VERANOS EN LA CALLE ALTA HACIA
1969. Santander, por detrás
“Por motivos familiares... mis padres me depositaban largas temporadas
en la casa de mi abuela materna, una buhardilla de la calle Alta, entre el cuartel de la Guardia Civil y la prisión...En
el rellano de aquel piso final había otras dos buhardillas. En una de ellas
vivía una muchacha de mi edad, que de vez en cuando me dejaba ir con ella...
Los encantos de su compañía consistían más o menos en lo siguiente:
salíamos a la calle, doblábamos por el primer callejón de la izquierda y nos
metíamos en una bodega donde había tinajas llenas de aceitunas. El encargado,
que era familiar suyo, nos llenaba un par de cucuruchos que chorreaban en las manos.
Yo odiaba las aceitunas, pero a ella la volvían loca. En cualquier caso, me las
comía todas.
Esa indigesta operación la llevábamos a cabo en un solar que había
entre nuestra casa y la prisión,
yendo hasta el final y sentándonos en el borde de una especie de precipicio
desde el que se divisaban la bahía y, justo debajo, la estación. No me gustaban las aceitunas, pero me gustaba el
paisaje...
Cuando se acababa el alimento, me transportaba de nuevo a la calle y
nos introducíamos en una tienda del tamaño de un armario donde ella compraba
todo tipo de porquerías: pepinillos, rabanitos, cebolletas y, en general, lo
necesario para convertirse en un enfermo gástrico para el resto de la vida...”.
(Del libro Perfiles de Cantabria. 1995)
EL SANTANDER DE NUNCA SERÉ COMO TE QUIERO
[Los textos están extraídos de
su novela Nunca seré como te quiero (1995)].
El Barrio Pesquero. La casa de
Jacobo
La lonja y la vía del tren lo aislaban de las miradas de los que
pasaban por la avenida, y para encontrarlo había que acertar con la calle de la
barrera y no tener miedo si se iba a pie. Era su mundo aunque no vivía allí.
Ellos, su padre y él, ocupaban una buhardilla justo al otro lado de la vía del
tren. Más allá de la Raya.
El Instituto de Santa Clara
Atravesaron los doscientos metros oscuros del Pasaje de Peña... Subieron por un lateral del Ayuntamiento y luego cogieron
la calle del Coliseum. El Santa Clara estaba poco después del cine, en una de
las calles en cuesta...
La casa de Christine
Jacobo empezó a seguir a Christine hasta su casa. Bajaba por la plaza
Porticada, cogía la calle general Mola y terminaba en un portal de la Plaza de Pombo (el número 15).
El recreo
A las once, salieron al recreo. Jacobo echó una carrera hasta el Mercado Central, en la trasera del
Ayuntamiento, y se presentó en el puesto de Matilde, que trabajaba de
dependienta de carnicería... Christine y su grupo entraron en la cafetería del
callejón, en un chaflán de la calle del Coliseum, que se había convertido en
los últimos tiempos en el lugar de reunión de un grupo más numeroso y del mismo
estilo.
"Pillada". El
recorrido.
(Jacobo) Siguió caminando sin atreverse a volver la cabeza y, a la
altura del cruce de Lope de Vega,
con Puerto Chico a la vista, varios centros de metros después del angustioso
portal, decidió que podía mirar...
Christine estaba allí...
Cuando llegaron a Puerto Chico...
torcieron por el café Austriaco... y caminaron despacio por el Paseo Pereda... Llegaron a la Plaza Porticada... Doblaron la esquina
y empezaron por General Mola, otra vez...
No hay comentarios:
Publicar un comentario