lunes, 23 de noviembre de 2015

DIARIO DE UNA VIAJERA EN AUTOBÚS (4). DE EL SOTO A PUENTE VIESGO

El pasado jueves, como no pasé por ningún pueblo, hice 7 kilómetros… y me quedé destrozada, así que hoy empezaremos viendo primero todo lo que haya que ver. Me dejé muchos carteles rosas (los que indican el patrimonio), así que antes que nada, me daré una vuelta por la cultura.

En la entrada donde me deja el bus, pone: Iglesia románica de Soto Iruz, y Casa de Lope de Vega, 12 (esto es, a 12 kilómetros). Cuando leí que había un monumento a Santo Domingo de la Calzada, no imaginaba que estuviera ahí mismo, en mitad de la isleta. “Patrón de los Cuerpos de Obras Públicas”. El monumento es de 1955. (Pero no sé por qué aquí, a la entrada de El Soto…).


En Memorias de un ingeniero político, lo cuenta el propio ministro del ramo, ingeniero de caminos él mismo:
“Me deparó la ocasión de estar en el Ministerio el poder cumplir el deseo exteriorizado algunas veces por los compañeros de profesión, referente a designar un Santo Patrono para el Cuerpo. Y  me ocupé de ello, nombrando a tal efecto a Santo Domingo de la Calzada.” (Memorias de un ingeniero político, por Antonio Peña Boeuf, 1954).

Santo Domingo de la Calzada es Domingo García, pastor de ovejas, nacido en Viloria de Rioja en 1019. Tras intentar ingresar en varios monasterios benedictinos infructuosamente, se retira a los encinares de Ayuela y allí construirá -entre otras cosas- un puente y un hospital y albergue de peregrinos, cerca del lugar que luego se conocerá como Santo Domingo de la Calzada, en el Camino de Santiago francés.

Día 4. Jueves, 19 de noviembre de 2015

A las 8.05 h apagan las luces de la calle: se supone que ya hay luz natural suficiente.
Sigue doliéndome el talón, así que en la bota izquierda me he colocado una talonera de silicona para amortiguar los golpes. Dicen que el fin de semana llegará el invierno de repente, con nieve y todo en las montañas, así que tengo que aprovechar. 15 º C  a las 8.09 h, no creo que lo vuelva a ver más en lo que queda de año.

Llegando a la estación de autobuses de Santander, me huele mucho a mar. ¿Estarán cociendo caracolillos en algún sitio…?

2´15 euros a El Soto. Hoy  una señora le ha quitado el sitio al señor habitual en la primera fila de la derecha. Él se sienta al izquierda, detrás del conductor. De perfil, con el pelo largo y las gafas, me recuerda a Paco Umbral.

Ya saliendo de Santander, de repente, recuerdo que quería colocarme en la banda izquierda para ver el paisaje de ese lado. Cuando voy sentada en la parte derecha, tiendo a mirar el paisaje de ese lado. En el cielo, las nubes dibujan una espina de pescado.


-“¡Para, Cesáreo…!”. El conductor casi se deja a la chica de la pareja de enamorados.
El campo está precioso, con las sombras alargadas.

En Puente Viesgo, se baja una mujer joven; quizá trabaje en el balneario. Detrás, deja flotando una máxima: “El trabajo, ahora, es salud…”.

Al apearme en El Soto, a las 9.15 h, hay 13 º C. El tráfico pasa a toda flecha. El mesón restaurante Santo Domingo, al otro lado de la carretera, parece a estas horas, parada de camioneros, cazadores/pescadores, jardineros…

Leo ahora bien los carteles: Iglesia románica de Iruz y Casa de Lope de Vega 12 (kilómetros).


Me tomo un cortado (1 euro, y aprovecho para ir al baño) en el primer bar que veo, a la izquierda, tras tomar la desviación. En la tele, siguen con el atentado terrorista de París, y la chica de la barra, comenta:  "Un musulmán ha dicho en tuiter que las mujeres que llevan colonia son unas fornicadoras…”. Los señores en la barra, se ríen: “Claro, y ellos pueden tener diez mujeres…”.

La torre de la iglesia de Soto Iruz, en la lejanía, me recuerda a la de uno de esos castillos franceses del Loira. En la antigua estación de El Soto ahora pesan, o han pesado, camiones.

