Miércoles,
28 de noviembre de 2018
14 grados a las 9.51 h en el
termómetro de la calle. En el del tren, ¡¡19!! Hoy nos han cambiado de vía: de
la 2 a la 4. Menos mal que el de seguridad estaba atento y me ha “reconducido”.
Iba enfilada…
En la taquilla, solo he
visto a dos ciclistas. ¿No irán hoy los del Centro de Mayores…?
Salimos o´clock a las 9.58
h. Me alegro de llevar el reloj un poco adelantado…Tenía en la cabeza el horario
de salida antiguo (las 10.06 h). En el primer vagón, vamos la señora rubia de siempre (esta vez
con una amiga/conocida) y yo. Día de sur, ¡otro!, con las nubes deshilachadas.
Al rato, pasa un “armario”
de seguridad de renfe. Se baja en ¿Renedo…? No sé si después se intuye que ya
no se sube ningún malandrín…
El luminoso se ha
“encasquillado” y todo el rato pone: “Próxima parada: N. [Nueva] Montaña”. ¡Y ya
estamos en Parbayón…! “No hay solución”- me dice el revisor (al acercarse, me doy cuenta de que es el que se cayó en la marmita de colonia cuando era
pequeño...).
Antes de Renedo, los árboles
están plagados de muérdago. Siempre me acuerdo de Panoramix el druida cuando lo
veo. El segundo pensamiento es para las películas navideñas americanas (las del beso bajo el muérdago)...
En la estación de Sierrapando, ¿otro nido de velutina…? Está en un
árbol a la izquierda de la estación, en
el sentido de la marcha desde Santander.
En La Caldas se sube un grupo de gente mayor, ¿del balneario…? Va a Los
Corrales. “Al mercado” -le dicen al maquinista, que ha salido unos segundos de
su cabina (¿irán dos o ha puesto el piloto automático…?). Son de Zaragoza.
“Como el tren, no hay nada...”- apunta una. “Para los viejos, que somos los únicos
que vamos… Y como cada vez quedamos menos…”.
“Nos lo quitan todo…”- interviene otra.
Primera parada: Arenas pueblo
Como Las Fraguas está a
apenas medio kilómetro de Arenas de Iguña, decido bajarme aquí para desayunar,
de nuevo, en “El Rincón”…
Vanesa (¿) conoce a todos sus
parroquianos por el nombre: “¿Qué tal, José…?, ¿Qué te pongo, Teresa…?”. Esta
vez pido un chocolate caliente y un pincho de tortilla (2´70 euros).
Antes de ir hacia Las
Fraguas, cojo a la derecha la carretera general hasta el final de pueblo:
mansión con araucaria en el número 90, consultorio médico en una casona
estupenda con portalada (Portalada Mesones)…
Están arreglando la Cooperativa del
Campo de Arenas de Iguña, un edificio de piedra y ladrillo (fue Casa del Sindicato Agrícola y Escuela de Niñas allá por 1918); parece que le están
cambiando las ventanas de madera, muchas veces repintadas, por unas de PVC.
Enfrente, la Casona de los Lomas, ahora posada. Sobre ella, un enorme pino
infestado de procesionaria se mueve al vaivén de un viento cada vez más fuerte.
Aquí hay unas casas…, junto
a rincones olvidados (con detalles maravillosos) donde crecen las zarzas, las
hiedras y las hojas de acanto.
Llego hasta el final del
pueblo por la acera y, cuando veo el puente elevado y muebles Anibos, me vuelvo.
Por el lado de la derecha,
en un caserón con las ventanas rotas, se conservan los azulejos con el nombre
del pueblo, blanco sobre azul marino, ARENAS (en un libro escrito hace un siglo leo que era una fábrica de harinas, de Cobo, Ruiz y Cía).
En una de las paredes
laterales se adivinan las palabras “Piensos” y “Las Co/Cu…”. ¡Las Cuevas II!. "1891", pone en un medallón de una pared que sobrevive, aneja, sin tejado. En la
finca, un cauce de agua desviado, ¿un azud…?, no sé para qué.
Decido tomar una carreterita
que va más cerca del río. La gran “nave” parece abandonada. Por detrás del campo
de fútbol, una pareja de cuervos cruza, silenciosa, desde la otra orilla. El
río y el viento compiten a ver quién ruge más alto. Es un agradable paseo por
la hierba del campo de futbito, la bolera y el parque infantil (con dos elementos para
mayores) que va a dar a la cooperativa del campo.
Por un momento, me huele a
judías verdes rehogadas con buen aceite de oliva. Son las 12 y 20 y, a pesar de
mi segundo desayuno, no despreciaría un almuerzo con ese aroma…
El río va encauzado por el
centro del pueblo. Creo ver otro nido de velutinas frente al consultorio médico,
cerca del puentito con el letrero “Se venden estacas”.
En este pueblo hay de todo; contabilizo, al menos: una farmacia, un
estanco, un supermercado, tres entidades bancarias, parada de bus,
instalaciones deportivas, 2 peluquerías, una panadería, una carnicería, un
quiosco de prensa y chuches, el restaurante casa Victoria, la posada El
Arrabal, la tienduca de Sara…, e incluso apartamentos turísticos a la salida
del pueblo (Casa Castillo I y II).
