anda, que quien las envasó las podía haber probado primero…

Creo que he elegido la mejor opción: por aquí no se oye tanto el tráfico y voy en mitad de la naturaleza…, aunque no hay quitamiedos donde sentarse… Después de la subidona parece que todo es bajada.

La vegetación se va comiendo la carretera (los habitantes parecen un poco abandonados de la mano de Dios…). A las 11 h tengo el sol de frente, a mi izquierda, y sopla una brisa suave. Yo recomiendo tomar el camino largo.

Antes de salir a la carretera general, ¡un banquito preparado para mí! Voy a hacerle los honores. Lo que he dejado atrás, ¿será el caserío de Nocina?...

¡Vaya! A Laredo ahora hay 24 kilómetros, 2 más que antes… Estos de carreteras… A 350 m, a la izquierda, un albergue  (debe ser el del Pontarrón de Guriezo. En mi Guía antediluviana dice que los colchones están muy sucios… ¡A seguir…!

Efectivamente, el caserío que he dejado atrás era Nocina y el albergue el de El Pontarrón. Por el lado de “Peatón, en carretera, camine por su izquierda”, han hecho una acera, pero no hay quitamiedos para sentarse. Los que diseñan no piensan en nada… Hasta aquí no han llegado los limpiadores de plumeros: está todo invadido.

Como he cambiado de carretera, estoy en el kilómetro 1 de la CA-151, junto  a unas casas sin acabar. Pero, ¿quién va a querer vivir ahí, en el c...o del mundo…? En la cuneta, a la sombra, aún perdura el rocío de la noche.

A las 12 h entro en el valle de Villaverde y me señalan Vitrinor (sartenes y ollas, menaje de cocina -leo luego) a la derecha. Sentada en el quitamiedos, oigo decir a un grupo de ciclistas que pasa: - “Creo que es el año que más peregrinos veo por aquí…”. – “Y muchas tías…”. Me quedo con ganas de gritarle que yo no soy su tía

A las 12 h distingo la torre de una iglesia. ¿Rioseco…? Síiiii. Lo primero que veo, aparte de un Día, es un cartel de la posada Fernanda. Voy a llamar…Están cerrados unos días, pero me recomienda, enfrente, la posada Valle de Guriezo. Aquí sí tienen sitio… Llamo desde un “ameno lugar” (que se convertirá en mi sitio favorito de este año), un lugar de descanso integrado por una fuente (de 2004), un par de mesas para comer y un puentito de piedra con la vieira en su pretil. Rioseco me parece un pueblillo agradable para vivirlo.

Mar me informa de que Guriezo (el valle de) son, en realidad, 24 barrios, ninguno de los cuales se llama Guriezo (como el valle de Liendo). También me recomienda subir a la iglesia cercana y, para comer, Casa Juanchu, en el barrio El Puente (si me dice entonces que está a dos kilómetros, como piedras…).

Dejo para la tarde la subida a la iglesia de San Vicente de la Maza (del siglo XVI. En 1928, según una placa al inicio, “los esposos Ubilla y Núñez”  construyeron la subida. ¡Qué detalle!...) y sigo mi camino por la acera en busca de un plato caliente bien cocinado.

Paso ante una casona de 1892…, y los vecinos empiezan a asustarme: “Es el único sitio que puedes tener para comer. Pero está a más de 1 kilómetro…”. “Tienes que seguir la acera hasta una rotonda, y de allí te quedan otros 500 metros…”. Veo la señal de un polideportivo…, pero no quiero imaginar dónde estará… También la de una ermita de San Blas, del siglo XVI, que no se vislumbra. Y una zona recreativa, a ambos lados de la carretera, que ni se adivina...

Cuando llamo a Mar desde el cementerio, me dice que ya estoy a mitad de camino y que, a las 16.30 h, tengo un bus para regresar. Estoy tentada de abandonar y volverme, pero sigo… En el kilómetro 3 (el kilómetro 2 estaba al lado de mi posada) aún no he llegado a la rotonda que decían las chicas. ¡Ya puede ser bueno el menú…!

La iglesia de La Magdalena, del siglo XVII, creo que me caía en el Camino… En la rotonda, un cartel indica: Ampuero a 14 kilómetros. Y lo mismo, Sámano. Por fin veo  (el barrio) El Puente. A las 14 h, no hay nadie a quien preguntar: parece un valle fantasma.

