viernes, 29 de diciembre de 2017

RELATO DE NAVIDAD. TRAJES DE PAPEL


Fue antes de que muriera mi abuelo, así que yo debía de tener menos de diez años.

Por Navidad, solíamos ir a Madrid en el 600, atravesando  el puerto  del  Escudo y Somosierra, donde recuerdo que el dueño del restaurante tenía alguna clase de animal en una vitrina.

Yo, todos los años, comenzaba un cuaderno donde apuntaba cada pueblo por el que pasábamos, que siempre tenía los mismos huecos, donde había caído rendida. Aún me sé los primeros: La Montaña, Las Presillas, Vargas, Puente Viesgo, Aes…

Aquella Navidad, de niña, fue la más divertida: A las chicas nos hicieron vestidos de papel Pinocho, y recuerdo una locura de persecuciones y risas,  por el pasillo y el salón del piso del Parque de las Avenidas.

La noche terminó con mi tía Sonia, un año menor que yo, roncando frente a la tele dentro de su traje de papel.

[Publicado en el Blog “Esta noche te cuento”. www.estanochetecuento.blogspot.com ]

lunes, 18 de diciembre de 2017

RELATOS DEL ASILO (2). VITORINA, UNA ASTURIANA CON APELLIDO FRANCÉS

Vitorina es menuda, tiene sólo dos dientes y lleva escrito el nombre en el bastón para que no se lo confundan.

En su bolso, que es como una gran despensa, lleva las medicinas de diario: inhaladores para los bronquios, termalgín para el dolor de cabeza y tranquilizantes, además de cacao para los labios, que tiene malos.

De la cartera, abultada -ja, si se creen que llevo dinero- saca sus únicas tres fotos: una suya, ya viuda, a los cincuenta y tantos años, vestida de negro ante el nicho de su marido, que murió de resultas de trabajar toda su vida en una tejera con cal. Otra, a los 22, una moza bien lozana con la cara redonda. Y la primera, en color, recortada y llena de picos, donde sólo aparece la enfermera de su planta. “Las demás salieron muy mal”.

Aunque dice que el médico le ha ordenado no hablar para que no se canse y no quedarse afónica, no puede evitar hacerlo de su vida: asturiana, casada con uno de Cabezón y, sobre todo, que ella está allí “provisional” porque tres hombres la sacaron de su casa con goteras (otras compañeras me confiesan luego que la sacaron los vecinos casi a rastras de entre los escombros). En el bolsillo de la chaqueta lleva un recorte de una inmobiliaria con foto: una especie de cabaña de madera prefabricada con un bosque detrás y verde delante. “La llevo porque se parece a la mía. Allí dejé tres perros, un gato, el huerto y un jardín donde había rosales, malvas y un saúco. Los echo mucho de menos...”.


En su habitación, poco hogareña, quizá por su sentido de que ella está allí de paso (aunque lleva más de un año), todo es sobrio: dos muñecas; una, de plástico, sobre la cama, regalo del asilo, y otra, con cara de antigua,  en la mesilla de noche; una mesa camilla trastabillante, dos cojines desgastados sobre el sillón y tres ramitas de romero en un botellín con agua turbia: “el agua podrida le proporciona abono; por eso no se muere…”. Las cortó del jardín, a escondidas, porque dice que no se puede.

En el armario, pocas cosas suyas y muchas regalo del asilo: vestidos amplios, zapatos grandes... Pero ella es muy apañada y se hace arreglos. Aunque hay vestidos que no se ha puesto nunca. En una caja de cartón, su kit de belleza: un tubo de nivea, callicida para los pies y brillantina para el pelo.

-Pero, a ver, Vitorina, ¿dónde está esa cinta  que le gusta tanto? En el salón, me ha tarareado  una canción -que no recuerdo, pero estoy segura de que no era de Machín -el cantante, según ella, de su única cinta. “Pero mi preferido es Manolo Escobar. Tiene unas letras...”. Y me recita una estrofa.

Vitorina es sabia: “Si tienes una discusión con tu marido, lo mejor es callarte. Luego, un día que esté de buenas, le dices lo que piensas”. También me aconseja que me busque un novio que sea, sobre todo, bueno: “Un marino no, que esos tienen una mujer en cada puerto. Para eso, mejor un aviador, y si no, un mecánico, que esté siempre cerca de ti para quererte “.

