Por si quieres leer los años anteriores...
(En homenaje a Antxon González Gabarain, Bolitx, peregrino, que falleció en septiembre de 2012, a los 40 años, de ELA. (http://bolitx.foroperegrino.es/). Experto e[n Caminos, publicó en 2012 el libro El gran caminante. (www.elgrancaminante.com).
http://ficcionesdeloreal.blogspot.com.es/2013/09/mi-camino-de-santiago-2013-de-comillas.html. MI
CAMINO DE SANTIAGO EN 2013.
http://ficcionesdeloreal.blogspot.com.es/2014/09/mi-camino-de-santiago-2014-de-colunga.html. MI
CAMINO DE SANTIAGO EN 2014.
http://ficcionesdeloreal.blogspot.com.es/2015/09/mi-camino-de-santiago-2015-de-gijon.html. MI
CAMINO DE SANTIAGO EN 2015.]
(En homenaje a Antxon González Gabarain, Bolitx, peregrino, que falleció en septiembre de 2012, a los 40 años, de ELA. (http://bolitx.foroperegrino.es/). Experto e[n Caminos, publicó en 2012 el libro El gran caminante. (www.elgrancaminante.com).
Además, quiero dedicárselo al doctor de la Hera, reumatólogo,
que, este año, ha hecho más liviano mi caminar. Y a Muriel, rambler, RIP).
Presentación
“PODÍAS
SER UNA BUENA HOSPITALERA…”.
Eso
me dijo Julia, una peregrina austriaca el año pasado. Lo apuntaré para cuando
me jubile (si puedo hacerlo alguna vez…). No estaría mal: tener una casa en el
campo donde ofrecer una comida (a mí, que es lo único que me gusta de la casa:
cocinar) diaria a la gente que peregrine. Y escuchar sus historias mientras
tanto, a cambio…
Una
“(Santa) Dominga de la Calzada”…Con una casa como la que vi en San Vicente de
Toranzo, un delantal largo y blanco hasta los pies y una huerta pequeña en el
jardín junto a árboles frutales, “hermosos a la vista y deliciosos al paladar”.
¡Vaya Arcadia…!
MI
KIT DE ESTE AÑO
He
decidido dejar el libro de plantas, de nuevo (me repetiré en voz alta las que
conozco, para no olvidarlas): pesa 622 gramos, y, en cambio, llevo en cada
bolsillo del chaleco un espray caminero, como si fuera una “John Wayne del
grafiti”…
A
ratos he tenido miedo de no poder hacer el Camino este año (en enero me habían
diagnosticado un desgarro en el talón, que leí por internet que, al menos,
tardaba 9 meses en curar -había gente que tardaba dos años…). Luego me han
dicho que es una fascitis plantar y que, con dos infiltraciones, el 70 % de la
gente mejora. Con tres, el máximo, el 95
%. Y como no pueden ponerse más de tres por proceso en el mismo sitio, el 5 %
restante, una fascitis “rebelde”, ha de recurrir a las corrientes y otras formas
de rehabilitación…Me dijeron que no anduviera, ni la media/una hora diaria que
recomiendan; solo lo necesario para ir a la compra, y que lo supliera por
natación y bicicleta estática (sí, claro, con mis caderas al jerez…).
Lo
cierto es que soy un “dolor andante”, de baja intensidad, pero continuo. “¿No
te incapacita…?” – me dice el médico de cabecera. “¡Pues hala, a tirar con
ello…!”. Con el de las costillas, que me hace levantarme de la cama a horas
intempestivas; el de las caderas, y ahora, el de los pies. ¡Todos en uno, como
Fuenteovejuna…!
Me
quedan poco más de 50 km para entrar en Galicia (con este ya llevo cuatro años
cruzando Asturias…). Mi guía dice que, a partir de Ribadeo, la vieira está
colocada al revés de cómo la he visto hasta ahora. Es decir, lo que indica el
camino correcto no es donde se juntan los radios de la concha, sino donde se
separan…Vaya lío. Y yo sin perspectiva espacial…
La
primera etapa – según el plano topográfico- es todo subida hasta más allá de
Otur (donde no hay sitio para quedarse a dormir), así que -mi primer día- tendría que
llegar a Piñera (a 14 kilómetros).
Mi
médico me ha dicho que me recomienda NO hacer este año el Camino por la
fascitis plantar, pero llevo así desde octubre pasado, y sin visos de mejorar…En
julio y agosto he dosificado mis salidas a la calle y mis “andadas” (solo a la
compra y “lo mínimo”- como me dijo el doctor).
Lunes,
5 de septiembre. Hacia Luarca
A las 11.30 h cojo el bus de
La Cantábrica, en Comillas hasta San
Vicente. Y a las 13.30 h tomo un ALSA a Luarca, a donde llegaré sobre las 18
horas. He reservado con antelación en el albergue porque no estaba segura, a
esa hora, de tener una cama…
Desde que salgo de Comillas
me impongo la virtud de la paciencia y bajo las “revoluciones” a 33, como los
discos Long Play.
El bus que, supuestamente,
sale de Comillas a las 11.35 h, no ha llegado aún a las 11.45 h [llega a las
11.50 h]. El billete me cuesta 1´45 euros.
La Rabia aún está con
niebla, y el campo, agostado y reseco. Mis plantillas “animal print”, por el
momento, van estupendas.
En
el bar de la estación de San Vicente, un sanwich mixto + un zumo de naranja+ un
zurito de cerveza + un botellín de agua + un aquarius = 6´90 euros.
La
chica del bar me cuenta que el Camino de Norte era el original, pagano, de la
época de los celtas (el seguimiento de la Vía Láctea…), y que, luego, bajó
porque las órdenes templarias protegían el Camino Francés (y que fueron ellos,
los templarios, los que inventaron los “cheques de viaje”, y de ahí los sellos
– en vez de llevar las bolsas llenas de monedas…).
El
bus ALSA es el que viene de Irún con final en Santiago de Compostela.
Aunque
hay sol, todo el rato, a lo lejos, amenaza una bruma negra. La gente va
tosiendo a mi alrededor, no sé si por el aire acondicionado.
Vengo
junto a una chica que trabaja de celadora en Valdecilla. Dice que falta gente
(y que no contratan) y que el diseño del edificio no es el mejor para las
funciones que tiene que cumplir: muchas distancias, y es muy cansado…
A
las 15. 15 h, en Oviedo, se baja medio autobús. 26 º C en el exterior.
A
las 15.45 h, en Gijón, se baja el otro medio (es decir, todos menos yo…). Me
preocupo y corro a preguntar al conductor: “¿Es que tengo que hacer
trasbordo…?”. “No, mujer, pero podías haberte bajado en Oviedo para comer”
(¿¿…??). “Si yo ya he comido en San Vicente…”.
Pregunto
al nuevo conductor si puedo coger de la mochila el botellín de agua, que me
muero de sed… Al entrar a Gijón he visto el prado al lado de la iglesia de San
José completamente seco, un secarral.
Dos maris de más de 60 años que se suben en
Gijón me dicen que la próxima vez me saque el billete hasta Oviedo (y así tengo
media hora para comer). Por lo visto, el autobús, de Gijón vuelve otra vez a Oviedo…Y yo debía ser la única
pardilla que no lo sabía…
Las
dos maris que tengo delante, una le
dice a la otra sobre la minitele colocada en el respaldo: “Tú, toca todos los
botones…”. Y pasa los dedos por la pantalla en todas direcciones como si fuera
Tom Cruise en Minority Report.
Yo
también, a base de tocar, he descubierto que el botón del centro, un cuadrado
dentro de un círculo, es el que sirve para todo.
La
“sabia” se pone a hacer croché mientras mira en la tele una peli “de tontos”.
La otra, se ha quedado estancada en un fotograma y no va p´alante ni p´atrás.