Paso ante Villa Josefina, de 1916, una casa indiana con 2 palmeras…, a la que están saliendo unos helechos en el canalón. Por Villa Carmen, de 1894, que no se ve, por los magnolios y tejos que hacen de seto. Al lado, en el número 50, se vende la Quinta Lucía; pero no es tan bonita. Y, encima, está pintada de marrón (un color que odio)… La última, Los Nogales, de 1896, en la Avenida del Duque de Ahumada.

Llegando al café Campo Isabel me huele a sopa de ajo. “Casa Juanchu está junto a un Covirán y un banco, en el puente…”. ¡Por fin!, llego a las 14.30 h. ¡Y hay cola…! No saben cuánto tendré que esperar.  Me voy fuera con una cerveza. Lo de comer algo consistente parece algo imposible este año…

Mientras espero, leo sobre el lugar. También posada, desde 1999, su especialidad es el chuletón, las alubias, carnes y pescados. Me digo a mí misma que, si no he entrado para las 15 h, me voy. Me llaman a las 14.50 h. Han puesto una mesa en el bar para una pareja que estaba delante y otra para mí (por mí, como si me acomodan en la barra… Solo quiero comer algo que no sea un bocadillo o un pincho de tortilla).

En las noticias de las 15 h dan para mañana viernes nube negra, parece que sin lluvia. “Dan agua hasta el lunes de la otra semana”- oigo decir. “¡No a la guerra en Rusia. En varias ciudades prohíben salir a los reservistas…”.

Por 12 euros como un menú estupendo y abundante: ensalada con espárragos (y un montoncito de ensaladilla rusa) y pechuga (2) a la plancha (con patatas fritas y unas lonchas de lomo). De postre, pido un yogur (de fresa). Les digo si pueden ponerme una de las pechugas para llevar (será mi cena).

Cuando termino, a las 15.45 horas, como aún faltan tres cuartos de hora para el bus, decido volver por el “camino del río” que me ha sugerido y recomendado una pareja de la zona. Se coge  a la altura del BBVA.

El río es ahora más bien un arroyo, bastante seco y con una corriente débil. Voy bien sombreada entre robles, avellanos, alisos, chopos y fresnos. En algunos lugares el agua está embalsada. Yo pensaba que sería un camino “urbanizado”, pero es un sendero de herradura para ir en fila de a uno y, a ratos, caben dos. ¡Perfecto!

Un perro se queda a mi lado: creo que ha olido la pechuga envuelta en papel de plata… Llego al primer puente, y no recuerdo qué me dijeron: ¿tenía que subir, seguir a pie de orilla…? Creo que ambas cosas son válidas… Estoy en La Magdalena (donde la torre del “castillo”). Son las 16.15 h y sigo junto al río. Ahora es un camino más ancho por el que solo pueden ir “vehículos autorizados”… Creo que estoy cerca de la rotonda.

Esto sí que es un “baño de bosque”. Ya distingo la iglesia de Rioseco: no debe faltar mucho. Un cuervo ha arrancado una nuez y sale volando con ella en el pico. Llego a un área recreativa junto al segundo puente, ¿Y ahora…? Parece que, en perpendicular, cruzando este puente, va el Camino de Santiago. Yo sigo recto, paralela al río, atravesando unas barreras de madera. Voy por la trasera de las naves de Invul y Vitrinor. Espero no salir en el quinto pino. Al menos, ando por la sombra…

Llego a Vitrinor y al tercer puente. ¿Y ahora…? Yo creo que he de ir hacia la iglesia, en perpendicular. No me queda otra que atravesar la solana… Me doy cuenta de que el camino del río puede cogerse al término de Rioseco, tirando a la derecha en La Fragua de Casapuente, hacia Vitrinor,  y luego a la izquierda (señalado con la vieira del Camino de Santiago).

Tras descansar en mi deliciosa habitación, salgo a las 18.30 h a comprar unas viandas en el Día. El cielo empieza a entelarse y aparecen nubes negras tras las montañas. Ummm. Me siento frente a mi posada en el rincón ameno junto al puente, mientras da el sol en mi mesa y me preparo un bocadillo de pollo que, con un aquarius y un yogur de piña, serán mi cena.