Después de tomar un kas de limón y de reírse como una niña con las ilustraciones de “Ratón Pérez”, me despido de ella recordándole que otro día me tiene que enseñar el jardín y la familia de gatos que se aloja en una cesta.

“¡Acuérdate!, asturiana y con apellido francés!...” -me grita desde la puerta.


viernes, 8 de diciembre de 2017

PASEOS DE OTOÑO, EN TREN. Lo que me quedó por ver. HERAS

En otoño de 2014 inicié mi diario anual de octubre a junio, el curso escolar, sobre Viajes en tren de cercanías a lo ancho y largo de Cantabria. Le siguió, el curso siguiente, el Diario de viajes en autobús, en el que llegaba en transporte público por carretera a los sitios donde no era posible por ferrocarril.





Pero me quedaron sitios y paradas intermedias por ver: de ahí, la elección para este otoño de esos viajes que se quedaron sin hacer y de esos pueblos que se quedaron sin reseñar. ¡Felices jornadas!

HERAS, donde se hace el pan del “Machi”

Martes, 5 de diciembre de 2017

8.10 h. Frío, cielo despejado y gaviotas graznando en mi calle. Hoy vuelvo a mis paseos de otoño.

¡Se me han olvidado los guantes!...6 grados en Santander.

En la estación, como siempre, al poner la vía en los rótulos, sale automáticamente: “en andén” y, como siempre, el tren no está…

Un joven se ha saltado la valla y nadie de seguridad se ha dado cuenta. Los demás, hacemos como que no hemos visto nada.

El trasero se me ha congelado el breve minuto que he permanecido sentada. Espero no coger cistitis…

Antes, en la cafetería de RENFE, he tomado un café y un sándwich vegetal que se veía fresco y recién hecho tras los cristales.

Saliendo de Santander, aún se ve la luna, casi llena, sobre las casas de Valdecilla. ¡También he olvidado el abanico…!

De repente, el tren se pone a vibrar como si le hubieran dado una descarga eléctrica. Me levanto porque, sentada, me resulta muy molesta la reverberación.

En Valle Real la niebla  flota sobre los campos.

Llegando a Astillero, ocurre de nuevo: siento como si me estuvieran electrocutando. Miro a la gente alrededor a ver si también se revuelven incómodos, pero a ellos debe de parecerles que atravesamos un plácido lago…

Por fin, la recta de Heras: naves y más naves...

Al salir de la estación, tiro hacia la derecha, como veo hacer a un chico y una chica. El ruido de la autovía se me hace ensordecedor. Enseguida veo la silueta del instituto de Heras. El IES La Granja está frente al moderno tanatorio. ¡En algún lugar tendrían que ponerlo…! En la carretera, un grupo de cinco o seis chicos hacen pellas, o están a la espera de la siguiente clase…El suelo está un poco helado y hago aquaplaning.


En vez de ir hacia la autovía, y al pueblo de Heras, decido coger a la derecha la desviación al barrio La Estación. En la distancia, las montañas nevadas. Un mirlo viene a posarse  en un cable de la luz ante mis narices: le saco un perfil divino. Me sigue o parece que quiera indicarme algo; vuela sobre el cementerio hacia un ciprés del muro.


Aún hay muchas zonas en sombra donde la helada y la escarcha permanecen. ¿Me saldrán sabañones en los dedos…?


Aunque hay varios chalés más modernos y nuevos, me seduce una casa despintada en colores blanco, verde y ladrillo.


A las 9 y 35 he llegado a la estación de nuevo tras hacer un circuito circular. Creo que para ir a Heras pueblo tengo que coger la indicación hacia la autovía. Al cruzar el puente sobre la autopista, veo un gran parking a la izquierda frente a las naves de (transportes) Margutsa.


Estoy en el barrio La Sota. Me llego a la iglesia de San Miguel. Junto a ella el edificio escuela al que asistió en 1862-1863 el niño Ramón Pelayo, luego marqués de Valdecilla.


A un hombre que pasa con un pan debajo del brazo le pregunto dónde está la panadería (no he olvidado que mi objetivo es descubrir el lugar donde hacen el pan tan rico que desayuno a veces en “El Machi”). Es la casa amarilla a la derecha de la iglesia. “No pone nada”- me dice. Sí, son ellos (la panadería artesana y familiar Gómez Pan. https://www.gomezpan.es/) -me confirma la mujer a la que compro un delicioso pan de centeno con pasas, recién horneado. Me dice que venden su pan en varios sitios en Santander y que en la plaza de la Esperanza están restaurando su puesto. ¡Bien!