A
las 16.30 h, de nuevo en Oviedo. A lo tonto, me he hecho una hora más de
sentadilla de autobús. Vuelve a subirse gente que había venido conmigo hasta
Oviedo, así que, definitivamente, he sido la única novata…
De
cuando en cuando, llegan del baño unos efluvios…El bus viene de Irún y, pasadas
las 5 de la tarde, ya no sé cuánta gente habrá entrado a aliviarse…Las maris se
cambian de asiento: “Yo, no soy melindrosa, pero es que voy a vomitar…”. Una
embarazada decide abstenerse y le pide al conductor que, por favor, haga una
parada “técnica” en Luarca para poder ir a un bar.
Yo,
me bajo allí, así que no sé qué pasaría después. Aún les quedan varios cientos
de kilómetros hasta Santiago…
Sobre
las 17.30 h ha comenzado a meterse la niebla: hemos bajado a 20 º C y apenas se
ve.
En
el albergue (privado) de Luarca me habían guardado una litera de abajo cerca de
la puerta. Menos mal...
Lo
primero que hago, darme una ducha. Puedo pasarme sin comer pero, cuando voy de
viaje, lo que más agradezco es poder refrescarme y ponerme ropa limpia.
Después,
salgo a dar una vuelta. Siempre me gusta dejar buscado el día anterior el
inicio del Camino para el día siguiente. Encuentro la primera vieira y/o flecha en el
quicio de una casa en la subida de la calle de la Peña. Ya me quedo tranquila y
puedo ir a cenar.
Quería
probar el restaurante La Farola que
el año pasado estaba cerrado (por ser martes). Pero este año es lunes…y también
está cerrado. Un vistazo atento a su horario y menú, me lo aclara: “comidas
hasta las 16 horas y cenas solo sábados y domingos”. Así que decido volver al
“Don Ángel”, que tiene un menú para el peregrino (10 euros) y da cenas a partir
de las 19.30 h (en otros sitios es desde las 20.30 o las 21 h; para mí, muy
tarde para cenar. Además, ya comí allí el año pasado).
Pido
sopa de pescado y huevos fritos con patatas. La sopa (con 4 o 5 langostinos) está deliciosa, y
bien calentita…
En
el minipaseo “bajacena” veo en una tienda que hace esquina, “Los Lalos”, unas
galletitas “La luarquesa” que tienen una pinta estupenda (como los bombones de
sidra y de manzana). Pero las cantidades son muy grandes, y pesadas, para
llevar a hombros, así que tendré que venir otra vez en coche en plan “La vuelta
a la Galia”, por Astérix, recopilando viandas de cada lugar.
DÍA
1, martes, 6 de septiembre. Andar es vivir. VILLAPEDRE
A las 7. 30 h estoy
desayunando con Julio Iglesias (“Me va, me va, me va…”) en un bar de currantes,
de los de cerveza o de chorrito de coñá en el café de buena mañana.
La noche ha sido toledana (como cabía esperar): el que
hablaba por el móvil a gritos (“Patxiiii”), encima, roncaba, y dormía a mi
lado, separado por una columna…
Hojeo “La Nueva España” y
leo titulares como: “Cerdos salvajes en Oviedo”, “Los fantásticos tomates de
Cangas” o “Lleno en Cudillero”. También que las mujeres de la Asociación La Corredoira, como cada año, se reúnen
en Gijón para acabar el verano con baños de ola. Recuerdo que el año pasado,
con un día infame, las vi disfrazadas como en los años 20, fotografiándose en
la playa.
Salgo a andar casi a las 8 h
porque no acaba de amanecer. Coincido con el británico que ayer estaba en la
oficina de turismo y le indico el comienzo en la calle de la Peña. Luego,
aprovecho para pintar mi primera flecha un poco más alta, porque estaba a la
altura de los ojos de un gnomo…
La calle de la Peña se las
trae; menos mal que es una pendiente en zig-zag y así no se nota tanto la
inclinación.
A las 8.05 h se apagan las
luces públicas a pesar de la niebla. Voy a llegar a lo que pensé el año pasado
que era el cementerio, pero que es la ermita de San Martín. Coronando el alto,
el hotel temático “La casona del Gurugú”. ¡Cómo no…!
La verdad es que el Camino
no está muy bien indicado: un azulejo detrás de una parada de autobús, otros
comidos por la hiedra o las zarzas, flechas borrosas…Tengo una labor…
Andando, andando, llego a la
antigua iglesia y cementerio de Santiago. Las ruinas me fascinan. Tienen “algo”.
Ya hay referencia
documentales de su existencia en el siglo X, en tiempos del rey Fruela II.
En las inmediaciones, una
señora mayor con una guadaña despeja el campo de zarzas.
Digo a Sergio, un peregrino
del albergue de Luarca, que continúe. Desde su salida de Irún, ya ha tenido dos
gastroenteritis; en la última, tuvo que
parar 3 días en Villaviciosa para recuperarse de una fiebre.
El paisaje es
fantasmagórico. Huele a caca de vaca y se oyen ladrar perros y graznar a los
cuervos.
Taborcías está lleno de
maizales más altos que yo. Me ha empezado el calambre consabido en la corva
derecha. Hasta ahora todo es asfalto. Son las 9 y media de la mañana.
Luarca 3, leo en un cartel.
¡Solo he hecho 3 kilómetros…! Tres kilómetros en una hora y media. Cada vez voy
más despacio: un kilómetro cada media hora…
Veo el primer monolito de
cemento y, además de añadirle una flecha, pongo encima cuatro piedritas: una
por mi hermano David; otra por Bolitx, el peregrino; otra, por el tío Carlos, y
otra por el tío Jose, que están malitos.
Hay salicaria en las
cunetas, así que estas deben ir llenitas de agua…Estoy temiendo que salga el
sol. Casi prefiero que se quede así…
De repente, huelo a papel
quemado y me acuerdo del episodio de la cafetería en la calle Castilla y de su
insolidario dueño (cuando fui a pedirle un recipiente con agua para apagar una
papelera que empezaba a echar humo, me dijo desabridamente que tenía la terraza llena
y que llamara a los bomberos…Auténtico espíritu ciudadano y cívico…Yo no daba
crédito…).
A las 10. 15 h, por fin, un
poco de pista y fin del asfalto…Pero el camino de tierra ha sido apenas nada:
15 minutos. Voy en piloto automático,
como una autómata. A las 11 h ya me duelen las plantas de los pies, incluso con
mis maravillosas plantillas “animal print”…
A las 11.15 h paro en lo que
parece una ermita y me como un pedazo del bocata de sardinas (el pan más pequeño de la panadería de Luarca era tan grande que me durará tres días...), una naranja y doy
unos sorbos de Aquarius. Empieza a salir el sol tímidamente, así que vuelvo a
echarme crema y me calo mi sombrero de peregrina.
A las 12 h voy paralela a la
autovía de La Coruña, más arriba, por una pista de guijo. Es una pista
superancha entre eucaliptos y brezos. Veo marcas de la herradura
de un caballo en el suelo polvoso. ¿Habrá dejado alguna garrapata asesina, de
esas sanguinolentas...? ( las de la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo).
Sobre las 12. 30 h ando por
una pista de cemento mientras en un viaducto lejano se oye el ruido que hacen
los coches al pasar sobre las juntas de dilatación. ¡Ah, no! Es como polvo de
cemento, pero no es duro.
Ahora entramos en una
verdadera pista forestal. Voy cortando tojos con mi podadera (espero que sin garrapatas…).