Hacia Las Fraguas
Sobre las 12.45 h siguiendo "hacia atrás" las vías del tren, voy hacia Las Fraguas. Paso bajo un pasadizo de 2´5 m de altura para sortear los raíles. El viento arrecia.
Mientras camino, recuerdo que el año pasado
en un curso de Románico, en Aguilar de Campoo, nos llegamos a comer al "Casón de La Marquesa" y, en otro curso, en
Comillas (curso Casas y Jardines Históricos, en 2015), vinimos a ver los
jardines del palacio de Los Hornillos.
Además, poco después de
rodarse la película Los otros, como
no vimos cartel de no pasar, casi llegamos a la puerta principal, y una chica,
con uniforme, salió a decirnos amablemente que esa era una propiedad privada.
Pero perderme por las calles
del pueblo, eso no lo he hecho, todavía…
La localidad queda a un kilómetro y, prácticamente, es un continuo de casas de pueblo y adosados/pisos de dos alturas. De hecho, tras pasar bajo un puente elevado comienza la finca de La Casona de Las Fraguas, con algunos trozos del muro derruidos y otros reconstruidos. Aún quedan restos de yedra seca sobre las paredes y la luz es cálida sobre las hojas de los árboles.
En el cruce hacia la autovía, dos carteles detallan todo lo que merece la pena en el Ayuntamiento de Arenas (al que pertenece Las Fraguas), incluido un mapa de rutas.
La localidad queda a un kilómetro y, prácticamente, es un continuo de casas de pueblo y adosados/pisos de dos alturas. De hecho, tras pasar bajo un puente elevado comienza la finca de La Casona de Las Fraguas, con algunos trozos del muro derruidos y otros reconstruidos. Aún quedan restos de yedra seca sobre las paredes y la luz es cálida sobre las hojas de los árboles.
Ya cerca de La Casona,
distingo en la otra ladera la carretera por donde ascendí a Bostronizo la
semana pasada.
Las Fraguas siempre me ha
parecido un pueblo “acogotado” por las vías de transporte (la carretera, los
raíles, las instalaciones eléctricas…).
Dejo atrás la posada Ocho
hermanas y el aparcamiento de La Casona. Cruzo el puente sobre el río Los
Llares, que apenas lleva agua por uno de sus tres ojos y, cuando estoy en el
otro lado, un paisano me pide desde su coche que le lea, por favor, la esquela
clavada en el poste de la luz. “Menganita…”- le grito. “Es en Cieza, ¿verdad…?”
“¿Cuántos años...?”. “88”. “¡Ya está bien!, ¿no…?”. El susodicho no creo que le
ande mucho a la zaga…
El poste es el panel de
anuncios del pueblo: junto a un cartel antiguo de una feria de ganado en San
Felices, una fotocopia en color de una gata perdida, de nombre Julieta, y, en
madera, el símbolo del Camino Lebaniego.
Voy hasta donde comienza un
paseo peatonal junto al cartel “tachado” de Las Fraguas. ¿A dónde llevará…?
De vuelta, a mano derecha,
una desviación hacia el punto limpio, la bolera El Chiringuito y la Ruta del
Navajos (17´5 km, 5 horas y media) a Molledo. Otro día será…
Cogiendo por un atajín (aún
quedan rosas en noviembre), me doy de frente con un enorme árbol de caquis,
naranjas y bruñidos al sol.
A las 14 h salgo como una
exhalación rumbo a Arenas. ¿Pues no quería comer en Casa Victoria el menú desde
que lo viera el otro día…? El sol empieza a quedarse frío y me escuecen las
plantas de los pies.
En el restaurante, son todos
hombres: unos toman el menú, sentados en el minicomedor, y otros, el aperitivo
en la barra (unas cervezas en botellín). Estos últimos, sobre las 14.30 h se
van a comer a sus casas. Los que atienden son dos chicos jóvenes: un chico y
una chica.
Pido lentejas y albóndigas
con una caña. De postre, lo que entra en el menú: arroz con leche (mi padre
estaría encantado). Todo por 9´50 euros. La tele está puesta, sin volumen,
¡magnífico!, y con subtítulos para sordos.
Me traen una “palangana” de lentejas,
deliciosas y calentitas, con su chorizo, pimiento rojo y verde, zanahoria y
cebolla. Mientras espero a que me traigan el segundo plato, leo los carteles
que anuncian las especialidades recomendadas: hamburguesa de vaca vieja, 6
euros; rabas, 5 euros…, y sobre todo, “hacemos tartas y bizcochos por encargo”.
Ummm. Con orujo, de zanahoria, de manzana y canela, de chocolate, lemon pie…El
precio, entre 18 y 20 euros. Me llevo en un táper una buena ración del sabor de
hoy, chocolate, por 3´50 euros, para merendar. Su artífice, una mujer joven que cree en la comida casera hecha con mimo.
Mientras vuelvo en el tren,
la luz fuera es color caramelo.
SABER
MÁS
https://aytoarenasdeiguna.org/. Web
del Ayto. de Arenas de Iguña.
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