Luego, para ir al baño, me pido un cortado en el café La Plaza. Es un sitio nuevo con unos servicios amplios, muy limpios.

Solo me queda ya ver la torre de Alvarado (de las sugerencias del poste magenta), cruzando la carretera general. Está en venta. La vende Solvia.es. Dándole la vuelta, tiene adosado un pegote (la casa, supongo); pero el escudo en la parte frontal es maravilloso: un guerrero parece esconderse tras el escudo, que contiene cuatro flores de lis y dos hombres barbados frente a frente (en casa, un libro de Carmen González Echegaray, me ilustra: las cabezas afrontadas son, en realidad, un moro y un cristiano. Y el lema, Jus est in Armas, significa "la Justicia está en las armas"...Pues vaya. Cómo se las gastaban en el siglo XVI).



De camino al tren, veo un estornino entre los caquis. A mí me parece un fruto de lo más insípido, ¿o es la chirimoya la que solo me sabe dulce…?


Al final, cojo el atajo lleno de musgo que antes pensé terminaba en un paso para animales. 


El tren llega puntual a las 11.21 h. Y a las 11.45 h estoy en Santander...con mi pan...




sábado, 25 de noviembre de 2017

A VALENCIA, EN TREN. XII CONGRESO NACIONAL DE PERIODISMO AMBIENTAL


Nunca antes he estado en Valencia. Y voy a cumplir los 56... El XII Congreso de Periodismo Ambiental era una oportunidad y, como no me gusta viajar en avión (a no ser que sea estrictamente necesario), decidí sacar el billete de tren por internet (me salió en forma de dos billetes con parada y trasbordo de una media hora en Puerta de Atocha, Madrid).

EL RELATO

Santander, martes, 14 de noviembre de 2017

En el taxi, llego a las 6.35 h, media hora antes. Soy una puntual compulsiva.

Apenas hay nadie en la sala de espera. Me siento en un banco de metal, y me levanto escopeteada para poner el plástico con el papeleo debajo, no sea que coja una cistitis. ¿Quién diseñará los bancos, y en quiénes pensará…? ¿Se habrá sentado alguna vez en uno…?

La gente se pone en cola ipso facto. Yo, por no esperar 20 minutos de pie…Si el asiento está reservado…Algunos llevan unos pedazos de maletas…

Hoy han abierto el checking point pronto: a las 6.45 h ya estoy sentada en mi sitio. Delante, tengo una cantidad de loros…: “Las pastillas, en el bolso siempre…”, “No seas antigua…Deja las maletas detrás…”, …

Con los auriculares voy oyendo ópera.

Primera vez en AVE Madrid-Valencia

El espacio para las piernas es menor que en el ALVIA y la rejilla del asiento delantero es rígida y no me cabe el botellín de agua. Hasta el hilo musical es peor… ¡Pues vaya con el AVE…!

A mi lado, uno que tiene “furor selfi”: saca todo lo viviente; incluso vídeo…

Vamos tan rápido que echo de menos llevar cinturón de seguridad: 235 km/h, 292 km/h, ¡301 km/h! No quiero pensar en las miguitas que quedarían si   nos damos un leñazo.

Por la media ventana que ha dejado al paisaje el de delante, veo un rebaño pastando. El campo, un secarral.

Valencia es una llanura sembrada de todo.

VALENCIA, estación Joaquín Sorolla

Antes de salir de la estación pregunto en la oficina de turismo por la tarjeta transporte de tres días (la T3). Ellos no la tienen pero me indican que puedo conseguirla en estancos y quioscos.

En las afueras, un autobús gratuito te transporta a la estación del norte, más céntrica, cada diez minutos. A mí me queda a unos pocos metros de mi hotel, cerca de la plaza del Ayuntamiento, centro-centro.

Tras dejar las cosas y comer algo, decido emplear las últimas horas de luz en callejear, “dejándome llevar” por la ciudad. Me quedo extasiada con los edificios (cómo es el Banco de Valencia o el Museo Nacional de Cerámica, con una escultura que se sale de la puerta…).