A las 7 y 10 el sol se esconde tras los tejados y mi mesa de cena queda en sombra: tiempo de irse…Decido acercarme a la iglesia.  “Demasiado tranquilo…”- me dice una señora de paseo con su nieta cuando le alabo el pueblo. El monte ya otoñea. Las monjas – me dice un lugareño, que me ve ante el cartel de “casa de oración”- ya no están o solo ocasionalmente.

Mientras me dirijo a la iglesia, me adelantan dos coches conducidos por jóvenes a bastante velocidad. Luego, oigo música alta y decido volverme: ya la veré mañana, con el silencio del amanecer.

En las noticias de la noche: “Medio millón de rusos ha salido del país desde febrero”. Se van por Georgia, Finlandia, Estambul, Mongolia o Serbia. Pagan hasta 5.000/9.000 euros por un billete de avión… En Crevillente (Alicante) está la primera comunidad energética de España.

Viernes, 23 de septiembre. Ya es otoño

Día 3:... “espléndidamente agotados, espléndidamente felices…” (Rachel Carson).

Hoy, huevo frito con lluvia. Viento noroeste (gallego). 22 grados. Dan lluvia a partir de las 13 h. Miro los buses de Liendo a Laredo y de Laredo a Santander, o directos, de Liendo a Santander. Si se pone a llover, me planteo volverme. No me apetece seguir bajo la lluvia con este pie cada vez más maltrecho.

En las noticias de la tele: “Referendos en las zonas ocupadas por Rusia”; en realidad, una anexión. Perdemos tres minutos de luz al día.

Durante el desayuno, Mar me cuenta que su posada lleva abierta desde el año 2000, y que no se queja. Tengo 7 kilómetros hasta Liendo (yo pensaba que me quedaba menos), pero Mar me dice que el camino es muy bonito y que merece la pena. En Liendo, me recomienda, para comer, el restaurante Ambigú y, para dormir, la posada La Torre de la Quintana. Le doy las gracias por todo y salgo con 15 grados pasadas las 8.30 h.

Subo a la iglesia y ¡qué pena de sitio tan bonito! La gente viene a hacer botellón y deja la basura. Al final, comienzo a andar a las 9 h. Al llegar a la Fragua de Casapuente, el ya conocido camino, sigue a la derecha. Es el “camino del río”, al revés: ya me lo sé… La señal está un poco despintada: solo se aprecia la vieira. Tenía que haber traído mi espray amarillo. Los carteles ya te los tienes que imaginar, o intuir…

En el primer puente, como también viera ayer, me mandan cruzarlo, en ángulo recto.  La gente, a esta hora, está trabajando en sus huertas. Hoy lo que más me molesta es el tobillo del tendón roto: supongo que a causa del cansancio.

Empezamos con las cuestas… “Tiene para 2 kilómetros, pero esta primera parte es la peor…”. Luego -me dice una paisana- todo es bajada a Liendo. Aunque subo muy despacio,  con pasitos muy cortos e intentando respirar bien, cada poco me paro a recuperar el resuello. La carretera está bastante descarnada.

Al llegar arriba de la cuesta, hay que tirar a la izquierda hacia Lugarejos. Laredo está  a 17´2 km, 4 h 30 min. Ja, ja, ja… Me he cogido una sudada que tengo todo el pelo mojado. Como dice un chaval, peregrino italiano: “Hoy hace mucha humedad”.  Veo en un cable lo que me parece un ala de pájaro, pero es un trozo de tronco de eucalipto que se ha quedado enganchado.

Ahora toca una “zona de valle”. A ver por cuanto tiempo… Son las 10.15 h, y mejor sin sol… Me siento en un trozo de quitamiedos antes de abordar la siguiente subida, mientras oigo los campanos de una remesa de vacas rubias.

Junto a un poste, un bando de la alcaldesa de Guriezo sobre que el recaudador atenderá presencialmente en las oficinas del Ayuntamiento. Pero, ¿y quién va  a venir a leerlo hasta aquí…?

En una casa veo un loro (azul y amarillo)…, y pienso que es de madera, hasta que se mueve (atado a una cuerda por una pata)… El cielo a mi derecha (el oeste)  empieza a ponerse negro…

Más arriba, en una ermita (San Mamés) junto a un roble centenario, hablo un rato en castellano con el hombre de una pareja francesa de Nantes. Vienen peregrinando desde su casa y quieren llegar a Santiago, si pueden. A las 11 y 10 abandono la ermita y el roble desgajado. El aire viene mojado.