Tengo apuntado que en el año 1972 pasábamos en coche hacia Madrid por El Soto, así que han debido de cambiar la carretera…Junto a un árbol enorme  (no saben decirme lo que es. “Parece un pino. Pregunta en la farmacia…”), el gimnasio El Soto. Enfrente, la torre octogonal del antiguo convento franciscano (http://www.monasteriodelsoto.com/inicio.htm), hoy Casa diocesana de acogida y espiritualidad, según se lee en el cartel. Por el otro lado, intento encontrar la explicación a por qué hay una estatua del compositor Juan Carlos Calderón en ese lugar. Ni nació ni murió en El Soto, tampoco veo que haya compuesto ahí una de sus obras más conocidas o que diera un concierto que aún permanezca en su memoria…


La aclaración me la dará, más tarde, Pedro (Díaz-Obregón Barajuan), artífice del Museo Pobre del Pintor: “Aquí tenía una casa y se tomaba los blancos…”. También le pregunto por el árbol: “Una secuoya”. “¿Y por qué el nombre: Museo Pobre…?”. “Porque es pequeño y necesitaría más espacio para que los cuadros respiren”.

Pedro ni cobra, ni acepta propinas ni vende sus cuadros, pero está encantado de enseñarlos y de hablar con quien tenga tiempo y nada de prisa. Me dice que en tiempos fue copista del Museo del Prado y que ahora, jubilado, se dedica a hacer creaciones y recreaciones de cuadros -basándose en la actualidad, la crítica y el compromiso-, y a practicar con el hierro y otros metales. Merece la pena parar un rato y escuchar sus explicaciones. http://museopobredelpintor.blogspot.com.es.


Cuando retomo la Vía Verde por detrás del monasterio, se me han hecho las 11.


Pasando bajo un puente, cerca, huele a chon, a cochiquera, a gallina o a mierda puritita. Más adelante, frente a una estabulación, veo vacas en un prado que parece más un patatal. Cuatro bañeras desechadas les sirven de abrevaderos. En las inmediaciones, libres, se pasean todo tipo de animales: un gallo, un minino…La cuneta está toda llena de ortigas, ¿por el nitrógeno…? En un montón de heno picotean gallinas negras. ¿Dejarán ahí sus huevos…?

Estoy en Penilla de Toranzo, según leo en un letrero, paralelo a la Vía, en la carretera. Este tramo, entre Puente Viesgo y El Soto, está muy transitado por bicis y paseantes.

Paro en un banco frente a unos avellanos a comerme mi sanwich de tortilla francesa. De repente, recuerdo que las gallinas pudieran tener piojillo y me levanto como una flecha. El pájaro que yo llamo “tit-tit” no es una lavandera – como me dijo en su día un paisano en la  estación de Ribadesella. Lo acabo de ver mientras pía y es muy, muy pequeño, pero no una pisondera. ¿Un chochín, un mosquitero…?


Buscando una casona con portalada que veo en la distancia, llego a  una finca enorme que ya incluye el monte, detrás. Rodeo la tapia de piedra unas decenas de metros, sin ver el final, y me doy la vuelta.

Ahora, en la Vía, voy entre nogales y avellanos. De repente, un letrero: “Bar a 20 m”. ¡Me encanta! Otro bar a 50 m en el letrero que te dirige a una maqueta del pueblo de Penilla. Parece que en Penilla les gusta indicar el camino a sus bares… A las 12 h en la cantera. ¡No te digo…! Otro bar a 100 metros. Empiezo a pensar que sea el mismo todo el rato, del que me voy alejando.


El cielo se va “enmarañando” con nubes, que dicen en la tele. En la cantera hay un ruido infernal de fondo, y mucho polvo.

A las 12.15 h creo estar ante el monte de la cueva de El Castillo, sobre el río. Están segando las cunetas con máquina antes de que llegue el frío; la última segada, la “otoñada”.


Llego al parque de Corrobárceno, y ya sé dónde estoy: tantas veces hemos paseado hasta aquí desde el balneario cuando éramos niños.

Cruzando sobre el río, parece que las hojas de los chopos se mueven a su son. Los alisos se reflejan en la corriente, más bien, lámina, de agua. Dos azulones se dejan llevar por la corriente. El viento ya sopla “gallego”, aunque suave.

Si me hubiera traído el traje de baño me hubiera ido al “Templo del Agua” a relajarme un rato. Lástima de olvido…

Como tengo tiempo antes de que venga el autobús,  decido intentar comprar un sobao en la panadería, pero como no venden sueltos (lo mínimo, 6, a seis euros), me llevo unas galletas de mantequilla (ricas, pero duras como una piedra, como comprobaré después). Luego, me siento a la sombra en la parada, a esperar. El autobús pasa a las 13.25 h así que, entretanto, me como una mandarina y casi me dejo los “piños” en la galleta.

