viernes, 16 de septiembre de 2016

MI CAMINO DE SANTIAGO DEL NORTE 2016: DE LUARCA A FIGUERAS. Notas de viaje

Por si quieres leer los años anteriores...




(En homenaje a Antxon González Gabarain, Bolitx, peregrino, que falleció en septiembre de 2012, a los 40 años, de ELA. (http://bolitx.foroperegrino.es/). Experto e[n Caminos, publicó en 2012 el libro El gran caminante. (www.elgrancaminante.com).


Además,  quiero dedicárselo al doctor de la Hera, reumatólogo, que, este año, ha hecho más liviano mi caminar. Y a Muriel, rambler, RIP).


Presentación

“PODÍAS SER UNA BUENA HOSPITALERA…”.

Eso me dijo Julia, una peregrina austriaca el año pasado. Lo apuntaré para cuando me jubile (si puedo hacerlo alguna vez…). No estaría mal: tener una casa en el campo donde ofrecer una comida (a mí, que es lo único que me gusta de la casa: cocinar) diaria a la gente que peregrine. Y escuchar sus historias mientras tanto, a cambio…

Una “(Santa) Dominga de la Calzada”…Con una casa como la que vi en San Vicente de Toranzo, un delantal largo y blanco hasta los pies y una huerta pequeña en el jardín junto a árboles frutales, “hermosos a la vista y deliciosos al paladar”. ¡Vaya Arcadia…!

MI KIT DE ESTE AÑO

He decidido dejar el libro de plantas, de nuevo (me repetiré en voz alta las que conozco, para no olvidarlas): pesa 622 gramos, y, en cambio, llevo en cada bolsillo del chaleco un espray caminero, como si fuera una “John Wayne del grafiti”…

A ratos he tenido miedo de no poder hacer el Camino este año (en enero me habían diagnosticado un desgarro en el talón, que leí por internet que, al menos, tardaba 9 meses en curar -había gente que tardaba dos años…). Luego me han dicho que es una fascitis plantar y que, con dos infiltraciones, el 70 % de la gente  mejora. Con tres, el máximo, el 95 %. Y como no pueden ponerse más de tres por proceso en el mismo sitio, el 5 % restante, una fascitis “rebelde”, ha de recurrir a las corrientes y otras formas de rehabilitación…Me dijeron que no anduviera, ni la media/una hora diaria que recomiendan; solo lo necesario para ir a la compra, y que lo supliera por natación y bicicleta estática (sí, claro, con mis caderas al jerez…).

Lo cierto es que soy un “dolor andante”, de baja intensidad, pero continuo. “¿No te incapacita…?” – me dice el médico de cabecera. “¡Pues hala, a tirar con ello…!”. Con el de las costillas, que me hace levantarme de la cama a horas intempestivas; el de las caderas, y ahora, el de los pies. ¡Todos en uno, como Fuenteovejuna…!

Me quedan poco más de 50 km para entrar en Galicia (con este ya llevo cuatro años cruzando Asturias…). Mi guía dice que, a partir de Ribadeo, la vieira está colocada al revés de cómo la he visto hasta ahora. Es decir, lo que indica el camino correcto no es donde se juntan los radios de la concha, sino donde se separan…Vaya lío. Y yo sin perspectiva espacial…

La primera etapa – según el plano topográfico- es todo subida hasta más allá de Otur (donde no hay sitio para quedarse a dormir), así que -mi primer día- tendría que llegar a Piñera (a 14 kilómetros).

Mi médico me ha dicho que me recomienda NO hacer este año el Camino por la fascitis plantar, pero llevo así desde octubre pasado, y sin visos de mejorar…En julio y agosto he dosificado mis salidas a la calle y mis “andadas” (solo a la compra y “lo mínimo”- como me dijo el doctor).

Pero yo pienso ir a Luarca. Y que me tengo que volver al segundo día, pues me vuelvo…

Lunes, 5 de septiembre. Hacia Luarca

A las 11.30 h cojo el bus de La Cantábrica, en Comillas hasta San Vicente. Y a las 13.30 h tomo un ALSA a Luarca, a donde llegaré sobre las 18 horas. He reservado con antelación en el albergue porque no estaba segura, a esa hora, de tener una cama…

Desde que salgo de Comillas me impongo la virtud de la paciencia y bajo las “revoluciones” a 33, como los discos Long Play.

El bus que, supuestamente, sale de Comillas a las 11.35 h, no ha llegado aún a las 11.45 h [llega a las 11.50 h]. El billete me cuesta 1´45 euros.

La Rabia aún está con niebla, y el campo, agostado y reseco. Mis plantillas “animal print”, por el momento, van estupendas.
En el bar de la estación de San Vicente, un sanwich mixto + un zumo de naranja+ un zurito de cerveza + un botellín de agua + un aquarius = 6´90 euros.
La chica del bar me cuenta que el Camino de Norte era el original, pagano, de la época de los celtas (el seguimiento de la Vía Láctea…), y que, luego, bajó porque las órdenes templarias protegían el Camino Francés (y que fueron ellos, los templarios, los que inventaron los “cheques de viaje”, y de ahí los sellos – en vez de llevar las bolsas llenas de monedas…).
El bus ALSA es el que viene de Irún con final en Santiago de Compostela.
Aunque hay sol, todo el rato, a lo lejos, amenaza una bruma negra. La gente va tosiendo a mi alrededor, no sé si por el aire acondicionado.
Vengo junto a una chica que trabaja de celadora en Valdecilla. Dice que falta gente (y que no contratan) y que el diseño del edificio no es el mejor para las funciones que tiene que cumplir: muchas distancias, y es muy cansado…
A las 15. 15 h, en Oviedo, se baja medio autobús. 26 º C en el exterior.
A las 15.45 h, en Gijón, se baja el otro medio (es decir, todos menos yo…). Me preocupo y corro a preguntar al conductor: “¿Es que tengo que hacer trasbordo…?”. “No, mujer, pero podías haberte bajado en Oviedo para comer” (¿¿…??). “Si yo ya he comido en San Vicente…”.
Pregunto al nuevo conductor si puedo coger de la mochila el botellín de agua, que me muero de sed… Al entrar a Gijón he visto el prado al lado de la iglesia de San José completamente seco, un secarral.

