En el taller, Mª José nos había puesto los dientes largos (“Ahora es para mí un placer ir a La
Carcua”...). De
adolescente, las vacaciones, para ella, eran trabajo. "Me veo cuidando las vacas
con una radio pequeñita...". Ahora, dice rotunda: “Me gustan mis vacas"...
QUEDADA
PASIEGA
Quedamos en Selaya, fin de
trayecto del bus (36 km) que hace el camino desde Santander (en la dársena 12,
ruta Sarón-Selaya).
El
viaje
En el autobús vamos bastante gente. El día
está plomizo y, en Santander, ha churriminado
un poco; pero, sobre todo, la atmósfera está pesada con la humedad.
En el luminoso de la
farmacia, 23 grados a la sombra a las 13 h. Para mí, a partir de 20, ya es
calor…
El sol empieza a aparecer
cuando salimos de Santander. Casi prefiero que no. Es hora punta y nos cuesta
alcanzar el extrarradio.
En la parada de Valdecilla
sube a duras penas un vejete con boina cana y su garrota. Enseguida encuentra
otro paisano con el que pegar la hebra. El viejo habla cerrado: “El miu…”, “Un
hiju y una hija…”.
Esta noche he dormido fatal:
a las 2 de la madrugada ya estaba ante el ordenador, y ahora tengo un sueño…
que me amodorro entre la música de la radio y las conversaciones alrededor.
A las 13.30 h aún estamos en
los “faros tierra adentro” del polígono de Guarnizo. No me extraña que tardemos
una hora en recorrer los 36 kilómetros que hay desde Santander…
En Villaescusa se baja gente
pero, sobre todo, en Sarón. En las inmediaciones, un tractor esparce abono casi
líquido por los campos. Veo gordolobos crecidos en cunetas y prados.
En Sarón suben varios
estudiantes, con libros de clase o el manual para sacar el carné de conducir,
tras la Selectividad. Junto a la estación, acaban de segar la hierba del
parque. Los castaños ya están en flor: siempre me han parecido fuegos
artificiales estallando.
El último tramo vamos a toda
flecha: hay que recuperar el tiempo perdido. Nos bandeamos de curva a curva
como si el autobús fuera un bajel en mitad de una tormenta de olas.
El paisano, a medida que nos
aproximamos a Selaya, va señalando las cabañas en los montes pasiegos: “¿Ves
esa blanca de allá…?”. Hay niebla en las cumbres.
Llegamos a Selaya a las 2 y
10 h. 24 grados. A la entrada, han puesto un Joselín (sobaos pasiegos y
quesadas) nuevo y parece que lo están inaugurando (sí, por la tarde vemos la
placa cuando bajamos a tomar algo y me llevo unas pastas pasiegas de
mantequilla que no conocía).
En
Selaya
Mientras hago tiempo hasta
que me recojan, repaso mis recuerdos de 2016.
En la tapia del grafiti contra el fracking, hay una nueva pintada: “Israel,
asesina”. El mesón “El horno” se alquila y creo que han cerrado mi café frente
a la parada de autobús.
Sin sombras, sale bonito el
palacio de Donadío. Al otro lado de la carretera, la carnicería ecológica “La
Pasiega”, llena de carteles por sus dos lados de escaparate. A la vuelta de la manzana,
“Las Nieves”, también ecológica.
A
La Carcua
A las 14. 30 h me recogen y,
tras ponerse las katiuskas, subimos en coche en dirección a la finca Sierra Lengua
donde se encuentran en la actualidad las 27 vacas y 10 terneros que componen la
cabaña. Son vacas limosinas (rojas o rubias, que digo yo, mis favoritas: Siempre
me han parecido más limpias que las blancas y negras…).
El lugar está, andando, a
una hora de Selaya, bajando, y hora y cuarto, subiendo (eso dice ella: yo
tardaría más de dos horas para subir, seguro.
El
día a día
MJ me explica la rutina
diaria: “Las vacas se mudan (se cambian de finca) una vez a la semana o cada 15
días”. Ella trata de hacerlo coincidir con el fin de semana…
Cinco fincas son suyas, y 3 más,
alquiladas. Con las 8, tiene suficiente para alimentar a su
cabaña de 27 vacas limosinas y 10 terneros. Lo que no se pace, se
transforma en bolas de silo (las “pacas de plástico negro” -que digo yo), a 15
euros la bola.
Ahora nos toca contar las
vacas y terneros en la colina, a ver si están todos (hemos dejado atrás, en una
cabaña, a una madre con su hijo glotón, que tiene diarrea de tomar tanta leche).
Subimos la montaña, yo, con mis dos bastones y mis botas de monte. Aún así, me
caigo varias veces en los agujeros del terreno. Y se parten de risa porque me
caigo en cámara lenta. Como el pastor eléctrico me da miedo, paso haciendo "el
marine”, tras quitarme la mochila y tirar los palos por encima del cable.
También aterrizo de manos sobre unas ortigas…
Al llegar a la finca, nos
ponemos a almorzar sentadas sobre el terreno recién segado. Yo pensaba que lo
hacían todo a dalle y lo bajaban en los cuévanos, pero no: “se siega con
tractor y el dalle es para las orillas”. Luego, me dedicaré a recorrer las
lindes tirando fotos desde todos los extremos. El paisaje, a pesar de la bruma,
es bellísimo, y se oyen grillos que, aquí sí, están en su ámbito (no como el
que me trae a mí a maltraer en la ciudad, insomne, que canta de noche y calla
de día…).
Aprendo una cosa más: Cuando
las piedras del suelo de la cabaña se humedecen es que va a hacer malo (“viene cambio”);
pero no va a ser de inmediato. Todavía tengo tiempo para fotografiar vinagreras en el
prado aún sin segar; reconocer acebos y salgueras junto a los muros de piedra, e incluso hacer un
bosquejo de la cabaña con sus bolas de silo. Un día redondo…
Su
sitio favorito
MJ me enseña el lugar que
nos comentaba en clase: un campo verde en torno a un árbol de copa bien
formada. Ese era su rincón favorito de niña.
Cuéntame
tu pueblo
Yo le digo que debería
contar “La vida de una pastora de vacas limosinas/en Selaya”…
ENLACES
http://quefluyalainformacion.blogspot.com/2016/12/la-vida-del-pastor-una-historia-del.html, La vida de un pastor del Distrito de los Lagos, en
Inglaterra.
OTROS
PASEOS…
http://ficcionesdeloreal.blogspot.com/2016/05/diario-de-una-viajera-en-autobus-11.html. Diario de una viajera en autobús:
Selaya.
http://ficcionesdeloreal.blogspot.com/2017/09/paseos-de-verano-por-el-valle-del-nansa.html. Paseos de verano. Por el valle del
Nansa.
http://ficcionesdeloreal.blogspot.com/2018/01/paseos-de-invierno-en-socabarga.html. Paseos de invierno. En Socabarga, a
los pies de Peña Cabarga.
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