sábado, 30 de septiembre de 2017

MI CAMINO DE SANTIAGO DEL NORTE 2017. DE RIBADEO A MONDOÑEDO. Notas de viaje

[Dedicado a los hermosos lugares de Asturias y Galicia que he recorrido en estos cinco años, afectados por los incendios].

Introducción (Primer avance...)

¡Ya estoy en Galicia! Tras cuatro años atravesando Asturias “al ritmo de mis caderas” (y no precisamente bailando, leed relatos anteriores…), el año pasado llegué a Ribadeo, mi primera parada en Lugo. Sólo me quedan 190 kilómetros hasta Santiago. ¡Albricias, Alvar Fáñez…!


Como se me había acabado la primera credencial, fui a buscar otra a la catedral de Santander. El sacristán me echó la bronca porque decía que había un cartel que ponía “Servicio. No pasar”; pero yo entré a la iglesia, no había misa, y la única mujer que estaba rezando me dijo que entrara por una puerta muy pequeñita a la sacristía…La nueva credencial me costó dos euros. Según los mapas que contiene, desde Ribadeo solo me quedan 190 kilómetros a Santiago. Y luego, quiero llegar a Fisterra, el final del mundo (Finis Terrae). Pero eso puede esperar a 2022, cuando cumpla los 60…


CAMINAR, UN ACTO DE RESISTENCIA…

A finales de mayo me dolía un montón la corva derecha: a mi hermana le habían diagnosticado una “tendinitis de pata de ganso” en el mismo sitio, pero en la pierna izquierda. Fui a ver…Tenía un estropicio: signos de esguince crónico del ligamento colateral interno, quiste de Baker y “sospecha” de meniscopatía…

Tenía que curarme sí o sí para estar a punto en septiembre. No quería tener que pagar a alguien para que realizara la peregrinación por mí, como en la Edad Media… Parece que a cada uno toca que le “prueben” en lo que más le importa: a mi padre, en la vista; a mí, en el andar…

Medir más mis pasos

Decido ir aún más despacio y, antes de salir, miro por internet la primera etapa y cómo podría partirla (siempre que disponga de alojamiento) para hacerla más liviana. En años anteriores, hubo días en que tuve que seguir por no encontrar donde dormir, o coger un bus municipal -cuando lo hubo- los últimos kilómetros por asfalto, cuando lo andado superaba en mucho mi media. Lejos mis fines de semana andando en la montaña, de 15 kilómetros para arriba…

Viaje en autobús

Este año no pagaré la “novatada” de seguir hasta Gijón para volver a Oviedo (una hora de bus en total entre ida y vuelta). Aprovecharé esos sesenta minutos para estirar las piernas en Oviedo…

DÍA 1 DEL CAMINO

“El alba refresca, renueva la mente y la conciencia” (Gerardo Diego).

En rehabilitación me han dicho que, tras desinflamarse la zona, el andar debiera ser progresivo e ir incrementando la distancia poco a poco. Yo, ya no puedo aguantar más. Cada septiembre espero con anhelo el siguiente para ponerme de nuevo en camino. Haré como el año pasado y, si no puedo, prometo volverme. Tampoco quiero provocarme una lesión crónica…

Yo, en el Camino, revivo. Y se me quitan todos los males…



Martes, 26 de septiembre. Aproximación

Cada vez el viaje hasta el comienzo (donde terminé el año pasado) es más largo…


Cuando me dejaron en la estación de autobuses de San Vicente, descubro que el bar (y los aseos) están cerrados por vacaciones del 25 de septiembre al 4 de octubre, ambos inclusive. ¡Pues vaya…!

La brisa se ha convertido en un nordeste fuerte y, en el banco corrido, a la sombra, de la estación, te coges una pulmonía, así que salgo a sentarme al sol en uno de los bancos que rodean la bolera.

En las dársenas, solo un autobús de Pozo Estrecho, Cartagena, con el motor en marcha. ¿No les habrán dicho que si van a estar parados más de un minuto apaguen el motor para no atufarnos…?

Un señor con bastón  y una señora de bolso antiguo han seguido mi ejemplo, mientras que otra señora se momifica a la sombra.

Ya en el bus

Día glorioso. 21 grados a las 13.30 h. Todo despejado.

En las cunetas, llega el momento de dejarlas “apuradas” para el otoño/invierno. La hierba segada deja dibujos caprichosos sobre los prados. En las inmediaciones del río Gandarillas las lluvias de ayer han producido encharcamientos.

Desde la autovía del Cantábrico -que tantos quebraderos de cabeza me dio en 2013- creo ver el pueblo de Bustio/Colombres (¿) en línea sobre la cresta.

Pasamos viaductos y túneles y dejamos atrás la hermosa costa entre Pendueles y Buelna. Voy repasando mentalmente el itinerario ya realizado: como lo he pateado, lo conozco "íntimamente".
Por San Roque del Acebal nubes negras vienen amenazadoras hacia nosotros. La niebla tapa los montes a mi izquierda antes de llegar a Llanes. Acaban de ser las fiestas de la Virgen de la Guía (en un primer vistazo, yo, que soy un poco “rompetechos”, había leído la Virgen “de la Gula”…).

El conductor va a toda flecha. Estaría fenomenal si este año pudiera llegar andando a Villalba (a 74 km de Ribadeo). El Alsa tiene parada ahí. No sé cómo volveré cuando me halle más en el interior de Lugo…

De nuevo la costa en Naves y Villahormes. Recuerdo en Pría de Llanes mi “escalada” hacia la iglesia entre zarzas y bardales. Y Villaviciosa, otro de mis “must”. Antes, Colunga y mi pensión de novela.

De repente, una subida de calor. ¡Vaya! Este año se me ha olvidado el abanico…

A las 15 horas, qué de tráfico de salida en Granda/Colloto. Veo la fábrica de Central Lechera Asturiana.

Una hora en Oviedo

Al llegar a Oviedo, el conductor nos explica que podemos bajarnos (dejando el equipaje en el maletero) mientras él va a Gijón a recoger pasajeros. Nos recogerá en la misma dársena una hora después. ¡Bien! Una hora de parada para estirar las piernas…e ir al baño.


