lunes, 7 de enero de 2019

VIAJES EN TREN 7. LOS PUEBLOS QUE ME QUEDARON. SOMAHOZ (2)

SOMAHOZ. A la busca del puente ferroviario y el depósito de agua de La Quijano

El otro día dejé pendiente el puente Ranero (que no era el que tenía el voladizo de madera, ni siquiera otro pequeñito metálico); también quiero ver de cerca el puente ferroviario y mi “fortaleza medieval”, así que ya tengo varias aventuras para hoy.

Miércoles, 26 de diciembre de 2018

8 grados a las 9.51 h. en la farmacia. En el luminoso del tren, 12 grados…

Cuando estoy en el torco, veo a la señora del carrito y la muleta subiendo con dificultad al primer vagón. Al llegar, ya está arriba y le recojo la muleta del suelo.

Hoy hay niebla en la bahía de Santander, en las llanuras y en los valles. Esta noche ha caído una buena helada sobre los prados.


No ha pasado el de Seguridad, así que en Renedo me levanto a ayudar a la señora del “Inspire you”. Va siempre en playeras, con bermudas y con el mismo gorrito. Le poso el carrito en el andén y mientras baja, me dice: …“Y tan joven… ¡Qué cutis tienes! ¿Qué crema te pones…?”.


Desde Renedo solo vamos tres, conmigo, en el  (primer) vagón. En Torrelavega, se suben 4 jóvenes, dos chicos y dos chicas, bulliciosos y rientes.


Las Caldas sigue roto…El de Seguridad pasa antes de llegar a Lombera. En Los Corrales, los mismos 8 grados de Santander a las 10.42 h.

Pensaba hacer otro camino, pero en la dirección contraria (hacia el centro de Los Corrales) está todo sombreado, así que voy cara al sol dirección Somahoz, de nuevo.


En los campos, aún con rocío, bolsa de pastor, aristoloquias… Han florecido cerrajas (de julio a octubre, según mi Guía de plantas), jarillas y zanahorias silvestres (de julio a octubre). También veo algunos tréboles morados (de junio a octubre) y margaritas cerradas (quizá por la hora o el frío). E incluso un gordolobo (de junio a septiembre) y ortigas muertas. Quien no se crea el cambio climático, solo tiene que observar a su alrededor…

En el Fleming, me tomo un pincho y un café (2´30 €). Hoy el tema va de política: “Les han pillado en la estación a los de Podemos y Ciudadanos”…“Y Vox ha tenido un ataque de cuernos…”.

En el río, patos y lavanderas andando sobre las piedras. Creo ver una cascadeña, con la tripa amarilla y el rabito oscilante.


Tras cruzar el puente, de madera para los peatones, y siempre buscando el sol, tiro primero hacia la derecha, al final de las casas, llevando el riachuelo a mi izquierda.

Pregunto a un paisano: ¿A dónde va esta carreterilla? “¿A dónde quiere usted ir…?”- me contesta. El olor a “pis de vaca” es insoportable. Llego hasta un merendero y me vuelvo.


Tiro ahora por el puentecillo de metal pintado de verde y, en la horquilla, tomo el lado del sol, más a la izquierda (también más llana). Mi idea es volver por la otra orilla del río hacia Los Corrales. Voy a tomar un atajillo, pero un paisano me disuade: “Por ahí llega  a la presa y no se puede pasar” (Luego, tomaré este pequeño camino, que llega al puente ferroviario). Así que retomo por la carretera, con bastante tráfico a pesar de no tener ni líneas pintadas ni arcenes. Ciclistas y corredores son también usuarios. En la lejanía, entre zarzas y maleza, creo distinguir el puente de hierro.


Llego hasta el cementerio, pequeñito y soleado (son las 12 h). Detrás, el tanatorio municipal y el punto limpio. Aquí empieza un paseo rojo peatonal. Habría que barrerlo un poco (y arreglar algún socavón de la carretera). Si no fuera por el tráfico, sería un camino llano muy agradable de pasear.


Como hoy se me ha olvidado echarme vaselina en los pies, paro en un banco muy a mano junto a un níspero para hacerlo antes de que se me maceren los pies.


El señor que anda “a lo Fraga” viene también por aquí. Vuelve uno de los corredores, ¿de Puente Ranero…? Dos señoras que pasean sendos perros, me preguntan: “¿Viene de muy lejos…?”. Me dicen que, recto, puedo llegar hasta San Felices. Creo saber dónde estoy: en el puente que desde Corrales lleva a San Felices por una larga recta. Está cortado, así que tengo que buscar un paso.


Llego al kilómetro 1 de la CA-736 y me vuelvo. Dejo pasar delante de mí a un grupo de mujeres caminantes, vecinas, supongo, a ver por dónde van. Efectivamente: en el puente cerrado en obras  han dejado un paso para peatones, que yo no había visto.

