martes, 12 de febrero de 2013

UNA HORMIGA ME MORDIÓ UN PIE

                                                      
                                          Ilustración: Sonia Piñeiro. http://soniapineiroambrosio.blogspot.com.es

No es broma, no. Estaba yo visitando un jardín -y escuchando atentamente al guía- cuando, de repente, sentí un dolor agudo en el dedo gordo del pie derecho.

¡Cachis! -me dije. Al principio, pensé que se me había metido un palito, incluso un pincho, en la sandalia. O quizá había pisado una colilla encendida (ya me pasó una vez. No conseguía sacarla y, aullando, fui dando saltos por toda la Gran Vía).

Pero no. Cuando me convencí de que tampoco era una ampolla, me quité rápidamente la sandalia y...¡allí estaba ella! Salía toda indignada y con prisa, como si le costara respirar. Era una hormiga enorme..., ¡y roja!

Entonces, me acordé de la película La marabunta y de las hormigas-soldado que hacían de vigías e iban en vanguardia inspeccionando el terreno. Aquello era en Sudamérica, creo.

Pero, ¿qué podía hacer una hormiga roja en mitad de un Jardín Histórico en Puente San Miguel? ¿Habría venido en globo...? ¿Era una turista...? ¿Vino con una de las plantas exóticas... ¿O sería una atracción del jardín contratada por sus dueños?

Lo cierto es que -lo crean ustedes, o no- me mordió. Como los tábanos, que también dan mordiscos (una vez estaba plantando árboles en el monte, y uno gigante me mordió... en las posaderas. Sin ningún respeto). Algunos saltamontes color verde manzana  también hacen lo propio. Y no pican, como las avispas, mu-er-den. Menos mal  que, tras salir furibunda de mi sandalia, el dedo me dejó de doler.

Ya pensaba que era la única en el mundo mundial a la que le pasaban estas cosas, cuando un día, mi madre  –que es una señora muy seria- me dijo que a ella también una vez una hormiga le había mordido el pie.

Así que, hagan memoria, queridos lectores. Quizá en algún momento de sus vidas una hormiga les haya mordido un pie… ¿Recuerdan aquella “abeja muerta” de la película por la que preguntaba a todo el mundo Walter Brennan: ¿”A usted le ha picado alguna vez una abeja muerta…?”.




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