En los aseos, entro como una flecha y en el primero pone: “WC sin papel”. Bueno, pues voy a otro. Así, hasta cuatro.... Cuando me digo: “Esto no es posible”, veo que debajo, en letra pequeña, pone: “Recuerde recoger el papel [fuera, a la entrada]”. ¡Ay, ené…!- me dice una señora que también “ha picado”…

La estación de autobuses de Oviedo, para quienes no la conocemos, está un poco a desmano de todo. Y hoy en la calle hace una solana…Primero voy hacia abajo, a donde salen los autobuses. Luego, vuelvo y cruzo enfrente hacia la sombra por la calle Jerónimo Ibrán. He desistido de ir a Santa María del Naranco. Un señor muy trajeado me ha dicho que hay que pasar un túnel, subir hasta la carretera y son un par de kilómetros de ida y otros dos de vuelta. No tengo tiempo.


En el bar de la estación pido un botellín de agua y un bocadillo de jamón serrano (que es lo que me parece que está mejor). Junto a la carta, el anuncio: “No se cambiarán los pinchos una vez fuera del expositor” (¿??). ¿Será que alguien los devuelve chupados…? Le pido a la señora un poquito de aceite para el pan y me saca una “cápsula” sin cobrarme nada.

Luego, me paseo por las tiendas del interior. A partir de los 60 podré viajar por Asturias con un 25 % de descuento gracias a la tarjeta platinum. No veo el día de cumplirlos…

Cuando viene el nuevo conductor, empieza a preguntar de quién es una bicicleta grande (en realidad es un tándem desmontado) que hay en el maletero. Pertenece a una pareja de franceses de cerca de Chamonix que han hecho 9 horas de coche hasta Irún y 8 más de autobús hasta Luarca. Ella solo habla francés y  él apenas entiende español, aunque habla inglés. Le pregunta si ha pagado por la bici y, al principio, cree que se hace el despistado para no pagar. Cuando le explico que no entienden castellano, se “amabiliza” y en Avilés vamos los tres a dejar todo en orden.

No nos dimos los nombres, pero era una pareja encantadora: un par de románticos en su tándem. Ahí se quedaron, en la estación de Luarca, con las piezas embaladas en plástico.

Nosotros continuamos: Cadavedo y su ermita; Puerto de Vega, que no vi la otra vez…; La Caridad, donde nadie me daba de comer el día de la Santina; Figueras, el último albergue de Asturias…Y, por fin, Ribadeo.

En Ribadeo

Me quedo en el Hostal Ponte dos Santos, muy cerca de la estación de autobuses, reservado por teléfono. La habitación es estupenda.


Tras desembalar las cosas, dirijo mis pasos a la plaza de España con la última luz de la tarde. La Torre de los Moreno, anaranjada, me fascina. La oficina de turismo solo abre hasta las 7, y son casi las 8.


Para cenar algo caliente, tengo que esperar hasta las 20.15 h. En muchos sitios, ponen raciones: pulpo, orejas, chorizo…Pero yo solo quiero una sopa o un puré calentitos. Pido del menú dos primeros: la sopa de fideos, indescriptible, sabe como si la hubieran hecho con grasa de cordero...


Al volver, ¡oh, maravilla! En el mural del faro, se ilumina una luz, como si este se hubiera hecho real y salido de la pared. ¡Es mágico...!


Antes de dormir, intento ver en la tele algún telediario nacional, pero solo encuentro la televisión de Lugo; el resto, a falta de resintonizar. Vuelvo a tener el rabillo del ojo encarnado y me escuece: ¿el jamón serrano? ¿los frutos secos? ¿el chocolate…? Pediré manzanilla en el desayuno para ponerme la bolsita en el ojo. Es lo único que me funciona.

 Miércoles, 27 de septiembre. DÍA 1 de andar. VILELA

“Entregarse al camino” (Basho, poeta japonés)



Antes de echarme a andar, el avío…Incluye echarme flogoprofén y ponerme la rodillera. Mientras desayuno, leo El Progreso, de Lugo: “El Principado regulará el aprovechamiento micológico porque las setas tienen dueño…como la madera o los pastos… Corresponden al propietario del terreno regular…son un aprovechamiento más...”.

8.30 h. Maravilloso día de sur para empezar. ¡Yujuuuu...!


Hoy es día de mercado. No hay indicaciones, así que sigo las de mi Guía y pregunto dónde queda el campo de fútbol.

He perdido las gafas de sol. Empiezo a preocuparme con mis despistes (tras haber preguntado en todos los sitios, me acuerdo de que las metí en el bolsillo del forro polar…).

Incrustada en la acera, la primera vieira. O les sacan un poco de brillo o pasan desapercibidas. Voy mirando al suelo todo el rato.


En la capela (capilla) de San Lázaro veo los símbolos azul y amarillo del Camino. Me fijo en la flecha porque la vieira cada uno la sitúa como quiere…


Algo más lejos, encuentro el primer mojón. ¿Cómo interpretarlo…? La flecha señala a la izquierda. Una flecha amarilla en el poste de la luz indica a la derecha. Y la vieira con los radios abiertos indica también hacia la derecha (¿???). Busco más signos…Un señor me dice que he de tomar el camino de la izquierda, pero la vieira en la acera señala de frente…

Sigo hasta el campo de fútbol, como dice mi Guía, y veo una flecha pintada que me indica a la izquierda pasando bajo un puente/túnel. ¡Que sea lo que Dios quiera…!


Un mirlo me saluda desde una verja y pasa un cuervo sin graznar. Segundo mojón entre una mata de menta. Aquí la vieira señala como en Asturias: con los radios juntos. No hay quien lo entienda.

De vez en cuando compruebo que la rodillera no se me haya enrollado…y se me suba un coágulo a la mente...

Encuentro un panel con la Ruta circular de la ría de Ribadeo, de 6 kilómetros, que parte desde la iglesia parroquial de Ove. El Camino de Santiago va justo en sentido contrario. En la casa-escuela de Ove empieza a verse la subidita, con el cementerio al fondo.


Desde el cementerio, hay una vista espectacular de Vegadeo y la ría. La puerta fue donada por una benefactora, Faustina López Pulpeiro. En los cables de alta tensión se posan urracas y estorninos.

Me duelen las plantas de los pies. Y no llevo ni dos horas andando…Las castañas empiezan a abrirse y  a caer.

Como decía el periódico: “Todo tiene amo”. Los montes comunales, también. Encuentro un cartel que dice: “MVMC de los vecinos de Ove”.


