Flora es
hermana de Oliva, pero muy distinta a ella, incluso en el físico. “Yo salgo a
mi padre, y ella, a mi madre”.
De carácter,
también fueron siempre muy diferentes, y en Liérganes, antes de ir a la
Residencia, se llevaban mal: “Cuando tengamos que ir al asilo, tú te vas a
Santoña y yo a otro sitio”.
Pero ahora
que Oliva está enferma, Flora no la deja ni a sol ni a sombra. “Ya ves qué
prontito hemos venido” -dice mientras me enseña sus retratos, unas fotografías
coloreadas de las de antes.
Flora fue
siempre muy andarina. Durante veintisiete años iba andando a una fábrica de
tejidos y volvía andando. También subía al monte y le gusta aún que el sol le
dé en la máxima superficie de su cuerpo, sin pantis ni mangas de por medio.
Tomando un
café descafeinado con sacarina me cuenta
que empezó a fumar a los sesenta años (ahora
tiene 85) por una amiga, pero que no las cala porque una vez se mareó y casi se
cayó redonda al suelo.
Su pasión son
las cartas, y en Liérganes, bajaba siempre
del monte con 200, 300 o 400 pesetas más rica de lo que había subido, después
de ganárselo a las amigas a la brisca.
Las dos
hermanas son solteras. “Yo tuve pretendientes hasta de Madrid, ¿eh? Pero soy
muy exigente”.
Nadie lo
diría de esta mujer apacible, de apariencia bonachona, que compra pan sin sal y
sin azúcar, y cigarrillos sin nicotina ni alquitrán, para fumarse tres al día.
Al salir del
estanco, me comenta que le encantan los peluches, pero que de Liérganes apenas
si pudo traerse nada (apunto en mi mente: buscarle un peluche).
En la Residencia, por las tardes, se aburre mucho y le gustaría
encontrar un grupo que jugara a las cartas regularmente. Pero también tiene que
pasear porque cada vez está más torpe de las piernas. Ella, que había andado a
razón de seis kilómetros la hora, subido y bajado montañas. Los años no
perdonan a nadie...
Su hermana
Oliva ha muerto y le han metido otra compañera en la habitación. Ahora tendrá
que compartir el armario con una extraña.
Le he llevado
un pato de peluche que hace cuá. No recuerda muy bien quién soy, pero me dice
que le gustan los peluches que hacen algo y lo pone encima de la cama junto a
la almohada.
Con las
prisas de última hora se me olvida decirle que abajo, en el salón, hay un grupo
que juega a la brisca todas las tardes después de comer....
[Publicado en la revista MH. Julio 2001]
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