Viernes,
26 de octubre de 2018
He apagado regletas y
desenchufado el termo y la mantita eléctrica. Como no me apetecía ir a tirar la
basura a las 6 de la mañana (las bolsas con el grueso ya las había despachado
ayer), he metido en el congelador (para que no se pudran y den mal olor) las
peladuras de naranja y los posos de té del desayuno. En mi pasillo he dejado 20
grados centígrados; a ver cuántos tengo a mi vuelta…Dicen que viene la primera
ola del otoño/invierno…
Como soy una agobiada, llego
media hora antes a la estación. Los pocos que estamos, nos hemos sentado en los
asientos helados: demasiado pronto para hacer cola…Pero en cuanto llega la
señorita, y todavía sin abrir el check-point,
la gente se levanta como un resorte. Yo, no.
Voy forrada por la cintura y
“frotada” de flogoprofén, además de haberme tomado un paracetamol. He notado un
puntito de dolor en la espalda y no quiero que me dé una ciática/lumbago…Ayer
me atacó uno de mis raros arrebatos de zafarrancho casero y me puse a cambiar
de sitio “columnas” de libros y a dar vuelta a la alfombra tras mover la mesa
del salón.
En la sala de espera de la
estación hay un anuncio enorme de Viesgo hablando del consumo fantasma, con la
figura de “Contador”, el ciclista. A las 7 menos diez (15 minutos antes de
salir), se abre la barrera.
En el vagón voy con un chico
que es como una seta. Ha puesto su maleta en horizontal, ocupando su espacio y
el mío, y he tenido que empujarla mientras él se concentraba en su móvil…
11 grados fuera a las 7.57
horas. En nuestro vagón no funcionan ni los letreros luminosos ni la tele.
Decido ponerme los casquitos, pero el hilo musical tampoco funciona. Estoy
despierta desde las 3, y tengo un sueño…
A las 8 y 12, RENFE tiene la
deferencia de enviarme un mensaje al móvil para informarme de que estaremos
parados en Bárcena de Pie de Concha 40 minutos (aprox.) por “interceptación de
vía”…Y eso, ¿ qué significa…? Una de las veces que el revisor cruza el pasillo
a toda prisa, le pregunto: “Hay un coche en la vía y lo están sacando…”.
7 grados a las 8.42 h en
Bárcena. Parece que nos movemos…A las 9 h salimos de Reinosa. Los chopos,
amarillos; los campos, en rastrojera. ¡Cómo me gusta viajar en tren…! Voy
leyendo un libro apasionante sobre los caminos del mundo (En los senderos, de Robert Moor): desde los que dejaron organismos
diminutos, los ediacáricos, hasta los de las manadas animales, incluidos los
humanos. Ahora estoy en el capítulo que habla de los caminos del pastoreo. Hace
años que pienso que me encantaría pasar unos días acompañando a un rebaño
trashumante (es como si tuviera un gen pastoril de los principios del
nomadeo…).
A las 10.30 h, estamos en
Palencia. No sé cuánto retraso llevamos; solo que, cuando salgamos de
Valladolid, nos quedará una hora a Madrid.
…¡He venido hasta Valladolid
en el coche 8 en vez de en el 7…! Sin darme cuenta. Como a veces el vagón se
divide en dos y en el nuestro no funcionaban los luminosos…
El revisor ha pasado tomando
nota de los que tenían que hacer algún trasbordo o coger enlaces: Sevilla,
Córdoba, Málaga, Valencia, Cartagena…
A las 11.45 h estamos en
Segovia. 16 grados. A las 11.21 h teníamos que haber llegado a Chamartín. Tras
la estación de Guiomar, empieza un ruido vibratorio espantoso. Me tapo los
oídos: es bastante incómodo.
Cuando, por fin, vemos las 4
torres, una señora se cruza todo el tren con su maleta, hasta la máquina, para
salir la primera al taxi. Me recuerda mis tiempos en Madrid cuando, para
optimizar, te ponías en el metro en el vagón más cercano a tu salida…Ahora
llevo mi paso y mi tiempo lentos de Santander, y no me acelero ni un poquito…
El último kilómetro, el tren
se va parando cada segundo y todos los que estamos en el descansillo vamos
mirando el reloj a ver si la aguja marca las 12 y 21 (1 hora de retraso) para
que nos devuelvan todo el billete. Creo que nos han faltado dos o tres
minutos… ¡Lástima...!