A las 10.30 h. voy caminando por una pista de alquitrán entre eucaliptos. Se oyen trabajos de aserramiento y de campo (tractores y sierras mecánicas). Huele a hoja, a dulce y a humedad. He dejado de contar los peregrinos que me han adelantado ya: alemanes, franceses…

Han  cortado el maíz y están abonando los campos. A las 10.45 h me siento sobre una laja a comer los restos del bocadillo de queso y pollo del desayuno. ¡Qué delicia con el pan crujiente!

En el kilómetro 184 encuentro el primer cartel sobre alojamientos en el Camino, adosado a un eucalipto: “Tentempié Peregrino. Café, bar y tienda. Habitaciones y desayuno” junto  a los teléfonos. En Villamartín Grande, a ¡18 km de Ribadeo!



Ahora empieza lo bueno: para salvar la carretera general, con mucho tráfico, nos mandan por un barrizal. Pero veo las huellas de botas y bicis, y sí, por aquí han venido los que me han adelantado… ¡Anda!, que subir para bajar, es tontería, que dirían Cruz y Raya. Y total, para 50 metros…Mejor, por la carretera. Veo en la lejanía otro peregrino que va a hacer la misma estupidez.



Más adelante, ¿otra broma…?, el mojón oficial señala por la carretera; la flecha en el eucalipto indica por la izquierda. Esta vez cojo el camino de la carretera y convenzo al peregrino que venía detrás de mí y que va a San Xusto. En el suelo, veo muchas piedras de cuarzo.

A las 12 menos veinte estoy en Vilela. No me lo puedo creer. Me acerco a leer el cartel y alguien ha escrito en rotulador rojo: “Camino intrancitable. Mal señalizado. Por carretera. Gracias”. Y en el poste de la señal: “Por carretera no os perderéis”. ¡Menos mal que hay alguien solidario...!


Lo cierto es que el Camino no te mandaba por ahí y, algo más abajo, un mojón confirma que el Camino es por la carretera.

Hay campos inmensos de lo que pienso, al principio, son judías verdes. “Son fabas”- me dice una paisana. Esto es: alubias. “La plantación la lleva una pareja mayor, pero este año ya se retiran…Se las venden a un tratante…”- me informa.


El albergue municipal es una casa amarilla, con el número 7, detrás del restaurante A Pena. Está abierto y cada uno que llega se instala ocupando una litera. Las credenciales se sellan a las 19.15 h. y cuesta 6 euros.


En las normas del albergue (de todos los albergues) sobre las preferencias a la hora de obtener cama (primero, peregrinos con alguna limitación física; luego, peregrinos a pie,  a caballo y en bici, para terminar con aquellos que llevan coche de apoyo, alguien ha escrito: “IGUALDAD DE ACOGIDA PARA CICLISTAS. Caminando, 25 km. Bici, 75 km. Valorar nuestros culos al igual que sus pies! Gracias”…


En el bar-restaurante A Pena se puede comer desde las 13 horas. Me siento en un merendero con mesas de cemento a hacer un poco de tiempo. Frente a ellas, el camino de mañana, que lleva a Celeiros (a 1 km) y a Vilar (1 km más). La Casa Domingo, en San Vicente de Covelas, de la que me habló Mirma en Ribadeo, está a 3 km de Vilela. Poco camino, me parece. Incluso para mí…

Me decido por el menú (10 euros): elijo ensaladilla rusa y pollo, con tarta helada de postre, acompañados por una  cerveza de Galicia, claro.


Después de comer, para bajar un poco la comida, voy a Vilela a ver los “campos de habas”. “No hay mucho más”- me dice el hijo de los propietarios del bar A Pena. A las 14. 30 h hace un calor de muerte. Quizá por la tarde vaya a Silveira (un barrio u otro pueblo que aparece en los carteles).

Decido tumbarme un rato en el albergue. Los españoles a mi lado no dejan de hablar; podían salirse a la calle…Al rato, el suelo de madera retumba con las pisadas de un peregrino que es como Hulk, la masa. Otro, hablando abajo a grito pelado por el móvil. ¿Nadie le ha explicado lo que es educación…?

Un chico joven, que hoy viene desde Navia, me dice: “¡Qué bien! Alguien que habla español”. Se llama David y es entrenador personal en Madrid. No habla inglés porque durante el tiempo escolar no prestaba atención,  y ahora lo echa de menos. “En cuanto vuelva a Madrid, me voy a poner a estudiar de nuevo”. Dice estar desmotivado desde Gijón, pero que terminará el Camino a pesar de todo. Hace largas jornadas porque no disfruta yendo despacio (¿??).

Yo no lo entiendo: para mí es un placer ir a paso de caracol, pararme con la gente, disfrutar del paisaje…Es un tiempo dedicado a ti mism@, a hacer “lo que te pide el cuerpo en cada momento”. No tienes que dar gusto a nadie: si quieres hablar, hablas; si no quieres hablar, no hablas…

Tras descansar un rato, y con la colada ya seca, subo a Silveira. La campiña es preciosa, y cómo se alegran los viejines cuando les dices que viven en un paraíso. “Pero hay que traballalo, eh…”. Me siento un rato en un parque para mayores junto a una mata de fabas. Por lo general, la gente no pasea, no mira, no escucha…El rumor del viento entre las hojas, el pájaro tit-tit…Alrededor, manzanos, tomates, calabazas y calabacines. Y las omnipresentes fabas.


Cuando regreso, el francés está haciendo sus flexiones; la alemana, mirando a la luna. El polaco, sentado en un banco, bebiendo una botella de algo. Al final de la tarde, cada uno busca su lugar y su sitio para la intimidad. Yo, me siento, en el suelo, en un pequeño bordillo a la salida. Podían haber puesto un  banco corrido adosado a las paredes del albergue. Eso no creo que cueste mucho…

El lugar es la antigua escuela y luego fue una sala de ordenadores. Pero, ¿quién iba a venir aquí si apenas hay niños y jóvenes en el lugar y los ancianos son superancianos…? Los baños, unisex, son modernos, pero de menaje solo tiene un microondas y nada de cubertería o vajilla. Manolo, el hospitalero, se ofrece a traer algunos platos de plástico.

