lunes, 8 de octubre de 2018

PASEOS DE OTOÑO. UN DÍA EN A CORUÑA. LA TORRE DE HÉRCULES



Lunes, 24 de septiembre de 2018

Ya que estaba aquí, tan lejos,  por lo del Camino de Santiago, lo que más me apetecía era visitar la torre de Hércules. Yo recordaba (aunque mi madre dice que no hemos estado…) que la habíamos visto de lejos, en autobús, un día lluvioso, de hace muchos años, cuando íbamos 15 días de vacaciones a Baiona, en julio, en los años 70.

Sobre las 8 y media, ya amanecido, cojo el 6 en dirección al faro (mi amiga Sara, en cuya nueva casa me alojo, dice que su vida se desarrolla en torno a la línea 6 hasta el punto que le he dicho que titule así sus memorias…).


No sé si me ven muy vieja, pero, en el autobús, me han querido dejar sentar dos veces…A estas horas, hay un montón de estudiantes que van a clase.  El día está un poco “gris Coruña”  y en la calle hace un vientecillo…. Aunque ponga 18 grados.

Supongo que me bajaría en la Avenida de Hércules, donde me dijeran, pero no me acuerdo. De lo que sí me acuerdo es del vendaval que soplaba. Menos mal que llevo mi forro polar y me pongo la braga náutica en la cabeza.

Cojo la avenida de las farolas rojas, pero no veo la torre de Hércules por ningún lado. Tardo un rato y,  hasta pregunto a un estudiante, para que me confirme.


Por fin, la veo en la lejanía, estática, hermosa, inmensa. Hoy, lunes, la visita a la torre es gratis. Si no, suele costar 3 euros. En la campiña que la rodea, destaca una colonia de urracas, con un gato que se pasea –ufano- entre ellas. El petirrojo que me ha acompañado en el Camino, también está aquí. Subo por el ancho camino de lajas. A estas horas, hay andarines que llegan hasta el faro, lo rodean, y ¡a seguir andando! Otros pasean al perro, corren o circulan por las sendas junto a los acantilados de la península.


“¿Me puede hacer una foto con el señor este…?”- le pido a un runner. “Es Carlos III…”- me dice, un tanto mosqueado. Y yo qué sabía que la estatua de ese fusilero era un rey…


Más tarde, en la caseta de información, me dedico a apuntar lo que me interesa sobre la torre y el faro: Ptolomeo lo llamó el faro trileukón (tres luces???). Su arquitecto fue un portugués (un romano luso), Caio Sevio Lupo, de Coimbra, en el siglo I. La torre era más baja y más ancha que en la actualidad. En 1788, un ingeniero, Eustaquio Giannini recubrió los restos del faro romano y le dio el aspecto que tiene hoy. Entre medias, pasó por muchas vicisitudes: fue atalaya, fortaleza, cantera…). Me encanta la imagen antigua de la torre con el farol alumbrando, por fuera, con un brazo externo.


A las 10 h empiezan a venir los turistas, pero yo ya la he disfrutado sola a placer. Tras usar uno de los baños “plegables”, tomo el camino de las farolas rojas (el paseo marítimo) que rodea la costa en sentido opuesto a las agujas del reloj, hasta el Aquarium.


Sobre las 11 h cojo el 3 en la escultura de una especia de pez/sirena hasta la plaza de Pontevedra, donde empieza la avenida de Finisterre. A partir de ahí, ya sé manejarme.

A las 12 h  estoy en el Arubas Café de la Avenida Finisterre tomando un ídem y un pastel de almendra (“es como la tarta de Santiago, pero en pequeño”- me dice la encargada .

Luego, voy a la calle Ciudad de Lugo, a mitad de la Avenida,  a ver cómo va la mudanza de mi amiga. Sacan las cosas por la ventana y todo va sobre lo previsto. Quieren recoger la antigua casa antes de comer y, tras la comida, descargar en la casa nueva.


Nosotras también comemos fuera, en la cercana cervecería Paradise: una ensalada y unos chopitos. Pero lo mejor es cuando con el café traen una botella con un líquido transparente y un pitorrito. Es café “con gotas” – me dice mi amiga, misteriosamente. Sí con gotas… ¡de aguardiente…! Así, contentas, nos vamos a seguir con la segunda parte de la mudanza.


Sarita no me deja hacer nada: solo he puesto tres en uno a la puerta de entrada, he comprado unos sacos de basura, he bajado dos bolsas  y, a duras penas, me deja quitar el polvo con un espray a las baldas y estanterías…

“Pero vete al centro y disfruta…!” No, no, que yo lo único que quería ver esta vez era la torre de Hércules y ya la he visto. Ya me he  apuntado para próximas visitas lo próximo que quiero ver: la casa de Rosalía de Castro y la de Emilia Pardo Bazán; la praza da Fariña; la iglesia de Santiago, el jardín de San Carlos, la colegiata de Santa María del Campo, la Fundación Luis Seoane y el convento y plaza de las Bárbaras…- por lo menos. Y ayer, por la tarde, fui a la playa de Riazor, que me dio un frío...".


P.S. Tras la torre, lo que más me ha llamado la atención han sido los tendederos de aquí: una puerta que se abre sobre las cuerdas y, en vez de asomarte al abismo, te asomas a las prendas mojadas… (nunca antes había visto esta idea). Cuesta la friolera de 400 euros y, si está cerrado por los lados, el doble…





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