lunes, 17 de diciembre de 2018

VIAJES EN TREN 4. LOS PUEBLOS QUE ME QUEDARON. LAS FRAGUAS (2)

LAS FRAGUAS. Sus alrededores


Miércoles, 5 de diciembre de 2018

El miércoles anterior me quedaron pendientes el “camino rojo” a Los Llares y La ruta del Navajos, en dirección Molledo. Sin embargo, quiero parar antes en Arenas porque un tío mío me ha dicho que allí vive una pariente.

14 grados a las 7.55 h. Hoy quiero coger el tren de las 8.14 h porque he de volver antes para comer en Torrelavega y, si no, no  me da tiempo.

Cuando salgo de casa, aún es de noche. En la sala de espera, me sonrío, entre irónica e incrédula, cuando “La Voz” dice, como un papagayo: “No está permitido “jugar” en el recinto de la estación”…Je, je. A estas horas, solo estamos 4 gatos y, ninguno, es un niño…Se me está quedando el culo frío sentada en los asientos metálicos, pero no me apetece salir fuera: aún no ha llegado el tren procedente de Los Corrales.

Viene petado…En mi vagón se han subido dos jubilados, venerables, con sus barbas blancas, vestidos (como yo) de senderistas. Hoy, la temperatura que marca el tren (14 º C) es la misma que la del termómetro de la calle (Jesús de Monasterio).


Salimos o´clock: a las 8.14 h. Como siempre, lo sillones (que suben por la parte final) se me clavan y cortan los muslos. No sé quién diseña, pero siempre debe pensar en los mismos: altos y sin celulitis…

Llevo mi sándwich de quesitos untados, frutos rojos y pepitas de calabaza espolvoreadas; y el termo lleno de agua, por si no encuentro un lugar donde tomar algo.

Acaba de pasar el “armario” de hoy, que casi da con la cabeza en el techo. Las luces anaranjadas de las casas fuera parecen las de un belén en miniatura. Ayer salí a ver las luces de Navidad este año en Santander: el buen gusto en unas calles y comercios y el colorín y el kitsch en los lugares más multitudinarios...


De repente, oigo: “Esto es lo que he encontrado sobre Sofía de Grecia…”; una voz parecida a la de Siri, en el sillón de atrás, ocupado por un hombre, que mira su móvil.

Me empiezan a entrar los calores, pero es tanta la parafernalia de empezar a quitarme ropa, que solo me subo las mangas del forro y me abro la cremallera un poco. Eso sí: saco el abanico de mi bolsa “de todo” y aprovecho para ponerme en la cara crema solar.

Hay niebla sobre Parbayón ahora que empieza a amanecer (8.33 h). El día está un poco “mortecino”. Se ven charcos en los campos después de Renedo.

En Torrelavega están fumigando las malas hierbas entre las vías y, en Las Caldas, sigue sin arreglarse el tejado caído y acordonada la zona. ¿Hasta cuándo…? Hace 10 grados centígrados, pero empieza a parecer un tímido resol.

Cuando bajo en Arenas a las 9.07 h, hay 6 grados. Huele a pis de vaca y el aire está húmedo y frío. “Desde pequeños les inculcan el odio hacia Cristo…”- le dice una señora mayor a su hijo (¿), también mayor.


En El Rincón me tomo un café y medio sanwich (2´20 euros). Hay a estas horas más mujeres que otras veces, y también está el revisor. Fuera, un cartel anuncia la fiesta de  La Vijanera, en Silió, el 6 de enero de 2019.


En el quiosco de prensa y chuches me dicen que la tienda que busco está más arriba; pero no saben el nombre y la indicación no es muy precisa. Vuelvo a preguntar y ya consigo saber que está frente al consultorio médico; les hago una visita, prometiendo que la próxima vez estaré más rato.

Mientras voy hacia Las Fraguas, cruzando por el paso a nivel, veo en la distancia la llamada iglesia de San Jorge, que recuerda a un templo griego o romano (luego leo que le llaman “El Partenón”…).


Mi primera intención es ir hacia el poste que indica La ruta del Navajos, pero decido rodear la finca de La Casona siguiendo el muro, dejando un caqui a mi derecha. He acertado: he salido al café-bar El Chiringuito.


Veo a dos mujeres vestidas de chándal venir andando por un camino y ¡allá que voy!... Pues porque las he visto a ellas, que, si no, me voy por la carretera…No hay ninguna indicación. El sendero empieza junto a un aparcamiento de alquitrán, cerca del río, con un gran pino a la izquierda y una barandilla de madera a la derecha. El firme al comienzo es de adoquines rojos con hierba entre las junturas.


Son las 10.30 h. Tengo dos horas hasta el siguiente tren (a las 12.30 h). Me tengo que administrar: una hora de ida, hasta donde llegue, y otra de vuelta.