COSAS QUE ME SORPRENDEN
Lo primero que me llama la atención cuando salgo a la calle en la
glorieta de Atocha es el anuncio “Madrid, con los años”, donde una mujer mayor
sonríe acodada en el borde de una piscina (sigo decidiendo por mí). No recuerdo
una campaña tan evidente donde los mayores sean protagonistas absolutos. Veré
más… (con los años, sigo aprendiendo, donde un hombre mayor comparte ordenador
con su nieto (también podía haber sido al revés…: una mujer mayor aprendiendo
informática con su nieta…).
Mientras camino por el paseo
del Prado, veo el logo “Madrid Central”, de próxima entrada en vigor. Significa
que, en el centro de Madrid, el tráfico estará “restringido excepto vehículos
autorizados”. Ello se une al carril bici y a las calles a 30 kilómetros/hora
con la intención de pacificar el
tráfico y disminuir la contaminación. También, que la ciudad sea más de toda la
ciudadanía y no solo de los automóviles.
Me “pierdo” en las tiendas
de los museos: el Reina Sofía, CaixaForum y el Thyssen. En el segundo, una
procesión de padres y madres con niñ@s: es por la exposición de Disney, “El arte de contar
historias, que finaliza el 4 de noviembre. Me compro De aquí al infinito, de la artista japonesa Yayoi Kusama.
Domingo,
28 de octubre. Día del tren
Reflexiones
mientras camino por Madrid
(Los domingos, los carriles
del Paseo del Prado, por el lado del Jardín Botánico, están cerrados al tráfico
entre las 9 y las 16 horas).
Cada vez nos estamos
volviendo más nerd y perdiendo el
contacto con la naturaleza: en vez de andar por la ciudad o el campo, andamos
en una cinta en un gimnasio; en vez de recorrer senderos en bici, miramos un
paisaje en una pantalla mientras subimos y bajamos el trasero a las órdenes de
un monitor/ora. En vez de ir a comprar la comida preparada, llamamos a
Deliveroo o Glovo. Ya no son suficiente los patinetes o las bicicletas de toda
la vida: ahora llevan motorcito incorporado para que no hagamos ejercicio, no
nos cansemos y no sudemos. ¿Qué será lo próximo…? ¿El coche volador…?
Halloween
Todo está lleno de
calabazas, telarañas y calaveras: panaderías/pastelerías, librerías low cost,
restaurantes, academias de peluquería…, hasta una tienda de tarimas flotantes.
Parece que todos se han contagiado…
Lunes,
29 de octubre. De cementerios
Aunque no suelo coincidir
con el Día de Todos los Santos en Madrid, este año, sí, así que el lunes a
primera hora cojo en Ópera el bus 25 al cementerio de San Justo. Hace un frío
que pela y llevo mis gerberas (flor que descubrí en el cementerio judío de
Praga, porque, a la entrada, solo tenían rosas y gerberas –antes, nunca me
había fijado en ellas), abrigadas por los mitones.
A las 8.40 h hay atasco en
la salida. Veo cola para entrar al Senado (a los coches los revisan por los
bajos con un espejo, como en los tiempos del terrorismo) y me entretengo con la
pantalla avanzada del bus: tiempo atmosférico (mañana, lluvia), tiempos a las
siguientes paradas (falso, porque llevamos a paso mosca varios minutos),
tiempos de espera…
La carretera de subida de la
cuesta de San Vicente está colapsada a las 8.52 h. En las marquesinas, anuncios
del servicio de autobuses a los cementerios entre el 25 O y el 2 de noviembre. En San Justo, los de
mantenimiento siempre están arreglando algo…
A las 9.40 h, cerca de Sol,
hay 7 grados, pero con el viento gélido, para mí, la sensación es de menos
dos…Decido tomarme un chocolate caliente en San Ginés antes de coger el metro a
Manuel Becerra para tomar allí el bus
110 al cementerio de la Almudena. A esta hora hay cola (abren las 24 horas) y
el aforo de sentados (56) debe de estar casi completo, Pregunto si me lo puedo tomar en la barra…Un chocolate y 6
churros cuestan 4 euros. Ya restaurada,
puedo continuar camino...
Martes,
30 de octubre. Al Jardín Botánico
Tenía el billete de vuelta
para el miércoles 31, pero leo en las noticias de internet que está prevista
una huelga de trenes para ese día (“Renfe suprime 295 trenes de pasajeros la
víspera del puente del 1 de noviembre”). La huelga, al parecer, es en defensa
de un ferrocarril público y de la implantación de una jornada de 37´5 horas
semanales. No me quiero arriesgar a quedarme en tierra, o parada en la
inmensidad de un páramo, así que llamo
por teléfono para cambiar el billete.
