El otro día dejé pendiente
el puente Ranero (que no era el que tenía el voladizo de madera, ni siquiera
otro pequeñito metálico); también quiero ver de cerca el puente ferroviario y
mi “fortaleza medieval”, así que ya tengo varias aventuras para hoy.
Miércoles,
26 de diciembre de 2018
8 grados a las 9.51 h. en la
farmacia. En el luminoso del tren, 12 grados…
Cuando estoy en el torco, veo
a la señora del carrito y la muleta subiendo con dificultad al primer vagón. Al
llegar, ya está arriba y le recojo la muleta del suelo.
Hoy hay niebla en la bahía
de Santander, en las llanuras y en los valles. Esta noche ha caído una buena
helada sobre los prados.
No ha pasado el de
Seguridad, así que en Renedo me levanto a ayudar a la señora del “Inspire you”.
Va siempre en playeras, con bermudas y con el mismo gorrito. Le poso el carrito
en el andén y mientras baja, me dice: …“Y tan joven… ¡Qué cutis tienes! ¿Qué
crema te pones…?”.
Desde Renedo solo vamos
tres, conmigo, en el (primer) vagón. En
Torrelavega, se suben 4 jóvenes, dos chicos y dos chicas, bulliciosos y
rientes.
Las Caldas sigue roto…El de
Seguridad pasa antes de llegar a Lombera. En Los Corrales, los mismos 8 grados
de Santander a las 10.42 h.
Pensaba hacer otro camino,
pero en la dirección contraria (hacia el centro de Los Corrales) está todo
sombreado, así que voy cara al sol dirección Somahoz, de nuevo.
En los campos, aún con
rocío, bolsa de pastor, aristoloquias… Han florecido cerrajas (de julio a
octubre, según mi Guía de plantas), jarillas y zanahorias silvestres (de julio
a octubre). También veo algunos tréboles morados (de junio a octubre) y
margaritas cerradas (quizá por la hora o el frío). E incluso un gordolobo (de
junio a septiembre) y ortigas muertas. Quien no se crea el cambio climático,
solo tiene que observar a su alrededor…
En el Fleming, me tomo un
pincho y un café (2´30 €). Hoy el tema va de política: “Les han pillado en la
estación a los de Podemos y Ciudadanos”…“Y Vox ha tenido un ataque de
cuernos…”.
En el río, patos y
lavanderas andando sobre las piedras. Creo ver una cascadeña, con la tripa
amarilla y el rabito oscilante.
Tras cruzar el puente, de
madera para los peatones, y siempre buscando el sol, tiro primero hacia la
derecha, al final de las casas, llevando el riachuelo a mi izquierda.
Pregunto a un paisano: ¿A
dónde va esta carreterilla? “¿A dónde quiere usted ir…?”- me contesta. El olor
a “pis de vaca” es insoportable. Llego hasta un merendero y me vuelvo.
Tiro ahora por el
puentecillo de metal pintado de verde y, en la horquilla, tomo el lado del sol,
más a la izquierda (también más llana). Mi idea es volver por la otra orilla
del río hacia Los Corrales. Voy a tomar un atajillo, pero un paisano me
disuade: “Por ahí llega a la presa y no
se puede pasar” (Luego, tomaré este pequeño camino, que llega al puente ferroviario).
Así que retomo por la carretera, con bastante tráfico a pesar de no tener ni
líneas pintadas ni arcenes. Ciclistas y corredores son también usuarios. En la
lejanía, entre zarzas y maleza, creo distinguir el puente de hierro.
Llego hasta el cementerio,
pequeñito y soleado (son las 12 h). Detrás, el tanatorio municipal y el punto
limpio. Aquí empieza un paseo rojo peatonal. Habría que barrerlo un poco (y
arreglar algún socavón de la carretera). Si no fuera por el tráfico, sería un
camino llano muy agradable de pasear.
Como hoy se me ha olvidado
echarme vaselina en los pies, paro en un banco muy a mano junto a un níspero
para hacerlo antes de que se me maceren
los pies.
El señor que anda “a lo
Fraga” viene también por aquí. Vuelve uno de los corredores, ¿de Puente
Ranero…? Dos señoras que pasean sendos perros, me preguntan: “¿Viene de muy
lejos…?”. Me dicen que, recto, puedo llegar hasta San Felices. Creo saber dónde
estoy: en el puente que desde Corrales lleva a San Felices por una larga recta.
Está cortado, así que tengo que buscar un paso.
Llego al kilómetro 1 de la
CA-736 y me vuelvo. Dejo pasar delante de mí a un grupo de mujeres caminantes,
vecinas, supongo, a ver por dónde van. Efectivamente: en el puente cerrado en
obras han dejado un paso para peatones,
que yo no había visto.
Al otro lado, veo un camino
de tierra a la izquierda que parece llevar al puente de hierro. Hago a unos
señores parados hablando mi pregunta habitual: Este camino, ¿a dónde lleva…? Y
me confirman: “Es carretera cortada. Ve el puente, y se vuelve” (Sí, buana- pienso).
