viernes, 7 de diciembre de 2018

VIAJES EN TREN 3. LOS PUEBLOS QUE ME QUEDARON. LAS FRAGUAS (1)

LAS FRAGUAS, donde se rodó “Los otros”


Miércoles, 28 de noviembre de 2018

14 grados a las 9.51 h en el termómetro de la calle. En el del tren, ¡¡19!! Hoy nos han cambiado de vía: de la 2 a la 4. Menos mal que el de seguridad estaba atento y me ha “reconducido”. Iba enfilada…

En la taquilla, solo he visto a dos ciclistas. ¿No irán hoy los del Centro de Mayores…?

Salimos o´clock a las 9.58 h. Me alegro de llevar el reloj un poco adelantado…Tenía en la cabeza el horario de salida antiguo (las 10.06 h). En el primer vagón,  vamos la señora rubia de siempre (esta vez con una amiga/conocida) y yo. Día de sur, ¡otro!, con las nubes deshilachadas.


Al rato, pasa un “armario” de seguridad de renfe. Se baja en ¿Renedo…? No sé si después se intuye que ya no se sube ningún malandrín…

El luminoso se ha “encasquillado” y todo el rato pone: “Próxima parada: N. [Nueva] Montaña”. ¡Y ya estamos en Parbayón…! “No hay solución”- me dice el revisor (al acercarse, me doy cuenta de que es el que se cayó en la marmita de colonia cuando era pequeño...).

Antes de Renedo, los árboles están plagados de muérdago. Siempre me acuerdo de Panoramix el druida cuando lo veo. El segundo pensamiento es para las películas navideñas americanas (las del beso bajo el muérdago)...


En la estación de Sierrapando, ¿otro nido de velutina…? Está en un árbol a la izquierda  de la estación, en el sentido de la marcha desde Santander.

En La Caldas se sube un grupo de gente mayor, ¿del balneario…? Va a Los Corrales. “Al mercado” -le dicen al maquinista, que ha salido unos segundos de su cabina (¿irán dos o ha puesto el piloto automático…?). Son de Zaragoza. “Como el tren, no hay nada...”- apunta una. “Para los viejos, que somos los únicos que vamos… Y como cada vez quedamos menos…”.  “Nos lo quitan todo…”- interviene otra.

En Los Corrales sopla vientecillo… “Un minuto”- me avisa el revisor después de Las Fraguas. Me bajo en Arenas a las 10.55 h con 16 grados.

Primera parada: Arenas pueblo

Como Las Fraguas está a apenas medio kilómetro de Arenas de Iguña, decido bajarme aquí para desayunar, de nuevo, en “El Rincón”…

Vanesa (¿)  conoce a todos sus parroquianos por el nombre: “¿Qué tal, José…?, ¿Qué te pongo, Teresa…?”. Esta vez pido un chocolate caliente y un pincho de tortilla (2´70 euros).

Antes de ir hacia Las Fraguas, cojo a la derecha la carretera general hasta el final de pueblo: mansión con araucaria en el número 90, consultorio médico en una casona estupenda con portalada (Portalada Mesones)…


Están arreglando la Cooperativa del Campo de Arenas de Iguña, un edificio de piedra y ladrillo (fue Casa del Sindicato Agrícola y Escuela de Niñas allá por 1918); parece que le están cambiando las ventanas de madera, muchas veces repintadas, por unas de PVC. Enfrente, la Casona de los Lomas, ahora posada. Sobre ella, un enorme pino infestado de procesionaria se mueve al vaivén de un  viento cada vez más fuerte.


Aquí hay unas casas…, junto a rincones olvidados (con detalles maravillosos) donde crecen las zarzas, las hiedras y las hojas de acanto.


Llego hasta el final del pueblo por la acera y, cuando veo el puente elevado y muebles Anibos, me vuelvo.

Por el lado de la derecha, en un caserón con las ventanas rotas, se conservan los azulejos con el nombre del pueblo, blanco sobre azul marino, ARENAS (en un libro escrito hace un siglo leo que era una fábrica de harinas, de Cobo, Ruiz y Cía). 


En una de las paredes laterales se adivinan las palabras “Piensos” y “Las Co/Cu…”. ¡Las Cuevas II!. "1891", pone en un medallón de una pared que sobrevive, aneja, sin tejado. En la finca, un cauce de agua desviado, ¿un azud…?, no sé para qué.

Decido tomar una carreterita que va más cerca del río. La gran “nave” parece abandonada. Por detrás del campo de fútbol, una pareja de cuervos cruza, silenciosa, desde la otra orilla. El río y el viento compiten a ver quién ruge más alto. Es un agradable paseo por la hierba del campo de futbito, la bolera y el  parque infantil (con dos elementos para mayores) que va a dar a la cooperativa del campo.


Por un momento, me huele a judías verdes rehogadas con buen aceite de oliva. Son las 12 y 20 y, a pesar de mi segundo desayuno, no despreciaría un almuerzo con ese aroma…

El río va encauzado por el centro del pueblo. Creo ver otro nido de velutinas frente al consultorio médico, cerca del puentito con el letrero “Se venden estacas”.


