18.15 h. En casa, 22 grados
y solo 56 % de humedad (he llegado a apuntar hasta un 65 %).
Me he puesto las botas de
monte con las nuevas plantillas para probarlas antes de echarme al Camino a
mediados de septiembre.
Salvo error u omisión por mi
parte, la primera calle que enmarca el distrito es San José. Bueno, antes está
la plaza del Príncipe (justo a
continuación de la Porticada, en dirección Puerto Chico) con la exquisita
tienda Golf. Frente a Nespreso, uno de los refugios antiaéreos (visitable,
previa cita) de la Guerra Civil (https://anillocultural.com).
En San José, la iglesia de los jesuitas, recién pintada en color
crema. Antes de subir las escaleras, El
vestidor de Susa, con un espejo donde pone: “Guau!!Estás preciosa”. Arriba
de las escaleras, el café Chema (junto al colegio de Arquitectos) y, enfrente,
se alquila Palo Cortado, como también la clásica mercería San José. Continúa el
café-bar La Alquitara en la misma acera que la librería solidaria (de segunda
mano) Aída (que no es mía...).
Perpendicular, la calle Arrabal, peatonal, que me recuerda al casco antiguo de
Vitoria. Se han mantenido los huecos, aunque ahora el comercio de lujo ocupa los bajos que
antaño se destinaron a “depósito de redes y aparejos de pesca”- según cuenta
José Simón Cabarga en Santander en la
historia de sus calles.
“Todavía se conservan
algunas casas con portal de poco más de un metro de ancho, trastabilladas
escaleras…”- escribía en 1980. Escaleras pindias en el número 8 y estructura
peculiar la del número 10, únicos restos de tiempos de Pereda. Pero la mayoría
se han ido remozando y reedificando. En el número 18, la vinoteca La ruta del
vino, con catas para aprender y disfrutar.
A partir de La Panera del
Arrabal han puesto ginkos, los árboles con hojas de abanico que se consideran
de los más antiguos de la historia del mundo.
La paralela a Arrabal es la calle del Medio (también peatonal). En la esquina, Muné (pastas de té,
artesanos desde 1910) y, casi al principio, el bar La Cátedra, más que
centenario (de 1912), especialista en pinchos y tapas. Algunos de los
comerciantes del Mercado del Este se han refugiado aquí, en una especie de
galería “gourmet”.
https://www.eldiariomontanes.es/20111022/santander/destacados/alma-casco-viejo-siglos-20111022.html. La
calle del Medio.
A las 19.30 h, el cielo
empieza a ponerse negro: es la hora de volver a casa.
Viernes, 11 de octubre de 2019
Para no gastar mi media hora
en llegar al “punto cero”, cojo el bus en Jesús de Monasterio hasta el Centro
Botín.
A las 10.30 h empiezo mi
paseo en la calle Marcelino Sanz de Sautuola (en tiempos, calle del Martillo,
“por la forma que en el plano tenía el muelle saliente”- escribe Simón Cabarga)
en el arco del Banco de Santander. El estanco, que lleva andamiado “la tira” (debe ser por lo descascarillado que está el edificio del Club de Regatas…),
recuerda que es el estanco de la calle del Martillo “desde 1913”.
Decido hoy hacerme las calles
verticales, como si fuera el supermercado, y dejar para otro día las
horizontales (Hernán Cortés, Daoiz y Velarde…), que son más largas. Sin
embargo, Pedrueca es pequeña, así que decido recorrerla. La Fundación Botín, el
Ateneo y la chocolatería Áliva son algunos de sus anfitriones.
Luego, tiro hacia Santa Lucía. En el número 5 hay una
casa que me gusta mucho: con geranios, pintada en blanco y rosa palo. Le sigue
un solar que lleva abandonado demasiado tiempo. JOMI ha dejado un mensaje
grafitero en una de las paredes medianeras: “No name, no fame” (“sin nombre no
hay fama”, sin anunciarte – supongo- mediante tu firma…). Los números 13 y 15
se parecen y no: han rehabilitado diferente.
A la izquierda, sube San Simón, que ha cambiado bastante
desde que yo viviera en la cercana calle Laredo, en 1996: ahora es peatonal. En
el número 6, el Centro Cultural Europeo Eureka, “un espacio colaborativo
autogestionado” desde 2009. Enfrente, una fachada que me intriga, con portones
de madera. ¿Qué puede haber sido?…
En el barrio, ha mejorado el
firme y los edificios se ven algo más cuidados, pero quedan muestras de
incivismo. Junto a ellas, arte urbano.
En Antonio de Cabezón, al
fondo, van a hacer escaleras mecánicas y Macías Picavea también es en cuesta, así
que las dejaré para otro día.
Cojo la calle
del Sol (protagonista del concurso anual de micro-relatos https://www.solcultural.com/),
semipeatonal, que, a estas horas, está muy tranquila. En la carnicería Ono
compraba yo en 1996. Hay muchos bares nuevos que no recuerdo y el clásico
Rvbicon. Como clásica es la librería Roales, un poco más adelante...
Mirando p´arriba (que caen judías…), en el número, 8, que ha quedado muy
bien rehabilitado, un símbolo que me recuerda -no sé por qué- Los cigarros del faraón de la serie
Tintín. Podría ser…, porque también está Cleopatra en los azulejos…
La calle ha ganado mucho.
Hay unas puertas de madera tallada preciosas. Junto a la iglesia del Carmen,
han puesto unas escaleras mecánicas que parecen conducir directamente “al
cielo”.
Cruzando Francisco Palazuelos, en el número 33, el chalé Rosa María,
rehabilitándose y, junto a él, otro que se vende, con el jardín abandonado.
Cuando llego al chalé Sotileza, se me acaba la batería. Es una señal…Son las
11.30 h. Hora de volver a casa.
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