Dos maris de más de 60 años que se suben en Gijón me dicen que la próxima vez me saque el billete hasta Oviedo (y así tengo media hora para comer). Por lo visto, el autobús, de Gijón vuelve  otra vez a Oviedo…Y yo debía ser la única pardilla que no lo sabía…
Las dos maris que tengo delante, una le dice a la otra sobre la minitele colocada en el respaldo: “Tú, toca todos los botones…”. Y pasa los dedos por la pantalla en todas direcciones como si fuera Tom Cruise en Minority Report.
Yo también, a base de tocar, he descubierto que el botón del centro, un cuadrado dentro de un círculo, es el que sirve para todo.
La “sabia” se pone a hacer croché mientras mira en la tele una peli “de tontos”. La otra, se ha quedado estancada en un fotograma y no va p´alante ni p´atrás.
A las 16.30 h, de nuevo en Oviedo. A lo tonto, me he hecho una hora más de sentadilla de autobús. Vuelve a subirse gente que había venido conmigo hasta Oviedo, así que, definitivamente, he sido la única novata…
De cuando en cuando, llegan del baño unos efluvios…El bus viene de Irún y, pasadas las 5 de la tarde, ya no sé cuánta gente habrá entrado a aliviarse…Las maris se cambian de asiento: “Yo, no soy melindrosa, pero es que voy a vomitar…”. Una embarazada decide abstenerse y le pide al conductor que, por favor, haga una parada “técnica” en Luarca para poder ir a un bar.
Yo, me bajo allí, así que no sé qué pasaría después. Aún les quedan varios cientos de kilómetros hasta Santiago…
Sobre las 17.30 h ha comenzado a meterse la niebla: hemos bajado a 20 º C y apenas se ve.
En el albergue (privado) de Luarca me habían guardado una litera de abajo cerca de la puerta. Menos mal...

Lo primero que hago, darme una ducha. Puedo pasarme sin comer pero, cuando voy de viaje, lo que más agradezco es poder refrescarme y ponerme ropa limpia.
Después, salgo a dar una vuelta. Siempre me gusta dejar buscado el día anterior el inicio del Camino para el día siguiente. Encuentro la primera vieira y/o flecha en el quicio de una casa en la subida de la calle de la Peña. Ya me quedo tranquila y puedo ir a cenar.

Quería probar el restaurante La Farola que el año pasado estaba cerrado (por ser martes). Pero este año es lunes…y también está cerrado. Un vistazo atento a su horario y menú, me lo aclara: “comidas hasta las 16 horas y cenas solo sábados y domingos”. Así que decido volver al “Don Ángel”, que tiene un menú para el peregrino (10 euros) y da cenas a partir de las 19.30 h (en otros sitios es desde las 20.30 o las 21 h; para mí, muy tarde para cenar. Además, ya comí allí el año pasado).
Pido sopa de pescado y huevos fritos con patatas. La sopa  (con 4 o 5 langostinos) está deliciosa, y bien calentita…
En el minipaseo “bajacena” veo en una tienda que hace esquina, “Los Lalos”, unas galletitas “La luarquesa” que tienen una pinta estupenda (como los bombones de sidra y de manzana). Pero las cantidades son muy grandes, y pesadas, para llevar a hombros, así que tendré que venir otra vez en coche en plan “La vuelta a la Galia”, por Astérix, recopilando viandas de cada lugar.

DÍA 1, martes, 6 de septiembre. Andar es vivir. VILLAPEDRE

A las 7. 30 h estoy desayunando con Julio Iglesias (“Me va, me va, me va…”) en un bar de currantes, de los de cerveza o de chorrito de coñá en el café de buena mañana.

La noche ha sido toledana (como cabía esperar): el que hablaba por el móvil a gritos (“Patxiiii”), encima, roncaba, y dormía a mi lado, separado por una columna…

Hojeo “La Nueva España” y leo titulares como: “Cerdos salvajes en Oviedo”, “Los fantásticos tomates de Cangas” o “Lleno en Cudillero”. También que las mujeres de la Asociación La Corredoira, como cada año, se reúnen en Gijón para acabar el verano con baños de ola. Recuerdo que el año pasado, con un día infame, las vi disfrazadas como en los años 20, fotografiándose en la playa.


Salgo a andar casi a las 8 h porque no acaba de amanecer. Coincido con el británico que ayer estaba en la oficina de turismo y le indico el comienzo en la calle de la Peña. Luego, aprovecho para pintar mi primera flecha un poco más alta, porque estaba a la altura de  los ojos de un gnomo…


La calle de la Peña se las trae; menos mal que es una pendiente en zig-zag y así no se nota tanto la inclinación.

A las 8.05 h se apagan las luces públicas a pesar de la niebla. Voy a llegar a lo que pensé el año pasado que era el cementerio, pero que es la ermita de San Martín. Coronando el alto, el hotel temático “La casona del Gurugú”. ¡Cómo no…!

La verdad es que el Camino no está muy bien indicado: un azulejo detrás de una parada de autobús, otros comidos por la hiedra o las zarzas, flechas borrosas…Tengo una labor…


Andando, andando, llego a la antigua iglesia y cementerio de Santiago. Las ruinas me fascinan. Tienen  “algo”.

Ya hay referencia documentales de su existencia en el siglo X, en tiempos del rey Fruela II.
En las inmediaciones, una señora mayor con una guadaña despeja el campo de zarzas.

Digo a Sergio, un peregrino del albergue de Luarca, que continúe. Desde su salida de Irún, ya ha tenido dos gastroenteritis;  en la última, tuvo que parar 3 días en Villaviciosa para recuperarse de una fiebre.

El paisaje es fantasmagórico. Huele a caca de vaca y se oyen ladrar perros y graznar a los cuervos.


Taborcías está lleno de maizales más altos que yo. Me ha empezado el calambre consabido en la corva derecha. Hasta ahora todo es asfalto. Son las 9 y media de la mañana.

Luarca 3, leo en un cartel. ¡Solo he hecho 3 kilómetros…! Tres kilómetros en una hora y media. Cada vez voy más despacio: un kilómetro cada media hora…

Veo el primer monolito de cemento y, además de añadirle una flecha, pongo encima cuatro piedritas: una por mi hermano David; otra por Bolitx, el peregrino; otra, por el tío Carlos, y otra por el tío Jose, que están malitos.


Hay salicaria en las cunetas, así que estas deben ir llenitas de agua…Estoy temiendo que salga el sol. Casi prefiero que se quede así…

De repente, huelo a papel quemado y me acuerdo del episodio de la cafetería en la calle Castilla y de su insolidario dueño (cuando fui a pedirle un recipiente con agua para apagar una papelera que empezaba a echar humo, me dijo desabridamente que tenía la terraza llena y que llamara a los bomberos…Auténtico espíritu ciudadano y cívico…Yo no daba crédito…).

A las 10. 15 h, por fin, un poco de pista y fin del asfalto…Pero el camino de tierra ha sido apenas nada: 15 minutos. Voy en piloto automático, como una autómata. A las 11 h ya me duelen las plantas de los pies, incluso con mis maravillosas plantillas “animal print”…

A las 11.15 h paro en lo que parece una ermita y me como un pedazo del bocata de sardinas (el pan más pequeño de la panadería de Luarca era tan grande que me durará tres días...), una naranja y doy unos sorbos de Aquarius. Empieza a salir el sol tímidamente, así que vuelvo a echarme crema y me calo mi sombrero de peregrina.

A las 12 h voy paralela a la autovía de La Coruña, más arriba, por una pista de guijo. Es una pista superancha entre eucaliptos y brezos. Veo marcas de la herradura de un caballo en el suelo polvoso. ¿Habrá dejado alguna garrapata asesina, de esas sanguinolentas...? ( las de la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo). 