Antes de bajar, un ¿padre y un hijo? que viven en Laredo y tienen aquí sus vacas, me sacan de dudas sobre el nombre de la ermita. El chico me da una breva grande y jugosa y se ofrecen a bajarme en el coche, viéndome caminar. Cuando ya me voy, el joven me acerca otra breva: “Es que solo una…”. Luego, los veré bajar en su camioneta sorteando los socavones del camino.

De repente, oigo resoplar detrás. Es Dustin, de Kentucky, que ha iniciado el Camino en San Sebastián y hoy quiere llegar a Laredo desde Castro Urdiales. ¡Qué joven…!. Se presenta y me da la mano como Cocodrilo Dundee en Nueva York…

Al pie de un eucalipto, un cartel encantador que señala a Liendo. La pista está supererosionada. Yo no me atrevería con mi Citroen C-3… Me duelen mucho las plantas de los pies y llevo la pantorrilla muy cargada -como si se me quisiera subir la bola-, pero un viento húmedo me viene de cara y tengo que acelerar. Huele a cal viva. Puaggg.

Aquí los cables de la  luz van por todos lados; incluso por el suelo, machucados y con los entresijos al aire. No sé yo si esto es muy ortodoxo… ¿Son ilegales o por qué no ponen postes, como es habitual…? El paisaje es muy ganadero, con estancias para vacas, caballos…

A las 12.30 h, en un área de descanso, ya se oye el sonido de la civilización (es el ruido infernal de la autovía…). Pasado el viaducto, el Camino sigue a la derecha hacia Laredo (a 11 kilómetros). Pero, de frente, es el barrio de Iseca Nueva, en Liendo, y yo ya no puedo más. Aquí lo dejo por este año. Es la 1 de la tarde. En 4 horas, 7 kilómetros.

En el barrio Rocillo, juraría que me han caído unas gotas. El albergue de peregrinos está a 1´2 kilómetros y creo que ese es el centro de la población. Y llueve, sí. Aquí los barrios son enanos. Ya estoy en el de Sopeña. No hay un alma por la calle: está todo como muerto.

A la 1 y media veo la cúpula de la iglesia. ¡Menos mal! Estoy en el barrio de Hazas. En el supermercado me dicen que el bus que entraba al centro, ya nada de nada; que tengo que salir a la carretera general. Más metros…

La panadería se alquila y La trastienda, de productos gourmet, también. Veo el albergue detrás de la iglesia, pero ya mi único objetivo es coger el bus de las 14.25 h a Laredo y, de ahí, volver a mi casita en Santander.

A la izquierda dejo el restaurante Ambigú, del que me habló Mar. Otra vez será. Y, más adelante, la posada La Torre de la Quintana. Todo está cerrado; no veo ni un bar abierto. Paso ante la marquesina donde ya NO para el bus. Y…, de nuevo, estoy en el barrio de Iseca. Seguro que he dado una vuelta para nada. ¡Ah, no! Que este es Iseca Vieja

De repente, veo un ALSA que llega, para y se va, sin verme. ¡No me lo puedo creer! Ha pasado 15 minutos antes de la hora. Y me he quedado tirada. Así que llamo a un taxi a Laredo y le mando mi geolocalización.

Mientras espero, viene otro ALSA en la dirección contraria, sobre las 14.30 h. Me esfuerzo en leer el cartel guiñando los ojos. El chófer, un chico joven que me ve con la mochila y cara de despistada, me para y pregunta a dónde voy: “A Laredo”. “Pues venga, coge las cosas y cruza”…. “No puedo: acabo de  llamar a un taxi y ya viene de camino”…. Le doy las gracias y me doy tortas mentales por ser tan canicona. Yo qué sabía hacia dónde estaba Laredo con tantas vueltas y reviravueltas. Y como no había nadie a quién preguntar…

El taxista me dice que, en Laredo, hoy es fiesta: el desembarco de Carlos V, y que a las 9,  bla, bla, bla. ¡Para fiestas estoy yo…!

En la estación de autobuses no hay personal y tengo que sacarme el billete en una máquina. Un joven que parece habitual de la zona, me ayuda amablemente y, a las 15.20 h, estoy camino de Santander. La próxima vez empezaré en Laredo…


P.S. En total, viajes y taxi incluidos, me he gastado 141 euros.

Kilómetros recorridos: 19 –según mi Guía (más los que he hecho en balde...). La etapa canónica, de Castro Urdiales a Laredo, eran 25.