Estando ya a salvo en el bus, las nubes vienen con la tripa negra. Por la zona de Corrales, se alza la columna de un incendio. A las 13.30 h se nubla. Cuando llego a Torrelavega, los termómetros todavía marcan 22º C…




jueves, 12 de noviembre de 2015

DIARIO DE UNA VIAJERA EN AUTOBÚS (3) DE SAN VICENTE DE TORANZO A EL SOTO

DÍA 3. Jueves, 12 de noviembre de 2015

15 ºC  a las 8.17 h. Hoy hay más ruido que de costumbre en Jesús de Monasterio. No sé si es una de esas máquinas de “soplar hojas”…, o de podar. Hay niebla y nubes bajas.

Desde el miércoles pasado me duele el talón izquierdo y no se me ha pasado. ¿Será un espolón de gallo, una calcificación…? ¿Será de comer queso…? Me he metido en la bota una talonera de silicona a ver si se me alivia.

He salido tan “a toda flecha” que me he dejado el botellín de agua en la nevera. Menos mal que llevo una manzana y que no voy a una zona despoblada.

En el autobús somos cuatro, de nuevo. ¿Los de siempre…? Oigo retazos de conversación entre el conductor y el único pasajero hombre: “A las 8 bajé al sacristán y al albañil”… “Tengo ganas que llegue el clásico”… “¿Qué va a hacer, morder a uno…?”.

En Muriedas empieza a verse resol sobre Peña Cabarga. Sube una enamorada a quien viene a despedir su novio. El maniquí con la bandera roja sigue en su puesto, impertérrito. En un jardín, una cigüeña de madera policromada se sostiene sobre una pata. Siguen haciendo la acera hasta el barrio de La Canteruca. La profesora de primaria espera a los niños a la puerta del CEIP Eutiquio Ramos algo antes de las 9 h. El día es, a esta hora, azul y naranja.

En Puente Viesgo, entramos otra vez bajo el mar de nubes. La temperatura ha bajado hasta los 13 º C. En San Vicente de Toranzo siete niñ@s cogen el minibús al cole acompañados por sus madres y un abuelo. La niebla meona hace que parezca que esté lloviznando.

Dejo atrás dos bares de carretera: el Cienfuegos y Casa Tuto. El final del pasado día (el Ayuntamiento) es hoy el principio (km. 2 de la Vía Verde). En la fachada, una placa en recuerdo de los hermanos Bustamante Guerra: Francisco, naviero indiano, y José, uno de los comandantes de la expedición científica de Alejandro Malaspina en el siglo XVIII.


http://elpais.com/diario/2009/08/03/revistaverano/1249250401_850215.html. El comandante Bustamante y Guerra, impulsor de la expedición de Malaspina.
http://www.fbbva.es/TLFU/microsites/malaspina/saberMas.html. Para leer los resultados del viaje, publicados casi 100 años después, en 1885.

Bajo hacia el río rodeando la finca de maderas José Sáiz, que circundaba el segundo y blanco cementerio de 1888. Se oye la maquinaria trabajando con los troncos. El Pas va tan seco que se puede cruzar a pie al otro lado.


Retomo la Vía Verde llevando los abedules a mi derecha y los chopos a mi izquierda. Muchos de estos últimos tienen una cruz naranja. No sé si eso significa que los van a dejar o que se los van a “cargar”. Huele deliciosamente a madera resinosa.

La finca de maderas es inmensa… y ruidosa. Al final, llego a un puente metálico frente a un merendero. No sé por dónde sigue el camino, así que pregunto a dos señoras que vienen en bicicleta y “tricicleta” cruzando sobre las vigas de madera. Un señor que se ha apeado de un coche, ¿a echar un cigarro…?, me lo confirma: “Es el puente por el que antes pasaba el ferrocarril”. ¿Dónde ha quedado mi capacidad deductiva…?


Pasa un coche sobre los maderos y parece que el puente se vaya a desalambrar. A mí me da bastante yuyu cruzar, ¡y eso que solo peso 80 kilitos…! Pasa una BTT a toda mecha. Será para no quedarse en los agujeros (que hay varios).  El puente está prohibido a tractores y camiones, pero mientras yo ando por él,  pasan 4 turismos, hasta de dos en dos (uno detrás de otro). De repente, ya en el otro lado, me doy cuenta de que he perdido un taco de goma de uno de los bastones, y vuelvo atrás…,  por el puente. Lo encuentro justo a la entrada y por ¡tercera vez! vuelvo a cruzarlo. ¡Soy una jabata…!


El camino hacia el monte lejano está “enfarolado”; un cartel dice que están corrigiendo “la contaminación lumínica”. Es verdad que las han tapado con un casquete negro por arriba.