Sobre las 12. 30 h ando por una pista de cemento mientras en un viaducto lejano se oye el ruido que hacen los coches al pasar sobre las juntas de dilatación. ¡Ah, no! Es como polvo de cemento, pero no es duro.

Ahora entramos en una verdadera pista forestal. Voy cortando tojos con mi podadera  (espero que sin garrapatas…).

En una bifurcación dudosa, algunos peregrinos alemanes (pone: “gehtab wie schmitzkatze” en un papeluco, no sé lo que significará…El traductor de google: “Esto va como gato Schmitz”. ¿Tiene algún sentido para vosotros…?. Por lo menos, es alemán…) han formado una flecha de piedrecitas en el suelo. ¡Gracias! La pinto de amarillo por encima, mi colaboración…


Al rato, veo un cartel que es como un espejismo en el desierto: “Hotel rural Villa Auristela. En Villapedre, a 13 km de Luarca. Precio especial para peregrinos”. Suena a música celestial. La casa parece un castillo (es una casa de indianos) y, en la foto,  tiene muy buena pinta. Además, está un kilómetro y medio antes del albergue de Piñera…


Es la 1 y sigo andando…Salgo a la carretera general y pone El Bao, pero ese pueblo, o barrio, no viene en mi guía. Al rato, encuentro un monolito con flores bajo el viaducto: “A los que dieron su vida por la libertad y la democracia”. Supongo que está dedicado a los muertos de la Guerra Civil, pero no se especifica nada más (Ya en casa, leo que es una fosa común, la fosa de la curva del Bao, que tiene el código 302/2009 ASTU dentro del Plan de identificación de fosas. Es uno de los más de 353 enterramientos identificados en Asturias).



https://15mpedia.org/wiki/Lista_de_fosas_en_el_Principado_de_Asturias. Lista de fosas comunes en el principado de Asturias.
En el río Barayo empiezo este año a “limpiar quitamiedos”. Me siento un rato a descansar. Creo que esta va a ser mi imagen del Camino: abrillantando todos los quitamiedos de Asturias…

Por la carretera general te juegas el tipo porque no hay ni arcén y los coches pasan f……s. Las dos menos veinte, y sigo andando…He parado en el banquito de un “italiano” (por la inscripción) a tomarme una naranja y el último sorbito de Aquarius. ¡Menos mal que se ha levantado una ligera brisa…! Una gaviota descansa sobre una farola. Eso debe ser que el mar está cerca…


A mi izquierda, el letrero “Hotel low cost El Pinar”, pero Villa Auristela (hotel rural casa de indianos) me ha robado el corazón desde la primera vez que vi su foto, y entro a preguntar por las ofertas para peregrinos. La habitación, de nombre Villayón, cuesta 35 euros, pero es tan bonita… (su precio normal está entre los 50 y los 60 euros). Mª Elena me informa, además, de que el albergue de Piñera (a 1´5 kilómetros) está cerrado por obras. Anda que si me llego hasta allí, muerta, para nada…


Así que hoy decido darme un lujo…Tras ducharme,  doy un paseo de tarde por los alrededores. Iba encaminada a Puerto de Vega, a dos kilómetros, pero en el camino me atrajo una casa indiana, y empecé a callejear entre los maizales, dejando mi primera opción (luego me enteraría de que Puerto de Vega es un lugar que merecía la pena una visita, un pueblo precioso con mucha historia… ¡Lástima!).

Pasando bajo las vías, veo el restaurante “La quinta de Quique”, que me da la impresión de estar cerrado. También lo está el café-restaurante Villapedre (cierra los martes), así que mi merienda-cena de hoy en “El Salón” será un café con un trozo de bizcocho casero y una bosa de conguitos: me consuelo pensando que así compenso el gasto del hotel…


El atardecer tranquilo me recuerda el del año pasado en el albergue de El Pito. Son las 20 h. y, en cuanto el sol desaparezca, caerá el relente. Nadie aprovecha el jardín: solo yo (y un gato que acaba de subirse en mi cheslón…Con el repelús que me dan a mí los gatos. Debe de ser algo genético… Mi padre cuenta que cuando estudiaba en una pensión de Bilbao, un día un compañero pateó a un gato por el pasillo y le aterrizó a mi padre, de uñas, sobre su pecho. Desde entonces, dice que ve a un gato y se le ponen los pelos de punta…Mi hermana no soporta tener uno cerca…). Me voy, que creo que me ha picado un mosquito (y no sé si el gato se va a acabar subiendo a mi regazo…).


DÍA 2, miércoles, 7 de septiembre. NAVIA

“Se piensa bien mientras caminas” (José Ramón Sánchez).

Salgo a las 8.30 h tras desayunar. Navia está a solo 8 kilómetros, así que me lo puedo permitir…

Por la noche ha habido silencio absoluto hasta casi las 7 de la mañana en que pasa algún camión por la carretera.

Hay niebla de nuevo, pero creo que hoy va a despejar antes. ¡Damn…!

Bandadas de pajarillos (¿gorriones…?) se posan en los maizales o en los cables de la luz (¿estorninos…?).

Voy bordeando un bosque y mirando al suelo en busca de huellas de jabalí. Si, según el periódico, “los cerdos salvajes” llegan hasta Oviedo…Pienso: ¿si cantara fuerte, ¿se asustarían…? Las hojas secas caen a millares, y las oigo caer.

Llego a un caudal y han construido un puentín de madera para que no tengamos que vadear la corriente. ¡Gracias, santo Domingo de la Calzada moderno, quienquiera que seas…! Son las 9.30 h.


Me adelanta una pareja de guiris con una cara de sueño…Yo, me dedico a cortar las primeras bardas.

Tras una subidita, llego a una intersección con la carretera N-634- Pone: Villapedre, 3 km. Villaoril: 1´5 km. Pues no he visto Piñera…

La pareja de guiris me adelanta de nuevo. Ha debido de parar a tomar un café “resucitante”…

Y, de repente, ¡una escultura “marciana”…! No veo el nombre del autor/a, ni nada que me aclare su “abstracción”…


Delante, una iglesia enmarcada por una mata de crocosmias naranja que ha debido de escaparse de algún jardín. Hago una foto a dos ciclistas desde el puente, frente a la iglesia, y les indico el camino correcto, que ya se iban para el lado contrario…


Por mi guía veo que es la iglesia de Piñera. Pero, ¿no había dejado el pueblo atrás…?

El albergue, efectivamente, cerrado. “Closed for Works”. Y, en castellano, en el cartel oficial: “Finalización obra de reforma de la Antigua Escuela de Piñera”.  Menos mal que me funcionó la intuición ayer o, más bien, el cansancio…Si tengo que darme la vuelta o seguir hasta Navia, me da un mal.


Paro a la sombra de un peral a tomarme unos conguitos y un trago de agua. Son las 10.30 h. Una viejilla con paraguas, pañuelo a la cabeza y bastón, me dice: “Pero,  ¿cómo va soliña…?”.

Más pájaros en un cable de la luz. En esta ocasión, parecen golondrinas a punto de emigrar.