En una bifurcación dudosa,
algunos peregrinos alemanes (pone: “gehtab wie schmitzkatze” en un papeluco, no
sé lo que significará…El traductor de google: “Esto va como gato Schmitz”. ¿Tiene
algún sentido para vosotros…?. Por lo menos, es alemán…) han formado una flecha
de piedrecitas en el suelo. ¡Gracias! La pinto de amarillo por encima, mi
colaboración…
Al rato, veo un cartel que es
como un espejismo en el desierto: “Hotel rural Villa Auristela. En Villapedre, a
13 km de Luarca. Precio especial para peregrinos”. Suena a música celestial. La
casa parece un castillo (es una casa de indianos) y, en la foto, tiene
muy buena pinta. Además, está un kilómetro y medio antes del albergue de Piñera…
Es la 1 y sigo andando…Salgo a la carretera general y pone El Bao, pero ese pueblo, o barrio, no viene en mi guía. Al rato, encuentro un monolito con flores bajo el viaducto: “A los que dieron su vida por la libertad y la democracia”. Supongo que está dedicado a los muertos de la Guerra Civil, pero no se especifica nada más (Ya en casa, leo que es una fosa común, la fosa de la curva del Bao, que tiene el código 302/2009 ASTU dentro del Plan de identificación de fosas. Es uno de los más de 353 enterramientos identificados en Asturias).
https://15mpedia.org/wiki/Lista_de_fosas_en_el_Principado_de_Asturias. Lista de fosas comunes en el principado de Asturias.
En el río Barayo empiezo
este año a “limpiar quitamiedos”. Me siento un rato a descansar. Creo que esta
va a ser mi imagen del Camino: abrillantando todos los quitamiedos de Asturias…
Por la carretera general te
juegas el tipo porque no hay ni arcén y los coches pasan f……s. Las dos menos
veinte, y sigo andando…He parado en el banquito de un “italiano” (por la
inscripción) a tomarme una naranja y el último sorbito de Aquarius. ¡Menos mal
que se ha levantado una ligera brisa…! Una gaviota descansa sobre
una farola. Eso debe ser que el mar está cerca…
A mi izquierda, el letrero
“Hotel low cost El Pinar”, pero Villa Auristela (hotel rural casa de indianos)
me ha robado el corazón desde la primera vez que vi su foto, y entro a
preguntar por las ofertas para peregrinos. La habitación, de nombre Villayón,
cuesta 35 euros, pero es tan bonita… (su precio normal está entre los 50 y los
60 euros). Mª Elena me informa, además, de que el albergue de Piñera (a 1´5
kilómetros) está cerrado por obras. Anda que si me llego hasta allí, muerta,
para nada…
Así que hoy decido darme un
lujo…Tras ducharme, doy un paseo de
tarde por los alrededores. Iba encaminada a Puerto de Vega, a dos kilómetros,
pero en el camino me atrajo una casa indiana, y empecé a callejear entre los
maizales, dejando mi primera opción (luego me enteraría de que Puerto de Vega es
un lugar que merecía la pena una visita, un pueblo precioso con mucha historia…
¡Lástima!).
Pasando bajo las vías, veo
el restaurante “La quinta de Quique”, que me da la impresión de estar cerrado.
También lo está el café-restaurante Villapedre (cierra los martes), así que mi
merienda-cena de hoy en “El Salón” será un café con un trozo de bizcocho casero
y una bosa de conguitos: me consuelo pensando que así compenso el gasto del
hotel…
El atardecer tranquilo me
recuerda el del año pasado en el albergue de El Pito. Son las 20 h. y, en cuanto
el sol desaparezca, caerá el relente. Nadie aprovecha el jardín: solo yo (y un gato
que acaba de subirse en mi cheslón…Con el repelús que me dan a mí los gatos.
Debe de ser algo genético… Mi padre cuenta que cuando estudiaba en una pensión
de Bilbao, un día un compañero pateó a un gato por el pasillo y le aterrizó a
mi padre, de uñas, sobre su pecho. Desde entonces, dice que ve a un gato y se
le ponen los pelos de punta…Mi hermana no soporta tener uno cerca…). Me voy,
que creo que me ha picado un mosquito (y no sé si el gato se va a acabar
subiendo a mi regazo…).
DÍA
2, miércoles, 7 de septiembre. NAVIA
“Se
piensa bien mientras caminas” (José Ramón Sánchez).
Salgo a las 8.30 h tras
desayunar. Navia está a solo 8 kilómetros, así que me lo puedo permitir…
Por la noche ha habido
silencio absoluto hasta casi las 7 de la mañana en que pasa algún camión por la
carretera.
Hay niebla de nuevo, pero
creo que hoy va a despejar antes. ¡Damn…!
Bandadas de pajarillos
(¿gorriones…?) se posan en los maizales o en los cables de la luz
(¿estorninos…?).
Voy bordeando un bosque y
mirando al suelo en busca de huellas de jabalí. Si, según el periódico, “los
cerdos salvajes” llegan hasta Oviedo…Pienso: ¿si cantara fuerte, ¿se
asustarían…? Las hojas secas caen a millares, y las oigo caer.
Llego a un caudal y han
construido un puentín de madera para que no tengamos que vadear la corriente.
¡Gracias, santo Domingo de la Calzada moderno, quienquiera que seas…! Son las
9.30 h.
Me adelanta una pareja de guiris con una cara de sueño…Yo, me
dedico a cortar las primeras bardas.
Tras una subidita, llego a
una intersección con la carretera N-634- Pone: Villapedre, 3 km. Villaoril: 1´5
km. Pues no he visto Piñera…
La pareja de guiris me adelanta de nuevo. Ha debido
de parar a tomar un café “resucitante”…
Y, de repente, ¡una
escultura “marciana”…! No veo el nombre del autor/a, ni nada que me aclare su
“abstracción”…
Delante, una iglesia
enmarcada por una mata de crocosmias naranja que ha debido de escaparse de
algún jardín. Hago una foto a dos ciclistas desde el puente, frente a la
iglesia, y les indico el camino correcto, que ya se iban para el lado
contrario…
Por mi guía veo que es la
iglesia de Piñera. Pero, ¿no había dejado el pueblo atrás…?
El albergue, efectivamente,
cerrado. “Closed for Works”. Y,
en castellano, en el cartel oficial: “Finalización obra de reforma de la
Antigua Escuela de Piñera”. Menos mal
que me funcionó la intuición ayer o, más bien, el cansancio…Si tengo que darme
la vuelta o seguir hasta Navia, me da un mal.
Paro a la sombra de un peral
a tomarme unos conguitos y un trago de agua. Son las 10.30 h. Una viejilla con paraguas,
pañuelo a la cabeza y bastón, me dice: “Pero,
¿cómo va soliña…?”.
Más pájaros en un cable de
la luz. En esta ocasión, parecen golondrinas a punto de emigrar.
800 m a La Colorada. 2 km a
Navia. Son las 11 y diez. Ya no me queda nada. Paso ante la capilla de La
Venta y un escudo comidos por la hiedra.
Lo que más agradezco al
llegar a los sitios (aparte de la ducha)
es una buena cama: que no ruedes hacia el centro por la noche o se te
claven los muelles. Lo demás, con que esté limpio, me basta.
A la entrada de Navia, un
tablero pintado con tiza anuncia: “Hotel restaurante La Barca desde 20 euros”.
Son las 12 y diez.
Busco la indicación de la
oficina de turismo (para preguntar por un alojamiento), pero brilla por su
ausencia. He de preguntar a 4 o 5 personas antes de localizarla en el puerto.
Me indican la pensión San Francisco en la misma calle de su nombre. Tienen una
oferta especial de “habitación + menú” por 21 euros.
Las comparaciones son odiosas:
tras la luminosidad de Villa Aurelia, la lobreguez de la pensión. Si, al menos,
en el techo hubieran puesto una bombilla de 100 watios…Creo que no llega ni a los
20. También hubiera estado bien una lámpara de mesilla, y una papelera. Pero una
de las reglas del Camino es aceptar lo que te venga, así que me dispongo a degustar
el menú con alegría. Elijo una ensalada mixta (bien aliñada) y huevos con patatas
fritas y bacon. La yema está deliciosa, pero el bacon está cortado demasiado grueso
para mi gusto y no demasiado hecho, así que lo aparto a un lado.