Otra cosa que me llama la atención son las aceras; ¿pues no las sacan brillo y las pulen como si fuera el suelo de un edificio público…?


También hay momentos en que me siento extraña: ¿estoy en la calzada o en una zona peatonal…? Al cabo del tiempo y de procesar las imágenes, me doy cuenta de que no hay bordillos, y de que acera y carretera están al mismo nivel. ¡Era eso…!

Veo muchas acacias en las calles y en la plaza de la Reina todo el mundo, muchos extranjeros, como caracoles, aprovechan el último rayo de sol mirándolo de cara.


Pensaba que el clima mediterráneo era más tibio y templado pero, a las cuatro y media, ya hay muchas calles sombreadas y braseros encendidos en las terrazas de varios cafés. Me alegro de haber salido con mi “manta zamorana…”.

En muchos momentos no sé dónde estoy; tengo un plano poco detallado, pero a posteriori, consigo identificar la Lonja y sus gárgolas, frente al Mercado Central, escoltado por una “tribu” de cotorras; la calle de la Paz y…, nada más.

Me quedo con pena de no haber recorrido al menos uno de los 9 kilómetros del Jardín del Turia, en el antiguo cauce del río, desviado hace años. Un buen motivo para hacer una segunda visita…

Valencia, miércoles 15. Primer día de Congreso

9 grados centígrados a las 8.15 h. Día magnífico. Utilizo por primera vez mi tarjeta T3 (me ha costado 11´70 euros en un quiosco) para llegar al Oceanográfico en el bus número 35. El conductor me dice que la parada que me queda más cerca es Profesor…, ¿o era escultor…? Bueno, veo enfrente las costillas de un edificio majestuoso, y cerca, el Centro Comercial El Saler, que me servirán como referencia.


Ahora he de buscar el Auditorio Mar Rojo, andando. No sé por dónde demonios se entra. Esto está más solo que la una. Solo las cotorras circulan de un lado a otro, parloteando. Por fin, veo un poste vertical: L´Oceanográfic, 10 minutos. ¡Menos mal!


MIS CONCLUSIONES DEL PRIMER DÍA. Cosas que se han dicho en el Congreso “Cambio climático, la noticia más urgente”


El cambio climático es un feroz enemigo de la sostenibilidad.

El cambio climático no se refleja ni en la agenda política ni en la mediática. Hay falta de liderazgo.

Hay que movilizar a la sociedad y a la clase política. Comunicar para movilizar y dar esperanza. Nada moviliza más que las buenas noticias.

Hay que hablar de soluciones y de quiénes son los responsables. Identificar, señalar, combatir y desmontar los “micronegacionismos”.

Los periodistas quizá podamos, y debamos, por una vez, ser más activistas en este tema, y tomar partido.

El periodista debe educar (la información sola no es suficiente) al público sobre el cambio climático: con una perspectiva grande; evaluando tendencias de una manera crítica y dando contexto, contextualizando. Hay que vincularlo con la vida cotidiana: “A la gente no le importa el clima: le importan las cosas”, y buscar referentes cercanos.

Las redes sociales hoy son fundamentales.

La información ambiental cada vez está más esponsorizada. Los suplementos ambientales no salen si no hay publicidad.

El cambio climático no es SOLO energía y transporte.

El cambio climático interactúa con otros factores como el de los usos del territorio, el cambio de usos del territorio.

Hay que hablar de cambio GLOBAL y no tanto de cambio climático. El cambio global incluye más cosas que el cambio climático: por ejemplo, la pérdida de biodiversidad. Necesitamos muchas especies y muchas interacciones para mantener la funcionalidad y los servicios ecosistémicos. La naturaleza  funciona por “equipos”. Habrá nuevas relaciones e interacciones entre las especies.

MIS CONCLUSIONES DEL SEGUNDO DÍA DE CONGRESO

En las migraciones hay multicausalidad. El IPCC (Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático) reconoce la naturaleza multicausal de las migraciones inducidas por el clima y la influencia específica de los factores socioeconómicos (incremento de la vulnerabilidad y la desigualdad social).

El cambio climático es un problema social, no ambiental. Solo con personas protegidas podremos proteger el medio ambiente. Justicia social como respuesta.