800 m a La Colorada. 2 km a Navia. Son las 11 y diez. Ya no me queda nada. Paso ante la capilla de La Venta y un escudo comidos por la hiedra.

Lo que más agradezco al llegar a los sitios (aparte de la ducha)  es una buena cama: que no ruedes hacia el centro por la noche o se te claven los muelles. Lo demás, con que esté limpio, me basta.

A la entrada de Navia, un tablero pintado con tiza anuncia: “Hotel restaurante La Barca desde 20 euros”. Son las 12 y diez.

Busco la indicación de la oficina de turismo (para preguntar por un alojamiento), pero brilla por su ausencia. He de preguntar a 4 o 5 personas antes de localizarla en el puerto. Me indican la pensión San Francisco en la misma calle de su nombre. Tienen una oferta especial de “habitación + menú” por  21 euros.


Las comparaciones son odiosas: tras la luminosidad de Villa Aurelia, la lobreguez de la pensión. Si, al menos, en el techo hubieran puesto una bombilla de 100 watios…Creo que no llega ni a los 20. También hubiera estado bien una lámpara de mesilla, y una papelera. Pero una de las reglas del Camino es aceptar lo que te venga, así que me dispongo a degustar el menú con alegría. Elijo una ensalada mixta (bien aliñada) y huevos con patatas fritas y bacon. La yema está deliciosa, pero el bacon está cortado demasiado grueso para mi gusto y no demasiado hecho, así que lo aparto a un lado.

Dentro, creo que están viendo en la tele el programa de los hermanos Torres. El barman quería que comiera en el interior (“fuera hace mucho calor”…, pero yo creo que lo que no quería era salir a servir a la calle…); sin embargo,  bajo la sombrilla, a la sombra, se está divinamente.

Frente a mí, a punto de darle el sol, come un chico de Londres, cuya familia es de Hong Kong, que está dedicando 4 semanas a viajar por el norte de España desde Barcelona a algún lugar de Galicia, que no consigo entender (“tengo que practicar más la pronunciación…”- me dice en inglés).

Le dejo mi sitio en la sombra y, a las 14.30 h, con una brisilla fantástica, decido ir, por las sombras,  a descubrir la parte antigua de Navia.

Hace 27´5 º C al sol, pero hay un nordeste…En el número 4 de la Avenida, veo una casa preciosa toda descascarillada. En lo alto de un puente, una pancarta: “Biomasa, lejos de las casas”.

En mi plano, la piscina municipal está entre el polideportivo y la Guardia Civil. Como no veo ninguna señalización, intento llegar por el Parque de los Patos. El Instituto luce una pintada: “Cuando la tiranía es ley, la revolución es orden”…No encuentro por dónde se accede, ni horarios, ni indicaciones. Intentando pispar algo, no veo uno de los hierros que hace de tope a una puerta inexistente…, y me esmorro.


Creo que la caída debió de ser en cámara lenta como las de las películas de cine mudo: intentando no caer y traspiesando…hasta que al final caes con todo el equipo. Me consuelo pensando que lo hago –en plan Contador- sobre el hombro izquierdo. Pero además, con el pómulo, que me deja una reverberación en la sien izquierda; la rodilla, que ya me había abierto hacía un par de meses, y la palma de la mano derecha. Nadie me vio: al menos, no oí risitas, ni nadie acudió a levantarme. Así que, tras quedarme sentada en el suelo unos minutos, comprobando que estaba entera, me levanté lo más rápido que pude en busca del primer bar que pudiera proporcionarme hielo en cantidad.

Y allí estuve una hora, cambiándome el hielo de una parte a otra, hasta que se hizo agua (los parroquianos de la terraza quizá estaban extrañados, pero, muy discretos, no me preguntaron nada). Como en la oficina de turismo (en el parque Alfonso Iglesias, en el puerto) habían conseguido, por fin, información de a qué hora abrían la piscina (a las 17 h),  decido hacer tiempo por el cercano paseo marítimo, que forma parte del sendero de largo recorrido GR E-9. La playa de Navia está al final, a un kilómetro y medio.


En casa (en Comillas) me han dicho por la mañana que está previsto que por la tarde haya una galerna en todo el Cantábrico. De momento, nada hace pensar en un cambio drástico…

El paseo está lleno de cañas de pesca. Es de lajas de pizarra y veo algún argayo. Las farolas no me gustan mucho…Hay una pareja de cormoranes en la ría y otra de cuervos en el pinar. La gente se baña en la ría, en una playa como de cemento. No, es una playa de arena negra. Lo que llaman “La poza” parece una zona de marisma. Al final del paseo, en la playa -que no veo- hay bandera amarilla. En los temporales de febrero pasado el mar engulló a Hugo, un bebé de 20 meses…La arena negra en la que te hundes, me previene de pisarla con mis sandalias. ¡Voy a ver si han abierto la piscina…! No sé qué tiempo toca mañana, pero nubes negras se van concentrando en el horizonte y se está humedeciendo el aire.


Esta vez sí que logro dar con el camino correcto: Avenida del Pardo y Travesía la Granja. Tengo toda la piscina para mí durante un cuarto de hora. Luego, para calentarme, me meto un rato en el jacuzzi…Natalia me ha guardado las cosas mientras me baño.

Con tal de no volver a mi habitación lúgubre, alargo el regreso a la pensión hasta las 20 horas. El plano me recomienda, además del Ayuntamiento, la iglesia de Santa María de la Barca y el parque Campoamor, que ya conozco, los restos de la antigua muralla medieval. De apenas 500 metros, se extendía desde la calle de las Armas hasta la de San Francisco – donde yo me quedo. En la actualidad, solo se conservan 15 metros en la calle Mariano Luiña, antes llamada “Tras la cerca”. Trato de encontrar la casa natal del poeta Campoamor, que en algún sitio he leído que está en la confluencia de las calles Real y del Reloj, pero nadie sabe darme cuenta.

Al llegar a mi alojamiento, le pregunto al chico de la pensión si podría cenar media ración de ensaladilla y otra media de croquetas. Al principio dice que es demasiado pronto y que está solo, pero se apiada de mí y me los saca a la terraza. Para compensar, la cocina es excelente. Prorrogo mi sobremesa esperando que anochezca, tenga frío o llueva (o me piquen los mosquitos…). Cualquier cosa antes que volver a mi habitación con esa luz tan triste que parece que me metiera en un catafalco.

Al principio, oigo mucho ruido de las neveras o de lo que sea. Luego, sobre la una y media de la madrugada llega la pareja de alemanes ruidosos, y me desvelo.

DÍA 3, jueves, 8 de septiembre. Día de Asturias. LA CARIDAD

“¡Qué alegría tan sana y buena procura el vagabundear!” (Robert Walser, patrón de los caminantes escritores o de los escritores caminantes…).


Subo a las 7.45 h por la calle de las Armas, aún con las luces de la calle. Está nublado, pero no llueve. De todas formas, he dejado a mano mi chubasquero naranja, en la parte trasera de la mochila. Como un farolillo.

