Mi tía Bea
es la monda.
Ahora es
profesora -y muy buena, por cierto- pero, de pequeña, era un auténtico cenutrio.
El otro día
subimos al desván -la acompañé a colocar sus papeles- y nos pusimos a ojear sus
tareas escolares desde parvulitos
(que es como llamaban entonces a preescolar).
Al empezar
a escribir -confundía las bres y las bles- lo hacía todo junto, de corrido, en
renglones interminables.
Más tarde,
con sus respuestas en las fichas, podía haberse recopilado todo un catálogo de
citas ocurrentes.
Lo curioso
es que la maestra siempre le ponía “regular” en vez de un cero patatero. Yo creo que se partía tanto de la risa que solo por
aligerarle la rutinaria tarea de corregir era incapaz de suspenderla. Un
ejemplo: ¿Qué se saca del algodón? La
lana. ¿Por dónde sale el sol? Por la
izquierda. ¿Medios que puedes utilizar para ir de excursión? Pues el pan, el
chocolate, el queso, la fruta...
En cada
pregunta, interpretaba y aplicaba sus códigos particulares; leía lo que ella
quería leer, y así salía... ¡por peteneras! ¿Cómo
se fabrican las conservas? En el frigorífico.
Creo que mi
tía era un poco pasota y veía la vida
de otra manera, más desdramatizada, más alegre, más desenfadada.
Todo lo que
quería era terminar pronto los deberes para saltar a la goma. Y jugar, que era
lo que le correspondía a sus años.
Le
preocupaba tan poco lo que le hacían aprender que incluso rellenaba dos veces
la misma ficha, y ni ella ni la maestra se daban cuenta. Lo cierto es que la profe de turno tampoco se apuraba mucho
por las respuestas. Ponía V de visto
y adelante. ¿Dónde hay minas de sal en
España? En Francia. Y las dos se quedaban tan frescas. Debía resultar tan
aburrido corregir cientos de fichas cada día...
Pese a todo,
la envidio en sus composiciones. Mis redacciones son de lo más correcto y
anodino; nada que resaltar, frases de sujeto, verbo y complementos, todo muy
previsible.
Me gustaría
resultar tan fresca y divertida como ella y que, cuando me leyeran, se
carcajearan en el metro hasta los señores con traje y barba.
Y es que mi
tía Bea es atómica. Ojalá siga así
por muchos años...
[CO-GANADOR III CONCURSO
NACIONAL DE CUENTOS INFANTILES A.C.TERTULIA
GOYA. 1998]
Ilustrado por José Luis Mazarío.
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