8.30 h. Día gris (pero un
alivio para mí con su brisilla y su humedad).
Cojo Peñas Redondas hacia
San Luis. En su parte superior, hacia Cisneros, están el Centro Asturiano y la
sala de conciertos (de rock) Rock Beer, The New. Hacia abajo, dirección plaza
Juan Carlos I, la peluquería Enyeri (que se alquila, apenas abierta), la
vermutería El guaje, floristería Amis y Tronko. El jardinillo, cerrado, que una vez hubo, en la esquina con Magallanes,
está hecho un asco. A la derecha, la
minicalle Frontón y, más abajo, cerró mi zapatería El rápido y se mudó La Cepa,
ahora La cepa del papi.
En San Luis, paralela (por
detrás, o por arriba) a Jesús de Monasterio, las aceras son nuevas (como las de
Cisneros. Solo falta mi calle, Magallanes…). Hay locales cerrados y grafiteados
(es una calle un poco “rockera”. “Basura, aquí, no. Racistas, tampoco”), pero
siguen el bar San Luis o Perejil, tienda de alimentos naturales y biológicos;
la carnicería Jesús (mi carnicería) o la bodega Valdepeñera, con solera.
Al comienzo, la peluquería
Look at me, que se trasladó desde Magallanes; a la mitad, la asociación de
vecinos Numancia y tejidos Dalia, una de las pocas tiendas de telas que aún
quedan en Santander. Hacia el final, la librería de segunda mano Kattigara,
varios locutorios e incluso un local nuevo de apuestas deportivas.
Por
la tarde
A las 18.30 h tomo la calle
Floranes (prolongación de Magallanes más allá de Numancia). Aún hace calor (23
grados), así que voy por la acera en sombra.
En Floranes conviven
edificios de principios del siglo XX con otros más modernos. Al ser la
extensión de Magallanes, en ella están localizadas muchas de mis tiendas de
referencia (en el radio de 1 km/15 minutos de mi portal).
Continúan Madeco (puertas,
ventanas y armarios. Un carpintero me instaló varias estanterías), uniformes
Unican y Picking Pack, mi tienda de folios y material de escritorio.
En Narciso Cuevas
(inspector), una perpendicular, siguen una tienda de diseño (integral) de
cocina y baño, y el café La Viña, famoso por sus pulguitas de jamón. En el
local que antes ocupara Laurel, la tienda Espuma de bar (cerveza para regalar),
con catas y la posibilidad de personalizar una con tu etiqueta elegida.
En Los Indianos, una
trasversal diminuta, cerró la panadería La Brega. En la calle Alonso (nunca
fui consciente del nombre), creo que compré el mueble de los pies de mi cama.
Nunca la había recorrido hacia arriba, así que descubro la librería Antuñano,
que no sabía situar.
En Floranes, que llega hasta
Cuatro Caminos, permanece Cartago (donde compré varios de los muebles de mi
casa), ahora reconvertida en tienda de complementos y ropa (con buen gusto). En
electricidad Jorrín, he comprado un flexo, lamparillas de noche y me han
arreglado interruptores.
En la perpendicular Mies del
Valle, La Gallofa colonizó a la anterior panadería/pastelería. También hubo un
videoclub, en su época dorada, y breve, y están los apartamentos Aránzazu
(alojamiento de la UIMP, según he leído en la encuestas que pasan en los
cursos de verano).
Al final de Floranes,
almacenes Valencia, textiles para el hogar, comercio de los de antes; como los
que encuentras en los pueblos, que tienen de todo. En la parte de arriba, han
pintado las casas de amarillo y verde. Lucen alegres con las mimosas de las
aceras y los geranios de los balcones.
En la calle Valderrama, la
última transversal, desapareció la discoteca Sabor Latino. En su prolongación
sin salida, una travesía?, dos chalecillos escondidos.
Miércoles,
10 de julio
8.30 h. 19 grados. Día sin
nubes y con sol desde ya (creo que hoy vamos a morir…).
La calle Frontón, yo, porque
la sé, pero si no pasaría desapercibida. Sale de Peñas Redondas.
Con el paso subterráneo,
Jesús de Monasterio parece menos alameda, pero, en tiempos, lo fue (la Alameda
Primera, hasta 1903, lugar de paseo hasta su traslado el Muelle). Ahora queda
una pérgola y algunos arbolillos (encinas), pero en una placa de cemento pone
“Alameda Jesús de Monasterio”, en vez de “calle”.
Conserva edificios de fines
del siglo XIX/primeros años del XX, y alguno, intercalado, más moderno, de la
segunda mitad. Pereda cuenta que en el número 4 (hoy, Banco de Santander) daba
“lección de Geografía” y, en el portal del número 6, jugaba “ a los plomos”
(los soldaditos). En la otra acera, una baldosa recuerda el cinematógrafo
Narbón.