El tirante izquierdo no me roza en la magulladura de ayer: menos mal. La rodilla me molesta un poco…Pudo ser peor y que se me hubieran roto los cristales de las gafas…

Voy  encantada con mis plantillas podológicas de “tigre” (mi amiga Cristina, me dice que se llaman “animal print”, que queda más fino. Pues eso…).


Antes de echarme al Camino, me dolían las caderas, el antebrazo derecho… (de escribir al ordenador. Lo tengo más duro que el de Perurena). Al final del año escolar, creo que me enfermo de “sedentarismo”. Igual me pasa como a Bruce Chatwin, que se quedó ciego de repente y el médico le dijo que – para sanar- necesitaba irse a correr mundo…

Solo se oye el resonar de mis pasos. De repente, me llega un olor delicioso a pastel. A ver si alguien, a pesar de la fiesta (hoy es el Día de Asturias), se ha apiadado de los pobres peregrinos y abre temprano para tomar un café…18 º C. ¡Buena temperatura!


El hombro izquierdo pronto empieza a resentirse del peso de la mochila. Tiene cansancio acumulado…Y acabo de empezar.

Al entrar en el sendero, la hierba está húmeda y llena de babosas negras. A las 9. 15 h tengo un poco de “gusa”. No he encontrado un sitio donde desayunar ( en mi pensión, hoy no abrían hasta las 12), así que mi superbocadillo de sardinas inacabable de Luarca va a ser devorado en el siguiente banco que vea o, en su caso, un quitamiedos.

A las 9.40 h, tras comerme otro trozo del bocadillo infinito, cruzo el puente sobre la autovía. En un cartel, Tapia de Casariego, 15 [km]. A Coruña, 175.


“El nido de Olvido”, una casa de aldea-hotel, me llama, pero ¡hay que seguir!

Sobre las 10, levantan con tal energía la persiana de un chalé, que me dan un susto de muerte. ¡Qué vigor…!

Hay demasiados tramos de carretera y asfalto. Deberían buscar por todos los medios cómo llevarnos por caminos de tierra o hierba.

A las 10.10 se oyen los primeros cohetes de la fiesta. En un cartel, leo: Jarrio, 6 (a mi espalda, hacia atrás). A las 10.40 h tengo las plantas de los pies hechas fostatina. Empiezo a calentar quitamiedos…

A las 11 y 10, Albergue La Caridad, 2 km. ¡Menos mal! Deberían darme el I Premio al Abrillantamiento de Quitamiedos…

La gente es ingeniosa y creativa para difundir sus folletos y anuncios. De camino, me encuentro información de un hotel y de un restaurante en La Caridad. E incluso de un servicio de taxi…

Todo el rato me persigue una mosca cojonera que me está poniendo frita… A ver si se va  a buscar a otro cliente…

De pronto, me encuentro a una mujer mayor guapeando la cuneta con su rastrillo. Es la señora Elena, 86 años, “casi 87”, la mar de pizpiretos, que se empeña en que me lleve una bolsa de limones de su huerto: “Los tengo todos caídos en el suelo por el viento”…Yo le digo que uno, pequeño, puedo cargar, pero que andando con una mochila, todo pesa. Se mete entre las ramas y aparece con cuatro: “los del interior son los mejores…”.

Yo, me aferro a mi primera opción: uno, pequeño. Y le digo que ofrezca el resto a una pareja de peregrinos alemanes que viene por detrás. Muy discretos, solo quieren llevarse uno para los dos, pero, al final, la señora Elena se impone, y se llevan dos, uno por cabeza.
Le sugiero que los deje en un banco adosado a la casa, con un cartel que ponga: “¡Coja uno…!”, “Sírvase usted mismo”, o similar.

Me cuenta que vive sola, que tiene toda la familia en Gijón y que quieren llevarla para allá. Pero ella es feliz en su espacio haciendo sus cosas… Le pido permiso para sacarle una foto con su rastrillo en ristre…


Cuando llego al albergue de La Caridad, ya hay dos parejas: la de los alemanes (que se ha preparado un “agua con limón”, de los de la señora Elena, y una pareja de belgas. Pepe, el hospitalero, ha dejado una nota diciendo que vendrá a las 19. 30 h para sellar la credencial y cobrar los 5 euros.


Tras elegir cama y ducharme, voy al centro a buscar un sitio para comer.

¡Vaya! Que está todo cerrado y nadie me da de comer. Me veo en ayunas todo el día…Mucha publicidad por el camino, pero el restaurante-bar España, ¡cerrado por la fiesta! Y la cervecería Porches que, supuestamente, tenía un menú del peregrino, “se alquila”…(Ya de vuelta, leo en la wikipedia que el nombre del pueblo se debe a “la caridad” que este pueblo ejercía con los peregrinos que iban a Santiago. Sería hace años…).

En el café-bar La Plaza me dicen que hoy no hacen nada. “Pero, ¿ni un sándwich mixto o una tortilla francesa…?”. “Solo sacamos lo que hay de tapa”. Así que pido una caña y me ponen una cazuelita con costilla superadobada, más bien “sabrosa”. Yo intento hacerle los honores, pero el adobado no es lo mío…, así que pido unas patatas fritas de bolsa. Me temo que esto será mi comida y mi cena…A las 14 h sale la gente de misa y viene al aperitivo: supongo que a por más costillas adobadas…

De vuelta hacia el albergue, paro en el mesón Sayane. Aquí hacen bocadillos. Mientras me preparan uno de jamón, echo un vistazo a La voz de Galicia: “Las herencias en vida se disparan en Galicia”, “Los Oscos ganan el premio “Pueblo Ejemplar de Asturias”, “Los daños en las fincas de maíz superarán los cien millones de pesetas…”. Por lo visto, el calor -que es un reclamo para el turismo-, deja grandes pérdidas en la agricultura.

En el Sayane me dicen que por la noche sí sirven raciones. Sobre las 14. 30 h, la gente deja los bares para irse a comer a casa. Hago un nuevo intento en el café-bar El Chiringuito. A partir de las 20, 20.30 h, dan cenas: una hamburguesa, un sándwich, o el “plato de la abuela” (chorizo, huevos, jamón y patatas), a seis euros. ¡Ya veremos cómo está el tiempo y cómo estoy yo a las 20.30 h…! Mientras me tomo un helado,  tres ancianas “solteras” – de las que acaban de salir de misa- le solicitan a la dueña (a la que se ve agotada), algo “sencillo” para comer. La doña les dice que sí.

A las 16. 30 h  el albergue (22 plazas) está completo. Incluso con dos colchones en el suelo que han ocupado dos jóvenes alemanas con los pies bastante hechos polvo. Lo cierto es que este año he encontrado más gente en el Camino del Norte que los tres anteriores. No sé si la declaración de Patrimonio Mundial o el calor pueden haber influido en que más gente escoja esta ruta…

Aún llegan varios grupos. Llaman al teléfono del segundo albergue, que se publicita en la pared exterior, pero no contestan. Un italiano le ofrece a otro pagarle su parte en el hotel de 3 estrellas del anuncio. Un peregrino chino apenas puede subir la cuesta…

Al rato, llega el hospitalero y empieza a trasladar gente con su coche al segundo albergue, que está a un kilómetro y medio. Al parecer, tiene su propio bar, pero hoy no sabe si va a poder abrir a cuenta de los viajes que tiene que hacer para aposentar a tantos peregrinos.