La agricultura puede resolver muchos de los problemas. Solo un pequeño porcentaje de la tierra es cultivable y, de ella, el 70 % se emplea para producir piensos y alimentar el ganado (producir un tomate cuesta 17 litros de agua. Conseguir una hamburguesa necesita ¡2.500! litros de agua). Hay que producir y consumir de una manera diferente. Si el desperdicio alimentario fuera un país, sería el tercero del mundo, tras China y Estados Unidos, en producción de emisiones.

Tenemos el conocimiento y la tecnología. Sin periodistas, sin científicos, sin expertos, no se puede divulgar nada. Hay que trabajar con amor y con autenticidad; transmitir verdad y mostrar la belleza en vez de la catástrofe.

El cambio climático es la noticia más importante: una cuestión de Estado, de agenda. Y sin embargo,  en una posible reforma de la Constitución española, no se habla del derecho al medio ambiente, a un patrimonio natural a salvo...
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Relato paralelo: mi flujo de conciencia

Me estoy CON-GE-LAN-DO… No sé si es el efecto “pecera”. De vez en cuando, pasa un tiburón pequeño, que debe de estar mareado de ir de pantalla a pantalla. Me despista ver peces y un buzo que, con un trapo blanco, quiere dejar aún más transparente el cristal del acuario. Es tan minucioso que incluso aplica la uña de su dedo índice para despegar una mota reacia de cuando en cuando. Me desconcentra…



VISITAS EL VIERNES 17

Explotación ecológica y kilómetro 0 “Terra i Xufa”, en Alboraya

Enric Navarro, ingeniero agrónomo y agricultor ecológico de la Associació Per l´Horta, que intervino en la mesa redonda “Alimentación y cambio climático”, será nuestro cicerone.


La localidad de Alboraya está a 4 kilómetros de Valencia en la comarca de la Huerta Norte, cuna de la horchata.

La chufa, un tubérculo (como la patata), se siembra en marzo-abril y se cosecha a partir de noviembre. Cuando el tallo se agosta y se seca sobre la tierra, es el momento. Hay quien quema esta “hierba seca” para que no se enrede en las máquinas cosechadoras.  A continuación, se seca el fruto para que pierda la humedad.


Enric nos explica que las chufas de Níger o Mali no sirven para hacer horchata artesana porque no siguen ese proceso de secado y el líquido queda como un jarabe de patata.

La horchata es una leche vegetal que puede ser, y es, en otros países, de almendra, de cacahuete, de arroz…Necesita una cierta cantidad de azúcar (100 gramos por litro) y, según la reglamentación técnico sanitaria española, la artesana solo puede llevar chufa, agua y azúcar, y canela y limón como aliño (nunca caseína).

En la actualidad, hay en la comunidad valenciana 300 Ha (1 Ha es como un campo de fútbol) dedicadas a la chufa. En la Huerta, 19 pueblos con denominación de origen (Chufa de Valencia, desde 1995), aparte de Valencia capital.

La chufa necesita suelos arenosos bien abonados (ellos usan estiércol de oveja de Teruel) y también puede emplearse gallinaza de gallinas que anden por el suelo o abono de vaquerías con ganado extensivo.

El mercado regulador de lo ecológico está en Perpiñán, Francia. “Si cosechamos hoy, mañana puede estar en Perpiñán, y en otro día más, en Frankfurt”- dice Enric.

Navarro posee 5 Ha, que llegan a 8 con las del tío Juan -que se ha pasado a lo ecológico con más de 80 años-, y su sobrino. En tiempos, una familia podía vivir con una extensión de entre 1 y 2 Ha.

Ellos plantan las chufas secas del año anterior. “Antes, un año de cada tres, se ponía chufa en los campos. Ahora, uno de cada dos. Y se producen patologías…”. De todas formas, la chufa solo tiene una plaga, la Bactra bactrana, un lepidóptero (una polilla nocturna).

En el lavadero


Aquí se lavan unos dos millones de kilos por temporada (hay 6 lavaderos). Cada partida tiene tres mil kilos y la cosecha de cada agricultor va por su carril, para no mezclarse. Se secan y luego se separan por tamaños (las que están malas, flotan y quedan aparte).


Enric se despide comentándonos que en Corea o Japón la chufa se considera un “superalimento”, por su alto contenido en fibra, ser fuente de magnesio o un alimento saciante. Y que el aceite de chufa se utiliza en cosmética. Y demuestra su confianza en que el territorio se convierta pronto en un “parque agrario” autogestionado por los propios agricultores de La Huerta.