El camino rodea la bolera, el parque infantil y el campo de futbito. Tras otros 100 m de hierba, se llega  a una cadena baja (se puede saltar cómodamente) que conecta con una pista de asfalto.


Siempre con el sonido del río a la derecha, de pronto una garza real sale volando de entre los cudones. Dos cormoranes vuelan río arriba poco después y una bandada de urracas va de acá para allá como pollo sin cabeza. Huele a papel quemado.

El campo a mi izquierda está lleno de cardos secos y unas ovejas pastan lo que pueden. De cuando en cuando, un banco de madera para descansar.


Pregunto a dos caminantes con los que me cruzo, que hasta dónde lleva este camino y uno de ellos me dice que, más adelante, puedo cruzar el puente y volver por el “camino rojo”, que llega hasta Los Llares, al otro lado del río. Me lo repite dos o tres veces, pero ya lo he entendido a la primera (solo le falta decir: “En resumen…”- como hacía mi padre cuando me explicaba los ejercicios de matemáticas, y me repetía lo mismo de nuevo...).

Cuando reanudo la marcha, veo una vaca suelta delante de mí, pastando por la orilla. Oh, Dios mío… Estos que somos de ciudad…Espero que no me moche…, que voy de rojo…

Al cruzarnos, cada una en un extremo, ambas nos miramos de reojo. Ay, que decide no darme la espalda y se vuelve, pastando, en mi dirección…Veo más ganado suelto, pero las vacas siguientes no me prestan la más mínima atención. La grulla cruza de nuevo, con las patas plegadas hacia atrás, como el tren de aterrizaje de un avión.

Paso bajo el viaducto [de Pedredo] y, un poco más adelante, está un toro mascando, este sí, dentro de una cerca de espino. Me mira…, y sigue rumiando. Tiene unos cuernos bien largos y puntiagudos.


En uno de los pilares del viaducto he visto la primera, y única, señal amarilla y blanca, que indica un sendero de corto recorrido. Hacia la izquierda, se ven las casa de una aldea/barrio, pero decido seguir de frente en busca del paso hacia la otra margen del río.

“Por llegar…, puede llegar hasta Bárcena Mayor…”- me dice otro paisano paseante. Pasadas un poquito las 11.30 h llego a Carrocerías Lastre, el lugar del que me hablaron los dos primeros cicerones, junto al mesón El Nogalón.

El puente es muy estrechito, para solo un vehículo cada vez. Al otro lado, El puerto de Veracruz, especialidad en cazuelas caseras. Estoy en Cohiño (leo en el parque infantil). Junto al río va una pequeña carreterita. ¿Llegará a Las Fraguas…?


Una señora me saca de dudas y, menos mal: si no, podía haber llegado a un punto sin paso y haber perdido el tren. Me recoloca hacia el camino rojo por la carretera con la señal Km 2. CA-804. Un gallo canta como un poseído (no es nada cierto que canten al amanecer).

Junto a la marquesina del autobús -como decía la señora- empieza el camino peatonal. De la caseta sale una canción montañesa: es un paisano ciego que dice que se llega hasta ahí todos los días. Lo dejo silbando tan contento, sentado en el banco.


Ahora estoy en San Cristóbal. Paso de nuevo bajo el viaducto (Fracking, ¡no!- leo en un pilar) y estoy en Pedredo. Huele otra vez a pis de vaca como si se hubieran puesto a mear un millón a la vez.

Mientras leo los carteles junto a otra marquesina de autobús, paran dos coches para leer una esquela en el panel de anuncios, sin apearse, desde la ventanilla bajada (debe de ser el deporte comarcal…). En los jardines, animales "de mentiras" y, solo alguno, real.


Llegando ya a Las Fraguas, se intensifica el sonido de un helicóptero, muy molesto, que hace círculos concéntricos, ¿mapeando algo…?

A la estación hay que subir por unas escaleras bien pindias (nada de adaptación). Como no hay a quién preguntar, me agobio con qué vía será. En el panel de anuncios, leo que -según la hora y la dirección- es la vía 1. Me tranquilizo un poco.


Sentada al sol en el andén, me llega un olor a judías verdes.

Un ciclista “listo” me pone en duda: “Suele venir por la vía 2…, pero hay un botón donde puedes llamar…”. “La voz”, masculina, me confirma: “Si no se dice nada, siempre la vía 1”. Me recuerda a la película “Esa gente tan divertida" (1977), de cámara oculta, cuando un señor real hablaba desde un buzón, asustando a la gente que iba a depositar su carta…Je, je, je.

https://www.youtube.com/watch?v=dOOFV6mY9ns. Esa gente tan divertida (Funny People). Una escena.


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