Dos chicos latinos se ofrecen a trabajar como camareros voluntarios para conseguir sacar adelante la noche (“Ya hemos trabajado de camareros antes…). También recolectan los 5 euros que cuesta el albergue y sellan la credencial.

Creo que, por fin, hoy se me secarán –del todo- los calcetines, y dejarán de oler “a muerto”. Hace sol, y brisa, y hay un tendedero exterior en el albergue. La gente se ha quejado del que han colocado sobre el cauce de un arroyo, porque en vez de secarse las cosas, se van a humedecer más. Lo cierto es que el albergue está en una especie de meandro: ideal para el reúma...

Me tumbo un rato en la cama - esperando que baje el calor- y me admira el compañero (no le veo la cara porque un panel nos separa hasta medio cuerpo) que tengo al lado: una hora en la misma posición, boca arriba con las piernas extendidas y cruzadas. Yo no aguanto ni cinco minutos del mismo lado porque me duelen las caderas o las lumbares… Espero que por la noche dejen de usar la maldita máquina de café, que hace un ruido del demonio… A veces creo que deberían educar a la gente en cómo comportarse en un albergue: hablar bajo, guardar silencio, no dar portazos, no hacer ruido…


Sobre las 18. 30 h, con el móvil cargado y la ropa casi seca, me voy a andar “las calles en sombra” de La Caridad. Hace 24 º C a la sombra…

En el parque María Cristina hay sentada mucha gente mayor. Paso ante una casa abandonada, que se vende, y un cine Europa casi borrado.


No me apetece esperar y hacer tiempo hasta la hora, para mí tardía, de la cena, así que regreso al albergue a comer parte de mi bocadillo de jamón en una de las mesas de madera del exterior.

Un petirrojo delgadito se acerca a comer una miga de pan, pero vienen dos alemanas jovencinas con un “Ya te como” calentado en el micro-ondas, y desaparece entre la vegetación. ¡Pity…!

DÍA 4, viernes, 9 de septiembre. TAPIA DE CASARIEGO

“¡Qué alegría tan clara y luminosamente azul es la del viajero!” (Robert Walser).

La noche ha sido una sinfonía de ronquidos, sonido de muelles y, al final, de alarmas de todo tipo: unas “zen”, con sonido celestial, y otras que sonaban cada cinco minutos, para no levantarse nunca…

Salgo a las 7.45 h a desayunar donde ayer me hicieron el bocata de jamón. La salida de La Caridad está marcada por azulejos de cemento, con la vieira en amarillo, incrustados en la acera.


Al acabar ésta, me quedo desconcertada porque no veo la flecha amarilla. Tras mirar por todos lados, la distingo en un poste de la luz al otro lado de la carretera (A Veiga y Villa Colmena). Pinto una flecha en la carretera para que no haya lugar a dudas.

A las 8.30 h ya llevo ¡2 kilómetros! Soy una máquina…

La verdad es que cada vecino podría hacerse responsable de la flecha o el azulejo colocado en su valla o en las proximidades, y limpiarlo de maleza. A las pocas señales que hay, se suma lo poco que se ven…


A las 9 h,  en Valdepares, cojo el GR E-9 (sendero de largo/gran recorrido) en dirección a Tapia de Casariego. A partir de ahora veré las señales rojas y blancas características de este sendero junto a la flecha amarilla -pienso… ¡Pues no!  Van por separado. El GR a la playa de Monellos. El C.S. (Camino de Santiago), a la izquierda.

Señal de “La Caridad”, 3 kilómetros, otra vez. Y son las 9.25 h. Estos de carreteras…

A las 9.35 h en El Franco. Me deja atrás un grupo bullicioso del albergue formado por gente joven y una pareja mayor que se ha estado entrenando para el Camino haciéndose varias veces una vía verde junto a Marina Dór, "ciudad de vacaciones" [6 km de Oropesa a Benicàssim], en Castellón. Una de las chicas – alegre y dicharachera-,  es la que vino anoche a preguntarme si tenía una aguja para pasarle a su novio un hilo por las ampollas…

En Río Porcia (se le conoce como el río de las ferrerías) huele a orines y está todo lleno de vasos de plástico, como de botellón. ¡Y tan botellón…! En la cercana ermita de los Remedios, el 8 de septiembre (Día de Asturias) tiene lugar “una romería concurridísima”- leo en un panel. Además, en la arboleda, se celebra el último sábado de agosto el festival “Noite celta”. ¡Qué pena de un espacio tan bonito…! 


Llego a otra bifurcación y mi corazón se divide: el G.R. E-9 señala a Tapia de Casariego por la derecha, y la flecha amarilla y la vieira hacia la izquierda…

Elijo el G.R. puesto que llega al mismo sitio y supongo que el camino sea más “natural”. En un momento, pierdo la indicación del sendero y pregunto a una mujer con una carretilla: esta me dice que es más bonita la ruta de la flecha amarilla; que la otra va por el interior, así que me vuelvo a por el Camino de Santiago.


Paro en un ribazo a terminar el gigantesco bocadillo de jamón de La Caridad, que me ha dado para tres veces. Mientras me solazo, me adelanta la pareja alemana que llegó ayer a los dos últimos colchones. Son las últimas del albergue: ya me han adelantado todos…

Un poquitín más adelante, en la campa de una iglesia (parroquia de Campos y Salave), paro de nuevo y me siento en las escaleras de una glorieta, entre dos liras, a dar buena cuenta de mi bocadillo inagotable, imperecedero e inmortal de sardinas: menos mal que son de lata y deben de estar ya amortajadas…Son las 11 h.

Enfrente, en una explotación agrícola, leo: “Vacas, sí. Oro, no (Mina, no)”. Lo tienen bastante claro…


Le he dicho a un peregrino austriaco que venía en bici, que me hiciera una foto entre las dos liras, que queda muy de Asuranceturix el bardo, pero me saca como a una pulga. ¿Cómo se dirá zoom en austriaco…?

Uno de los hombres que trabajan recogiendo los restos de la fiesta de ayer -supongo (sillas de tijera, etc)-, se me acerca y me dice que es Castro, el hospitalero de Tapia. Luego, me adelantará con su coche.

Son las 12 y 10 y aún falta… ¡otro kilómetro! Pero la primera visión a la entrada del pueblo merece la pena: una cala hermosísima, y el albergue está… ¡junto a la bajada a la playa!…


Tras darme un baño reparador, dejándome flotar en el mar, y hacer la colada, bajo al puerto a buscar un lugar para comer. Allí, ¡oh sorpresa!, creo distinguir el perfil de mi tío Álvaro. Es mi tío Álvaro, con su familia: Están en el camping de Cadavedo y han venido a tomarse unas rabas.

