martes, 24 de diciembre de 2013

ROMA, DIARIO DE VIAJE. DE LA MANO DE GOETHE

1786-Diciembre 2013. Diario de viaje

Como me pilló con el paso cambiado (ya soñaba con Lisboa y con practicar mi incipiente portugués) y nunca, no sé por qué, ha estado entre mis ciudades favoritas o prioritarias, tuve que reconvertirme a toda prisa.
Quizás la veía demasiado monumental, con demasiada carga histórica: el latín, las películas de romanos, los papas, el Coliseo, el Vaticano, la fontana de Trevi… Tópicos como “la ciudad eterna”, “el corazón de la religión católica”, bufff.
Pero como los deseos de Marisol son “órdenes” para mí, empecé a recopilar información sobre viajeros literarios rápidamente.
“¿Viajar? Es vivir en la dicha”- escribió Goethe.
“Uno se enamora de Roma, lentamente y para siempre”- dijo Gogol.

ROMA, PRIMERA IMPRESIÓN

Roma es una ciudad monumental, a escala de “deidad” – todo en ella es “homérico”- mientras que Praga, por ejemplo, para mí, tiene una escala más humana, más aprehensible, más abarcable.
Me gusta dejarme llevar por las ciudades. Si te dejas, las ciudades te llevan y te muestran sus secretos. Te hacen caminarlas conforme a su estructura: unas, serpenteantes; otras, en círculos concéntricos.
Yo soy “de calle” y, si tengo que optar entre “museos o la calle”, siempre elegiré la calle.
En Italia nunca me he sentido extranjera, aunque no hable el idioma. ¿Será, como dice Pla, por la “mirada centelleante de las personas”…? “En Italia nada es insípido. No he visto a nadie caminar por la calle con cara de bobo”.


Me llaman la atención: las vírgenes en medallones  en las esquinas de los edificios; el modo que tienen de acomodar las castañas asadas con la cáscara eliminada en el centro (parecen bocas); las cajas con alcachofas frescas, preciosas, en el mercado de Fiori; los adoquines que se hunden y la falta de aceras; el color terroso de las fachadas; las fuentes que manan sin cesar en las calles; algunas iglesias que me recuerdan a San Vicente de Tahull…

ENAMORADA DE GIORDANO (BRUNO)


Me fascinó desde el primer día en que llegué a Campo de Fiori, al amanecer. Era una silueta oscura, reconcentrada, pero, al fijarte con atención en su cara, esta revelaba a la vez orgullo y decisión. Me gustaron sus rasgos y también sus manos. Fue mi primera visita de cada jornada.
Giordano tiene prestancia. Me subyuga. Gorriones y palomas andan alrededor de sus pies sin inmutarle y, de vez en cuando, alguna gaviota se posa sobre su cabeza encapuchada.
Giordano no tiene el gesto tan duro como aparece en algunas fotos, si bien es obstinado. Fue condenado por herético y quemado vivo a los 52 años un 17 de febrero del año 1600 en esta plaza. http://www.youtube.com/watch?v=g5hEsYaSTvI.

DEL DIARIO DE VIAJE

Jueves 5 de diciembre. Campo de Fiori

Amanece sobre las 7. A las 7.45 ya estoy en la calle. Inicio el que será mi primer paseo del día: desde nuestra casa, en Via Leutari 29, por Via di San Pantaleo, cruzo a la altura del  kiosco el Corso Vittorio Emmanuelle II, y por la Via dei Baullari me dirijo al mercado de Campo de Fiori. Lo primero que veo es la estatua en sombra de Giordano Bruno con capucha y la cabeza gacha. Los gorriones le corren por los pies ante la indiferencia de compradores y vendedores. Están terminando de desplegar los puestos: flores, frutas y verduras, y sudaderas. Hace un frío que pela. Algunos se calientan echando astillas en baldes de metal. En las azoteas se ven antenas y jardines. El del camión de la basura platica con la florista y en el forno La Carbonara empiezan a amasar para el día.
Me gusta ver cómo se despiertan las ciudades.


LA ROMA DE ENRIC GONZÁLEZ

ROMA, “un paseo personal por la ciudad y por mis recuerdos de ella”.

Como yo no tengo muy buena visión espacial, agradezco la síntesis de Enric, que es como la explicación de Manhattan en la obra de Carmen Martín Gaite de la Caperucita actualizada.
“Roma nació en las colinas del Capitolio y el Palatino; tuvo una extensión monumental en los Foros, disponía de un puerto fluvial (el actual Testaccio) y un barrio de pescadores (Trastevere), y en el momento de mayor grandeza creó en el campo de Marte un barrio de templos, palacios, estadios y teatros”.


