lunes, 5 de noviembre de 2018

VIAJE A MADRID, EN TREN, ANTES DE LA OLA DE FRÍO

Viernes, 26 de octubre de 2018

He apagado regletas y desenchufado el termo y la mantita eléctrica. Como no me apetecía ir a tirar la basura a las 6 de la mañana (las bolsas con el grueso ya las había despachado ayer), he metido en el congelador (para que no se pudran y den mal olor) las peladuras de naranja y los posos de té del desayuno. En mi pasillo he dejado 20 grados centígrados; a ver cuántos tengo a mi vuelta…Dicen que viene la primera ola del otoño/invierno…

Como soy una agobiada, llego media hora antes a la estación. Los pocos que estamos, nos hemos sentado en los asientos helados: demasiado pronto para hacer cola…Pero en cuanto llega la señorita, y todavía sin abrir el check-point, la gente se levanta como un resorte. Yo, no.

Voy forrada por la cintura y “frotada” de flogoprofén, además de haberme tomado un paracetamol. He notado un puntito de dolor en la espalda y no quiero que me dé una ciática/lumbago…Ayer me atacó uno de mis raros arrebatos de zafarrancho casero y me puse a cambiar de sitio “columnas” de libros y a dar vuelta a la alfombra tras mover la mesa del salón.

En la sala de espera de la estación hay un anuncio enorme de Viesgo hablando del consumo fantasma, con la figura de “Contador”, el ciclista. A las 7 menos diez (15 minutos antes de salir), se abre la barrera.

En el vagón voy con un chico que es como una seta. Ha puesto su maleta en horizontal, ocupando su espacio y el mío, y he tenido que empujarla mientras él se concentraba en su móvil…

11 grados fuera a las 7.57 horas. En nuestro vagón no funcionan ni los letreros luminosos ni la tele. Decido ponerme los casquitos, pero el hilo musical tampoco funciona. Estoy despierta desde las 3, y tengo un sueño…

A las 8 y 12, RENFE tiene la deferencia de enviarme un mensaje al móvil para informarme de que estaremos parados en Bárcena de Pie de Concha 40 minutos (aprox.) por “interceptación de vía”…Y eso, ¿ qué significa…? Una de las veces que el revisor cruza el pasillo a toda prisa, le pregunto: “Hay un coche en la vía y lo están sacando…”.

7 grados a las 8.42 h en Bárcena. Parece que nos movemos…A las 9 h salimos de Reinosa. Los chopos, amarillos; los campos, en rastrojera. ¡Cómo me gusta viajar en tren…! Voy leyendo un libro apasionante sobre los caminos del mundo (En los senderos, de Robert Moor): desde los que dejaron organismos diminutos, los ediacáricos, hasta los de las manadas animales, incluidos los humanos. Ahora estoy en el capítulo que habla de los caminos del pastoreo. Hace años que pienso que me encantaría pasar unos días acompañando a un rebaño trashumante (es como si tuviera un gen pastoril de los principios del nomadeo…).


A las 10.30 h, estamos en Palencia. No sé cuánto retraso llevamos; solo que, cuando salgamos de Valladolid, nos quedará una hora a Madrid.

…¡He venido hasta Valladolid en el coche 8 en vez de en el 7…! Sin darme cuenta. Como a veces el vagón se divide en dos y en el nuestro no funcionaban los luminosos…

El revisor ha pasado tomando nota de los que tenían que hacer algún trasbordo o coger enlaces: Sevilla, Córdoba, Málaga, Valencia, Cartagena…

A las 11.45 h estamos en Segovia. 16 grados. A las 11.21 h teníamos que haber llegado a Chamartín. Tras la estación de Guiomar, empieza un ruido vibratorio espantoso. Me tapo los oídos: es bastante incómodo.

Cuando, por fin, vemos las 4 torres, una señora se cruza todo el tren con su maleta, hasta la máquina, para salir la primera al taxi. Me recuerda mis tiempos en Madrid cuando, para optimizar, te ponías en el metro en el vagón más cercano a tu salida…Ahora llevo mi paso y mi tiempo lentos de Santander, y no me acelero ni un poquito…

El último kilómetro, el tren se va parando cada segundo y todos los que estamos en el descansillo vamos mirando el reloj a ver si la aguja marca las 12 y 21 (1 hora de retraso) para que nos devuelvan todo el billete. Creo que nos han faltado dos o tres minutos… ¡Lástima...!

