viernes, 22 de junio de 2018

PASEOS DE VERANO. UN DÍA EN LA CARCUA, EN SELAYA (CANTABRIA)

Jueves, 21 de junio de 2018. Hoy empieza el verano

En el taller, Mª José nos había puesto los dientes largos (“Ahora es para mí un placer ir a La Carcua”...). De adolescente, las vacaciones, para ella, eran trabajo. "Me veo cuidando las vacas con una radio pequeñita...". Ahora, dice rotunda: “Me gustan mis vacas"...

QUEDADA PASIEGA

Quedamos en Selaya, fin de trayecto del bus (36 km) que hace el camino desde Santander (en la dársena 12, ruta Sarón-Selaya).

El viaje

En el autobús vamos bastante gente. El día está plomizo y, en Santander, ha churriminado un poco; pero, sobre todo, la atmósfera está pesada con la humedad.


En el luminoso de la farmacia, 23 grados a la sombra a las 13 h. Para mí, a partir de 20, ya es calor…

El sol empieza a aparecer cuando salimos de Santander. Casi prefiero que no. Es hora punta y nos cuesta alcanzar el extrarradio.

En la parada de Valdecilla sube a duras penas un vejete con boina cana y su garrota. Enseguida encuentra otro paisano con el que pegar la hebra. El viejo habla cerrado: “El miu…”, “Un hiju y una hija…”.

Esta noche he dormido fatal: a las 2 de la madrugada ya estaba ante el ordenador, y ahora tengo un sueño… que me amodorro entre la música de la radio y las conversaciones alrededor.

A las 13.30 h aún estamos en los “faros tierra adentro” del polígono de Guarnizo. No me extraña que tardemos una hora en recorrer los 36 kilómetros que hay desde Santander…

En Villaescusa se baja gente pero, sobre todo, en Sarón. En las inmediaciones, un tractor esparce abono casi líquido por los campos. Veo gordolobos crecidos en cunetas y prados.


En Sarón suben varios estudiantes, con libros de clase o el manual para sacar el carné de conducir, tras la Selectividad. Junto a la estación, acaban de segar la hierba del parque. Los castaños ya están en flor: siempre me han parecido fuegos artificiales estallando.

El último tramo vamos a toda flecha: hay que recuperar el tiempo perdido. Nos bandeamos de curva a curva como si el autobús fuera un bajel en mitad de una tormenta de olas.

El paisano, a medida que nos aproximamos a Selaya, va señalando las cabañas en los montes pasiegos: “¿Ves esa blanca de allá…?”. Hay niebla en las cumbres.

Llegamos a Selaya a las 2 y 10 h. 24 grados. A la entrada, han puesto un Joselín (sobaos pasiegos y quesadas) nuevo y parece que lo están inaugurando (sí, por la tarde vemos la placa cuando bajamos a tomar algo y me llevo unas pastas pasiegas de mantequilla que no conocía).

En Selaya

Mientras hago tiempo hasta que me recojan,  repaso mis recuerdos de 2016. En la tapia del grafiti contra el fracking, hay una nueva pintada: “Israel, asesina”. El mesón “El horno” se alquila y creo que han cerrado mi café frente a la parada de autobús.

Sin sombras, sale bonito el palacio de Donadío. Al otro lado de la carretera, la carnicería ecológica “La Pasiega”, llena de carteles por sus dos lados de escaparate. A la vuelta de la manzana, “Las Nieves”, también ecológica.


A La Carcua

A las 14. 30 h me recogen y, tras ponerse las katiuskas, subimos en coche en dirección a la finca Sierra Lengua donde se encuentran en la actualidad las 27 vacas y 10 terneros que componen la cabaña. Son vacas limosinas (rojas o rubias, que digo yo, mis favoritas: Siempre me han parecido más limpias que las blancas y negras…).


El lugar está, andando, a una hora de Selaya, bajando, y hora y cuarto, subiendo (eso dice ella: yo tardaría más de dos horas para subir, seguro.

El día a día

MJ me explica la rutina diaria: “Las vacas se mudan (se cambian de finca) una vez a la semana o cada 15 días”. Ella trata de hacerlo coincidir con el fin de semana…

Cinco fincas son suyas, y 3 más, alquiladas. Con las 8, tiene suficiente para alimentar a su cabaña de 27 vacas limosinas y 10 terneros. Lo que no se pace, se transforma en bolas de silo (las “pacas de plástico negro” -que digo yo), a 15 euros la bola.


Ahora nos toca contar las vacas y terneros en la colina, a ver si están todos (hemos dejado atrás, en una cabaña, a una madre con su hijo glotón, que tiene diarrea de tomar tanta leche). Subimos la montaña, yo, con mis dos bastones y mis botas de monte. Aún así, me caigo varias veces en los agujeros del terreno. Y se parten de risa porque me caigo en cámara lenta. Como el pastor eléctrico me da miedo, paso haciendo "el marine”, tras quitarme la mochila y tirar los palos por encima del cable. También aterrizo de manos sobre unas ortigas…


Al llegar a la finca, nos ponemos a almorzar sentadas sobre el terreno recién segado. Yo pensaba que lo hacían todo a dalle y lo bajaban en los cuévanos, pero no: “se siega con tractor y el dalle es para las orillas”. Luego, me dedicaré a recorrer las lindes tirando fotos desde todos los extremos. El paisaje, a pesar de la bruma, es bellísimo, y se oyen grillos que, aquí sí, están en su ámbito (no como el que me trae a mí a maltraer en la ciudad, insomne, que canta de noche y calla de día…).


Aprendo una cosa más: Cuando las piedras del suelo de la cabaña se humedecen es que va a hacer malo (“viene cambio”); pero no va a ser de inmediato. Todavía tengo tiempo para fotografiar vinagreras en el prado aún sin segar; reconocer acebos y salgueras  junto a los muros de piedra, e incluso hacer un bosquejo de la cabaña con sus bolas de silo. Un día redondo…


Su sitio favorito

MJ me enseña el lugar que nos comentaba en clase: un campo verde en torno a un árbol de copa bien formada. Ese era su rincón favorito de niña.


Cuéntame tu pueblo

Yo le digo que debería contar “La vida de una pastora de vacas limosinas/en Selaya”…

ENLACES

http://quefluyalainformacion.blogspot.com/2016/12/la-vida-del-pastor-una-historia-del.html, La vida de un pastor del Distrito de los Lagos, en Inglaterra.

OTROS PASEOS…



http://ficcionesdeloreal.blogspot.com/2018/01/paseos-de-invierno-en-socabarga.html. Paseos de invierno. En Socabarga, a los pies de Peña Cabarga.



No hay comentarios:

Publicar un comentario