El Foro unía -mediante caminos empedrados- templos, basílicas, arcos de triunfo…La Vía Sacra atraviesa el Foro.
Así, en cuatro trazos, puedo imaginarme cómo fue un día Roma.
Estas son las 7 colinas de Roma:
La Colina Palatina, el Aventino, el Capitolio, el Quirinal, el Viminal, el Esquilino y el Celio (los últimos me suenan a los huesos del oído medio).

NUESTRO APARTAMENTO, ENTRE PIAZZA NAVONA Y CAMPO DE FIORI

Está en Via dei Leutari 29, último piso, el quinto, un ático con vistas maravillosas sobre los tejados y cúpulas de Roma. Es un dúplex con una habitación abajo, y la cocina, el baño y un salón enorme arriba, rodeado por una terraza panorámica. Con barbacoa y tumbonas para el verano. http://www.romeloft.com/.


La puerta de entrada del portal se abre a puritita fuerza, bien tirando o empujando.
El único problema que tuvimos fue con la alarma: ¡benditos vecinos como a todos les pase lo que a nosotras…!
Nos dijeron cómo ponerla y cómo quitarla, pero luego las instrucciones no servían, empezábamos a tocar todos los botones y aquello era un pandemónium.
Mr. H. nos dio la clave numérica para cuando nada funcionaba y, al final, desalentado, nos sugirió que cerráramos la puerta con llave, y ya.
El caso es que alguien debía entrar a limpiar o algo porque cuando llegábamos, la alarma estaba de nuevo puesta, e inacallable. Lo dicho: los vecinos, unos santos.
En nuestro barrio, en Vicolo Savelli, está La Montecarlo. Uno de los días, cenamos allí. La pizza, crujiente y delgadita, y la pasta con tomate (pomodoro), deliciosas. Claro, que a mí me encanta la comida italiana…

LA ROMA DE KAREN BLIXEN: VILLA BORGHESE Y CASINA VALADIER

“Vine por primera vez en 1912…me alojé en casa de mi prima y mejor amiga, casada con el embajador de Dinamarca en Roma. Todos los días recorríamos a caballo los Jardines de Villa Borghese”.
La autora de Memorias de África suele comer en Casina Valadier, un popular restaurante con espectaculares vistas de la ciudad que se alza sobre la Plaza del Popolo, en los jardines de Villa Borghese.


Yo quería conocer los jardines de Villa Borghese; me gusta caminar por los jardines históricos.
Pensaba que estaban más lejos, y subiendo de la plaza de España por el Viale Trinitá dei Monte, de repente me di de bruces con ellos (en mi mapa no aparecían; éste terminaba  justo en la Villa Medici). Tampoco recordaba que Casina Valadier estaba dentro de los jardines. Cuando vi el cartel, no podía creérmelo. Las sillas estaban recogidas y el restaurante tenía un cierto aire decadente, pero el lugar me encantó.

 PIAZZA DEL POPOLO

En algún lugar leí que, originalmente, el nombre era Piazza del Pioppo, esto es del “álamo”, pero al final se transformó en la plaza del “pueblo”.
Este fue también un hallazgo sorpresa cuando bajaba desde Villa Borghese. Ya lo he dicho antes: si te dejas, las ciudades te llevan…


Es una plaza inmensa, enorme, homérica. Y la puerta del Popolo era la entrada de los viajeros que venían de Francia o de Florencia haciendo el Grand Tour, un viaje cultural de aprendizaje europeo.
Quiero imaginarme cómo sería entrar por la Porta del Popolo y la primera visión de Roma de un extranjero de siglos pasados, así que salgo por la puerta y retrocedo hasta el otro lado de la calle para dejar vagar la mirada primero por la plaza y luego por la Via del Corso, el lugar  donde realizaban carreras  de caballos hasta la Piazza Venezia. Es un punto de fuga espléndido… “Solo bajo la Porta del Popolo tuve la certeza de que por fin Roma era mía”- escribe Goethe el 1 de noviembre de 1786.


EL TÍBER. ¿SIEMPRE HAY UN RÍO EN LA INFANCIA…?