Centro de Investigación Agronómica (CIAM) de Montserrat

A continuación, vamos al Centro de Investigación e Innovación Agronómica Montserrat, a 20 kilómetros de Valencia.

Su objetivo es mejorar lo que se está haciendo hoy en agricultura: se experimenta con diferentes formas de riego, nuevas variedades, biocidas, germinados…Es un centro de I+D agrícola en donde se busca la mejora continua y procesos y métodos de cultivo más eficientes y sostenibles.

Su responsable, Vicent Máñez, técnico de innovación agrícola,  nos enseña los 190 metros de invernadero lleno de brotes Baby Leaf (sus diferentes cortes son los que vienen en bolsas de ensalada listas para consumir). Las instalaciones pertenecen al Grupo Alimentario Citrus (GAC), proveedor de Mercadona (por ejemplo, con los productos frescos Verdifresh).


“Las mejores semillas son holandesas”- nos confiesa Vicent. Pero la maquinaria es italiana; la turba, de Lituania…Siempre en busca de lo mejor en cada campo. Cada dos-tres años se sacan nuevas variedades (por hibridación) al mercado. En ellas, se busca resistencia (a las plagas), un determinado color (más apreciado por el consumidor), palatabilidad y que dé producción, que sea rentable. “En invierno, cada planta de lechuga, permite hasta 6 cortes”.

El cultivo hidropónico de brotes de lechuga es otro de los experimentos actuales. “Se necesita un 80 % menos de agua que en campo abierto”, pero tiene más consumo energético (necesita luz led para hacer la fotosíntesis). También el sabor es algo más débil y la textura de la hoja menos rígida.

Tras la visita, nos vamos a casa felices con varios envases de los llamados microgreens (kale, brócoli, rabanito o mostaza, sin cortar ni procesar, en maceta).

http://www.levante-emv.com/economia/2017/12/06/grupo-alimentario-citrus-invertira-1/1650996.html.


sábado, 11 de noviembre de 2017

RELATOS DEL ASILO (1). OBDULIA, LA BEATITUD

No he conocido nunca a nadie más “bondadoso”, que diría su antigua patrona. Su cara irradia tal sosiego que desarma y te da ganas de darle besos a todas horas. Además, huele tan bien...


Yo la conocí de pequeña. Entonces, en las meriendas, nos untaba con mantequilla, a pares, un montón de galletas María Fontaneda. Luego, le perdí la pista durante muchos años para encontrármela aquí, en la Residencia, con 99, y más feliz de vivir que nada- aunque expresado de forma pacífica y no ruidosa como doña Terremoto.

Toda esa tranquilidad, esa beatitud, se le refleja en la cara, y en la sonrisa. Así, cuando le dijeron que le podían operar de cataratas a su edad, dijo: ¡adelante! Y se preparó para ver mejor que en muchos años.

Por las tardes, no perdona su cafetito -acompañado de galletas o un bollo- en la cafetería del asilo. Me lo paga el señor -dice agradecida, y orgullosa, para quien quiera oírlo.

Eso sí: andar, lo que se dice andar, no anda nada. ¿Pues no llevaba allí más de un año y en un paseo la llevé yo a conocer la biblioteca, a tan sólo 50 metros de la sala común…? Por eso, la riñen y la acusan el resto de las residentes: “Ella y Julia no andan nada. Son las que menos andan de la Residencia...”.

Pero Obdulia está orgullosa de otras cosas, como de constar como una de las más viejas en la cartulina del corcho, o de aparecer en las fotos que han hecho para la revista del asilo. “Y el otro día salí en Vegavisión”- me cuenta.

Obdulia, a pesar de su edad, es aún muy coqueta. No se pinta, pero como tiene buen color y es de cara redonda, queda resultona aunque no se haga nada; sin embargo, el otro día, que iba a venir su sobrino para llevarla a Roiz, se fue después de comer a la peluquería a ponerse toda pinturera para la ocasión.

Es consciente de que el cariño hay que merecerlo: ¡Hay que ganárselo!- me dice, con mucha clarividencia. En ella se cumple a la perfección la máxima de que uno recoge en la vida lo que siembra. Obdulia sembró atenciones y ahora le devuelven besos a manta.

La existencia se compone de pequeños placeres: ella disfruta como una chiquilla comiendo gusanitos y patatas fritas. O chupando caramelos que le dejan en los bolsillos. A la tensión y a la diabetes, ¡que les den!