Dentro, creo que están viendo
en la tele el programa de los hermanos Torres. El barman quería que comiera en el
interior (“fuera hace mucho calor”…, pero yo creo que lo que no quería era salir
a servir a la calle…); sin embargo, bajo
la sombrilla, a la sombra, se está divinamente.
Frente a mí, a punto de darle
el sol, come un chico de Londres, cuya familia es de Hong Kong, que está dedicando
4 semanas a viajar por el norte de España desde Barcelona a algún lugar de Galicia,
que no consigo entender (“tengo que practicar más la pronunciación…”- me dice en
inglés).
Le dejo mi sitio en la sombra
y, a las 14.30 h, con una brisilla fantástica, decido ir, por las sombras, a descubrir la parte antigua de Navia.
Hace 27´5 º C al sol, pero
hay un nordeste…En el número 4 de la Avenida, veo una casa preciosa toda
descascarillada. En lo alto de un puente, una pancarta: “Biomasa, lejos de las
casas”.
En mi plano, la piscina
municipal está entre el polideportivo y la Guardia Civil. Como no veo ninguna
señalización, intento llegar por el Parque de los Patos. El Instituto luce una
pintada: “Cuando la tiranía es ley, la revolución es orden”…No encuentro por
dónde se accede, ni horarios, ni indicaciones. Intentando pispar algo, no veo uno de los hierros que hace de tope a una
puerta inexistente…, y me esmorro.
Creo que la caída debió de
ser en cámara lenta como las de las películas de cine mudo: intentando no caer
y traspiesando…hasta que al final caes con todo el equipo. Me consuelo pensando
que lo hago –en plan Contador- sobre el hombro izquierdo. Pero además, con el
pómulo, que me deja una reverberación en la sien izquierda; la rodilla, que ya
me había abierto hacía un par de meses, y la palma de la mano derecha. Nadie me
vio: al menos, no oí risitas, ni nadie acudió a levantarme. Así que, tras
quedarme sentada en el suelo unos minutos, comprobando que estaba entera, me
levanté lo más rápido que pude en busca del primer bar que pudiera
proporcionarme hielo en cantidad.
Y allí estuve una hora,
cambiándome el hielo de una parte a otra, hasta que se hizo agua (los
parroquianos de la terraza quizá estaban extrañados, pero, muy discretos, no me
preguntaron nada). Como en la oficina de turismo (en el parque Alfonso
Iglesias, en el puerto) habían conseguido, por fin, información de a qué hora
abrían la piscina (a las 17 h), decido
hacer tiempo por el cercano paseo marítimo, que forma parte del sendero de
largo recorrido GR E-9. La playa de Navia está al final, a un kilómetro y
medio.
En casa (en Comillas) me han
dicho por la mañana que está previsto que por la tarde haya una galerna en todo
el Cantábrico. De momento, nada hace pensar en un cambio drástico…
El paseo está lleno de cañas
de pesca. Es de lajas de pizarra y veo algún argayo. Las farolas no me gustan mucho…Hay
una pareja de cormoranes en la ría y otra de cuervos en el pinar. La gente se
baña en la ría, en una playa como de cemento. No, es una playa de arena negra.
Lo que llaman “La poza” parece una zona de marisma. Al final del paseo, en la
playa -que no veo- hay bandera amarilla. En los temporales de febrero pasado el
mar engulló a Hugo, un bebé de 20 meses…La arena negra en la que te hundes, me
previene de pisarla con mis sandalias. ¡Voy a ver si han abierto la piscina…! No
sé qué tiempo toca mañana, pero nubes negras se van concentrando en el
horizonte y se está humedeciendo el aire.
Esta vez sí que logro dar
con el camino correcto: Avenida del Pardo y Travesía la Granja. Tengo toda la
piscina para mí durante un cuarto de hora. Luego, para calentarme, me meto un
rato en el jacuzzi…Natalia me ha guardado las cosas mientras me baño.
Con tal de no volver a mi
habitación lúgubre, alargo el regreso a la pensión hasta las 20 horas. El plano
me recomienda, además del Ayuntamiento, la iglesia de Santa María de la Barca y
el parque Campoamor, que ya conozco, los restos de la antigua muralla medieval.
De apenas 500 metros, se extendía desde la calle de las Armas hasta la de San
Francisco – donde yo me quedo. En la actualidad, solo se conservan 15 metros en
la calle Mariano Luiña, antes llamada “Tras la cerca”. Trato de encontrar la casa natal del poeta Campoamor, que en algún sitio he leído que está en la confluencia de las calles Real y del Reloj, pero nadie sabe darme cuenta.
Al llegar a mi alojamiento, le pregunto al chico de la
pensión si podría cenar media ración de ensaladilla y otra media de croquetas.
Al principio dice que es demasiado pronto y que está solo, pero se apiada de mí
y me los saca a la terraza. Para compensar, la cocina es excelente. Prorrogo mi
sobremesa esperando que anochezca, tenga frío o llueva (o me piquen los
mosquitos…). Cualquier cosa antes que volver a mi habitación con esa luz tan
triste que parece que me metiera en un catafalco.
Al principio, oigo mucho ruido
de las neveras o de lo que sea. Luego, sobre la una y media de la madrugada llega
la pareja de alemanes ruidosos, y me desvelo.
DÍA
3, jueves, 8 de septiembre. Día de Asturias. LA CARIDAD
“¡Qué alegría tan sana y buena procura el vagabundear!”
(Robert Walser, patrón de los caminantes escritores o de los escritores
caminantes…).
Subo a las
7.45 h por la calle de las Armas, aún con las luces de la calle. Está nublado,
pero no llueve. De todas formas, he dejado a mano mi chubasquero naranja, en la
parte trasera de la mochila. Como un farolillo.
El tirante
izquierdo no me roza en la magulladura de ayer: menos mal. La rodilla me
molesta un poco…Pudo ser peor y que se me hubieran roto los cristales de las
gafas…
Voy encantada con mis plantillas podológicas de
“tigre” (mi amiga Cristina, me dice que se llaman “animal print”, que queda más
fino. Pues eso…).
Antes de echarme al Camino,
me dolían las caderas, el antebrazo derecho… (de escribir al ordenador. Lo
tengo más duro que el de Perurena). Al final del año escolar, creo que me
enfermo de “sedentarismo”. Igual me pasa como a Bruce Chatwin, que se quedó
ciego de repente y el médico le dijo que – para sanar- necesitaba irse a correr
mundo…
Solo se oye el resonar de
mis pasos. De repente, me llega un olor delicioso a pastel. A ver si alguien, a
pesar de la fiesta (hoy es el Día de Asturias), se ha apiadado de los pobres
peregrinos y abre temprano para tomar un café…18 º C. ¡Buena temperatura!
El hombro izquierdo pronto
empieza a resentirse del peso de la mochila. Tiene cansancio acumulado…Y acabo
de empezar.
Al entrar en el sendero, la
hierba está húmeda y llena de babosas negras. A las 9. 15 h tengo un poco de
“gusa”. No he encontrado un sitio donde desayunar ( en mi pensión, hoy no abrían
hasta las 12), así que mi superbocadillo de sardinas inacabable de Luarca va a
ser devorado en el siguiente banco que vea o, en su caso, un quitamiedos.
A las 9.40 h, tras comerme
otro trozo del bocadillo infinito, cruzo el puente sobre la autovía. En un
cartel, Tapia de Casariego, 15 [km]. A Coruña, 175.
