domingo, 23 de abril de 2017

DE SAN VICENTE DE LA BARQUERA A SANTO TORIBIO. EL CAMINO LEBANIEGO. I ETAPA EN 2013, HASTA MUÑORRODERO

Yo, de hacerlo, lo empezaré en Muñorrodero porque hasta ahí llegué (en 2013) en el Camino del Norte. Y luego, para abajo, hasta Santo Toribio.


Martes, 3 de septiembre de 2013


Salgo al amanecer del albergue [de San Vicente] con Koiré, la muchacha estonia. Vamos por el camino largo en dirección a Unquera (otros han decidido ahorrarse 5 km yendo por la carretera general).

En inglés me cuenta que el día anterior había venido con unos “devorakilómetros” y que se quedó molida. Me habla de su trabajo actual, en una empresa noruega y del anterior, en IBM, donde había llegado al máximo y donde ya no podía crecer. Hablamos de más cosas: de chicos guapos en el Camino…lectores de la Biblia, y de que no le gustan las efusiones afectivas de P.

Al principio, me molestó no ir sola y que alguien se me “pegara”, pero siguiendo una de las normas no escritas del Camino, “acepta lo que te llegue”, hacemos un rato de camino agradable.


Pasamos La Acebosa y, al llegar a Serdio, 8 km, me despido de ella a la salida del pueblo. No recuerdo si va a Colombres o a Llanes, porque camina mucho. Nos damos un abrazo y yo vuelvo atrás a una hostería, El Corralucu, con “precios para peregrinos”. Marimar me dice que la habitación cuesta 20 euros, incluido el desayuno (lo habitual es 45 € la habitación doble).

Antes, me había acercado a ver la torre de los Estrada, cuyo lema era: “Yo soy la casa de Estrada, fundada en este peñasco, más antiguo que Velasco, y al rey no le debo nada”. ¡Toma!


Volviendo por otro camino encuentro la posada Fuente de las Anjanas. Pregunto el precio: Son 35 euros (para peregrinos). “Si no, serían 50”- me dicen.

El albergue municipal de Serdio, en las antiguas escuelas, está cerrado [en 2013, abierto en 2017], aunque veo un “pasquín” donde se convoca la “licitación del albergue de Serdio hasta el 6 de septiembre”. Ojalá que alguien lo coja, porque el sitio es muy chulo.


En El Corralucu estoy encantada. Marimar me ha dado una habitación que mira a los maizales, y la mies es hermosísima. Veo unos jilgueros en una mata de cardos, moras en los bardales de la cuneta, y en el camino a Estrada, salvé a un ciervo volante de morir aplastado en la carretera. En uno de los caminos que salen del pueblo, me hago un bocadillo de sardinas de lata que me sabe a gloria. Por la tarde, ya iré a comer un menú a algún sitio.


En el bar La Gloria, con Marian

Tras el paseo vespertino recorriendo el pueblo y sus caminos, voy al bar restaurante La Gloria, del que sale una música estupenda.

Marian me prepara una ensalada de cecina deliciosa y en vez de una de las sartenes le pregunto si me puede hacer “solo un huevo con patatas fritas”. ¡Qué manos de ángel! Disfruto como una enana. De la mañana me había guardado media botella de sidra natural que, sin saber que se vendía por “botella”, no me había podido beber (porque ya estaba bolinga). “Si eso te lo bebes sola de una sentada…”. Sí, 70 cl., con 6º de alcohol y nada en el estómago…


Me entero de que ella también alquila habitaciones encima del bar. En Pendueles, ya en Asturias, me recomienda quedarme en el albergue Aves de paso, con Javier, que acaba de abrirlo.

Thoreau estaría encantado en Serdio. Enseguida sales del pueblo para perderte por “trochas y veredas”, llenas de mariposas. Desde arriba, se ve el mar (San Vicente en la distancia), a la izquierda, y las montañas, a la derecha. Me encuentro a dos familias que están “a por moras” por los zarzales.


Serdio es como un refugio recóndito. Junto a las casas de pueblo, pero de forma discreta e integrada en el paisaje, se ven algunos chalés y adosados. Supongo que uno lo encontró y se lo dijo a sus amistades…

A las 20.30 h., después de cenar en La Gloria, me siento en el último rayo de sol, en un poyo junto a la fuente. De fondo,  las conversaciones mortecinas y el piar de los pájaros junto a una música de rock que se escapa por alguna ventana. Pero todo es tranquilidad en la tarde anaranjada. Y yo, viendo pasar la vida, sin más.


 Miércoles, 4 de septiembre. Percarreterina

A las 7. 45 h., en marcha. Hace un poco de sur. Voy acompañada por las esquilas de ganado, el ladrido de los perros y el graznido de los cuervos, para mí, desde [la isla de] Mull, los pájaros más mañaneros o, al menos, los más audibles con su voz ronca.


En El Corralucu, Luis Jesús, exjugador de bolos (hay muchos trofeos en vitrinas en el comedor) me ha puesto el desayuno y dado un poquito de conversación.

Me gusta llevar el sol a mi espalda, calentándome: me recuerda a Nueva York en diciembre. Por la tarde, trataba siempre de andar por las calles o avenidas donde daba aún el sol.


