1786-Diciembre 2013. Diario de viaje
Como me pilló con el paso
cambiado (ya soñaba con Lisboa y con practicar mi incipiente portugués) y
nunca, no sé por qué, ha estado entre mis ciudades favoritas o prioritarias,
tuve que reconvertirme a toda prisa.
Quizás la veía demasiado
monumental, con demasiada carga histórica: el latín, las películas de romanos,
los papas, el Coliseo, el Vaticano, la fontana de Trevi… Tópicos como “la
ciudad eterna”, “el corazón de la religión católica”, bufff.
Pero como los deseos de
Marisol son “órdenes” para mí, empecé a recopilar información sobre viajeros
literarios rápidamente.
“¿Viajar? Es vivir en la
dicha”- escribió Goethe.
“Uno se enamora de Roma,
lentamente y para siempre”- dijo Gogol.
ROMA,
PRIMERA IMPRESIÓN
Roma es una ciudad
monumental, a escala de “deidad” – todo en ella es “homérico”- mientras que
Praga, por ejemplo, para mí, tiene una escala más humana, más aprehensible, más
abarcable.
Me gusta dejarme llevar por
las ciudades. Si te dejas, las ciudades te llevan y te muestran sus secretos.
Te hacen caminarlas conforme a su estructura: unas, serpenteantes; otras, en
círculos concéntricos.
Yo soy “de calle” y, si
tengo que optar entre “museos o la calle”, siempre elegiré la calle.
En Italia nunca me he
sentido extranjera, aunque no hable el idioma. ¿Será, como dice Pla, por la “mirada
centelleante de las personas”…? “En Italia nada es insípido. No he visto a
nadie caminar por la calle con cara de bobo”.
Me llaman la atención: las
vírgenes en medallones en las esquinas
de los edificios; el modo que tienen de acomodar las castañas asadas con la
cáscara eliminada en el centro (parecen bocas); las cajas con alcachofas
frescas, preciosas, en el mercado de Fiori; los adoquines que se hunden y la
falta de aceras; el color terroso de las fachadas; las fuentes que manan sin
cesar en las calles; algunas iglesias que me recuerdan a San Vicente de Tahull…
ENAMORADA
DE GIORDANO (BRUNO)
Me fascinó desde el primer
día en que llegué a Campo de Fiori, al amanecer. Era una silueta oscura,
reconcentrada, pero, al fijarte con atención en su cara, esta revelaba a la vez
orgullo y decisión. Me gustaron sus rasgos y también sus manos. Fue mi primera
visita de cada jornada.
Giordano tiene prestancia.
Me subyuga. Gorriones y palomas andan alrededor de sus pies sin inmutarle y, de
vez en cuando, alguna gaviota se posa sobre su cabeza encapuchada.
Giordano no tiene el gesto
tan duro como aparece en algunas fotos, si bien es obstinado. Fue condenado por
herético y quemado vivo a los 52 años un 17 de febrero del año 1600 en esta
plaza. http://www.youtube.com/watch?v=g5hEsYaSTvI.
DEL
DIARIO DE VIAJE
Jueves
5 de diciembre. Campo de Fiori
Amanece sobre las 7. A las
7.45 ya estoy en la calle. Inicio el que será mi primer paseo del día: desde
nuestra casa, en Via Leutari 29, por Via di San Pantaleo, cruzo a la altura
del kiosco el Corso Vittorio Emmanuelle
II, y por la Via dei Baullari me dirijo al mercado de Campo de Fiori. Lo
primero que veo es la estatua en sombra de Giordano Bruno con capucha y la
cabeza gacha. Los gorriones le corren por los pies ante la indiferencia de
compradores y vendedores. Están terminando de desplegar los puestos: flores,
frutas y verduras, y sudaderas. Hace un frío que pela. Algunos se calientan
echando astillas en baldes de metal. En las azoteas se ven antenas y jardines.
El del camión de la basura platica con la florista y en el forno La Carbonara
empiezan a amasar para el día.
Me gusta ver cómo se
despiertan las ciudades.
LA
ROMA DE ENRIC GONZÁLEZ
ROMA,
“un paseo personal por la ciudad y por mis recuerdos de ella”.
Como yo no tengo muy buena
visión espacial, agradezco la síntesis de Enric, que es como la explicación de
Manhattan en la obra de Carmen Martín Gaite de la Caperucita actualizada.
“Roma nació en las colinas
del Capitolio y el Palatino; tuvo una extensión monumental en los Foros,
disponía de un puerto fluvial (el actual Testaccio) y un barrio de pescadores
(Trastevere), y en el momento de mayor grandeza creó en el campo de Marte un
barrio de templos, palacios, estadios y teatros”.
