Además
de la maleta con una rueda a la virulé, llevo los regalos de Reyes de varios
amigos y un roscón de hojaldre metido en una bolsa, en vertical, que no sé si va
a llegar hecho un acordeón… (nos lo vamos a comer igual…).
Miércoles,
3 de enero de 2018
13.30 h. 17 º C. ¡Bufff!
Voy con todo lo más abrigado
que tengo: abrigo de guata, chaleco de lana, polo de cuello alto, bufanda,
botas… Y hace sur. Pero, ¿qué pasará en Madrid…?
Adelanto a toda la cola, que
casi se sale de la estación, para sentarme en un banco -helado- en la sala de
espera. No entiendo la pasión por estar haciendo fila media hora antes, de pie…
Hemos salido o´clock, a las
dos en punto. “Vamos muy rápido” -comenta un niño de unos 9/10 años. Exactamente,
a 124 km/h. La que parece ser la abuela del niño es una pesada. Lo coge de la
barbilla cada vez que quiere que la atienda. El niño pone cara de fastidio.
El cielo está gris, sin
llover. El campo está encharcado de estos días. Veo ovejas pastando y unos caballos
corren hacia donde está el pienso.
La entrada a Torrelavega
está toda desbrozada, llena de restos de poda en los márgenes de las vías. Los
que se suben, andan perdidos y van de un vagón a otro como pollos sin cabeza.
Mucha gente ha ido al bar a comer: es la hora, así que dejo para más adelante
lo de comprar un botellín de agua. A la vuelta, me fijo en los que han
desplegado sus bocadillos o sanwiches sobre las mesas abatibles. Muchos se han
traído polvorones de postre.
A partir de Pesquera, sale
el sol. ¡Qué maravilla!- dicen detrás. Y con el sonido de violines del “Doña
Ana” de la peli “Don Juan de Marco”, que
llevo en los auriculares, es aún más bonito. El cielo está impresionante:
blanco, azul y gris, como a mí me gusta. Y los chopos, desnudos contra el
cielo.
En mi segunda incursión al
bar, me paro a mirar en los descansillos. Me molesta la T de turista en las
ventanas. ¡No deja ver nada! Cuando regreso, me fijo en los distintos
“dormires” de la gente: con la boca abierta, despatarrados, una encima de otra
a modo de bisagra…
A las 16.15 h estamos
parados en Monzón de Campos. Hay muchas vigas de cemento apiladas en los
laterales. Después de Palencia, vamos a cámara lenta, como si fuera un coche
eléctrico, sin ruido…Acabo de aprender dónde está el enchufe para cargar el
móvil: debajo del asiento, como el salvavidas en los aviones…
A
ALCALÁ DE HENARES (EN TREN), AL ARCHIVO GENERAL DE LA ADMINISTRACIÓN
Jueves,
4 de enero de 2018
La niebla ha dejado el suelo
resbaloso…Voy preguntando todo porque la estación de Atocha, para mí, es un “monstruo”.
El tren a Alcalá (hay uno
cada 15 minutos) para en todos sitios. El billete me cuesta, ida y vuelta, 6´80
euros. A las 8.55 h hay 16 grados en la calle. Cojo el C-2 a Guadalajara, el
primero que sale, aunque el C-7 tiene Alcalá como destino final.
Al ver las paradas, me doy
cuenta de que este es el tren del 11 M: El Pozo, Vallecas, Vicálvaro, Santa
Eugenia…Las tapias que separan las vías están llenas de grafitis: no hay ni un
resquicio libre. Me llama la atención el nombre de YIESUS, varias veces
repetido.
Aunque la mayoría de la gente va callada a estas horas, una detrás
habla como un loro…, y alto. El cielo es como una inmensa
boina gris. En Coslada, “la voz” empieza a cantar las paradas. ¡Menos mal!
Temía pasarme si no veía a tiempo el cartel de la estación…
Descampados y naves se van
alternando, y un montón de palomas, inmóviles en los cables de la luz, parecen
disecadas.