Dejo atrás San Martín de Toranzo, nombre que veo en un cartel de la carretera paralela a la Vía, y sigo, aunque sin indicaciones, por lo que creo sea la Vía Verde. Solo los letreros de prohibición a coches y motos y las preguntas a los parroquianos (y mi intuición), me indican que voy bien. Podrían poner postes kilométricos con el nombre del pueblo y que los cuidaran los vecinos de cada tramo…



Las interpelaciones al fracking siguen protagonizando el paisaje. Junto a la vía, movimientos de tierras, no sé si para canalizar algo. Las cunetas a los lados están llenas de hojas secas, pero – quizá por la humedad nocturna- no crujen demasiado (me encanta desde niña pisar las hojas secas en otoño). A las 10.45 h el día luce de nuevo claro y brillante.

Por la carretera paralela veo que estoy en Santiurde de Toranzo (kilómetro 6 desde Ontaneda). Junto a la vía se levantan casas todo a lo largo; algunas pretenciosas, otras de dudoso gusto, junto a algunas arruinadas, de las de antes.

Sobre las 11 h paro en un banco bajo un aligustre a comerme mi sanwich de media mañana, cerca de una iglesia (la de Santiurde), junto a un parque infantil. El cementerio adjunto es de 1912.


En el camino me cruzo con bastantes bicicleteros, pero pocos contestan a mi saludo. Es como si me cruzara con un ingenio metálico…

De repente, una obra de ingeniería, que no sé si es un viaducto. Dos cabras curiosas se asoman por el pretil, una de ellas no deja de observarme. Al pie, han creado un merendero con una fuente. Es el acueducto de Villasevil.


Cerca de las 12 h el talón me duele mucho (a pesar de la talonera) y voy cojeando. A ver si encuentro pronto una salida a la carretera general para coger el bus que viene de Burgos…

¡Anda! Otra veleta de bruja con escoba (En San Vicente de Toranzo vi una el otro día.  ¿Será por influencia de “la ojáncana de Santiurde”…?). Esta lleva un gato posado sobre el cabello al viento y un ratón en el palo de la escoba. Unos mastines enormes, enjaulados, se ponen a ladrarme como locos. Antes, ha pasado un hombre del pueblo, y nada. ¿Serán perros misóginos…?

Con estos días tan templados han florecido hasta los dientes de león (que lo hacen entre abril y junio) y he visto 5 mariposas blancas.

A las 12.15 h voy muy apartada de la carretera general, que discurre en paralelo, al otro lado del río, con el valle de por medio. Me parece distinguir  a lo lejos la cantera de ¿Penilla…? Sí, me lo confirman dos paisanos que también me dicen que en El Soto,  a un kilómetro y medio, tengo una salida a la carretera. ¡Menos mal!


Dejo atrás la granja La Clementina, “De nuestra granja a tu casa”, leche y yogur Clem. Junto a ella, acelgas y berzas en un huertuco.

Sobre las 12.40 distingo en la lejanía la iglesia de Soto Iruz. Ya sé dónde estoy. Hasta ahí llegamos hace algunos años desde Puente Viesgo. Una pila de piedras, entonces, nos cerraba el paso.


Al rato, paso un puente con barandilla de madera y veo una casa que podría ser la antigua estación de El Soto. Ahora sí que tiro hacia la izquierda, en Agricentro El Soto. Es la 1 y pronto llegará el autobús. Me dicen que se coge en “la pirámide”???. Antes de subir al bus, aún me da tiempo a limpiar de hierbajos el monumento a Santo Domingo de la Calzada, patrono de las obras públicas. El próximo día veré todo el patrimonio que me indican los letreros fucsia…




viernes, 6 de noviembre de 2015

DIARIO DE UNA VIAJERA EN AUTOBÚS (2). SAN VICENTE DE TORANZO

DÍA 2. SAN VICENTE DE TORANZO

Hay tanto que ver en los pueblos que apenas me queda tiempo para andar la Vía. Pero no tengo prisa. Lo importante es andar… y mirar.

En esta ocasión, partiré de San Vicente de Toranzo, a donde creo que llegué la última vez.

 Jueves, 5 de noviembre de 2015

8 h. Chavales que van al Insti. El barrendero de mi calle con el cubo atado a una cuerda, y a su cintura.

17º C. Viento sur. Cielo rojo.

De la estación de autobuses (dársena 23) salimos a las 8.30 h cuatro pasajeros: 3 mujeres y un hombre.

Antes de la entrada a Revilla de Camargo, un hombre “mecánico”, un maniquí, sin cabeza (bueno, le tiene caída sobre el pecho) sube y baja la banderita roja recomendando bajar la velocidad. Recuerdo que la primera vez que lo vi fue haciendo el Camino de Santiago el primer año, en 2013, mientras terminaban la autovía por la zona de Llanes.