JUEVES, 28 de septiembre. DÍA 2 de andar. GONDÁN

 “Andar es una escuela de frugalidad” (Thoreau, citado por María Belmonte)

Ahora amanece sobre las 8. En las normas del albergue decía que antes de esa hora había que abandonarlo. Yo, más bien, hubiera puesto, “una vez amanecido”. Y así servía para cualquier época del año. Desde luego, yo no pienso echarme andar antes de que haya luz. Además, hasta las 8 Luchi no da desayunos en A Pena.

La pareja de españoles a mi lado ha hecho un ruido…Bolsas de plástico, se les caían cosas…También es verdad que aquí no había otra habitación donde hacer las mochilas salvo que salieras a la calle, pero…

Salgo casi a las ocho y media tras desayunar en A Pena.  Como siempre, soy la última de los 12 peregrin@s que estábamos en el albergue.

Echo una última mirada al merendero de mesas de cemento. Ha sido un rincón estupendo: acogedor, fresco y tranquilo. Las vacas están ya pastando en los prados y un cuervo pasa volando sobre las matas de habas, casi secas a estas alturas de septiembre.

Llego a Celeiros en un pis-pas. El fresco de la mañana huele a pino y a eucalipto. A las nueve menos veinte el sol sale entre las nubes y la niebla, alumbrando maravillosos conjuntos de casas con tejado de pizarra y hórreo bien alto.


Peor que subir es, para mí, bajar porque se me carga la pantorrilla. Ya me duele la corva derecha. Anoche, tras ducharme, me eché trombocid. Y, esta mañana, antes de comenzar a andar, flogoprofén. Soy un almacén de pomadas andante. Espero que no me vuelva la tendinitis de pata de ganso…

Tras la casa verde de Vilar, ¡una senda! a la derecha, por fin. En las aldeas, veo muchas casas con el tejado caído, abandonadas o a medio hacer. En el número 21 de una de ellas, un plano descolorido del Xacobeo 93 junto a una carretera donde han crecido mechones de hierba. Veo campos enteros de fabas, algunos junto a hileras de maíz. Muchas veces paso por aldeas sin nombre y no sé dónde estoy.

Cuando estoy cerca de la iglesia de Nosa Señora das Virtudes en A Ponte de Arante, Mirma me llama desde Ribadeo para ofrecerse a acercarme en coche si me veo en dificultades para llegar al siguiente alojamiento. Le agradezco la intención. Es todo un detalle.

A las 10 h sale un viento refrescante. A las 10.15 estoy en la iglesia, una vez pasado el puente. Aquí empieza la cuesta…, 4 kilómetros de subida. Hasta ahora he andado alrededor de 5 km.


Llamo a Tentempé Peregrino para preguntar si tienen alojamiento, pero no (son solo 3 habitaciones). Sin embargo, Natalia me envía a su padre, que me acerca en coche hasta Villamartín Grande (a unos 8 kilómetros). En su establecimiento me tomo un té y un trozo de empanada (buenísima) y aprovecho para comprar -entre el “merchandising”- regalos que no pesen y no abulten para la familia. Ahora solo me quedan unos 3 kilómetros hasta el albergue de Gondán, pues el de San Xusto está cerrado “por limpieza”.

A las 11.30 reanudo el camino, esta vez cuesta abajo. En la cuneta, unos “setones” grandes, blancos, que yo llamo “de eucalipto”. (Ya en casa me entero de que son “macrolepiotas”…).


Cuando llego al albergue, aún no hay nadie. Investigo un poco: dónde están las duchas, los baños, los tendederos…Hay cocina y máquina de hacer café. En la puerta, un anuncio del albergue Montero (privado), en Mondoñedo. Tiene muy buena pinta…

Tras desplegar mi saco, saco mis exiguas provisiones. La comida de hoy: agua del grifo, la consabida lata de sardinas, una barrita de cereales y una manzana caída en el suelo del camino. Se me olvidó rellenar el termo con un aquarius en el Tentempé y aquí no hay nada. Paso de bajar 2 kilómetros a San Xusto…


Poco a poco, el cielo se va enmarañando. No sé lo que durará el buen tiempo. Mientras como, pasa una pareja integrada por un malagueño y un argentino que van a Lourenzá. “Quiero lavar los pantalones largos por si llueve mañana”- me dice el malagueño. También me cuenta que le han picado chinches en un albergue anterior. “Conozco la picadura de las pulgas, pero, ¿cómo son las chinches…?”. Yo no le puedo sacar de dudas.

Pasan de largo otros tres peregrinos extranjeros. Me gustaría que llegara alguien más para darme una vuelta. Hay una ermita a lo lejos a la que me gustaría echar un ojo. Una puerta o una verja metálica, que no veo, da unos golpes…Huele a heno dulce estabulado.

Por la noche, cuando salga al baño, tengo que recordar ir junto a la pared para no ortigarme. Así y todo, con mi podadera las he hecho retroceder un tanto.


Como las manzanas que he recogido del suelo son superácidas, decido hacer compota: me da para un vaso. Y con un sobrecito de azúcar, está deliciosa Para la noche, si es necesario, tengo: sopinstant, té, aceite, azúcar y sal. ¡Soy una privilegiada!

Sobre las 3 de la tarde voy en busca de la ermita. He dejado a una pareja de alemanes en guarda y custodia del fortín. Hace un sol de justicia. A las cuatro menos cuarto, me tumbo un poco en la litera. Todas están cubiertas con un plástico, supongo que para preservarlas de la humedad. A mi lado, junto  a la puerta, veo una esquina con verdín y casi musgo. Tengo que hacer filigranas para lograr acomodo con mis caderas doloridas. Desde la cama, oigo el concierto de cuervos, urracas y algún estornino, junto a ladridos de perro ocasionales.


Un larguirucho un poco aprensivo entra preguntando si el lugar está limpio, mientras mira con desconfianza. Quizá es algo escrupuloso. Yo, con calzarme las sandalias de agua y no tocar las paredes…Ha debido fijarse en las telarañas y los cristales sucios o en que no hay cortinas ni contraventanas. Pero no sabe que solo hay un espejo en uno de  los  cuatro WCs, y que solo funciona una de las bombillas por la noche…

No sé qué hará al final. San Xusto está cerrado y le quedan 5 kilómetros a Lourenzá. A estas horas (son las 17.30), y con toda la gente que ha pasado, quizá esté lleno…

A las 7, los mugidos de las vacas llaman a que las ordeñen (¿). En el monte se oyen las sierras trabajando. Un avión rompe por unos segundos los ruidos de las bestias y las labores del campo. La ropa se columpia a la ligera brisa de la tarde. Sabien, la chica holandesa, se ha apropiado de todo el sol mientras lee en una de las mesas de cemento. “En Holanda está lloviendo”-me dice. Habla castellano, que aprendió en el colegio y practicó en Argentina. Hacer el Camino es para ella una forma de liberarse del estrés del trabajo.