Hay varias infraestructuras
abandonadas y trocitos de ladrillo y teja incrustados en el camino. Dos
cabritas me miran curiosas, convertidas en estatuas de sal. ¡Ah, no! Que una es
un cabrón…
Es la 1 cuando llego al pie
del depósito (mi fortaleza medieval). Vista desde abajo, la construcción de
cemento es impresionante. Llego donde me permite el camino, y cruzo al otro
lado del canal por una puertecilla (ningún signo de “no pasar”, aunque luego leo algo sobre la alta
tensión en un cartel que no había visto). Hago mis fotos y
me doy la vuelta.
En el regreso, un montón de mirlos
trastean de unos árboles a otros. Como tengo tiempo hasta la hora del tren, decido
dar marcha atrás a ver si desde el otro “camino cortado” veo mejor el puente ferroviario.
Cuando cruzo el puente Ranero, oigo un villancico: “Ande,
ande, ande, la marimorena…”. Y entiendo el tráfico…: como no pueden pasar por
el puente, han de ir por el camino del tanatorio.
La señal, al inicio del
tramo, dice: “Recuerde, tramo en obras,
2 km. Máximo, 30 kilómetros por hora”. De ir a 30, ¡nanay! Un muchacho con una
furgoneta de cafés El dromedario viene a toda flecha. Y en cambio de rasante.
Me da un susto de muerte… Un Audi, incluso se mete en MI “camino rojo”. Otra
furgoneta, lo mismo. ¡Que es MI camino…!
Alcanzando ya a las primeras
casas, me paran la madre y la hija de los dos perros. Me cuentan que hace unos
meses coincidieron con dos caminantes: una canadiense que estaba en Menorca
trabajando, y otro chico de Europa del norte, que se dedicaba a caminar por el
mundo. Les ofrecieron su casa e incluso los invitaron a Valderredible, de donde
era la madre. “Nos han enviado una felicitación muy cariñosa, hecha por ellos”…
Llego hasta la presa por el
otro lado, por un camino de tierra, y una pareja de azulones sale volando de
súbito. Casi me caigo de espaldas. Luego, mientras trato de sacar el puente,
escondida tras un árbol, para evitar el sol de frente, un perro empieza a
ladrarme a la espalda, y casi me da un infarto. ¡Le has asustado! - me dice la
dueña¿¿¿!!! Bueno, en todo caso, nos habremos asustado mutuamente - pienso yo
para mí misma.
Esta vez me vuelvo por la
carretera general hasta la rotonda con un romano a caballo. Junto a un poste
informativo, la “Ruta cultural Los Leguarios” y un hito de piedra donde se lee:
A Santander, 7 leguas.
En la placa al pie, de
metal, explica lo que es un “leguario”: 5.572 m, es decir, algo más de cinco
kilómetros y medio. La ruta es un “viejo camino acemilero, que atraviesa el valle de Buelna…, también llamado “camino de los vinos”, “camino de las lanas”,
“camino de las harinas”, …hasta que el 15 de noviembre de 1753 alcanza el rango
de “Camino Real”.
Al parecer, existen otros
dos en las inmediaciones: uno en “Las Lombas, de Barros”, junto a la ermita de
Nuestra Señora o Virgen de la Rueda (pone 6 leguas y media, a Santander), y
otro a orillas del regato Rumiales, en Las Caldas.
Paso ante el cuartel de la
Guardia Civil y me desvío a la derecha hacia una portalada. Son casi las 15 h.
Paso ante el Centro de Salud y ya veo una señal amarilla que indica la
estación. Al llegar a la portalada, ya sé dónde estoy. Una algarabía de pájaros
en un jardín cercado me acompaña hasta
el inicio de la calle Industria. Pienso que me hubiera gustado alojarme en la fonda
Buelna mientras aún era fonda, que veo al otro lado de las vías, cerrada y abandonada.
“Toda
esta zona de Corrales hoy está completamente muerta, salvo la bolera de
la Rasilla”…- escribe en un blog un “corraliego por el mundo”. “Me llamo
Francisco Javier Polanco Muñoz y vivo en Alcalá de Henares. Nací en Los
Corrales, en la calle José Mª Quijano, enfrente de lo que en su día fue parada
de taxis, junto a la Fonda Buelna, mejor dicho, en la casa de Muñoz, el de los
piensos y pollos, donde vivían mis abuelos maternos…”. http://valledebuelna.blogspot.com/2018/02/corraliegos-por-el-mundo.html.
Tengo las caderas al jerez, así que mientras viene el otro tren, el de subida a Reinosa, y me quita el sol, voy a aprovecharlo sentada en un banco en el andén.
Unos cuantos vamos ya de recogida: ciclistas, excursionistas…El siguiente convoy a Santander es a las 18 h y el sol está quedándose frío…
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