Yo nunca he sido mucho de máquinas: me gustan
el exprimidor de plástico, la minipimer - porque ya nací con ella- y, como mucho, usar el mando de la tele.
Pero no sé programar un vídeo, usar
una calculadora -aunque sea solar-, y me marea solo pensar en lo rápida que va
la técnica y como desplaza el WINDOWS al MS2 o al LOTUS.
No estoy preparada para la vida
moderna: las máquinas de marcianos me estresan. Nunca pude hacer el cubo de
Rubik. No le veo ninguna gracia al Tetris y en el último examen de conducir
virtual me precipité varias veces contra la pared imaginaria, mientras el
psicólogo me alentaba: “Acabas de
arrojarte por el precipicio”... En otra prueba, iba rozando tanto los arcenes
-entre un chirrido de dentera- que lo único que pensaba era: “Mira que si no me
renuevan el carné por la maldita
tecnología…”.
Pero la vida es así y tuve que ponerme las
pilas porque el mundo no se va a adaptar a mí. Y empecé un curso de ofimática.
¡A buenas horas! Me paso el día viajando por la pantalla buscando el puntero o
la flecha.
A veces el ratón no me ratona, las líneas se colocan a su gusto en el texto, se
autosubrayan, se cambian de tamaño. Yo me desespero, suspiro, me cabreo…
Soy una ceporra
y tengo que repetir cada operación mil veces para que se me quede en el magín -después de escribir todo el
proceso en un cuaderno, lo mismo que cuando me pongo a hacer punto.
Hoy, por ejemplo, tengo un día sembrado: por mucho que me esfuerce, no
consigo más que imágenes achatadas. “Es que estás agarrotada sobre el ratón” -me dice la profesora. Me miro, y es cierto: lo agarro como si se me fuera a escapar
corriendo de un momento a otro. “Hay que moverlo con soltura, como si no te
costara nada y fuera un ratón alado”. Pero ya, ya. ¡Qué más quisiera yo…!
Además, confundo las flechas y, de repente,
la imagen se me alarga o se me va de la pantalla.
Insertar dibujos en un formato pequeño y a la
derecha es lo peor, un auténtico sufrimiento.
También tengo que acordarme de desactivar las
funciones para que no vuelva a salirme la orden anterior, y marcar primero lo
que quiero.
En fin: yo creo que mi ordenador está
hechizado (¿será el tener adjudicado el número 13...?). Otro misterio: ¿por qué al
dar Insertar símbolo (un redondel) me
inserta un cuadrado…?
No sé si alguna vez nos mostraremos mutuo
respeto. De momento -a comienzos del Tercer Milenio-, ¡esto es la guerra!
No hay comentarios:
Publicar un comentario