Miércoles,
17 de julio
22 grados a las 9 h (a la
sombra).
La calle Vargas está llena
de cafés y de casas de comidas: La Ruta, Dublín, Lamari, Picos de
Europa…También de tiendas de fotografía y fotocopias.
La perpendicular calle
Arcoiris es primero un pasadizo blanquedado, con luces potentes y pasamanos. A
la salida, está la entrada al hotel Picos de Europa. Me abruman los edificios
tan altos, al fondo. Me recuerdan la City de Nueva York y el bosque de
rascacielos.
Siguiendo por Vargas, cerró
Gelín, el rey de las rabas (se jubiló su dueño) y ha abierto el restaurante
Soul. Una peluquería, moderna hasta en el nombre, Oh, my cut, y el “deli”
Diferente, alimentación especializada, lleno de cosas ricas.
Y ya llegando a Cuatro
Caminos, la ortopedia La Cachavuca, y Biene Staris, de productos para la
dependencia (y pastilleros para cuando empiezas a tomar píldoras de todo).
Siguen la tienda de alimentación La Bien Aparecida, llena de carteles
anunciando sus productos, y San Miguel, especialista en caramelos y frutos
secos (al por mayor). ¡Cómo me gustaría saber, y encontrar, los caramelos que
me regalaba mi abuelo. Miro los papeles de colores, intentando reconocerlos.
¿Eran de huevo, de algún licor…? Paso ante mi sucursal de Correos cuando tengo
que recoger algún paquete. (Para enviarlo, prefiero ir al edificio del centro,
el que quieren convertir en hotel…).
Vuelvo por la calle Tres de
noviembre. Mayfer perfumes y el Centro Castellano-Leonés destacan en unos bajos
sin demasiado comercio.
CIUDAD
JARDÍN. Las calles de las flores
Leo que planeó este barrio
(entre la avenida Valdecilla y la calle Pedro San Martín) el ingeniero de
Caminos Alberto Corral (Valladolid, 1938- Queveda, Cantabria, 2008). Quizá el
tener una esposa paisajista le inspirara para el nombre de las calles…
Jueves,
8 de agosto
A las 10 h, en mi casa, 25
grados, en el pasillo, y un 65 % de humedad. Estoy chorreteando -que diría mi
sobrina. Fuera, en la calle, a la sombra, lo mismo: 25 grados. Al sol, 29…Menos
mal que hay brisa.
Calles
con nombre de flor
Subo en bus hasta Cuatro
Caminos (solo la subida es un cuarto de hora de mi media hora diaria asignada
de andar). Luego, bajo hasta la parada de Valdecilla. La primera calle a la
derecha es la calle Rosa, una subida de chalecillos y adosados, cada uno con su
morfología particular, acometidos por arquitectos de todo tipo y condición (más
tradicionales, modernos y, definitivamente,
feos- al menos, para mí).
Hoy, sin dudarlo, hay que ir por las calles de sombra. La
primera a su derecha es la calle Lirio. Son calles silenciosas y solitarias; es
una zona muy tranquila.
Cruzando Pedro San Martín,
en la calle Montejurra (también tiene aceras nuevas), al principio, otra filial
de ferretería Montañesa. En la calle División Azul, hay, había, hubo, un Economato
Solidario Infantil.
La casa del número 15 de la
calle Pedro S. Martín (Anduriña) se vende. A mí me encanta “La casita”, en la
calle Pensamiento, 2, que parece abandonada, con su increíble jardín.
Al dar la vuelta a la calle
Girasol, que dará mil curvas, se ven las montañas y las nubes sobre ellas, en
barricada. En el número 14, también elijo la casa marinera del número 14, con
una torre “con vistas”. Los eficientes controladores de la Ola se pasean buscando
infractores todo el rato...
En la calle Alhelí, superbonita,
llena de flores de adelfas, jaras? y crocosmia? , huele a higuera caliente. Dos gatos cruzan de lado a lado, raudos
y veloces. Muchas de las calles tienen un pavimento de cemento simulando
adoquines, aunque más fáciles de andar y más limpias.
Al principio de la calle
Laurel, una casa espantosa. Queda un solar vacío, cosa rara, invadido de
correhuelas. La ultima parte, cerca de la Residencia, parece más deteriorada.
De bajada, paro en el Soul
en la calle Vargas: una pulguita de jamón (más pan que jamón) y una tónica, en
la barra, 3´70 euros. Me recuerdo no volver a entrar…
¡Ayer llegamos a los 35
grados en Santander!
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