Miércoles,
21 de noviembre de 2018
9 º C a las 9.43 h.
Esta vez no cometo la
tontería de no echarme vaselina en los pies, pero echo de menos haberme puesto
unos legins (mallas) debajo de los
pantalones…
13 grados en el tren a las
9.58 h. Me inclino por la primera medición…
En la taquilla, de nuevo un
grupo de senderistas, no sé si del mismo club/asociación (hoy también es miércoles),
o de otro…Son del grupo Cañadío [Grupo de Senderismo del Centro de Mayores
Cañadío, de Santander]. Una conocida me informa. Van a hacer la Vía Verde entre
Viérnoles y Suances (vía Verde del Besaya). Se han metido todos en mi vagón…El cielo está un poco
enladrillado. Esperemos que no “llore”…
En Nueva Montaña la temperatura
ha descendido a 11 grados. En Muriedas, ya son 10…Como cada parada baje un
grado, en Arenas ( es la parada 18) voy a estar a bajo cero…
La señora que casi se queda
en tierra si el interventor no le abre la puertecilla, grita detrás de mí con un
pito…
Me voy fijando en los nidos
de los árboles a ver si alguno es de avispa asiática (ahora que están desnudos
de hojas es más fácil). Los de “palitos”, sé que no, porque al ser los de
velutina de celulosa, su aspecto es más liso, como el de una vasija de barro.
El otro día llamé al 112 para avisar, pero me dijeron que tenía que ser más
precisa: calle, barrio…Que no valían las expresiones “en un chopo, al otro lado
del río” o “desde el puente mirando hacia…”, Como ya he aprendido a
geolocalizarme, me geolocalizaré. Soy la nueva versión de “Buffy Cazavampiros”.
Yo, “Aída Cazavelutinas”…
En Parbayón, 9 grados. La restaurada
estación de Renedo ha quedado muy bonita; sobre todo, original, con su cubierta
de madera. El otro día no me di cuenta.
¿Otra vez cocido lebaniego…?
¿Pero es que siempre comen lo mismo…? El que recoge los dineros y las comandas
es un calorífico: se ha quitado el forro polar y, aunque lleva camiseta de
tirantes, se ha quedado solo con un niki de manga corta... “¿Cabrito y tarta de
chocolate…?”.
A la estación de Sierrapando
le han quitado, para mí, toda su entidad y su historia. Es como si la hubieran lavado
y desnatado. La han dejado sin memoria (El antes y el ahora).
¡Qué paz…! En Viérnoles se
han bajado todos (unos 30). En el primer vagón nos hemos quedado 4 (nunca mejor dicho).
En la estación de Las Caldas se ha caído un trozo de tejado y la zona
está acordonada.
Esta vez nos quedamos unos
minutos parados en Los Corrales esperando al Cercanías que baja. A las 10. 55 h
hay 9 grados en Arenas.
Paro de nuevo en El Rincón.
Esta vez, me tomo un café con un pedazo de bizcocho casero -esponjoso y con
sabor a limón (2´80 €). “Yo no lo he probado…”- me dice la artífice de tal
delicia.
Luego bajo hacia el
Ayuntamiento a localizar el nido de velutinas. Me lo apunto: “frente a La casa
de Basualdo, número 178, anexa a la iglesia de Arenas”.
El primer kilómetro lo hago
a toda flecha (es camino ya conocido), a pesar de que me equivoco y cojo un
atajo más atajo que el otro día.
Llego a un puentecillo de cemento, nuevo para mí, y continúo. Un señor me dice
que atajo más si tomo por delante de la casa en ruinas (frente a la de los dos
leones de cemento, González Haya, número 3) y salgo a la carretera general. Así
lo hago y, tras subir una cuesta bien pindia, llego al cartel de San Juan de
Raicedo.
Antes de continuar, decido
parar y quitarme el forro. Soy doña Calores cuando me pongo a andar…Las vistas
son increíbles.
No hay arcén, pero apenas
sube tráfico. De nuevo, los cuervos y las mariposas de los muros me acompañan.
Hoy hace más fresco que la semana pasada. Se me ha olvidado el pañuelo para
taparme las orejas y el gorro de lana me
da demasiado calor.
Kilómetro 1 de la CA-706,
amarilla, a las 11.50 horas. La subida, de momento, es sostenida. Huele a pis
de vaca como si 50 idems hubieran meado a la vez sobre la ladera…
Abajo, el
pueblo de Las Fraguas: distingo la estación y el restaurante La Casona. Cerca
del viaducto, en la lejanía, un pequeño incendio (supongo que una quema de rastrojos
“controlada”). En la colina soleada, a la derecha, unos operarios aprovechan
para desbrozar un cortafuegos. Me da vértigo mirar para abajo, de tan arriba
que estoy…Me siento en la cima del mundo.