El Foro unía -mediante
caminos empedrados- templos, basílicas, arcos de triunfo…La Vía Sacra atraviesa
el Foro.
Así, en cuatro trazos, puedo
imaginarme cómo fue un día Roma.
Estas son las 7 colinas de Roma:
La Colina Palatina, el
Aventino, el Capitolio, el Quirinal, el Viminal, el Esquilino y el Celio (los
últimos me suenan a los huesos del oído medio).
NUESTRO
APARTAMENTO, ENTRE PIAZZA NAVONA Y CAMPO DE FIORI
Está en Via dei Leutari 29,
último piso, el quinto, un ático con vistas maravillosas sobre los tejados y
cúpulas de Roma. Es un dúplex con una habitación abajo, y la cocina, el baño y
un salón enorme arriba, rodeado por una terraza panorámica. Con barbacoa y
tumbonas para el verano. http://www.romeloft.com/.
La puerta de entrada del
portal se abre a puritita fuerza,
bien tirando o empujando.
El único problema que
tuvimos fue con la alarma: ¡benditos vecinos como a todos les pase lo que a
nosotras…!
Nos dijeron cómo ponerla y
cómo quitarla, pero luego las instrucciones no servían, empezábamos a tocar
todos los botones y aquello era un pandemónium.
Mr. H. nos dio la clave
numérica para cuando nada funcionaba y, al final, desalentado, nos sugirió que
cerráramos la puerta con llave, y ya.
El caso es que alguien debía
entrar a limpiar o algo porque cuando llegábamos, la alarma estaba de nuevo
puesta, e inacallable. Lo dicho: los vecinos, unos santos.
En nuestro barrio, en
Vicolo Savelli, está La Montecarlo. Uno
de los días, cenamos allí. La pizza, crujiente y delgadita, y la pasta con
tomate (pomodoro), deliciosas. Claro, que a mí me encanta la comida italiana…
LA
ROMA DE KAREN BLIXEN: VILLA BORGHESE Y CASINA VALADIER
“Vine por primera vez en
1912…me alojé en casa de mi prima y mejor amiga, casada con el embajador de
Dinamarca en Roma. Todos los días recorríamos a caballo los Jardines de Villa
Borghese”.
La autora de Memorias de África suele comer en Casina
Valadier, un popular restaurante con espectaculares vistas de la ciudad que
se alza sobre la Plaza del Popolo, en los jardines de Villa Borghese.
Yo quería conocer los
jardines de Villa Borghese; me gusta caminar por los jardines históricos.
Pensaba que estaban más lejos,
y subiendo de la plaza de España por el Viale Trinitá dei Monte, de repente me
di de bruces con ellos (en mi mapa no aparecían; éste terminaba justo en la Villa Medici). Tampoco recordaba
que Casina Valadier estaba dentro de los jardines. Cuando vi el cartel, no
podía creérmelo. Las sillas estaban recogidas y el restaurante tenía un cierto
aire decadente, pero el lugar me encantó.
PIAZZA
DEL POPOLO
En algún lugar leí que,
originalmente, el nombre era Piazza del Pioppo, esto es del “álamo”, pero al
final se transformó en la plaza del “pueblo”.
Este fue también un hallazgo
sorpresa cuando bajaba desde Villa Borghese. Ya lo he dicho antes: si te dejas,
las ciudades te llevan…
Es una plaza inmensa, enorme,
homérica. Y la puerta del Popolo era
la entrada de los viajeros que venían de Francia o de Florencia haciendo el Grand Tour, un viaje cultural de
aprendizaje europeo.
Quiero imaginarme cómo sería
entrar por la Porta del Popolo y la primera visión de Roma de un extranjero de
siglos pasados, así que salgo por la puerta y retrocedo hasta el otro lado de
la calle para dejar vagar la mirada primero por la plaza y luego por la Via del
Corso, el lugar donde realizaban
carreras de caballos hasta la Piazza
Venezia. Es un punto de fuga espléndido… “Solo bajo la Porta del Popolo tuve la
certeza de que por fin Roma era mía”- escribe Goethe el 1 de noviembre de 1786.
EL
TÍBER. ¿SIEMPRE HAY UN RÍO EN LA INFANCIA…?
Quería haber ido en barco
por el Tíber (me gusta ver las ciudades también desde fuera), pero no pudo ser.
El primer día vi alguna barcaza hundida y otras que parecían ser la residencia
pobre de algún “sintecho”.