Quería haber ido en barco por el Tíber (me gusta ver las ciudades también desde fuera), pero no pudo ser. El primer día vi alguna barcaza hundida y otras que parecían ser la residencia pobre de algún “sintecho”.
Luego, tras cruzar varios de los puentes, veo que algunos barcos son sede de asociaciones y clubes. Al Ponte Sisto ha llegado una de esas acciones populares de cubrir el mobiliario urbano con trabajos en lana, y en otro veo candados que proliferan desde el éxito de los libros de Federico Moccia. Pero no es el Ponte Molle o Ponte Milvio porque yo ese no lo he cruzado.


El paseo ribereño casi es un paseo “marítimo” por la magnificencia y la piedra utilizada. Por las mañanas temprano, algunos hombres hacen footing o andan en bicicleta, pero a mí, en invierno, me parece un paseo demasiado solitario y sin escapatoria, pues los muros tienen más de tres metros de altura.
En verano, al parecer, se llena de terrazas, de luces y de vida. Goethe se bañó en el Tíber  el 1 de agosto de 1787. Eran otros tiempos…

EL TRASTEVERE, AL OTRO LADO DEL TIBER

En tiempos fue el barrio de los pescadores; ahora es más el de los artesanos, con pequeñas tiendas y talleres.
A las 9 empiezan a abrir los comercios. Aún están las bolsas de basura por las calles; las que tocan ese día porque hay separación de basuras, aunque no contenedores.
Huele a cera de muebles y las casas están pintadas en colores tierra. Me encuentro con rincones maravillosos a la vuelta de cada esquina.


En Santa María de Trastévere, una hermosa iglesia con mosaicos bizantinos, ponemos velas a nuestros muertos… y a nuestros vivos.
Comemos estupendamente en Da Enzo (Via dei Vascellari, 29), donde comen los romanos (los habitantes de Roma, no los ciudadanos de tiempos de Julio César). Las alcachofas a la manera judía (carciofo alla giudia), deliciosas. Y eso que a mí no me gustan…

LAS CALLES DE ROMA: A PRUEBA DE PIES Y DE CADERAS

Sin aceras y llenas de badenes; con adoquines y un ruido de tráfico infernal: así son las calles de Roma.


También me parece que hay mucha policía, mucha más que en España entre carabinieri, municipale y resto de cuerpos. Recorriendo Via Giulia, “la estrada più bella di Roma”, veo la placa de la “Dirección Nacional Antimafia”.
Para tratar de entender Roma, Enric Gonzalez recomienda el blog de Iñigo Domínguez en El Correo: http://www.elmundodecerca.com/dominguez/. “Explica Italia ayudándose con fragmentos del cine italiano”.
Pero Iñigo, en su presentación, dice: “Llevo en Roma desde 2001, como la odisea. Es decir, tiempo suficiente para darse cuenta de que no conoceré jamás Italia. Es un país tan popular por sus tópicos que en realidad es totalmente desconocido, y tienen engañado a todo el mundo…”. 
Yo solo sé que, si tienes trocanteritis, no es el mejor lugar para pasear. Pero hay tanto que ver…

EL VATICANO: COLAS Y SILLAS DE PLÁSTICO

-¿Pero no vas a ir al Vaticano y a la Capilla Sixtina…?
-Pues no. No pienso pasar un día de mis tres en una cola kilométrica y, luego, en un lugar atestado de turistas…
Pero sí me doy una vuelta por la plaza y entre las columnas. Lo que más me llama la atención son las sillas de plástico con mugre de años. Qué no haría mi madre con un cif…


En uno de las esquinas, el cartel de una exposición de Calatrava (el arquitecto, no los hermanos): “La metamorfosis del espacio”…
Me quedo con ganas de recorrer toda la muralla Aureliana. Otra cosa más para la próxima visita.
Comemos caserito, y tras hacer cola en la calle (menos mal que, a la puerta, hay sillas y un banco), en Sora Margherita, en el barrio judío. ¡Ummmm!

LA VIA APPIA, LA MÁS ANTIGUA VÍA ROMANA, A PARTIR DEL Nº 186

Pisar las lajas de la Via Appia era una de mis ilusiones. No los adoquines actuales sino algunos restos que habían dejado de la vía original y que salían en las fotos de mi Guía.
Lo cierto es que si no es por la cabezonería de Cristina, que seguía andando y andando, como Caupolicán, yo abandono. Porque, como de costumbre, el lugar no estaba indicado y las explicaciones de los supuestamente informados eran vagas e imprecisas.