“El nido de Olvido”, una
casa de aldea-hotel, me llama, pero ¡hay que seguir!
Sobre las 10, levantan con
tal energía la persiana de un chalé, que me dan un susto de muerte. ¡Qué
vigor…!
Hay demasiados tramos de
carretera y asfalto. Deberían buscar por todos los medios cómo llevarnos por
caminos de tierra o hierba.
A las 10.10 se oyen los primeros
cohetes de la fiesta. En un cartel, leo: Jarrio, 6 (a mi espalda, hacia atrás). A las 10.40 h
tengo las plantas de los pies hechas fostatina. Empiezo a calentar quitamiedos…
A las 11 y 10, Albergue La Caridad,
2 km. ¡Menos mal! Deberían darme el I Premio al Abrillantamiento de Quitamiedos…
La gente es ingeniosa y creativa para difundir sus folletos y anuncios. De camino, me encuentro información de un hotel y de un restaurante en La Caridad. E incluso de un servicio de taxi…
Todo el rato me persigue una
mosca cojonera que me está poniendo frita… A ver si se va a buscar a otro cliente…
De pronto, me encuentro a
una mujer mayor guapeando la cuneta con su rastrillo. Es la señora Elena, 86
años, “casi 87”, la mar de pizpiretos, que se empeña en que me lleve una bolsa
de limones de su huerto: “Los tengo todos caídos en el suelo por el viento”…Yo
le digo que uno, pequeño, puedo cargar, pero que andando con una mochila, todo
pesa. Se mete entre las ramas y aparece con cuatro: “los del interior son los
mejores…”.
Yo, me aferro a mi primera
opción: uno, pequeño. Y le digo que ofrezca el resto a una pareja de peregrinos
alemanes que viene por detrás. Muy discretos, solo quieren llevarse uno para
los dos, pero, al final, la señora Elena se impone, y se llevan dos, uno por
cabeza.
Le sugiero que los deje en
un banco adosado a la casa, con un cartel que ponga: “¡Coja uno…!”, “Sírvase usted
mismo”, o similar.
Me cuenta que vive sola, que
tiene toda la familia en Gijón y que quieren llevarla para allá. Pero ella es feliz
en su espacio haciendo sus cosas… Le pido permiso para sacarle una foto con su rastrillo
en ristre…
Cuando llego al albergue de La Caridad, ya hay dos parejas: la de los alemanes (que se ha preparado un “agua con limón”, de los de la señora Elena, y una pareja de belgas. Pepe, el hospitalero, ha dejado una nota diciendo que vendrá a las 19. 30 h para sellar la credencial y cobrar los 5 euros.
Tras elegir cama y ducharme,
voy al centro a buscar un sitio para comer.
¡Vaya! Que está todo cerrado
y nadie me da de comer. Me veo en ayunas todo el día…Mucha publicidad por el
camino, pero el restaurante-bar España, ¡cerrado por la fiesta! Y la cervecería
Porches que, supuestamente, tenía un menú del peregrino, “se alquila”… (Ya de vuelta, leo en la
wikipedia que el nombre del pueblo se debe a “la caridad” que este pueblo
ejercía con los peregrinos que iban a Santiago. Sería hace años…).
En el café-bar La Plaza me
dicen que hoy no hacen nada. “Pero, ¿ni un sándwich mixto o una tortilla
francesa…?”. “Solo sacamos lo que hay de tapa”. Así que pido una caña y me
ponen una cazuelita con costilla superadobada, más bien “sabrosa”. Yo intento hacerle
los honores, pero el adobado no es lo mío…, así que pido unas patatas fritas de
bolsa. Me temo que esto será mi comida y mi cena…A las 14 h sale la gente de
misa y viene al aperitivo: supongo que a por más costillas adobadas…
De vuelta hacia el albergue,
paro en el mesón Sayane. Aquí hacen bocadillos. Mientras me preparan uno de
jamón, echo un vistazo a La voz de
Galicia: “Las herencias en vida se disparan en Galicia”, “Los Oscos ganan
el premio “Pueblo Ejemplar de Asturias”, “Los daños en las fincas de maíz
superarán los cien millones de pesetas…”. Por lo visto, el calor -que es un
reclamo para el turismo-, deja grandes pérdidas en la agricultura.
En el Sayane me dicen que
por la noche sí sirven raciones. Sobre las 14. 30 h, la gente deja los bares
para irse a comer a casa. Hago un nuevo intento en el café-bar El Chiringuito.
A partir de las 20, 20.30 h, dan cenas: una hamburguesa, un sándwich, o el
“plato de la abuela” (chorizo, huevos, jamón y patatas), a seis euros. ¡Ya
veremos cómo está el tiempo y cómo estoy yo a las 20.30 h…! Mientras me tomo un
helado, tres ancianas “solteras” – de
las que acaban de salir de misa- le solicitan a la dueña (a la que se ve agotada),
algo “sencillo” para comer. La doña les dice que sí.
A las 16. 30 h el albergue (22 plazas) está completo.
Incluso con dos colchones en el suelo que han ocupado dos jóvenes alemanas con
los pies bastante hechos polvo. Lo cierto es que este año he encontrado más
gente en el Camino del Norte que los tres anteriores. No sé si la declaración
de Patrimonio Mundial o el calor pueden haber influido en que más gente escoja
esta ruta…
Aún llegan varios grupos.
Llaman al teléfono del segundo albergue, que se publicita en la pared exterior,
pero no contestan. Un italiano le ofrece a otro pagarle su parte en el hotel de
3 estrellas del anuncio. Un peregrino chino apenas puede subir la cuesta…
Al rato, llega el
hospitalero y empieza a trasladar gente con su coche al segundo albergue, que
está a un kilómetro y medio. Al parecer, tiene su propio bar, pero hoy no sabe
si va a poder abrir a cuenta de los viajes que tiene que hacer para aposentar a
tantos peregrinos.
Dos chicos latinos se ofrecen a trabajar como camareros
voluntarios para conseguir sacar adelante la noche (“Ya hemos trabajado de
camareros antes…). También recolectan los 5 euros que cuesta el albergue y
sellan la credencial.
Creo que, por fin, hoy se me
secarán –del todo- los calcetines, y dejarán de oler “a muerto”. Hace sol, y
brisa, y hay un tendedero exterior en el albergue. La gente se ha quejado del
que han colocado sobre el cauce de un arroyo, porque en vez de secarse las
cosas, se van a humedecer más. Lo cierto es que el albergue está en una especie de meandro: ideal para el reúma...
Me tumbo un rato en la cama
- esperando que baje el calor- y me admira el compañero (no le veo la cara
porque un panel nos separa hasta medio cuerpo) que tengo al lado: una hora en
la misma posición, boca arriba con las piernas extendidas y cruzadas. Yo no
aguanto ni cinco minutos del mismo lado porque me duelen las caderas o las lumbares…
Espero que por la noche dejen de usar la maldita máquina de café, que hace un ruido
del demonio… A veces creo que deberían educar a la gente en cómo comportarse en
un albergue: hablar bajo, guardar silencio, no dar portazos, no hacer ruido…
Sobre las 18. 30 h, con el
móvil cargado y la ropa casi seca, me voy a andar “las calles en sombra” de La
Caridad. Hace 24 º C a la sombra…
En el parque María Cristina
hay sentada mucha gente mayor. Paso ante una casa abandonada, que se vende, y
un cine Europa casi borrado.
No me apetece esperar y
hacer tiempo hasta la hora, para mí tardía, de la cena, así que regreso al
albergue a comer parte de mi bocadillo de jamón en una de las mesas de madera
del exterior.
Un petirrojo delgadito se
acerca a comer una miga de pan, pero vienen dos alemanas jovencinas con un “Ya
te como” calentado en el micro-ondas, y desaparece entre la vegetación. ¡Pity…!