COSAS QUE ME SORPRENDEN

Lo primero que me llama la atención cuando salgo a la calle en la glorieta de Atocha es el anuncio “Madrid, con los años”, donde una mujer mayor sonríe acodada en el borde de una piscina (sigo decidiendo por mí). No recuerdo una campaña tan evidente donde los mayores sean protagonistas absolutos. Veré más… (con los años, sigo aprendiendo, donde un hombre mayor comparte ordenador con su nieto (también podía haber sido al revés…: una mujer mayor aprendiendo informática con su nieta…).


Mientras camino por el paseo del Prado, veo el logo “Madrid Central”, de próxima entrada en vigor. Significa que, en el centro de Madrid, el tráfico estará “restringido excepto vehículos autorizados”. Ello se une al carril bici y a las calles a 30 kilómetros/hora con la intención de pacificar el tráfico y disminuir la contaminación. También, que la ciudad sea más de toda la ciudadanía  y no solo de los automóviles.


Me “pierdo” en las tiendas de los museos: el Reina Sofía, CaixaForum y el Thyssen. En el segundo, una procesión de padres y madres con niñ@s: es por  la exposición de Disney, “El arte de contar historias, que finaliza el 4 de noviembre. Me compro De aquí al infinito, de la artista japonesa Yayoi Kusama.


Domingo, 28 de octubre. Día del tren

Reflexiones mientras camino por Madrid

(Los domingos, los carriles del Paseo del Prado, por el lado del Jardín Botánico, están cerrados al tráfico entre las 9 y las 16 horas).

Cada vez nos estamos volviendo más nerd y perdiendo el contacto con la naturaleza: en vez de andar por la ciudad o el campo, andamos en una cinta en un gimnasio; en vez de recorrer senderos en bici, miramos un paisaje en una pantalla mientras subimos y bajamos el trasero a las órdenes de un monitor/ora. En vez de ir a comprar la comida preparada, llamamos a Deliveroo o Glovo. Ya no son suficiente los patinetes o las bicicletas de toda la vida: ahora llevan motorcito incorporado para que no hagamos ejercicio, no nos cansemos y no sudemos. ¿Qué será lo próximo…? ¿El coche volador…?


Halloween

Todo está lleno de calabazas, telarañas y calaveras: panaderías/pastelerías, librerías low cost, restaurantes, academias de peluquería…, hasta una tienda de tarimas flotantes. Parece que todos se han contagiado…


Lunes, 29 de octubre. De cementerios

Aunque no suelo coincidir con el Día de Todos los Santos en Madrid, este año, sí, así que el lunes a primera hora cojo en Ópera el bus 25 al cementerio de San Justo. Hace un frío que pela y llevo mis gerberas (flor que descubrí en el cementerio judío de Praga, porque, a la entrada, solo tenían rosas y gerberas –antes, nunca me había fijado en ellas), abrigadas por los mitones.


A las 8.40 h hay atasco en la salida. Veo cola para entrar al Senado (a los coches los revisan por los bajos con un espejo, como en los tiempos del terrorismo) y me entretengo con la pantalla avanzada del bus: tiempo atmosférico (mañana, lluvia), tiempos a las siguientes paradas (falso, porque llevamos a paso mosca varios minutos), tiempos de espera…


La carretera de subida de la cuesta de San Vicente está colapsada a las 8.52 h. En las marquesinas, anuncios del servicio de autobuses a los cementerios entre el 25 O y el 2 de noviembre. En San Justo, los de mantenimiento siempre están arreglando algo…


A las 9.40 h, cerca de Sol, hay 7 grados, pero con el viento gélido, para mí, la sensación es de menos dos…Decido tomarme un chocolate caliente en San Ginés antes de coger el metro a Manuel Becerra para tomar allí  el bus 110 al cementerio de la Almudena. A esta hora hay cola (abren las 24 horas) y el aforo de sentados (56) debe de estar casi completo, Pregunto si me  lo puedo tomar en la barra…Un chocolate y 6 churros cuestan 4 euros. Ya restaurada, puedo continuar camino...


Martes, 30 de octubre. Al Jardín Botánico

Tenía el billete de vuelta para el miércoles 31, pero leo en las noticias de internet que está prevista una huelga de trenes para ese día (“Renfe suprime 295 trenes de pasajeros la víspera del puente del 1 de noviembre”). La huelga, al parecer, es en defensa de un ferrocarril público y de la implantación de una jornada de 37´5 horas semanales. No me quiero arriesgar a quedarme en tierra, o parada en la inmensidad de un páramo,  así que llamo por teléfono para cambiar el billete.

