Lunes,
24 de septiembre de 2018
Ya que estaba aquí, tan lejos, por lo del Camino de Santiago, lo que más me apetecía era
visitar la torre de Hércules. Yo recordaba (aunque mi madre dice que no hemos
estado…) que la habíamos visto de lejos, en autobús, un día lluvioso, de hace
muchos años, cuando íbamos 15 días de vacaciones a Baiona, en julio, en los
años 70.
Sobre las 8 y media, ya
amanecido, cojo el 6 en dirección al faro (mi amiga Sara, en
cuya nueva casa me alojo, dice que su vida se desarrolla en torno a la línea 6
hasta el punto que le he dicho que titule así sus memorias…).
No sé si me ven muy vieja,
pero, en el autobús, me han querido dejar sentar dos veces…A estas horas, hay un montón de
estudiantes que van a clase. El día está
un poco “gris Coruña” y en la calle hace
un vientecillo…. Aunque ponga 18 grados.
Supongo que me bajaría en la
Avenida de Hércules, donde me dijeran, pero no me acuerdo. De lo que sí me
acuerdo es del vendaval que soplaba. Menos mal que llevo mi forro polar y me
pongo la braga náutica en la cabeza.
Cojo la avenida de las
farolas rojas, pero no veo la torre de Hércules por ningún lado. Tardo un rato
y, hasta pregunto a un estudiante, para
que me confirme.
Por fin, la veo en la
lejanía, estática, hermosa, inmensa. Hoy, lunes, la visita a la torre es
gratis. Si no, suele costar 3 euros. En la campiña que la rodea, destaca una
colonia de urracas, con un gato que se pasea –ufano- entre ellas. El petirrojo
que me ha acompañado en el Camino, también está aquí. Subo por el ancho camino
de lajas. A estas horas, hay andarines que llegan hasta el faro, lo rodean, y
¡a seguir andando! Otros pasean al perro, corren o circulan por las sendas
junto a los acantilados de la península.
“¿Me puede hacer una foto con el
señor este…?”- le pido a un runner. “Es Carlos III…”- me dice, un tanto
mosqueado. Y yo qué sabía que la estatua de ese fusilero era un rey…
Más tarde, en la caseta de
información, me dedico a apuntar lo que me interesa sobre la torre y el faro:
Ptolomeo lo llamó el faro trileukón (tres luces???). Su arquitecto fue un
portugués (un romano luso), Caio Sevio Lupo, de Coimbra, en el siglo I. La
torre era más baja y más ancha que en la actualidad. En 1788, un ingeniero,
Eustaquio Giannini recubrió los restos del faro romano y le dio el aspecto que
tiene hoy. Entre medias, pasó por muchas vicisitudes: fue atalaya, fortaleza,
cantera…). Me encanta la imagen antigua de la torre con el farol alumbrando, por fuera, con un brazo externo.
A las 10 h empiezan a venir
los turistas, pero yo ya la he disfrutado sola a placer. Tras usar uno de los
baños “plegables”, tomo el camino de las farolas rojas (el paseo marítimo) que
rodea la costa en sentido opuesto a las agujas del reloj, hasta el Aquarium.
Sobre las 11 h cojo el 3 en
la escultura de una especia de pez/sirena hasta la plaza de Pontevedra, donde
empieza la avenida de Finisterre. A partir de ahí, ya sé manejarme.
A las 12 h estoy en el Arubas Café de la Avenida
Finisterre tomando un ídem y un pastel de almendra (“es como la tarta de
Santiago, pero en pequeño”- me dice la encargada .
Luego, voy a la calle Ciudad
de Lugo, a mitad de la Avenida, a ver
cómo va la mudanza de mi amiga. Sacan las cosas por la ventana y todo va sobre
lo previsto. Quieren recoger la antigua casa antes de comer y, tras la comida,
descargar en la casa nueva.
Nosotras también comemos
fuera, en la cercana cervecería Paradise: una ensalada y unos chopitos. Pero lo
mejor es cuando con el café traen una botella con un líquido transparente y un
pitorrito. Es café “con gotas” – me dice mi amiga, misteriosamente. Sí con
gotas… ¡de aguardiente…! Así, contentas, nos vamos a seguir con la segunda
parte de la mudanza.
Sarita no me deja hacer
nada: solo he puesto tres en uno a la puerta de entrada, he comprado unos sacos
de basura, he bajado dos bolsas y, a
duras penas, me deja quitar el polvo con un espray a las baldas y estanterías…
“Pero vete al centro y
disfruta…!” No, no, que yo lo único que quería ver esta vez era la torre de Hércules y
ya la he visto. Ya me he apuntado para
próximas visitas lo próximo que quiero ver: la casa de Rosalía de Castro y la
de Emilia Pardo Bazán; la praza da Fariña; la iglesia de Santiago, el jardín de
San Carlos, la colegiata de Santa María del Campo, la Fundación Luis Seoane y
el convento y plaza de las Bárbaras…- por lo menos. Y ayer, por la tarde, fui a la playa de Riazor, que me dio un frío...".
P.S. Tras la torre, lo que más me ha llamado la atención han sido los
tendederos de aquí: una puerta que se abre sobre las cuerdas y, en vez de
asomarte al abismo, te asomas a las prendas mojadas… (nunca antes había visto esta idea). Cuesta la friolera de 400
euros y, si está cerrado por los lados, el doble…
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