La montaña sigue haciendo
quiebros a derecha e izquierda. A las 12.20 h alcanzo el kilómetro
2. Ahora me toca la zona sombría de la ladera. Oigo el murmullo del río a mis
pies y la reacción de un avión en lo
alto. En la cuneta, hojas secas de castaño y avellano.
He llegado al kilómetro 3 en
tiempo récord (son las 12.40 h), y me ha caído en la cabeza una “nuez” de eucalipto,
El aire se vuelve rumoroso.
Delante de mí, un
cierre con lajas puestas de pie, y detrás, tumbadas al sol, cuatro
tudancas. Dos son curiosas y me miran
mientras hago la foto. Las lajas están numeradas.
Oigo al pájaro chillón, ese
que avisa en los bosques de que hay alguien foráneo (cuando llego a casa me
viene el nombre a la cabeza: el arrendajo). Detrás de mí se empiezan a
concentrar nubes negras.
En la desviación a Santa
Águeda, me siento un momento en un banco de madera. No puedo parar mucho porque
me quedo fría.
Llegando ya a una zona
habitada, en el asubiadero que sirve de avanzadilla, unos cartones con unos
pedruscos encima. ¿Para sentarse y no coger cistitis…?
El caserío se ve precioso,
solitario y digno. Solo un perro ladra.
Kilómetro 4, Bostronizo.
13.10 horas (425 m sobre el nivel del mar, 107 habitantes en 2017). Esta vez
los de carreteras han medido bien…Las terminaciones de las casas a la entrada
parecen hechas por la misma mano: unos picurutos.
Son casas de piedra contundentes para soportar el frío del invierno. Una es
una venta (¿Hornizo…? No puedo leer bien las letras de la forja).
El panadero acaba de dejar
el pan: en un alféizar, en un buzón…Atravieso el pueblo en busca de algún poste
informativo que me indique la ermita de San Román de Moroso. Dejo atrás un
albergue (Casa de Los Maestros) y las escuelas Gutiérrez Rasines.
El pueblo es bien largo y me
lleva un rato llegar al final. Justo donde termina la última casa, veo el cartel
rosa que indica un monumento. ¡Aún 3´5 km…! Es la una y media y no tengo tiempo
para más. 50 metros más adelante, la carretera se hace pista…
Caballos y vacas se reparten
las parcelas de hierba de los alrededores mientras las nubes se van concentrando
sobre los montes.
Aún sin salir del pueblo, llega el butanero tocando la bocina a todo trapo para avisar. Ahora me fijo en
que la bóveda del asubiadero parece una sección de una tubería gigante.
Cuando llego al banco de
Santa Águeda, saco el sándwich de mi mochila. Tengo un poco de “gusa”.
A las 14 horas ya estoy en
el kilómetro 3. Las hojas de los eucaliptos titilan al sol como cristales de
colores y las hojas secas echan carreras por el asfalto. Por la sombra hace tal
frío que sueño con un chocolate caliente,
aunque sea instantáneo de polvos.
Aún siguen los vilanos
blancos de la hierba del peregrino y la cuneta está colmatada por las hojas
secas de los robles. Entre las hojas caídas junto al riachuelo, se ven helechos
verdes, como recién nacidos.
En el kilómetro 2 a las
14.15 h. Un paisano que sube con un perro va al cruce de Santa Águeda. “Lo
conozco”- le digo. “Acabo de estar sentada en el banco de madera comiéndome un
sándwich…”.
Las nubes hacen unos dibujos
increíbles en el cielo. Poco a poco, la luz se va haciendo más mortecina a
medida que el sol pasa más tiempo entre las nubes. A las 14. 30 h baja el
minibús escolar datado en Las Fraguas. Me alegro cuando, tras una
curva pronunciada, veo el pueblo, abajo. El aire cada vez está más húmedo.
Ya no está el coche de los
operarios del monte en un metido; deben haberse ido a comer.
A las 14.40 h estoy en el kilómetro
1. Vuelvo a atajar, ahora de bajada, en el letrero de San Juan de Raicedo. La casa
en ruinas es una maravilla de construcción en piedra seca (sin argamasa).
Paso ante un prado todo abonado
por bostas de vaca. Una posa para mí y luego se va, indiferente. En la misma finca,
una oveja cabrona se dedica a perseguir y a topar a otra todo el rato. Le debe tener
una manía…
En El rincón he pedido un chocolate
caliente y un pincho de tortilla. La han hecho otras manos, pero está igualmente
deliciosa. Reconstituida, me voy a esperar el tren de las 15.24 h. La luz cálida
y anaranjada del atardecer nos acompaña de
vuelta. ¡Cómo me gusta viajar en tren…!
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