Poco a poco, las sombras se han hecho alargadas y las voces de los paisanos vienen con el eco. Un caballo se ha puesto loco y caracolea en una finca mientras un burro le mira, inmóvil, en otra. Se ha debido escapar y hace correr al paisano. Torea al hombre y, al final, se va, manso, con la mujer. El burro rebuzna cuando se lo llevan.

Pasan muchas cosas en la tarde si uno está atento. Una señora saca carretillas con abono de un establo. Una yegua manda a su potrillo a descubrir mundo, hasta los límites de la empalizada -sin quitarle los ojos de encima. El padre está más interesado…en hacerle otro potrillo…

A las ocho menos veinte el sol se queda frío: ya no calienta. Es el momento de recoger mi pantalón del tendedero. Ya no se va a secar más.

VIERNES, 29 de septiembre. DÍA 3 de andar. LOURENZÁ

“No hay nada como la soledad para convocar el espíritu del lugar” (Henry James)

Por la noche, hemos estado los 4 tan ricamente: Sabien, Elvi, Bernal y yo. Dejamos entornada la puerta para no hacer ruido al salir y entrar, y pusimos una piedra a una de las ventanas de guillotina para no tener tanto calor. Como los váteres estaban a tomar por riau, sin que sirva de precedente, hice pis en el prado a la luz de las estrellas.

Salgo a las 8.15 h con el cielo encapotado y buena temperatura. Toda la noche ha sido estrellada y ahora no sé si es sur, o que viene malo. Aún no se han apagado las luces y el lugar parece una aldea de Belén. Graznan los cuervos, canta el gallo y un mirlo gorjea. El aire viene un poco mojado del oeste. Ummmm.


Como desayuno, he tomado un té bebido porque no me quedaba nada más. En mi casa, hubiera dicho: “¡Qué desayuno más pobre…!”.  Aquí, me digo: “¡Qué bien que tengo una bolsita de té…!”. Todo es relativo en esta vida. Y si no hubiera tenido ni una bolsita de té, hubiera pensado: “¡Qué bien, que aún puedo caminar 7 kilómetros al día y estar al aire libre…!

La cuneta está llena de lo que yo llamo “setas de eucalipto”, porque salen en sus alrededores. ¡Y todo carretera de asfalto…! El campo está plagado de trébol blanco y el vilano del diente de león. Antes de llegar al albergue de San Xusto, cojo del suelo otras tres manzanas picadas. Nunca se sabe…


Sello la credencial en el bar A curva. A María del Mar, la hospitalera, ayer se le olvidó subir. Aprovecho para desayunar “bollos empaquetados en plástico”. No me ofrecen otra cosa. En el periódico, leo: “Un tren turístico recorrerá el valle de Lourenzá en la  27 edición de la Festa da Faba”. ¡Qué bien! Hacia allá voy.

La hospitalera me confirma que en el albergue de San Xusto hay chinches y que han cerrado para desinsectarlo.

En el cementerio de la iglesia de San Xusto de Cabarcos, una de esas frases tremebundas: “Mira a los que están aquí/ oh, cristiano disipado./ Que el día menos pensado/tú estarás también así”…Con la guadaña, calaveras y huesos alrededor. Toda una alegría…


A las 10, subiendo desde la iglesia (ya he hecho 3 km), me quedan 4 km hasta Lourenzá, 1 de subida y el resto de bajada. Acelero, no quiero que si hay tormenta, me pesque en el eucaliptal. No recuerdo si he pasado por alguna mancha de bosque autóctono. Creo que no.

Este año casi no he pintado ninguna flecha. Los mojones están nuevecitos con toda la señalética intachable. Encima, además de las consabidas piedrecitas, te encuentras de todo: desde un calcetín -no sé si perdido u ofrenda- a mensajes varios o una estampa religiosa.


La subida tiene tela: en 2 kilómetros pasas de los 100 a los 250 metros de altitud. Menos mal que hay mojones porque se cruzan un montón de pistas forestales y uno podría perderse. Este año, pongo solo una piedrecita por todos: por los vivos y por los muertos.

Si miras, y sabes ver, vas leyendo el paisaje; ves los aprovechamientos, y las riquezas, en cada zona: maizales, fabas, eucaliptos…En un momento del camino, han limpiado una franja de tojos y han plantado una línea doble de acebos y laurel (¿). De repente, cruza un arrendajo advirtiendo de mi paso; es un  ave que conozco gracias a Susana, de Nansa Natural. ¡Gracias, Susana!

A las 10.45 h me adelanta a toda prisa Sabien, la última que quedaba en el albergue. Ya pensaba yo que cuándo lo haría…

Ha despejado y las copas de los eucaliptos susurran y se balancean. A la luz del sol brillan helechos y tojos, que empiezan a agostarse; brezos, algún pie de roble, abedul o castaño, o de repente, un pino.


Al salir del eucaliptal, pinto una flecha amarilla en la carretera y otra en una puerta metálica, enfrente. A la izquierda, como a 50 metros, está el mojón. Y Lourenzá abajo. Lo único que destaca es el monasterio benedictino de San Salvador.