El río, llegando a Muñorrodero, encantaría a [Ota] Pavel para pescar. Aquí se separan el Camino de Santiago del Norte y el Camino Lebaniego que, por la senda fluvial del Nansa, sigue hasta Camijanes (10´3 km), con destino final en Cades (6 km más). La primera etapa, de San Vicente a Cades, son 28´5 km en total. ¡Lástima que no haya alojamientos intermedios! Es demasiada jornada para mis caderas…


A quienes empecéis hoy, 23 de abril de 2017, ¡Buen Camino! Me dais mucha envidia...
(Marcador a 0 frente a la catedral de Santander).




SABER MÁS



https://www.youtube.com/watch?v=W4KxeD2Tk5U. Documental “Liébana, tierra de peregrinos”.

https://www.youtube.com/watch?v=N0PU2RWqmCM. Fragmento del documental.



https://www.youtube.com/watch?v=_HHhux3HutM. Tráiler de Caminando juntos.

Caminando juntos, la película/el documental del Año Jubilar Lebaniego, se estrenará a finales de junio o principios de julio de 2017. Dirigida  por Rodolfo Montero, el proyecto está participado por la Sociedad Año Jubilar 2017, la Dirección General de Cultura del Gobierno de Cantabria y TVE.

Para leer...


 Otras lecturas...


Ota Pavel y el río Berounka



Thoreau y sus caminatas




jueves, 6 de abril de 2017

VIERNES FORAMONTANOS… (10) SANTANDER, POR DETRÁS: HACIA LA PEÑA DEL CUERVO

Jueves, 6 de abril de 2017

Como esta semana he estado muy fastidiada de un pie, no me he atrevido a salir de Santander, por si acaso. Y como había leído que habían inaugurado la parte que quedaba del Parque del Agua entre la rampa de Sotileza y Valdecilla, pensé que era un buen momento para recorrerla.

A las 9.48 h hay 14 º C. Decido hacer el camino contrario al del día que fui a explorar “la pasarela” (peatonal, de Castilla-Hermida), así que cojo la Alameda de Oviedo y enfilo hacia la calle Alta por la rampa mecánica de la calle Eulalio Ferrer. En los mini-jardines junto  a las escaleras mecánicas, la gente tira de todo, pero lo que más, latas. He visto hasta un chupete de niño, colillas…


Ya en la calle Alta, tiro hacia arriba, en dirección al mercado de México, o Cuatro Caminos. La pasarela, y los ascensores panorámicos, están junto al aparcamiento de lo que antes fuera prisión provincial. Antes de coger el ascensor para bajar, saco una foto de lo que se ve a la derecha: el Museo del Ferrocarril, y lo que se ve a la izquierda, un edificio de Correos.


Tras salir del ascensor, decido ir primero hacia la izquierda, que me parece el camino más corto, de guijo y luego pista de tierra entre eucaliptos, en dirección al Parlamento de Cantabria. El guijo es mullido y, en la escollera, proliferan las capuchinas de colores vivos. 


Ya cerca de la entrada, casi me esmorro con un hierro que sale del suelo, resto de algún material de relleno, o de que se ha hecho todo deprisa y corriendo... También junto a una alcantarilla hay un hueco donde se puede meter un pie. El último repecho, antes de salir a la calle Concepción Arenal, está lleno de hoyos y con el guijo se derrapa, sobre todo al bajar…


Al llegar arriba, me sorprende una verja con un cartel: “Red de huertos sostenibles Concepción Arenal”. Decido ir a ver. A la entrada, caléndulas a la derecha y rosas silvestres que se tiran por la ladera.


Solo hay dos parroquianos trabajando a esta hora. Veo un huerto lleno de habas en toda su extensión, con una gran margarita que casi se sale al pasillo; otro que ha invertido tiempo en poner un rosal trepador que enmarque sus límites; alguno aún sin plantar, con el abono y la tierra revueltos, y otros que aún conservan su cosecha de invierno. El señor que está plantando cogollos de Tudela y cebollas me dice que están robando mucho en los huertos…


Vuelvo sobre mis pasos y derrapo al bajar la cuesta de guijo. Una señora con las bolsas de la compra se lleva esquejes de capuchina cerca de los ascensores.

Tiro ahora hacia la Peña del Cuervo. En la ladera, bancales de aromáticas (lavandas, tomillos, romero, una flor malvita – que no sé qué es- y, el último, ya cerca de las casas, menta. Han puesto un parque infantil diminuto, con una bolera, y laureles que se esquilan por el monte. Las casas me recuerdan a las del barrio de pescadores de Laredo. Solo falta sanearlas un poquito y pintarlas para que el rincón quede bien acogedor. También echo en falta algún “toilet” discreto...


Ya de vuelta, me doy cuenta de los destrozos, que no había visto antes: un banco, lleno de pisadas –de quienes se sientan en el respaldo- con grafitis. Junto a las mentas, han golpeado una de las luces encastradas y los cristales están en el suelo. Pero también cerca del bancal de romeros. Y el de los tomillos. ¿Qué sentido tiene…? ¿Destrozar por destrozar… algo que es para el disfrute de todos...?