Les dejo y encuentro un menú estupendo en La Fonte: tres platos por 9 euros (una crema de puerros, patatas a la riojana y pescado de roca). Comida hecha con amor. Les pido su tarjeta.


En la tele veo que ha descarrilado  un tren en Porriño (Pontevedra), que hacía el trayecto Vigo-Oporto…

Por la tarde, compro en el ultramarinos un par de naranjas, una caja de galletas La luarquesa para compartir en el desayuno y un trozo de empanada.

A las 18.30 h, ya en el albergue, se va enmarañando el cielo. Pero ¡que nos quiten lo bailao…!

Al atardecer, cada uno se busca sus lugares: el inglés, en un banco, enfrente del albergue; la del pareo, con su cuenco de sopa mirando al mar, sentada en el acantilado. Yo, en la acera detrás del albergue, junto al tendedero de ropa, de cara al mar. Los más sociales, en las mesas de madera del lado este…Cada uno busca su sitio.


DÍA 5, sábado, 10 de septiembre. FIGUERAS

“Sin andar estaría muerto” (Robert Walser).

16 º C a las 8.15 h tras desayunar en el café Moderno (de 1936).

Encuentro la flecha en la Avenida de Galicia…,¡claro! El viento, fuerte, me viene de frente, así que es gallego (del oeste).

Por el G.R. veo que voy en dirección Vegadeo (apenas hay flechas y, las que encuentro, están casi invisibles). Cada vez que vislumbro una cuesta, digo: Por favor, por favor, que no sea por ahí el Camino…Pero, suele ser…Los chopos están rumorosos y oigo las hojas de los maizales que “sequean”. Hoy es un día típico de septiembre: ventoso y fresco.

A las 9. 30 h estoy en La Penela. A las 10 h, por una perentoria necesidad fisiológica, en Villamil, cojo el sendero G.R – que va por la costa, entre maizales- como veo hacer a otro peregrino. Pero vuelvo a salir a la carretera tras un rodeo. Kilómetro seis- pone.


A las 10 y 20, en Santa Gadea. Por el mar parece estar un poco tormentoso. ¡Qué cansado es andar con el viento en contra todo el rato…!

En la playa de Peñarronda (monumento natural desde 2002, ZEPA (nidifica el ostrero euroasiático) y LIC (sobrevive el alhelí de mar) -leo en internet) hay muchos surfistas. Tras atravesarla, de subida, me encuentro a la pareja de belgas – que se marchó aún de noche- sentada en el restaurante Los parajes. La mujer me explica: “Llegamos a las 8, y mi marido, al ver la playa, dijo: “De aquí hoy no me muevo…”.


 Me da envidia ver a la gente bañarse, pero no llega a tanto como para descalzarme, como en la playa de Buelna, o ponerme el traje de baño, como en la  de Colunga. Tengo ganas de llegar.

Me gustan mucho los palomares de esta zona, estrechitos, con ventanitas rectangulares y pirindolos sobre las lajas del tejado de pizarra (Luego Tita, en Figueras, me sacará de mi error: son cabazos (los hórreos gallegos). ¡Ahhhh!...A mí me recordaban, con otra forma, a los palomares de Zamora). Me he quedado prendada, como me pasó con los depósitos de agua en Nueva York…


A las 11. 15 h un cartel me indica que el albergue de Figueras, Camino Norte, (que se anuncia como “el último de Asturias”, a 1 km de Ribadeo -que ya es Galicia) está tan solo a un kilómetro y medio. ¡Bien! En el tríptico que cogí el año pasado, aparece como emblema un depósito de agua que se ve desde todas partes y sirve como referencia, una especie de atalaya o de faro en mitad de los maizales.


El cartel, a solo unos metros del albergue, me abruma y encanta: taquillas, sábanas y toallas, menú del peregrino, lavandería…No es un albergue oficial, sino un albergue turístico de dos estrellas. Todo está tan nuevo y tan limpio…


Me ponen en una habitación de 6 plazas en litera con baño, 15 euros. Cuando llego, veo que solo hay una cama ocupada y que no es un peregrino (veo una maleta abierta, no es que sea Sherlock Holmes). Después, me enteraré de que es un chico que viene a hacer una media maratón desde San Sebastián.

Como la comida es a partir de las 13.30 h, me ducho en un baño precioso color malva (la única pega es que no hay mampara ni cortina, con lo cual -por cuidadosa que seas-, se salpica. Y los chicos, no digamos. Lo dejan como un pantano…).

Luego, salgo a pasear hacia el puerto de Figueras. Pregunto a un parroquiano sobre lo que veo enfrente, y me confirma: Castropol, con la iglesia blanca, a la izquierda; y Ribadeo, con una especie de campanil  (es la torre de los Moreno), a la derecha.


Los astilleros Gondán, la cofradía de pescadores y un minipuerto de barquitas y pequeños yates configuran el puerto. Pero no desbanca a mi favorito, San Esteban de Pravia…

En la calle que sube del puerto, hay muchas casas en venta. El lugar no parece estar en su momento más boyante (y, sin embargo, Jesús, el marido de Tita, me explicará en el desayuno que los astilleros dan trabajo a unas 500 personas y tienen trabajo para varios años).

Me dejo llevar al albur y me doy de bruces con el palacete Peñalba, hoy un hotel de 4 estrellas, antes conocido como chalés de doña Socorro, de estilo modernista.


En el albergue me espera un menú delicioso: unas lentejas de levitar (Tita pretendía que me comiera una sopera entera que era como un caldero. Yo le dije que, por favor,  me trajera un plato, hondo…); pechuga con patatas de sartén, recién fritas. Y arroz con leche, of course! Todo por 9 euros. También puede pedirse medio menú, por seis. Tita hace honor a su nombre, el mismo que la protagonista de “Como agua para chocolate”, excelente cocinera, de las que cocinan con amor. Eso sí: no hay que tener prisa.

Le he dejado toda la ropa sucia que, por una vez, saldrá seca y con olor a suavizante (lavar y secar en lavadora cuesta seis euros). Por mucho que intente hacer una buena colada (suelo echarla al suelo con jabón mientras me ducho y luego termino de aclararla en el lavabo), nunca queda igual que en lavadora. Así que, hoy, me doy un homenaje...


La tarde me la paso aceporrada en un colchón estupendo (no sé si será viscoelástico, como el de El Pito), recuperándome de los ronquidos de la noche anterior…, y preparándome para los de esta noche (en forma de peregrino alemán).

Sólo bajo a por un aquarius y a ver los titulares de las noticias a las 20 horas. En la ventana, cada vez que abro los ojos, un árbol, y el cielo, gris y dorado.

DÍA 6, domingo, 11 de septiembre. DE VUELTA

“[Sea moderado tu sueño], que el que no madruga con el sol, no goza del día”.