Cristi y su madre querían visitar las catacumbas;  como a lo largo de la Vía hay varias (Las de San Calixto, en el nº 110; las de San Sebastián, en el nº 136, y una catacumba judía, en el nº 119), así matábamos dos pájaros de un tiro.
Empezamos a esperar un autobús pero como tardaba tanto (no sé si por ser sábado), al final optamos por coger un taxi. Que, a veces, es lo mejor y más rápido. Sobre todo si son unos 3 km desde el centro de la ciudad.
Las catacumbas de San Calixto -según nos dijo la guía-, se consideraban el cementerio oficial de los cristianos de Roma. Era el más grande de los 60 que existían en la ciudad, y constituyen 20 km de galerías en 4 niveles excavadas por los fossores, algo más que “enterradores”, pues dominaban el arte de horadar la piedra llamada toba. (En mi diccionario de latín del bachillerato, leo: fossor = cavador).
Quizá diga una herejía, pero lo que más me gustó del Coliseo, todo lleno de andamios, fueron las lajas que lo rodeaban, que me parecían lo más romano de todo.

EL RETRATO DE GOETHE, POR TISCHBEIN…Y EL MÍO, POR UN JAPONÉS

“Me pintará a tamaño natural, como a un viajero envuelto en una capa blanca, sentado al aire libre sobre un obelisco caído mientras contemplo las lejanas ruinas de la campiña romana”- escribe el 29 de diciembre de 1786.


Yo le pido a un japonés, uno de los pocos turistas a las 9 de la mañana  ante la Fontana de Trevi, que me inmortalice. Luego me he dado cuenta de que tengo la sonrisa etrusca.
Lo que más me llama la atención de la fuente es, aparte de que está encajonada entre edificios y adosada en vez de exenta, la vegetación tallada en la piedra con primor. Me recuerda al Tobazo, un monumento natural al sur de Cantabria, y los motivos delicados que la piedra toba consigue.


ÚLTIMO PASEO DE GOETHE POR ROMA. Abril, 1788. Y el mío…

“…Realicé solo el recorrido que solía llevar a cabo con unos pocos amigos. Después de seguir hasta el final el largo Corso…subí al Capitolio…Bajé por la escalera posterior. Frente a mí…se alzaba el arco de triunfo de Septimio Severo; en la soledad de la vía Sacra…al acercarme a los sublimes restos del Coliseo y al mirar a través de las rejas hacia su interior cerrado, un escalofrío me estremeció”.
En mi caso, fue el  paseo de cada día, entre el apartamento en Via Leutari y el Campo de Fiori, a ver a Giordano por última vez.


Son las siete y media de la mañana; está nublado. En la calle recogen los vidrios. Los bares los dejan en grandes bolsas de basura y, por la mañana, los echan en camionetas. Es domingo y apenas hay nadie en la calle: el quiosquero, disponiendo su quiosco, los paseadores de perros, algún turista con la maleta y lugareños madrugadores. Hoy hay menos puestos en Campo de Fiori, o quizá llegan más tarde. El forno La Carbonara está apagado. Giordano, reconcentrado y triste. Noto el aire más mojado: no sé si hoy acabará lloviendo.
En Piazza Navona casi todos los puestos están cerrados. No me gusta especialmente esta piazza que dicen  rellenaban de agua en tiempos antiguos para recrear batallas navales. La fuente de los 4 ríos, con el monolito arriba, me parece horrible.
¡Qué paz! A las 9 apenas se oye tráfico en la Via di Ripetta, que sale de la plaza del Popolo. 8 de diciembre, Día de la Inmaculada.

PARA CONOCER ROMA, “NON BASTA UNA VITA”

Cosas que me han faltado por ver, hacer (y ascender): 4 colinas (de las 7), 6  de las 7 iglesias que el romero debía recorrer en un día; la boca de la verdad (estuvimos dando vueltas y vueltas  a la manzana, pero no se nos ocurrió que estaba dentro de una iglesia, la de Sta. María in Cosmedin); un paseo en barco por el Tiber; el sarcófago de los esposos en el Museo Etrusco; comer en Casina Valadier como una marquesa. El cementerio protestante. Via Margutta, la calle de los artistas. Comer buñuelos de bacalao en la Piazza de Santa Bárbara, y degustar más spaghetti alla amatriciana. Ver la casa de Keats y la de Goethe, que no encontré (en señalización y “puesta en valor” del patrimonio, españoles e italianos tenemos mucho que aprender de los británicos). Dar la vuelta a la ciudad amurallada desde la Porta del Popolo a la de San Paolo… En fin, todo.

Como arrojé una moneda de espaldas, por encima del hombro derecho, en la Fontana di Trevi, creo que volveré…alguna vez.