Llegando a Vargas, en el monte enfrente, se ve la columna de humo de un incendio. “Por Penilla se ha quemado algo” -comenta el conductor. “Esta mañana se veían unas llamas de la leche”. “No se había quemado nada este año. Igual son eucaliptos…”- aventura el pasajero.

A partir de Vargas, la carretera es la misma que cogíamos para ir a Madrid por el Escudo cuando éramos pequeños. Yo apuntaba todos los pueblos: Puente Viesgo, Aes, El Soto…


Sobre las 9. 30 h estoy en San Vicente. 19 º C. Hoy no pasaré frío…

Decido primero ir hasta el final del pueblo, donde el hotel restaurante “Posada del Pas”. Las urracas y el “pájaro tit-tit” compiten con coches y camiones que circulan a toda flecha (hasta 90 kilómetros por hora permiten las señales).

Busco luego la primera desviación a la derecha que baje hacia el río, para retomar la Vía Verde. Esto sí que es puritita intuición, porque no hay ningún cartel. Rodeo la finca de la posada del Pas buscando la Vía, paralela a la carreterita a la que salgo. ¿Sería la Posada del Pas la supercasa que veía el día anterior desde la Vía…?


Sigo andando de frente -dejando a la izquierda una desviación que va al cementerio- bajo dos plátanos con las ramas entrecruzadas formando un arco. Un muchacho me dice que llegue al cuartel de la Guardia Civil y engarce allí con la vía. Me doy cuenta de que la desviación al cementerio (con portada pintada en azul oscuro) sale a mi misma carretera.

Pregunto a todo el mundo que me encuentro paseando para confirmar que voy bien. Al final, salgo a donde el cartel del “bosque de ribera”. Un poco más y llego a donde empecé a andar el otro día…He ido para atrás más de un kilómetro. Aún me queda llegar al “salmón”. Creo que, efectivamente, la casona en lontananza es la Posada del [río] Pas que, por cierto, va  tan seco que produce desolación.


Los sauces se alternan en el camino con chopos, avellanos, abedules, arces y fresnos. He visto incluso dos gordolobos florecidos. Y centauras. Según mi guía de plantas, los gordolobos florecen entre junio y julio, y hasta septiembre.

A las 10.45 estoy, de nuevo, en la escultura del salmón. Tengo un poco de “gusa”, así que saco mi táper con el sanwich de mermelada de pimiento.

En el siguiente cementerio -esta vez, blanco, de 1888, según pone en la puerta- cojo a la izquierda hacia el pueblo -San Vicente de Toranzo…- para verlo bien. Este cementerio está enmarcado por una pila de troncos de árboles y otra de “mulch”, corteza troceada para añadir a alcorques y parques infantiles.

Salgo, más o menos, donde me dejó el autobús, por detrás del Ayuntamiento (plaza Alejandro Rueda), frente al cruce a Castillo Pedroso, Arenas de Iguña y Esponzúes.

Allí me encuentro a Currina, 70 “abriles”, una “mina” de información, barriendo con fruición el arcén de la carretera general. “Es la forma que tengo de hablar con la gente…”. “Aquí tenemos 5 casas blasonadas”- me dice con orgullo. La Casa de Los Calderón de la Barca (demasiado remozada, para mi gusto), la torre de los Agüero (La “torrona”), medieval, la casa o palacio llamado La Sierra (junto a la posada del Pas) y…no recuerdo las otras dos. Junto a la carretera, una magnífica, con una franja de azulejos y “caballitos”, que me fascina. “Está en venta…” – me comunica Currina. Como si pudiera comprarla...


Sigo mi callejeo por el pueblo, hasta la iglesia y un edificio con pinta de industria. Es Lácteos El buen pastor. ¡Claro! No recordaba que su sede estaba en San Vicente de Toranzo. De vuelta hacia el Ayuntamiento, para coger el autobús que viene de Burgos, me sorprende una voz: “Primero, en Ontaneda; ahora, aquí…”. Es Pepe, José González López – según la fotocopia que me entrega de una de sus poesías, “Adiós Valle de Toranzo”- con quien me he cruzado en la Vía Verde. Colecciona monedas y billetes y es amigo de Currina.

Ya no me queda tiempo para más. El próximo día volveré, de nuevo, a San Vicente; esta vez – como ya sé dónde está la entrada (por detrás del Ayuntamiento hasta el cementerio blanco), para seguir adelante hasta el siguiente pueblo, o lo que me dé tiempo…