Antes de llegar,  la capilla de Santa Cruz. Cuenta la leyenda que, desde aquí, el fundador del monasterio tiró una piedra que rodó hasta el actual emplazamiento. Pues mucho rodó…

Después de la placidez de Gondán y Vilela, de nuevo el tráfago de la autovía. Una bajada pindia de guijo resbaladizo es el final del camino. Como no lleves bien cortadas las uñas de los pies…


Un paisano que me ve despistada me dice que el albergue de Lourenzá está cerrado por plaga de chinches y que han acondicionado el polideportivo en la avenida de Soutelo. El polideportivo está al lado de un colegio público y frente a la Casa de la Juventud. Mientras miro la cuesta infinita pienso que cuando el adolescente llegue arriba, será viejo, como en la película de Robert Redford y Jane Fonda (Descalzos por el parque)…Si al menos tuviera una piscina…


El mesón O Pipote, que vi de camino al polideportivo, empieza  a dar de comer a la 1, y debe venir mucha gente trabajadora porque a la una y media está lleno. Yo le digo al mesonero que no me importa comer en el bar: pido fabas de Lourenzá, por supuesto; ensaladilla rusa y arroz con leche. Exquisita comida casera por 11´50 euros. También puede pedirse medio menú. Al terminar, pregunto si puedo felicitar a la cocinera: “Es mi señora”- me dice orgulloso el pizpireto barman. “He levitado”- le digo.


Cuando termino de comer -voy a explotar-, decido, para bajar la comida,  ir a ver los puestos de fabas alrededor del monasterio. Hasta las farolas están adornadas con fabas sonrientes. Y hay incluso un Centro de Interpretación de la Faba…Aún llego a tiempo, antes de que cierren las tiendas, de comprar medio kilo de fabas de Lourenzá para llevar a casa. A 10 euros el kilo.


Cuando me he dado un buen paseo -llego a unos viveros, coloreados de otoño; a la casa Gloria, cuyo cartel he visto en el camino, y a la pastelería Cabaleiros- decido subir al polideportivo…, para no volver a bajar.


A las 17 horas se oye un estruendo del lado del colegio- estamos pared con pared- como si botaran balones a tutiplén, ¿serán las extraescolares…?

Uno que se está duchando parece el anuncio del champú Herbal Essences  (que en vez de champú parece que anuncia orgasmos). Nos radia su bienestar, y me recuerda a Ernest cuando hablaba consigo mismo en Nottingham.

Cuando estoy en la litera, tapada con el saco puesto del revés (he recordado que esta era la costumbre que tenía para no abrir y cerrar la cremallera cada vez que iba al baño), tengo que levantarme a decirle a las chicas que la puerta de los aseos no cierra y que, por favor, en vez de dar portazo, coloquen un papel doblado a la hora de cerrar. No es tan difícil, creo…

Más tarde, aparece un madrileño un poco resabidillo a contarnos una nueva ruta, un camino complementario, menos duro y más “lógico”, entre Mondoñedo y Gontán, diseñado por asociaciones y unos cuantos friquis del monte.

A las 6 empieza a llover. Yo no pienso bajar al centro. Como si me quedo sin cenar…Sobre las 7 y media viene la hospitalera a estampar el sello y recoger los cinco euros. Una chica polaca tiene unos habones tremendos, producidos por chinches. Le aconsejan pasarse por la seguridad social para que le pongan una inyección o algo. Susi (la hospitalera) dice que, por eso, siempre deberían dejarse las botas fuera y meter las mochilas en una bolsa de basura (y, por supuesto, no ponerlas en las literas), para evitar habitantes indeseados.

A las 20 horas  siguen niños gritando en el gimnasio del colegio. ¿A qué hora pararán…? Por lo visto, estos son los locales de una asociación de gaitas. En el pabellón, los niños suelen acabar sobre las 22 horas los viernes, pero hoy hay una presentación… Entre eso, las fiestas de la faba y que no se cierran las puertas a las 22 horas -como se suele hacer en los albergues-, creo que tendremos una noche toledana. Y encima estoy en corriente…

SÁBADO, 30 de septiembre de 2017. DÍA 4 de andar. MONDOÑEDO

“Todo se resuelva andando” (“Solvitur ambulando”, atribuida a San Agustín)

Dejo mi fenistil (antihistamínico) en barra a la moza de los habones. Yo llegaré hoy a mi destino final, Mondoñedo, y ellas van hasta Santiago. Los cuervos me saludan todavía sin amanecer. Son las 8 menos cuarto y espero que amanezca sentada a las afueras del albergue. Los búlgaros han dejado la ropa toda la noche al sereno, así que supongo que estará tan mojada como cuando la colgaron.


Tras desayunar en el pueblo, salgo a andar a las 8.30 h. Solo dos casetas están colocando sus habas y todo parece aún dormido.

Empezamos fuerte con una subidita. El día está nublado. La pista va cubierta de hoja seca y erizos de castañas. No me importa lo pindio que sea el camino, pero  lo que yo quiero es esto: hierba, tierra bajo los pies. Campo, en definitiva, y no asfalto. Una babosa negra cruza con su paso minimalista. Arriba está el cementerio. Forma parte del Camino Natural de San Rosendo. Huele terrible a caca de vaca. Claro, enfrente hay una granja. Me adelantan 7 excursionistas bien coloridos que van a Abadín, “a hacer la etapa”. ¡Qué bien voy a ir por este “camino natural” a Mondoñedo. ¡Por fin…!


Coincido hasta Mondoñedo con el inglés del albergue, Mick. “Como Mick Jagger...”. Hablamos en inglés y español, saltando de uno a otro idioma. Ha peregrinado varias veces, y por diferentes rutas, unas por piedad suya, y otras, pensando en alguien. Cuando veo el anuncio del restaurante Montero, digo: ¡Aquí me quedo!


El albergue Montero, privado (cuesta 15 euros), lleva muy poco en funcionamiento (desde julio de 2016) y está muy bien. Al llegar, he coincidido con Lauren, una canadiense que estuvo en Lourenzá, y decidimos compartir el espacio de cuatro literas. En la taquilla tenemos una sábana bajera, una toalla y un edredón suave y mullido. Hay lavadora, sala de estar -con biblioteca incluida-, comedor, tendederos, un jardín (todo como en el folleto que vi en Gondán)...


Tras ducharme y tender la ropa medio húmeda, decido ir lo primero a la estación de autobuses para preguntar los horarios para volverme a casa. Ay, ¡qué estación de autobuses…! En mitad de la nada, sin autobuses, sin personal de servicio, sin seguridad. Con pintadas y signos de vandalismo. Unas peregrinas alemanas tratan de saber si hoy habrá autobús. Con ayuda de un joven, que pasó por allí, llaman a los dos números de teléfono de un horario de diciembre de 2011. El móvil ya no es operativo y el fijo solo funciona de lunes a viernes, de 9 a 18 horas. Y hoy es sábado…Consultan en Google la página web, pero tampoco les saca de dudas. Al final, habrán de volverse al albergue…, sin autobús y sin noticias de cuándo habrá uno.