Tras 35-40 minutos llego a
Alcalá. Ahora, a buscar el Archivo General de la Administración (AGA): quiero
consultar el expediente instruido a la maestra (luego, escritora) Dolores Medio
por parte de la Comisión Depuradora de Enseñanza, durante la Guerra Civil.
Luego, si tengo tiempo, me
pasearé por sus calles…
Una chica me dice que el AGA
está a unos 15 minutos andando, así que no hace falta que coja un autobús
urbano. Tomo el Paseo de la Estación, y su continuación, hasta llegar a la
plaza de Cervantes. En la oficina de información pido un plano, sorprendida por
la cantidad de cigüeñas que anidan en los tejados.
En la calle de los Colegios,
un paisano me dice que tengo que llegar a una plaza “con un burro”. Luego, veré
que es la puerta de Aguadores. Enfrente, el Archivo.
Tras tomar notas y sacar
fotocopias de lo que me interesa, decido darme una vuelta por la calle
principal, la calle Mayor, “la más larga de España soportalada”, según dice en
el folleto.
Llego hasta la plaza de los Santos Niños junto a la catedral…, y me
vuelvo para coger el tren de las 14 h. Hace sol, pero las nubes amenazan. De
Coslada a Madrid, por el lado derecho en el sentido de la marcha, veo chabolas.
No me había fijado al ir.
VUELTA
A SANTANDER
Lunes,
8 de enero de 2018
En el tren. 2º C a las 7.45
h.
A las 9 h, parados en no sé
dónde; supongo, por la hora, que ya cerca de Valladolid. La tierra, nevada
ligeramente, pero ha habido tramos a la salida de Madrid, con una buena capa.
Un mercancías viene por la derecha: quizá sea eso… Las carreteras tienen pinta
de tener hielo.
Yo voy leyendo, en papel, tan ricamente, el catálogo de la exposición de
Barea en el Instituto Cervantes (de Madrid).
He reñido al chico que me lo
vendió porque no estaba incluido el estupendo mapa con todas las localizaciones
de los sitios y jalones de su vida. “Igual está en la web del Instituto…”. Pero
no. Me informa también de que, en unos días, empezarán unos paseos guiados;
pero no sé cuándo volveré a Madrid…
https://hermes.cervantes.es/FichaWeb/117974/105. Paseos por el Madrid de Barea, previa inscripción de 5 euros. Los sábados,
entre el 13 de enero y el 3 de marzo de 2018.
De camino a Palencia, niebla
espesa. Yo, con mi música clásica, mientras en las pantallas dan Capitán
Calzoncillos, una de animación para niños. Me doy cuenta de que el hilo
musical de RENFE son siempre las mismas canciones, que se repiten hasta el
infinito: Doña Ana, de don Juan de Marco, Barry Lindon…
Antes de llegar a Palencia,
nos paramos de nuevo y se apagan hasta las luces. Como siempre, nadie nos dice
nada… Voy al bar a preguntar y me explican que el polvo de la nieve ha
congelado los ejes y que hay que echar agua caliente (por wásap, mi hermano me
escribe que, según el Diario Montañés, el día anterior pasó lo mismo y llegaron
a Santander con un retraso de ¡90 minutos! Así y todo, hoy vuelve a suceder. No
tenemos remedio…).
En la vía paralela, acaba de
llegar un Cercanías (¡¿Eh?!, que nosotros tenemos preferencia, que llevamos más
tiempo…Pero ni por esas. Él se va y nosotros nos quedamos). Al cabo de un rato,
pasa, como una bala, otro Talgo en dirección Madrid.
Por fin, la voz neutra nos
dice que la llegada prevista a Palencia será a las 10.43 h y que llevamos 90
minutos de retraso (la llegada oficial era a las 9.15 h). “Disculpen las
molestias”…
A Santander llegamos con 80
minutos. Hemos ganado diez...
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