Al otro lado, veo un camino de tierra a la izquierda que parece llevar al puente de hierro. Hago a unos señores parados hablando mi pregunta habitual: Este camino, ¿a dónde lleva…? Y me confirman: “Es carretera cortada. Ve el puente, y se vuelve” (Sí, buana- pienso).


Hay varias infraestructuras abandonadas y trocitos de ladrillo y teja incrustados en el camino. Dos cabritas me miran curiosas, convertidas en estatuas de sal. ¡Ah, no! Que una es un cabrón…


Es la 1 cuando llego al pie del depósito (mi fortaleza medieval). Vista desde abajo, la construcción de cemento es impresionante. Llego donde me permite el camino, y cruzo al otro lado del canal por una puertecilla  (ningún signo de “no pasar”, aunque luego leo algo sobre la alta tensión en un cartel que no había visto). Hago mis fotos y me doy la vuelta.


En el regreso, un montón de mirlos trastean de unos árboles a otros. Como tengo tiempo hasta la hora del tren, decido dar marcha atrás a ver si desde el otro “camino cortado” veo mejor el puente ferroviario.

Cuando cruzo el puente Ranero, oigo un villancico: “Ande, ande, ande, la marimorena…”. Y entiendo el tráfico…: como no pueden pasar por el puente, han de ir por el camino del tanatorio.

La señal, al inicio del tramo,  dice: “Recuerde, tramo en obras, 2 km. Máximo, 30 kilómetros por hora”. De ir a 30, ¡nanay! Un muchacho con una furgoneta de cafés El dromedario viene a toda flecha. Y en cambio de rasante. Me da un susto de muerte… Un Audi, incluso se mete en MI “camino rojo”. Otra furgoneta, lo mismo. ¡Que es MI camino…!


Alcanzando ya a las primeras casas, me paran la madre y la hija de los dos perros. Me cuentan que hace unos meses coincidieron con dos caminantes: una canadiense que estaba en Menorca trabajando, y otro chico de Europa del norte, que se dedicaba a caminar por el mundo. Les ofrecieron su casa e incluso los invitaron a Valderredible, de donde era la madre. “Nos han enviado una felicitación muy cariñosa, hecha por ellos”…


Llego hasta la presa por el otro lado, por un camino de tierra, y una pareja de azulones sale volando de súbito. Casi me caigo de espaldas. Luego, mientras trato de sacar el puente, escondida tras un árbol, para evitar el sol de frente, un perro empieza a ladrarme a la espalda, y casi me da un infarto. ¡Le has asustado! - me dice la dueña¿¿¿!!! Bueno, en todo caso, nos habremos asustado mutuamente - pienso yo para mí misma.


Esta vez me vuelvo por la carretera general hasta la rotonda con un romano a caballo. Junto a un poste informativo, la “Ruta cultural Los Leguarios” y un hito de piedra donde se lee: A Santander, 7 leguas.


En la placa al pie, de metal, explica lo que es un “leguario”: 5.572 m, es decir, algo más de cinco kilómetros y medio. La ruta es un “viejo camino acemilero, que atraviesa  el valle de Buelna…, también llamado  “camino de los vinos”, “camino de las lanas”, “camino de las harinas”, …hasta que el 15 de noviembre de 1753 alcanza el rango de “Camino Real”.

Al parecer, existen otros dos en las inmediaciones: uno en “Las Lombas, de Barros”, junto a la ermita de Nuestra Señora o Virgen de la Rueda (pone 6 leguas y media, a Santander), y otro a orillas del regato Rumiales, en Las Caldas.

Paso ante el cuartel de la Guardia Civil y me desvío a la derecha hacia una portalada. Son casi las 15 h. Paso ante el Centro de Salud y ya veo una señal amarilla que indica la estación. Al llegar a la portalada, ya sé dónde estoy. Una algarabía de pájaros en un jardín  cercado me acompaña hasta el inicio de la calle Industria. Pienso que me hubiera gustado alojarme en la fonda Buelna mientras aún era fonda, que veo al otro lado de las vías, cerrada y abandonada. 


“Toda esta zona de Corrales hoy está completamente muerta, salvo la bolera de la Rasilla”…- escribe en un blog un “corraliego por el mundo”. “Me llamo Francisco Javier Polanco Muñoz y vivo en Alcalá de Henares. Nací en Los Corrales, en la calle José Mª Quijano, enfrente de lo que en su día fue parada de taxis, junto a la Fonda Buelna, mejor dicho, en la casa de Muñoz, el de los piensos y pollos, donde vivían mis abuelos maternos…”. http://valledebuelna.blogspot.com/2018/02/corraliegos-por-el-mundo.html.

Tengo las caderas al jerez, así que mientras viene el otro tren, el de subida a Reinosa, y me quita el sol, voy a aprovecharlo sentada en un banco en el andén.

Unos cuantos vamos ya de recogida: ciclistas, excursionistas…El siguiente convoy a Santander es a las 18 h y el sol está quedándose frío…




No hay comentarios:

Publicar un comentario