Con algo de desazón por el tema bus, pregunto si puedo comer algo en el restaurante, pero hoy están a tope, así que decido hacer los 200 metros hasta el centro de Mondoñedo, la patria de Cunqueiro.

Entro por la calle Julia Pardo y, sobre las 2, parece que todo está muerto. Compro la última empanada individual en la panadería Rubal, y las calles me llevan al bodegón A Catedral, frente a esta, y ¡al lado de una estatua de Cunqueiro contemplando la “catedral arrodillada”!…No se puede tener más suerte.


Pido del menú del día: fabada, carne guisada y tarta de queso (12 euros). Está todo tan rico que tengo que entrar a felicitar a la cocinera y pedir una tarjeta. Luego, siguiendo los carteles, me dejo llevar por lo que me llama la atención: la muralla medieval (solo queda un resto -de los 850 metros y 5 puertas que un día tuvo- en Rúa de Ponte; está agrietada y llena de helechos y margaritas en las junturas).


A las 15.30 h estoy sentada en la fuente vieja (Fonte Vella) frente a la diminuta casa donde nació Cunqueiro (lo declaro desde ya mi lugar favorito de este año). A pocos pasos de la plaza de la catedral, esto parece Brigadoon, la ciudad que despertaba cada 100 años. Me acuerdo de las palabras de Galdós sobre Santillana del Mar, en 1876: “Al entrar en Santillana parece que se sale del mundo…”. Esa impresión me causa a mí Mondoñedo. Parece que el tiempo se ha parado y que muchas casas se quedaran suspendidas en el sueño. En muchas parece que no viviera nadie: son como fantasmales. Otras están pintadas y rehabilitadas pero, igualmente, parece no habitarlas ningún ser humano.


Andando, andando,  llego al barrio dos Muíños (de los molinos), “configurado a partir de canales de agua que se abren desde el río Valiñadares” -“Brea se llamó siempre-, me dice Ramón,  un vecino sentado bajo un Cristo crucificado, “y que abastecían molinos utilizados antiguamente por artesanos: ceramistas, forjadores, molineros…”. Ahora, un alfar, un canteiro y otras artesanías intentan recuperar pasadas tradiciones.


Muy cerca, el Ponte do Pasatempo (puente del pasatiempo) donde entretuvieron a Isabel de Castro, que traía el indulto para su marido, el mariscal Pardo de Cela, quien fue ejecutado ante la catedral de Mondoñedo en tiempo de los Reyes Católicos.


Al regresar, me paso por la oficina de turismo, a ver si consigo saber los horarios de autobuses a Ribadeo para mañana domingo. Claudia me ayuda un montón y me llevo escrito, de su puño y letra, la hora de llegada del bus a la estación de Mondoñedo: 16.05h, lo que tarda a Ribadeo, 35 minutos, y el precio, 3´55 euros. Me dice que esté media hora antes, por si acaso…

DOMINGO, 1 de octubre de 2017. En MONDOÑEDO

Me despido de Lauren a primera hora de la mañana, que continúa camino. Una ingeniera que, poco a poco, va llevando a cabo sus planes y sus sueños, tras soñarlos primero.

Desayuno en el restaurante Montero y le pregunto a Tita si puedo dejar la mochila en algún sitio que no moleste hasta que me vaya a las 16 horas. Pido la famosa “tarta de Mondoñedo”, una bomba calórica a base de hojaldre, cabello de ángel y almendra. Siento que con ella en la tripa puedo andar tres días seguidos sin comer…


En el periódico El Progreso, leo: “Aumenta el abandono de inmuebles por la crisis y despoblación del medio rural…edificios sin acabar de construir…”. Ya me había dado cuenta. También hablan de la faba de Lourenzá: “…no tiene piel y se deshace en la boca. Madura muy bien…”. Con una receta: fabas con rape y gambas, en frío, que pienso preparar en cuanto llegue a casa.

Ya restaurada y con el plano de Mondoñedo en la mano, visito el cementerio viejo (Cemiterio Vello).Quiero encontrar la tumba de Cunqueiro. Leo que este es un cementerio “jerárquico”, estructurado por clases sociales: en la parte baja, los más humildes, y los panteones en la parte alta.


Me cuesta, pero al final encuentro al escritor de ensoñaciones. ¡Ya me daba por vencida…!. Su lápida está al pie de un manzano de manzanas rojas. En gallego, dos frases: “Alabado sea Dios que me permitió hacerme hombre en este gran reino que llamamos Galicia”. Y: “Aquí yace alguien que con su obra hizo que Galicia durase mil primaveras más”- para él, la alabanza más grande y su epitafio soñado.


Entro en la ciudad, de nuevo, por la calle Julia Pardo. A las 9.30 h de un domingo, Mondoñedo está tan dormido como ayer. Paso por la panadería Rubal y, un poco después, está el despacho-museo “El rey de las tartas”, “Entras como cliente y sales como amigo”- que dice una pegatina. El edificio es como un pastel de tres pisos. La venta, se realiza ahora en la plaza de la catedral. No sé cómo ayer no lo vi…


Decido llegarme hasta el albergue municipal (quiero echarle un ojo) y al Centro de Interpretación del Camino Norte (Declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO en 2015), que está junto a él. Abren a las 10. Allí tomo nota de todo lo que me interesa: frases de Cunqueiro, y fechas y datos sobre relatos de peregrinos del Camino del Norte, desde el primero, considerado el obispo de Arzendjan, en 1492.


FRASES DE CUNQUEIRO

“La vida misma es el eco de un sueño…”.

“Conocí la Edad Media. Mondoñedo, en la década de los años 20 y 30 era la Edad Media…”.

“Vi hacer todo lo que hoy no se ve…”.

“Creo que, para comer, hay que añadirle a la comida siempre un poco de literatura y un poco de fantasía…”.

Yo me acuerdo, aún con deslumbramiento, de la lectura de “El año del cometa con la batalla de los cuatro reyes”, creo que el primero de los relatos suyos que leí. También recuerdo haber leído que, en la barbería de Mondoñedo, leía a los paisanos noticias, inventadas sobre la marcha, que ellos creían a pies juntillas.