Jesús me pone el desayuno antes de entrar a trabajar  a las 9. Él releva a Tita estas dos primeras horas de la mañana. Me cuenta que el albergue era una casa de doscientos años, de la familia, y que les ha llevado tres años rehabilitarla y ponerla en marcha. Lleva uno en funcionamiento.


A las 8 hace una mañana gloriosa. Andando, andando, llego a una gasolinera. Aquí me han dicho que hay que coger hacia la izquierda, donde la señal pone “área de descanso” (lógicamente, los peatones no podemos ir a Ribadeo por la autovía…).


Desde el área de descanso, en la autovía (vamos paralelos), leo: “Puente de los Santos 600 m”.

Sigo por delante del centro de información y turismo, que parece abandonado, hasta llegar al puente. Están “vomitando” niebla detrás de Castropol y en el puente la humedad es extrema. Mi padre no hubiera podido pasar por el vértigo…


“Tiene 600 metros”- me dice un paisano con el que me cruzo. A mí me ha parecido el doble... Además, con la malla que nos han puesto a la derecha, es como si estuviéramos en la cárcel. ¿Acaso creen que vamos a suicidarnos cruzando la autovía…? (Es por los perros…- me dicen luego).

Al bajar del puente, veo la flecha hacia el albergue de Ribadeo. Para 2017…

La torre de los Moreno, vista más de cerca, me recuerda a Praga. Entre la ría y el mar, aquí la humedad debe de ser el doble que en cualquier otro sitio…


Como me dijo Jesús, al entrar en Ribadeo, lo primero que se ve es la estación de autobuses. Son casi las 9 h.


Para hoy, domingo, el primer bus Ribadeo-Santander es a las 12. 15 h. ¿Y el primer tren…? Lo cierto es que la estación de autobuses la señalan todo el rato, pero la de tren…Menos mal que sé, por un poste, que está donde la Guardia Civil, que aparece más. Un señor al que pregunto, me acompaña y me deja encaminada. Hay que ir hasta la rotonda con una barquiña de nombre “Juanín” y, de frente, 200 metros. Está como al otro lado del pueblo. El primer tren, también diario, es a las 11.30 h. ¡Pues me voy en tren! Llega a Oviedo a las 15. 30 h.


Para hacer tiempo, vuelvo al centro. En turismo, me señalan las recomendaciones en el “casco histórico: Torre de los Moreno, Ayuntamiento y la Atalaya, donde, por lo visto, hay un ascensor. En la zona peatonal, me indican la iglesia y, fuera, el llamado barrio indiano (las calles San Roque y Virgen del Camino).


Callejeo un poco (veo unos gigantes de hierro y una especie de mayordomo ante el Ayuntamiento que me parece que está haciendo un corte de mangas o bajando las escaleras al estilo de la película "Picnic") y, antes de regresar a la estación, compro en la confitería La Alianza -elaboraciones artesanas-  un trozo de empanada, y una pulguita de pollo con lechuga en un bar. Y menos mal que tuve la previsión, que si no…El billete hasta Oviedo me cuesta 12´45 euros.


El tren es un cascajo de dos vagones. Creo que solo vamos turistas y personas mayores que no pueden desplazarse de otro modo, o que van cerca. Atrás hay un baño con una fuga de agua que cae sobre el lavabo. Es un tren considerado de media distancia (tarda 4 horas hasta Oviedo…), pero no lleva ni una máquina de bebidas o con algún aperitivo de emergencia.

A mi izquierda, viaja un francés que mira constantemente el móvil  e intenta comunicarse con el revisor. Éste me cuenta luego que va con el traductor de google y que no habla ni inglés ni español. Por lo visto, quiere enterarse de cómo llegar a Unquera y qué tiene que hacer al llegar a Oviedo.

¡No me puedo creer que en la era de las telecomunicaciones, en los trenes, sigamos con señales de humo...! Al parecer, a las 15. 35 h sale un tren de Oviedo a Santander (el nuestro debería llegar a Oviedo  a las 15. 30 h), pero hasta que llegue, no se sabe si será este mismo el que viaje a Santander, o el otro espera, o hay que tirar las mochilas de andén a andén...Vamos, de locos, el sinsentido más total. Yo, le digo al revisor si no es posible saberlo antes, para estar preparados...

El francés, debe de llevar viajando tropecientas horas. Viene sin comida y va a llegar a Unquera a las 18 h, "Y hasta las 9 no me dan de cenar...". Entre chapurreamientos varios, me entero de que es de Burdeos y ha cogido el tren en Viveiro, una hora antes que yo. Viaja con la bici y he creído entenderle que su mujer murió hace 18 años y que, desde entonces, va siempre unos días a Viveiro, pero no estoy segura...

Hasta Oviedo, la gente viaja con sus perros  (por lo visto, en el tren, han de ir con bozal) y maletas que pesan un quintal. Luego, seremos cuatro gatos.


Después de Cudillero (el maquinista y el interventor han bajado a comunicarse con quien corresponda), nos informan de que el mismo tren viajará a Santander. Así que no tenemos que bajarnos deprisa y corriendo, en Oviedo, para cambiarnos. Son otras tres horas y media de viaje, así que ahora, el recorrido, se ha transformado en uno de larga distancia. Siete horas y media: como de Praga a Budapest o, hace años, de Santander a Madrid.

A las 15. 30 h, el hambre acucia. Menos mal que el francés no se ha bajado a coger algo de la máquina en la estación de Oviedo (ha barajado la posibilidad). Se hubiera quedado. De repente, recuerdo que, en la mochila, junto al limón de la señora Elena, llevo las dos naranjas que compré en Tapia. Las comparto con el francés, y decido (es una emergencia), abrir también el paquete de galletas La luarquesa que llevaba a casa de regalo. ¡Qué manjar!

En Lieres, me fijo en que los sensores del tren están como unas maracas; en un vagón, pone: "temperatura exterior, 37 º C" y, en el otro, "27 º C". El pobre francés se está haciendo un lío con los nombres de los pueblos: Llames y Llanes, Pendueles y Pintueles. No deja de mirar su mapa y me dice que ya falta muy poco. Incluso se levanta a preparar su bici. Yo le digo que aún le quedan más de dos horas...

Pasadas las 19 h, llego a la estación de La Acebosa, en San Vicente de la Barquera. Mi madre se queda estupefacta viéndome llegar en un tren que parece del oeste.

Pero, ¡qué viaje tan bonito!. Por favor, por favor, ¡viajad en tren! Que si no van a quitarlos todos. Y, a mí, ¡me encanta viajar en vía estrecha...!

http://www.eldiariomontanes.es/cantabria/201609/14/renfe-reconoce-problema-endemico-20160914181222.html. El problema de los trenes en Cantabria es “endémico”.




P.S.1. De este año, me quedo con los maizales, los cabazos y  la playa de Tapia.


P.S. 2. Me he gastado 300 euros en estos 7 días, incluidos los billetes de ida y vuelta (52 euros) y mini-regalos (que no pesan ni abultan), 40 euros.

P.S. 3. He hecho 51 kilómetros en 5 días (13 el día que más y 8 el que menos), a una media de 10 kilómetros/día.