Sin embargo,  en su corazón guarda quién no le ha ido a ver todavía: “Dice que no tiene tiempo. Pero, ¿me va a decir que no saca diez minutos para venir a darme un beso...?". Y sigue esperando...

¿Tú crees que llegaré a los 100…? -me pregunta cuando apenas quedan cinco días para que sea santa Obdulia. ¡Ojalá estuviera yo igual cuando cumpla setenta! - le contesto.

Así, entre meriendas, pequeños paseos, grandes siestas (“me han dicho que después de comer, como se me hinchan las piernas, ponga los pies un poco en alto”), conversaciones telefónicas y visitas, se pasa el tiempo. Ya no queda nada para que sea centenaria y le preparen una gran fiesta. La verdad es que se lo merece...




sábado, 28 de octubre de 2017

CUENTOS AMBIENTALES: La maldición de los estorninos

(Para Mario)

Nosotros, los estorninos, vivíamos en los árboles del bulevar. Cada mañana, al amanecer, salíamos a aprovisionarnos de alimento. Y cada día, al atardecer, volvíamos en bandadas a los plátanos de la alameda para dormir.

Pero, con la llegada del otoño, la gente empezó a protestar del ruido que hacíamos y de nuestras defecaciones sobre bancos y coches.

Primero, trataron de ahuyentarnos con una especie de matracas. Nosotros, casi cabeceando de sueño, levantábamos un poco el vuelo, pero como era de noche, ¿a dónde íbamos a ir…?

Luego, empezaron a pasar con un casete en el que tenían grabados unos sonidos horrísonos como de un pájaro enorme. Todos nos revolvíamos, desasosegados; pero, otra vez, ¿qué íbamos a hacer si no tenemos ojos de gato…?

Más tarde, como cada año, comenzó la poda y la lucha por un lugar donde dormir entre las hojas de los pocos árboles que iban quedando. Cada día, al ponerse el sol, regresábamos en grupos, preparados para disputarnos el puesto con los que antes eran colegas de árbol.

El griterío era inmenso. Parecía el patio de una corrala o una discusión de fútbol:

-       Que esta es mi rama...
-       Pero yo he llegado antes...

Los picotazos y aletazos eran constantes. Al final, unos tenían que ceder e irse a dormir a otros árboles de hoja perenne, aunque no fueran sus favoritos.

Esto sucedía así, un año tras otro. A veces éramos noticia en los periódicos o en la tele y todos se empeñaban en buscar el mejor método de desterrarnos; aunque el problema solo se trasladaba a otro lugar.

Un día, apareció un primo lejano de la isla de Mull, en Escocia. Le habían enviado sus padres de visita. Cuando vio toda la parafernalia, nos dijo: “¿Y os gusta vivir así? En Mull tenemos todo el sitio del mundo y nadie nos molesta”.


                                                     Ilustración de Sonia Piñeiro
                                                              http://soniapineiroambrosio.blogspot.com.es


-       Háblanos más de tu isla -le suplicamos.

-      Well! En Mull ha disminuido mucho la población y, además, hace bastante viento, así que a los humanos, excepto a algunos locos que se echan al monte con unos prismáticos, no les gusta mucho habitar las granjas de antaño. Entonces, todo el paisaje, las playas, las montañas, son para nosotros, los estorninos pintos. Nos gusta ver a las vacas pasear por la playa, e incluso admitimos que algún viajero solitario nos estudie con sus anteojos de larga distancia. Pero no hay algarabías ni peleas entre familias. Y nadie nos persigue.

- ¡Qué envidia! -suspiramos nosotros.

- Sí, pero en otros lugares puede ser aún peor. Mi padre me contó que a mi abuelo le persiguieron en Túnez por picotear los higos, y mi abuela griega sufrió las iras de los campesinos debido a sus antojos de aceitunas. Así que no os quejéis tanto. Por lo que me decís, podéis trasladaros a las palmeras cuando podan en otoño, estar calientes con la contaminación de la ciudad y alimentaros de los insectos  y otros invertebrados entre la hierba de los parques y jardines municipales. Además, las vistas que tenéis desde las antenas de televisión o las grúas, son magníficas.

- Nunca lo habíamos pensado así. Si sólo los humanos nos dejaran dormir en paz...