Luego, tras cruzar varios de
los puentes, veo que algunos barcos son sede de asociaciones y clubes. Al Ponte
Sisto ha llegado una de esas acciones populares de cubrir el mobiliario urbano
con trabajos en lana, y en otro veo candados que proliferan desde el éxito de
los libros de Federico Moccia. Pero no es el Ponte Molle o Ponte Milvio porque
yo ese no lo he cruzado.
El paseo ribereño casi es un
paseo “marítimo” por la magnificencia y la piedra utilizada. Por las mañanas
temprano, algunos hombres hacen footing
o andan en bicicleta, pero a mí, en invierno, me parece un paseo demasiado solitario
y sin escapatoria, pues los muros tienen más de tres metros de altura.
En verano, al parecer, se
llena de terrazas, de luces y de vida. Goethe se bañó en el Tíber el 1 de agosto de 1787. Eran otros tiempos…
EL
TRASTEVERE, AL OTRO LADO DEL TIBER
En tiempos fue el barrio de
los pescadores; ahora es más el de los artesanos, con pequeñas tiendas y
talleres.
A las 9 empiezan a abrir los
comercios. Aún están las bolsas de basura por las calles; las que tocan ese día
porque hay separación de basuras, aunque no contenedores.
Huele a cera de muebles y
las casas están pintadas en colores tierra. Me encuentro con rincones
maravillosos a la vuelta de cada esquina.
En Santa María de Trastévere,
una hermosa iglesia con mosaicos bizantinos, ponemos velas a nuestros muertos…
y a nuestros vivos.
Comemos estupendamente en Da Enzo (Via dei Vascellari, 29), donde
comen los romanos (los habitantes de Roma, no los ciudadanos de tiempos de
Julio César). Las alcachofas a la manera judía (carciofo alla giudia), deliciosas.
Y eso que a mí no me gustan…
LAS
CALLES DE ROMA: A PRUEBA DE PIES Y DE CADERAS
Sin aceras y llenas de
badenes; con adoquines y un ruido de tráfico infernal: así son las calles de
Roma.
También me parece que hay
mucha policía, mucha más que en España entre carabinieri, municipale y resto de
cuerpos. Recorriendo Via Giulia, “la estrada più bella di Roma”, veo la placa
de la “Dirección Nacional Antimafia”.
Para tratar de entender
Roma, Enric Gonzalez recomienda el blog de Iñigo Domínguez en El Correo: http://www.elmundodecerca.com/dominguez/.
“Explica Italia ayudándose con fragmentos del cine italiano”.
Pero
Iñigo, en su presentación, dice: “Llevo en Roma desde 2001, como la odisea. Es
decir, tiempo suficiente para darse cuenta de que no conoceré jamás Italia. Es
un país tan popular por sus tópicos que en realidad es totalmente desconocido,
y tienen engañado a todo el mundo…”.
Yo solo sé que,
si tienes trocanteritis, no es el mejor lugar para pasear. Pero hay tanto que
ver…
EL VATICANO: COLAS Y SILLAS DE PLÁSTICO
-¿Pero no vas a
ir al Vaticano y a la Capilla Sixtina…?
-Pues no. No
pienso pasar un día de mis tres en una cola kilométrica y, luego, en un lugar
atestado de turistas…
Pero sí me doy
una vuelta por la plaza y entre las columnas. Lo que más me llama la atención
son las sillas de plástico con mugre de años. Qué no haría mi madre con un cif…
En uno de las
esquinas, el cartel de una exposición de Calatrava (el arquitecto, no los
hermanos): “La metamorfosis del espacio”…
Me quedo con
ganas de recorrer toda la muralla Aureliana. Otra cosa más para la próxima
visita.
Comemos
caserito, y tras hacer cola en la calle (menos mal que, a la puerta, hay sillas
y un banco), en Sora Margherita, en
el barrio judío. ¡Ummmm!
LA
VIA APPIA, LA MÁS ANTIGUA VÍA ROMANA, A PARTIR DEL Nº 186
Pisar las lajas de la Via
Appia era una de mis ilusiones. No los adoquines actuales sino algunos restos
que habían dejado de la vía original y que salían en las fotos de mi Guía.
Lo cierto es que si no es
por la cabezonería de Cristina, que seguía andando y andando, como Caupolicán,
yo abandono. Porque, como de costumbre, el lugar no estaba indicado y las
explicaciones de los supuestamente informados eran vagas e imprecisas.
Cristi y su madre querían
visitar las catacumbas; como a lo largo
de la Vía hay varias (Las de San Calixto, en el nº 110; las de San Sebastián,
en el nº 136, y una catacumba judía, en el nº 119), así matábamos dos pájaros
de un tiro.
