CAMINO DE LA MARUCA (hacia
1943)
“Todos los días de la primavera, verano y otoño, aunque lloviera,
íbamos siempre a La Maruca...Atravesábamos como bólidos el entonces fresco
arbolado del Alta [Avda. General Dávila]...Saltábamos
la tapia del prado de Álvaro, el pasiego, para atajar camino...
Encorvados volábamos 400 metros cuesta abajo...Había que trepar tres o
cuatro tapias más hasta llegar a la bajada
del "Caleruco", camino de piedras blancas y redondas, empotradas
en la tierra dura por el peso de las carretas de bueyes.
Después de un corto descanso para tomar aliento... la carrera
continuaba hasta llegar al "castillo
del moro"- así le llamábamos de niños, siendo en realidad un castillo
de la época carlista-, donde la bajada casi compuesta de rocas nos llevaba
hasta "La Maruca"...
entrante de mar, donde las olas al chocar con las lastras que hay por doquier,
formaban montañas de agua, de ruido, de espuma de belleza salvaje...
Sorteando piedras y boñigas, jadeando pero inmensamente felices,
llegábamos al pinar donde los domingos iban a merendar familias y novios tortilla
de patatas con chorizo, queso y la bota con vino o con vino y refresco...
Al bajar la marea, se vaciaba La Maruca y aprovechábamos para arrancar
de debajo de las rocas, en los charcos, cámbaros, lapas, esquilas y anguilas.
Se hacía fuego con palucos y piñas
secas y se cocía todo con agua salada. Rojos quedaban los cámbaros y también
las esquilas y nos poníamos morados con tanta naturaleza...”.
(De "¿Por qué imposible?". 1976)
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