En este pueblo hay de todo;  contabilizo, al menos: una farmacia, un estanco, un supermercado, tres entidades bancarias, parada de bus, instalaciones deportivas, 2 peluquerías, una panadería, una carnicería, un quiosco de prensa y chuches, el restaurante casa Victoria, la posada El Arrabal, la tienduca de Sara…, e incluso apartamentos turísticos a la salida del pueblo (Casa Castillo I y II).

Hacia Las Fraguas

Sobre las 12.45 h siguiendo "hacia atrás" las vías del tren, voy hacia Las Fraguas. Paso bajo un pasadizo de 2´5 m de altura para sortear los raíles. El viento arrecia.

Mientras camino, recuerdo que el año pasado en un curso de Románico, en Aguilar de Campoo, nos llegamos a comer al "Casón de La Marquesa" y, en otro curso, en Comillas (curso Casas y Jardines Históricos, en 2015), vinimos a ver los jardines del palacio de Los Hornillos.


Además, poco después de rodarse la película Los otros, como no vimos cartel de no pasar, casi llegamos a la puerta principal, y una chica, con uniforme, salió a decirnos amablemente que esa era una propiedad privada.

Pero perderme por las calles del pueblo, eso no lo he hecho, todavía…

La localidad queda a un kilómetro y, prácticamente, es un continuo de casas de pueblo y adosados/pisos de dos alturas. De hecho, tras pasar bajo un puente elevado comienza la finca de La Casona de Las Fraguas, con algunos trozos del muro derruidos y otros reconstruidos. Aún quedan restos de yedra seca sobre las paredes y la luz es cálida sobre las hojas de los árboles.


En el cruce hacia la autovía, dos carteles detallan todo lo que merece la pena en el Ayuntamiento de Arenas (al que pertenece Las Fraguas), incluido un mapa de rutas.

Ya cerca de La Casona, distingo en la otra ladera la carretera por donde ascendí a Bostronizo la semana pasada.

Las Fraguas siempre me ha parecido un pueblo “acogotado” por las vías de transporte (la carretera, los raíles, las instalaciones eléctricas…).


Dejo atrás la posada Ocho hermanas y el aparcamiento de La Casona. Cruzo el puente sobre el río Los Llares, que apenas lleva agua por uno de sus tres ojos y, cuando estoy en el otro lado, un paisano me pide desde su coche que le lea, por favor, la esquela clavada en el poste de la luz. “Menganita…”- le grito. “Es en Cieza, ¿verdad…?” “¿Cuántos años...?”. “88”. “¡Ya está bien!, ¿no…?”. El susodicho no creo que le ande mucho a la zaga…

El poste es el panel de anuncios del pueblo: junto a un cartel antiguo de una feria de ganado en San Felices, una fotocopia en color de una gata perdida, de nombre Julieta, y, en madera, el símbolo del Camino Lebaniego.


Voy hasta donde comienza un paseo peatonal junto al cartel “tachado” de Las Fraguas. ¿A dónde llevará…?

De vuelta, a mano derecha, una desviación hacia el punto limpio, la bolera El Chiringuito y la Ruta del Navajos (17´5 km, 5 horas y media) a Molledo. Otro día será…

Cogiendo por un atajín (aún quedan rosas en noviembre), me doy de frente con un enorme árbol de caquis, naranjas y bruñidos al sol.


A las 14 h salgo como una exhalación rumbo a Arenas. ¿Pues no quería comer en Casa Victoria el menú desde que lo viera el otro día…? El sol empieza a quedarse frío y me escuecen las plantas de los pies.


En el restaurante, son todos hombres: unos toman el menú, sentados en el minicomedor, y otros, el aperitivo en la barra (unas cervezas en botellín). Estos últimos, sobre las 14.30 h se van a comer a sus casas. Los que atienden son dos chicos jóvenes: un chico y una chica.

Pido lentejas y albóndigas con una caña. De postre, lo que entra en el menú: arroz con leche (mi padre estaría encantado). Todo por 9´50 euros. La tele está puesta, sin volumen, ¡magnífico!, y con subtítulos para sordos.

Me traen una “palangana” de lentejas, deliciosas y calentitas, con su chorizo, pimiento rojo y verde, zanahoria y cebolla. Mientras espero a que me traigan el segundo plato, leo los carteles que anuncian las especialidades recomendadas: hamburguesa de vaca vieja, 6 euros; rabas, 5 euros…, y sobre todo, “hacemos tartas y bizcochos por encargo”. Ummm. Con orujo, de zanahoria, de manzana y canela, de chocolate, lemon pie…El precio, entre 18 y 20 euros. Me llevo en un táper una buena ración del sabor de hoy, chocolate, por 3´50 euros, para merendar. Su artífice, una mujer joven que cree en la comida casera hecha con mimo.

Mientras vuelvo en el tren, la luz fuera es color caramelo.


SABER MÁS

https://aytoarenasdeiguna.org/. Web del Ayto. de Arenas de Iguña.







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