DÍA
4, viernes, 9 de septiembre. TAPIA DE CASARIEGO
“¡Qué alegría tan clara y luminosamente azul es la del
viajero!” (Robert Walser).
La noche ha
sido una sinfonía de ronquidos, sonido de muelles y, al final, de alarmas de
todo tipo: unas “zen”, con sonido celestial, y otras que sonaban cada cinco
minutos, para no levantarse nunca…
Salgo a las
7.45 h a desayunar donde ayer me hicieron el bocata de jamón. La salida de La
Caridad está marcada por azulejos de cemento, con la vieira en amarillo,
incrustados en la acera.
Al acabar
ésta, me quedo desconcertada porque no veo la flecha amarilla. Tras mirar por
todos lados, la distingo en un poste de la luz al otro lado de la carretera (A
Veiga y Villa Colmena). Pinto una flecha en la carretera para que no haya lugar
a dudas.
A las 8.30
h ya llevo ¡2 kilómetros! Soy una máquina…
La verdad
es que cada vecino podría hacerse responsable de la flecha o el azulejo
colocado en su valla o en las proximidades, y limpiarlo de maleza. A las pocas
señales que hay, se suma lo poco que se ven…
A las 9
h, en Valdepares, cojo el GR E-9
(sendero de largo/gran recorrido) en dirección a Tapia de Casariego. A partir
de ahora veré las señales rojas y blancas características de este sendero junto
a la flecha amarilla -pienso… ¡Pues no!
Van por separado. El GR a la playa de Monellos. El C.S. (Camino de
Santiago), a la izquierda.
Señal de
“La Caridad”, 3 kilómetros, otra vez. Y son las 9.25 h. Estos de carreteras…
A las 9.35
h en El Franco. Me deja atrás un grupo bullicioso del albergue formado por
gente joven y una pareja mayor que se ha estado entrenando para el Camino
haciéndose varias veces una vía verde junto a Marina Dór, "ciudad de vacaciones" [6 km de Oropesa a Benicàssim], en Castellón. Una de las chicas – alegre y
dicharachera-, es la que vino anoche a
preguntarme si tenía una aguja para pasarle a su novio un hilo por las
ampollas…
En Río
Porcia (se le conoce como el río de las ferrerías) huele a orines y está todo
lleno de vasos de plástico, como de botellón. ¡Y tan botellón…! En la cercana
ermita de los Remedios, el 8 de septiembre (Día de Asturias) tiene lugar “una
romería concurridísima”- leo en un panel. Además, en la arboleda, se celebra el
último sábado de agosto el festival “Noite celta”. ¡Qué pena de un espacio tan
bonito…!
Llego a
otra bifurcación y mi corazón se divide: el G.R. E-9 señala a Tapia de
Casariego por la derecha, y la flecha amarilla y la vieira hacia la izquierda…
Elijo el G.R. puesto que llega al mismo sitio
y supongo que el camino sea más “natural”. En un momento, pierdo la indicación
del sendero y pregunto a una mujer con una carretilla: esta me dice que es más
bonita la ruta de la flecha amarilla; que la otra va por el interior, así que
me vuelvo a por el Camino de Santiago.
Paro en un
ribazo a terminar el gigantesco bocadillo de jamón de La Caridad, que me ha
dado para tres veces. Mientras me solazo, me adelanta la pareja alemana que
llegó ayer a los dos últimos colchones. Son las últimas del albergue: ya me han
adelantado todos…
Un poquitín
más adelante, en la campa de una iglesia (parroquia de Campos y Salave), paro de nuevo y me siento en las
escaleras de una glorieta, entre dos liras, a dar buena cuenta de mi bocadillo
inagotable, imperecedero e inmortal de sardinas: menos mal que son de lata y
deben de estar ya amortajadas…Son las 11 h.
Enfrente,
en una explotación agrícola, leo: “Vacas, sí. Oro, no (Mina, no)”. Lo tienen
bastante claro…
Le he dicho
a un peregrino austriaco que venía en bici, que me hiciera una foto entre las
dos liras, que queda muy de Asuranceturix el bardo, pero me saca como a una
pulga. ¿Cómo se dirá zoom en austriaco…?
Uno de los
hombres que trabajan recogiendo los restos de la fiesta de ayer -supongo
(sillas de tijera, etc)-, se me acerca y me dice que es Castro, el hospitalero
de Tapia. Luego, me adelantará con su coche.
Son las 12
y 10 y aún falta… ¡otro kilómetro! Pero la primera visión a la entrada del pueblo merece la
pena: una cala hermosísima, y el albergue está… ¡junto a la bajada a la playa!…
Tras darme
un baño reparador, dejándome flotar en el mar, y hacer la colada, bajo al
puerto a buscar un lugar para comer. Allí, ¡oh sorpresa!, creo distinguir el
perfil de mi tío Álvaro. Es mi tío Álvaro, con su familia: Están en el camping
de Cadavedo y han venido a tomarse unas rabas.
Les dejo y
encuentro un menú estupendo en La Fonte: tres platos por 9 euros (una crema de
puerros, patatas a la riojana y pescado de roca). Comida hecha con amor. Les
pido su tarjeta.
En la tele
veo que ha descarrilado un tren en Porriño
(Pontevedra), que hacía el trayecto Vigo-Oporto…
Me da
envidia ver a la gente bañarse, pero no llega a tanto como para descalzarme,
como en la playa de Buelna, o ponerme el traje de baño, como en la de Colunga. Tengo ganas de llegar.
Por la tarde, compro en el
ultramarinos un par de naranjas, una caja de galletas La luarquesa para
compartir en el desayuno y un trozo de empanada.
A las 18.30 h, ya en el
albergue, se va enmarañando el cielo. Pero ¡que nos quiten lo bailao…!
Al atardecer, cada uno se
busca sus lugares: el inglés, en un banco, enfrente del albergue; la del pareo,
con su cuenco de sopa mirando al mar, sentada en el acantilado. Yo, en la acera
detrás del albergue, junto al tendedero de ropa, de cara al mar. Los más
sociales, en las mesas de madera del lado este…Cada uno busca su sitio.
DÍA
5, sábado, 10 de septiembre. FIGUERAS
“Sin andar estaría muerto” (Robert Walser).
16 º C a
las 8.15 h tras desayunar en el café Moderno (de 1936).
Encuentro
la flecha en la Avenida de Galicia…,¡claro! El viento, fuerte, me viene de
frente, así que es gallego (del oeste).
Por el G.R.
veo que voy en dirección Vegadeo (apenas hay flechas y, las que encuentro,
están casi invisibles). Cada vez que vislumbro una cuesta, digo: Por favor, por
favor, que no sea por ahí el Camino…Pero, suele ser…Los chopos están rumorosos
y oigo las hojas de los maizales que “sequean”. Hoy es un día típico de
septiembre: ventoso y fresco.
A las 9. 30
h estoy en La Penela. A las 10 h, por una perentoria necesidad fisiológica, en
Villamil, cojo el sendero G.R – que va por la costa, entre maizales- como veo
hacer a otro peregrino. Pero vuelvo a salir a la carretera tras un rodeo.
Kilómetro seis- pone.
A las 10 y
20, en Santa Gadea. Por el mar parece estar un poco tormentoso. ¡Qué cansado es
andar con el viento en contra todo el rato…!
En la playa
de Peñarronda (monumento natural desde 2002, ZEPA (nidifica el ostrero euroasiático)
y LIC (sobrevive el alhelí de mar) -leo en internet) hay muchos surfistas. Tras
atravesarla, de subida, me encuentro a la pareja de belgas – que se marchó aún
de noche- sentada en el restaurante Los parajes. La mujer me explica: “Llegamos
a las 8, y mi marido, al ver la playa, dijo: “De aquí hoy no me muevo…”.