Solo me quedan unas horas,
así que me dirijo al Jardín Botánico, lo más cerca que tengo de la casa en que
me alojo. Una amiga me ha dicho que hay una exposición de bordados realizados
por la madre de Miquel Barceló a partir de sus dibujos.
Cuando entro, a las 10, hay
un bullicioso grupo de escolares en la puerta. Mi táctica es escapar del
griterío en busca del silencio del jardín. Lo único que no puedo obviar es el
sonido del tráfico en las afueras del parque. Mientras llego al pabellón que
aloja la exposición, me voy parando aquí y allá: en el emparrado de forja de
1786, que rodea el parque por su parte más externa; ante los gorriones que
saltan por el suelo, delante de mí, sin ningún miedo…
Ya dentro, ante esa
maravilla de bordados, pregunto a la vigilante si sabe cuánto tiempo puede haberle
llevado a Francisca, la madre del pintor, hacer una de esas filigranas. Me dice
que ha oído comentar que “dos años” el verde de los animalitos. Sí, claro, pero
cuántas horas al día… Yo, que siempre he sido torpe con la aguja y que se me
ponía negra como a Teresina, la hermana de Celia, con el sudor del estrés, me
quedo embobada mirando la obra de cerca: tantas cadenetas…
(Y mi trapito de costura, con 7 años. No he mejorado...).
En el cartel introductorio,
leo que Francisca Artigues empezó bordando cosas propias, como el mantel azul
de los peces.
Luego, su hijo le da dibujos
de cefalópodos y ella empieza a bordar sobre sus manchas de acuarela. “Mi madre
me pedía cada vez más cosas…”- cuenta Miquel.
Al terminar, me dirijo a la
cafetería. Abierta desde marzo de 2018, está al final de la tienda/librería. Me
tomo un café y un trozo de empanada. No me parece maravillosa y sí cara. En la
tienda le compro a mi madre el catálogo de la exposición y, como se ha puesto a
llover, decido volver a casa a recoger la maleta.
En
Chamartín
Sentada mientras espero que
pongan mi vía en el panel. Junto al tren con destino “Salamanca”, pone: “salida
inmediata, 13.35 h”. Pero son las 13.45 h y aún no ha salido…
Me está entrando un sueño…,
pero tengo miedo de dormirme y quedarme en este banco. Al acercarse la hora del
embarque, la gente empieza a agolparse bajo la pantalla.
Salimos a las 14.14 h. 9
grados centígrados. Lluvioso. Las 4 torres tienen la “cabeza” en la niebla.
Durante el primer kilómetro vamos a 10 km/h.
En el catálogo de la
exposición de Barceló, titulada “Vivarium” (porque es un contendedor de seres
vivos - según explica), leo: “Todo sigue siendo cuestión de luz y sombra…”. Se
lo tengo que decir a Sonia, mi profesora de pintura. ¡A ver cuándo empezamos
con la composición!…
Como se ha hablado tanto en
las noticias de la temprana nevada y de
la ola de frío, voy mirando por el cristal a ver si veo nieve en la sierra de
Madrid, pero nada (solo veré una poquita en los alrededores de Reinosa).
A las 15.45 h, poco antes de
llegar a Palencia, se apaga el aire acondicionado, dejando en el vagón un
silencio sepulcral (¡qué paz...!). Vamos a 9 km/h. Ya en la estación, el cielo sigue plomizo y
el suelo mojado (no sé dónde está el sur que decían…). Grupos de estorninos se
alinean en los cables de la luz.
Llego de noche a Santander
(¡pena de cambio de hora!). ¡Qué ganas de irme a dormir a las 18.15 h…!
Otras
cosas que me llamaron la atención en mi viaje a Madrid…
Las enumero:
-
Un anuncio en el metro sobre comportamientos.
- Un anuncio en la calle de una caca avergonzada.
-
Las espaldas de Neptuno.
-
La “ermita” moderna frente al palacio de Telecomunicaciones,
en Cibeles.
- Los reales significados de las calles que recitamos
sin pensar (la calle Arenal es, en realidad, la calle “del Arenal”).
Una cosa que me molesta enormemente...
Los letreros en las ventanillas de los descansillos del tren. No me permiten mirar bien ni sacar fotos. ¿No podían haberlos puesto en otro sitio...?
Y
lo que me faltó por hacer…
No me dio tiempo a ir a la Residencia
de Estudiantes (me encanta sentarme en los jardines o preguntar por sus nuevas publicaciones) ni a la librería
de la Biblioteca Nacional…
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