Empezamos a esperar un autobús
pero como tardaba tanto (no sé si por ser sábado), al final optamos por coger
un taxi. Que, a veces, es lo mejor y más rápido. Sobre todo si son unos 3 km
desde el centro de la ciudad.
Las catacumbas de San
Calixto -según nos dijo la guía-, se consideraban el cementerio oficial de los
cristianos de Roma. Era el más grande de los 60 que existían en la ciudad, y
constituyen 20 km de galerías en 4 niveles excavadas por los fossores, algo más que “enterradores”,
pues dominaban el arte de horadar la piedra llamada toba. (En mi diccionario de
latín del bachillerato, leo: fossor = cavador).
Quizá diga una herejía, pero
lo que más me gustó del Coliseo, todo lleno de andamios, fueron las lajas que
lo rodeaban, que me parecían lo más romano de todo.
EL RETRATO DE GOETHE,
POR TISCHBEIN…Y EL MÍO, POR UN JAPONÉS
“Me pintará a tamaño
natural, como a un viajero envuelto en una capa blanca, sentado al aire libre
sobre un obelisco caído mientras contemplo las lejanas ruinas de la campiña
romana”- escribe el 29 de diciembre de 1786.
Yo le pido a un japonés, uno
de los pocos turistas a las 9 de la mañana ante la Fontana de Trevi, que me inmortalice.
Luego me he dado cuenta de que tengo la sonrisa etrusca.
Lo que más me llama la
atención de la fuente es, aparte de que está encajonada entre edificios y
adosada en vez de exenta, la vegetación tallada en la piedra con primor. Me
recuerda al Tobazo, un monumento natural al sur de Cantabria, y los motivos
delicados que la piedra toba consigue.
ÚLTIMO
PASEO DE GOETHE POR ROMA. Abril, 1788. Y el mío…
“…Realicé solo el recorrido
que solía llevar a cabo con unos pocos amigos. Después de seguir hasta el final
el largo Corso…subí al Capitolio…Bajé por la escalera posterior. Frente a mí…se
alzaba el arco de triunfo de Septimio Severo; en la soledad de la vía Sacra…al
acercarme a los sublimes restos del Coliseo y al mirar a través de las rejas
hacia su interior cerrado, un escalofrío me estremeció”.
En mi caso, fue el paseo de cada día, entre el apartamento en
Via Leutari y el Campo de Fiori, a ver a Giordano por última vez.
Son las siete y media de la
mañana; está nublado. En la calle recogen los vidrios. Los bares los dejan en
grandes bolsas de basura y, por la mañana, los echan en camionetas. Es domingo
y apenas hay nadie en la calle: el quiosquero, disponiendo su quiosco, los
paseadores de perros, algún turista con la maleta y lugareños madrugadores. Hoy
hay menos puestos en Campo de Fiori, o quizá llegan más tarde. El forno La
Carbonara está apagado. Giordano, reconcentrado y triste. Noto el aire más
mojado: no sé si hoy acabará lloviendo.
En Piazza Navona casi todos
los puestos están cerrados. No me gusta especialmente esta piazza que
dicen rellenaban de agua en tiempos
antiguos para recrear batallas navales. La fuente de los 4 ríos, con el
monolito arriba, me parece horrible.
¡Qué paz! A las 9 apenas se
oye tráfico en la Via di Ripetta, que sale de la plaza del Popolo. 8 de
diciembre, Día de la Inmaculada.
PARA
CONOCER ROMA, “NON BASTA UNA VITA”
Cosas que me han faltado por
ver, hacer (y ascender): 4 colinas (de las 7), 6 de las 7 iglesias que el romero debía
recorrer en un día; la boca de la verdad (estuvimos dando vueltas y
vueltas a la manzana, pero no se nos
ocurrió que estaba dentro de una iglesia, la de Sta. María in Cosmedin); un
paseo en barco por el Tiber; el sarcófago de los esposos en el Museo Etrusco;
comer en Casina Valadier como una marquesa. El cementerio protestante. Via
Margutta, la calle de los artistas. Comer buñuelos de bacalao en la Piazza de
Santa Bárbara, y degustar más spaghetti
alla amatriciana. Ver la casa de Keats y la de Goethe, que no encontré (en
señalización y “puesta en valor” del patrimonio, españoles e italianos tenemos
mucho que aprender de los británicos). Dar la vuelta a la ciudad amurallada
desde la Porta del Popolo a la de San Paolo… En fin, todo.
Como arrojé una moneda de
espaldas, por encima del hombro derecho, en la Fontana di Trevi, creo que
volveré…alguna vez.
Una crónica interesante sobre Roma, alejada de la típicas guías turísticas. Las fotos que acompañan son acertadas. Una mirada distinta. Me ha gustado mucho.
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