Me gustan
mucho los palomares de esta zona, estrechitos, con ventanitas rectangulares y pirindolos
sobre las lajas del tejado de pizarra (Luego Tita, en Figueras, me sacará de mi
error: son cabazos (los hórreos gallegos). ¡Ahhhh!...A mí me recordaban, con otra forma, a los palomares de Zamora). Me he quedado prendada,
como me pasó con los depósitos de agua en Nueva York…
A las 11.
15 h un cartel me indica que el albergue de Figueras, Camino Norte, (que se
anuncia como “el último de Asturias”, a 1 km de Ribadeo -que ya es Galicia)
está tan solo a un kilómetro y medio. ¡Bien! En el tríptico que cogí el año
pasado, aparece como emblema un depósito de agua que se ve desde todas partes y
sirve como referencia, una especie de atalaya o de faro en mitad de los
maizales.
El cartel,
a solo unos metros del albergue, me abruma y encanta: taquillas, sábanas y
toallas, menú del peregrino, lavandería…No es un albergue oficial, sino un
albergue turístico de dos estrellas. Todo está tan nuevo y tan limpio…
Me ponen en
una habitación de 6 plazas en litera con baño, 15 euros. Cuando llego, veo que
solo hay una cama ocupada y que no es un peregrino (veo una maleta abierta, no
es que sea Sherlock Holmes). Después, me enteraré de que es un chico que viene
a hacer una media maratón desde San Sebastián.
Como la
comida es a partir de las 13.30 h, me ducho en un baño precioso color malva (la
única pega es que no hay mampara ni cortina, con lo cual -por cuidadosa que
seas-, se salpica. Y los chicos, no digamos. Lo dejan como un pantano…).
Luego,
salgo a pasear hacia el puerto de Figueras. Pregunto a un parroquiano sobre lo
que veo enfrente, y me confirma: Castropol, con la iglesia blanca, a la
izquierda; y Ribadeo, con una especie de campanil (es la torre de los Moreno), a la derecha.
Los
astilleros Gondán, la cofradía de pescadores y un minipuerto de barquitas y pequeños
yates configuran el puerto. Pero no desbanca a mi favorito, San Esteban de
Pravia…
En la calle
que sube del puerto, hay muchas casas en venta. El lugar no parece estar en su
momento más boyante (y, sin embargo, Jesús, el marido de Tita, me explicará en
el desayuno que los astilleros dan trabajo a unas 500 personas y tienen
trabajo para varios años).
Me dejo
llevar al albur y me doy de bruces con el palacete Peñalba, hoy un hotel de 4
estrellas, antes conocido como chalés de doña Socorro, de estilo modernista.
En el
albergue me espera un menú delicioso: unas lentejas de levitar (Tita pretendía
que me comiera una sopera entera que era como un caldero. Yo le dije que, por
favor, me trajera un plato, hondo…); pechuga
con patatas de sartén, recién fritas. Y arroz con leche, of course! Todo por 9
euros. También puede pedirse medio menú, por seis. Tita hace honor a su nombre,
el mismo que la protagonista de “Como agua para chocolate”, excelente cocinera,
de las que cocinan con amor. Eso sí: no hay que tener prisa.
Le he
dejado toda la ropa sucia que, por una vez, saldrá seca y con olor a suavizante
(lavar y secar en lavadora cuesta seis euros). Por mucho que intente hacer una
buena colada (suelo echarla al suelo con jabón mientras me ducho y luego
termino de aclararla en el lavabo), nunca queda igual que en lavadora. Así que, hoy, me doy un homenaje...
La tarde me
la paso aceporrada en un colchón estupendo (no sé si será viscoelástico, como
el de El Pito), recuperándome de los ronquidos de la noche anterior…, y
preparándome para los de esta noche (en forma de peregrino alemán).
Sólo bajo a
por un aquarius y a ver los titulares de las noticias a las 20 horas. En la
ventana, cada vez que abro los ojos, un árbol, y el cielo, gris y dorado.
DÍA 6, domingo, 11 de septiembre. DE VUELTA
DÍA 6, domingo, 11 de septiembre. DE VUELTA
“[Sea
moderado tu sueño], que el que no madruga con el sol, no goza del día”.
Jesús me pone el desayuno
antes de entrar a trabajar a las 9. Él
releva a Tita estas dos primeras horas de la mañana. Me cuenta que el albergue
era una casa de doscientos años, de la familia, y que les ha llevado tres años
rehabilitarla y ponerla en marcha. Lleva uno en funcionamiento.
A las 8 hace una mañana
gloriosa. Andando, andando, llego a una gasolinera. Aquí me han dicho que hay
que coger hacia la izquierda, donde la señal pone “área de descanso”
(lógicamente, los peatones no podemos ir a Ribadeo por la autovía…).
Desde el área de descanso,
en la autovía (vamos paralelos), leo: “Puente de los Santos 600 m”.
Sigo por delante del centro
de información y turismo, que parece abandonado, hasta llegar al puente. Están “vomitando” niebla
detrás de Castropol y en el puente la humedad es extrema. Mi padre no hubiera
podido pasar por el vértigo…
“Tiene 600 metros”- me dice
un paisano con el que me cruzo. A mí me ha parecido el doble... Además, con la
malla que nos han puesto a la derecha, es como si estuviéramos en la cárcel.
¿Acaso creen que vamos a suicidarnos cruzando la autovía…? (Es por los perros…-
me dicen luego).
Al bajar del puente, veo la
flecha hacia el albergue de Ribadeo. Para 2017…
La torre de los Moreno,
vista más de cerca, me recuerda a Praga. Entre la ría y el mar, aquí la humedad
debe de ser el doble que en cualquier otro sitio…
Como me dijo Jesús, al entrar
en Ribadeo, lo primero que se ve es la estación de autobuses. Son casi las 9 h.
Para hoy, domingo, el primer
bus Ribadeo-Santander es a las 12. 15 h. ¿Y el primer tren…? Lo cierto es que
la estación de autobuses la señalan todo el rato, pero la de tren…Menos mal que
sé, por un poste, que está donde la Guardia Civil, que aparece más. Un señor al
que pregunto, me acompaña y me deja encaminada. Hay que ir hasta la rotonda con
una barquiña de nombre “Juanín” y, de frente, 200 metros. Está como al otro
lado del pueblo. El primer tren, también diario, es a las 11.30 h. ¡Pues me voy
en tren! Llega a Oviedo a las 15. 30 h.
Para hacer tiempo, vuelvo al
centro. En turismo, me señalan las recomendaciones en el “casco histórico:
Torre de los Moreno, Ayuntamiento y la Atalaya, donde, por lo visto, hay un
ascensor. En la zona peatonal, me indican la iglesia y, fuera, el llamado barrio
indiano (las calles San Roque y Virgen del Camino).
Callejeo un poco (veo unos gigantes de hierro y una especie de mayordomo ante el Ayuntamiento que me parece que está haciendo un corte de mangas o bajando las escaleras al estilo de la película "Picnic") y, antes de
regresar a la estación, compro en la confitería La Alianza -elaboraciones artesanas-
un trozo de empanada, y una pulguita de pollo
con lechuga en un bar. Y menos mal que tuve la previsión, que si no…El billete hasta
Oviedo me cuesta 12´45 euros.
El tren es un cascajo de dos
vagones. Creo que solo vamos turistas y personas mayores que no pueden
desplazarse de otro modo, o que van cerca. Atrás hay un baño con una fuga de
agua que cae sobre el lavabo. Es un tren considerado de media distancia (tarda
4 horas hasta Oviedo…), pero no lleva ni una máquina de bebidas o con algún
aperitivo de emergencia.