Solo me quedan unas horas, así que me dirijo al Jardín Botánico, lo más cerca que tengo de la casa en que me alojo. Una amiga me ha dicho que hay una exposición de bordados realizados por la madre de Miquel Barceló a partir de sus dibujos.

Cuando entro, a las 10, hay un bullicioso grupo de escolares en la puerta. Mi táctica es escapar del griterío en busca del silencio del jardín. Lo único que no puedo obviar es el sonido del tráfico en las afueras del parque. Mientras llego al pabellón que aloja la exposición, me voy parando aquí y allá: en el emparrado de forja de 1786, que rodea el parque por su parte más externa; ante los gorriones que saltan por el suelo, delante de mí, sin ningún miedo…


Ya dentro, ante esa maravilla de bordados, pregunto a la vigilante si sabe cuánto tiempo puede haberle llevado a Francisca, la madre del pintor, hacer una de esas filigranas. Me dice que ha oído comentar que “dos años” el verde de los animalitos. Sí, claro, pero cuántas horas al día… Yo, que siempre he sido torpe con la aguja y que se me ponía negra como a Teresina, la hermana de Celia, con el sudor del estrés, me quedo embobada mirando la obra de cerca: tantas cadenetas…


(Y mi trapito de costura, con 7 años. No he mejorado...).


En el cartel introductorio, leo que Francisca Artigues empezó bordando cosas propias, como el mantel azul de los peces.


Luego, su hijo le da dibujos de cefalópodos y ella empieza a bordar sobre sus manchas de acuarela. “Mi madre me pedía cada vez más cosas…”- cuenta Miquel.


Al terminar, me dirijo a la cafetería. Abierta desde marzo de 2018, está al final de la tienda/librería. Me tomo un café y un trozo de empanada. No me parece maravillosa y sí cara. En la tienda le compro a mi madre el catálogo de la exposición y, como se ha puesto a llover, decido volver a casa a recoger la maleta.


En Chamartín

Sentada mientras espero que pongan mi vía en el panel. Junto al tren con destino “Salamanca”, pone: “salida inmediata, 13.35 h”. Pero son las 13.45 h y aún no ha salido…

Me está entrando un sueño…, pero tengo miedo de dormirme y quedarme en este banco. Al acercarse la hora del embarque, la gente empieza a agolparse bajo la pantalla.

Salimos a las 14.14 h. 9 grados centígrados. Lluvioso. Las 4 torres tienen la “cabeza” en la niebla. Durante el primer kilómetro vamos a 10 km/h.

En el catálogo de la exposición de Barceló, titulada “Vivarium” (porque es un contendedor de seres vivos - según explica), leo: “Todo sigue siendo cuestión de luz y sombra…”. Se lo tengo que decir a Sonia, mi profesora de pintura. ¡A ver cuándo empezamos con la composición!…

Como se ha hablado tanto en las noticias  de la temprana nevada y de la ola de frío, voy mirando por el cristal a ver si veo nieve en la sierra de Madrid, pero nada (solo veré una poquita en los alrededores de Reinosa).


A las 15.45 h, poco antes de llegar a Palencia, se apaga el aire acondicionado, dejando en el vagón un silencio sepulcral (¡qué paz...!). Vamos a 9 km/h. Ya en la estación, el cielo sigue plomizo y el suelo mojado (no sé dónde está el sur que decían…). Grupos de estorninos se alinean en los cables de la luz.

Llego de noche a Santander (¡pena de cambio de hora!). ¡Qué ganas de irme a dormir a las 18.15 h…!

Otras cosas que me llamaron la atención en mi viaje a Madrid…

Las enumero:

-       Un anuncio en el metro sobre comportamientos.


-       Un anuncio en la calle de una caca avergonzada.


-       Las espaldas de Neptuno.


-       La “ermita” moderna frente al palacio de Telecomunicaciones, en Cibeles.


-     Los reales significados de las calles que recitamos sin pensar (la calle Arenal es, en realidad, la calle “del Arenal”).


Una cosa que me molesta enormemente...

Los letreros en las ventanillas de los descansillos del tren. No me permiten mirar bien ni sacar fotos. ¿No podían haberlos puesto en otro sitio...?


Y lo que me faltó por hacer…

No me dio tiempo a ir a la Residencia de Estudiantes (me encanta sentarme en los jardines o preguntar  por sus nuevas publicaciones) ni a la librería de la Biblioteca Nacional…






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