A mi izquierda, viaja un francés que mira constantemente el móvil e intenta comunicarse con el revisor. Éste me cuenta luego que va con el traductor de google y que no habla ni inglés ni español. Por lo visto, quiere enterarse de cómo llegar a Unquera y qué tiene que hacer al llegar a Oviedo.
¡No me puedo creer que en la era de las telecomunicaciones, en los trenes, sigamos con señales de humo...! Al parecer, a las 15. 35 h sale un tren de Oviedo a Santander (el nuestro debería llegar a Oviedo a las 15. 30 h), pero hasta que llegue, no se sabe si será este mismo el que viaje a Santander, o el otro espera, o hay que tirar las mochilas de andén a andén...Vamos, de locos, el sinsentido más total. Yo, le digo al revisor si no es posible saberlo antes, para estar preparados...
El francés, debe de llevar viajando tropecientas horas. Viene sin comida y va a llegar a Unquera a las 18 h, "Y hasta las 9 no me dan de cenar...". Entre chapurreamientos varios, me entero de que es de Burdeos y ha cogido el tren en Viveiro, una hora antes que yo. Viaja con la bici y he creído entenderle que su mujer murió hace 18 años y que, desde entonces, va siempre unos días a Viveiro, pero no estoy segura...
Hasta Oviedo, la gente viaja con sus perros (por lo visto, en el tren, han de ir con bozal) y maletas que pesan un quintal. Luego, seremos cuatro gatos.
Después de Cudillero (el maquinista y el interventor han bajado a comunicarse con quien corresponda), nos informan de que el mismo tren viajará a Santander. Así que no tenemos que bajarnos deprisa y corriendo, en Oviedo, para cambiarnos. Son otras tres horas y media de viaje, así que ahora, el recorrido, se ha transformado en uno de larga distancia. Siete horas y media: como de Praga a Budapest o, hace años, de Santander a Madrid.
A las 15. 30 h, el hambre acucia. Menos mal que el francés no se ha bajado a coger algo de la máquina en la estación de Oviedo (ha barajado la posibilidad). Se hubiera quedado. De repente, recuerdo que, en la mochila, junto al limón de la señora Elena, llevo las dos naranjas que compré en Tapia. Las comparto con el francés, y decido (es una emergencia), abrir también el paquete de galletas La luarquesa que llevaba a casa de regalo. ¡Qué manjar!
En Lieres, me fijo en que los sensores del tren están como unas maracas; en un vagón, pone: "temperatura exterior, 37 º C" y, en el otro, "27 º C". El pobre francés se está haciendo un lío con los nombres de los pueblos: Llames y Llanes, Pendueles y Pintueles. No deja de mirar su mapa y me dice que ya falta muy poco. Incluso se levanta a preparar su bici. Yo le digo que aún le quedan más de dos horas...
Pasadas las 19 h, llego a la estación de La Acebosa, en San Vicente de la Barquera. Mi madre se queda estupefacta viéndome llegar en un tren que parece del oeste.
Pero, ¡qué viaje tan bonito!. Por favor, por favor, ¡viajad en tren! Que si no van a quitarlos todos. Y, a mí, ¡me encanta viajar en vía estrecha...!
http://www.eldiariomontanes.es/cantabria/201609/14/renfe-reconoce-problema-endemico-20160914181222.html. El problema de los trenes en Cantabria es “endémico”.
P.S. 2. Me he gastado 300 euros en
estos 7 días, incluidos los billetes de ida y vuelta (52 euros) y mini-regalos (que
no pesan ni abultan), 40 euros.
¡No me puedo creer que en la era de las telecomunicaciones, en los trenes, sigamos con señales de humo...! Al parecer, a las 15. 35 h sale un tren de Oviedo a Santander (el nuestro debería llegar a Oviedo a las 15. 30 h), pero hasta que llegue, no se sabe si será este mismo el que viaje a Santander, o el otro espera, o hay que tirar las mochilas de andén a andén...Vamos, de locos, el sinsentido más total. Yo, le digo al revisor si no es posible saberlo antes, para estar preparados...
El francés, debe de llevar viajando tropecientas horas. Viene sin comida y va a llegar a Unquera a las 18 h, "Y hasta las 9 no me dan de cenar...". Entre chapurreamientos varios, me entero de que es de Burdeos y ha cogido el tren en Viveiro, una hora antes que yo. Viaja con la bici y he creído entenderle que su mujer murió hace 18 años y que, desde entonces, va siempre unos días a Viveiro, pero no estoy segura...
Hasta Oviedo, la gente viaja con sus perros (por lo visto, en el tren, han de ir con bozal) y maletas que pesan un quintal. Luego, seremos cuatro gatos.
Después de Cudillero (el maquinista y el interventor han bajado a comunicarse con quien corresponda), nos informan de que el mismo tren viajará a Santander. Así que no tenemos que bajarnos deprisa y corriendo, en Oviedo, para cambiarnos. Son otras tres horas y media de viaje, así que ahora, el recorrido, se ha transformado en uno de larga distancia. Siete horas y media: como de Praga a Budapest o, hace años, de Santander a Madrid.
A las 15. 30 h, el hambre acucia. Menos mal que el francés no se ha bajado a coger algo de la máquina en la estación de Oviedo (ha barajado la posibilidad). Se hubiera quedado. De repente, recuerdo que, en la mochila, junto al limón de la señora Elena, llevo las dos naranjas que compré en Tapia. Las comparto con el francés, y decido (es una emergencia), abrir también el paquete de galletas La luarquesa que llevaba a casa de regalo. ¡Qué manjar!
En Lieres, me fijo en que los sensores del tren están como unas maracas; en un vagón, pone: "temperatura exterior, 37 º C" y, en el otro, "27 º C". El pobre francés se está haciendo un lío con los nombres de los pueblos: Llames y Llanes, Pendueles y Pintueles. No deja de mirar su mapa y me dice que ya falta muy poco. Incluso se levanta a preparar su bici. Yo le digo que aún le quedan más de dos horas...
Pasadas las 19 h, llego a la estación de La Acebosa, en San Vicente de la Barquera. Mi madre se queda estupefacta viéndome llegar en un tren que parece del oeste.
Pero, ¡qué viaje tan bonito!. Por favor, por favor, ¡viajad en tren! Que si no van a quitarlos todos. Y, a mí, ¡me encanta viajar en vía estrecha...!
http://www.eldiariomontanes.es/cantabria/201609/14/renfe-reconoce-problema-endemico-20160914181222.html. El problema de los trenes en Cantabria es “endémico”.
http://ficcionesdeloreal.blogspot.com.es/2014/12/diario-de-una-viajera-en-tren-de.html. DIARIO DE UNA VIAJERA EN TREN DE CERCANÍAS I.
http://ficcionesdeloreal.blogspot.com.es/2015/04/diario-de-una-viajera-en-tren-de.html. DIARIO DE UNA VIAJERA EN TREN DE CERCANÍAS II.
http://ficcionesdeloreal.blogspot.com.es/2015/07/diario-de-una-viajera-en-tren-de.html. DIARIO DE UNA VIAJERA EN TREN DE CERCANÍAS III.
P.S.1. De este año, me quedo con los maizales, los cabazos y la playa de Tapia.
P.S. 3. He hecho 51 kilómetros
en 5 días (13 el día que más y 8 el que menos), a una media de 10 kilómetros/día.
Bárbaro Aidaaa !! larga vida al Camino :) Muuchos besos
ResponderEliminarHola, me ha encantado la lectura, me recuerda el libro "Carta de Asturias"de Hugh Thomas, me gustan sobremanera los detalles, como el de la pancarta de Navia, dado que conozco a la persona que la colocó y me ha hecho sonreir. Por cierto, el niño Hugo no se ahogó en la playa de Navia, sino en la de Frejulfe, que pertenece a Navia y está a cuatro kilómetros entre Navia y Puerto de Vega. Un saludo.
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