Luego, voy a la visita que dejé pendiente ayer: la catedral. Los peregrinos tenemos una rebaja en el precio de entrada. La visita (unos 45 minutos) es autoguiada con telefonillo (audioguía), y merece la pena. Maravillosas pinturas góticas y piezas del museo de arte sacro. A mí me encantan las zapatillas episcopales,  una virgen (¿) acostada y la llamada “Virgen inglesa”.


Mondoñedo fue, hasta el siglo XIX, capital de una de las 7 provincias del antiguo reino de Galicia, junto a Santiago, Coruña, Betanzos,  Lugo, Orense y Tuy. En 1112 es sede catedralicia y en 1156 adquiere el título de ciudad. Su catedral recibe el adjetivo de “arrodillada” porque es de poca altura pero perfecta en sus proporciones.


A las 11, la ciudad se despierta un poco más y un autobús de mayores copa la plaza de la catedral. Yo sigo buscando las referencias del plano que me interesan. La casa “vital”, que no “natal” de Cunqueiro, junto al nuevo despacho de El rey de las tartas, está en obras. “Las estrechas calles, la ancha plaza, la casa…Me asomo al balcón y veo pasar caras conocidas. Tocan a la puerta y adivino quién es por el toque del martelo… ¡Qué grande, rico y hermoso es el mundo…!”- dice la placa colocada en su casa.


Antes de comer, me acerco a ver otro posible alojamiento: la pensión/hospedería/seminario de Santa Catalina. Tiene muy buena pinta.

También me llama la atención -sobre el plano- el “Museo del Mago Merlín”. Recuerdo que Cunqueiro tenía una obra con el nombre de Merlín en el título (Merlín y familia).

Me acerco, y sí, a la puerta está Manuel Montero (lo había visto rondando por la plaza y pensé que quizá era uno de esos que se visten de peregrino antiguo para dar sabor a los lugares históricos). Me dice que tiene 105 años (una vecina que pasa me advierte de que “está sordo como una tapia”) y que es “muy imaginativo y discurridor”. Me encanta esta última palabra. Le pregunto si le puedo hacer una foto ante su establecimiento y va a buscar un bastón/báculo “especial” que a mí me recuerda las cabezas reducidas de Tintín en “La oreja rota”. Los viejos de la plaza me dicen luego que no puede tener más de 80 y pico, pero ¡qué más da…!


Luego, voy a comer a un sitio que vi ayer en el barrio de los “Muíños”: La taberna de Valeco. Decorado en azul y amarillo, es un sitio recogido y acogedor. Pido del menú sopa de pescado y costilla, que están muy ricos. Al preguntarle, en los postres, si el flan es casero, la camarera me responde que tendría que pedir un flan “de la carta”, fuera del menú. ¿No podría haberme contestado, lacónicamente, sólo NO…?


A las 14.10 h, cuando salgo de comer, la ciudad está tan sola y silenciosa como por la mañana.


Antes de ir a por la mochila al albergue, queriendo ver lo que veía Cunqueiro desde su banco, me esmorro contra un resalte de la acera junto a la oficina de turismo. De nuevo en la pierna izquierda… Voy corriendo a pedir hielo a “El rey de las tartas”…

A las 15.30 h, media hora antes, estoy en la estación fantasma, inaugurada por Fraga en 2003: 4 dársenas vacías, ningún personal y yo sola esperando. Me podrían rajar y no se enteraría nadie… A las 4 y media pasadas, sin nadie a quien  preguntar ni un teléfono al que llamar, me vuelvo al albergue. Y desde ahí veo venir  al bus ARRIVA por la rotonda a las 16. 35 h. No way! Imposible llegar corriendo con la mochila a cuestas… Y hoy no hay más autobuses, y yo mañana ya tengo el bus a Santander desde Ribadeo a las 12.15 h. Así que…, a pagar un taxi que me cuesta 40 euros (en vez de los 3´55 euros…). ¡Pues pienso reclamar!


En Ribadeo vuelvo a quedarme en el mismo lugar que a la ida, y por la tarde/noche me tomo un sándwich mixto en la plaza de España.

LUNES, 2 de octubre de 2017. En RIBADEO

A las 8 h, en la ciudad, también son los cuervos los más madrugadores.

En el hotel y cafetería Linares, también churrería, un bar de trabajadores a estas horas, desayuno chocolate con churros por 2´90 euros. El tema de conversación es el 1 O (el 1 de octubre). “Yo creo que el rey debería salir…”. [Lo hace el 3 de octubre, dos días después del referéndum catalán].

Tras desayunar, me voy  hacer la “Ruta dos comerciantes”. Aquí, el lunes por la mañana no abren las tiendas. Ribadeo está silencioso como  un domingo.

Desde la plaza de España, callejeando, llego  a la capilla de la Atalaya, la más antigua de la villa, del siglo XII. Es preciosa con su diminuto campanario y las líneas quebradas de la puerta.


Junto a ella, el ascensor panorámico. Pensaba que estaba roto, o incluso sin terminar, pero veo que, sobre las 9 viene la policía local a abrirlo. ¡Ahhhh!


En el puerto, me encanta el hotel “Fogar do mariñeiro”, tan blanco. Llego hasta Porcillán. Para la senda que me habían indicado en Turismo hasta Illa Pancha (2´5 km), hay que subir tropecientos escalones, así que lo dejo “para cuando sea joven”…En la lejanía veo el Cargadeiro y el Forte de San Damián. Desde el puerto, dos grúas sobrevuelan la ciudad: una sobre la capilla de La Atalaya. Subo en el ascensor panorámico (a las 9 y 25 ya está abierto) y voy a hacer la otra ruta propuesta en el plano, la de los Indianos.

Llego, por detrás, a la Torre dos Moreno, y aún se ve más estropeada que por delante, pero con el encanto de lo decadente. Veo la Casa de Don Clemente, la del Viejo Pancho, el Barrio de San Roque, y llego hasta  la Casa de Sela.


De vuelta, a buscar la mochila para ir a la estación, entro en una librería a preguntar si tienen algo de Cunqueiro. “No, no tengo nada”. ¿Cómo es posible…? Un paisano de Mondoñedo, a solo 35 kilómetros…Si no se promociona lo propio…

Dos barrenderas en la calle, comentan: “Ahora, la moda es: la basura -la de casa- , a la papelera…”.

Compro un trozo de empanada en “Trabada”, donde el año pasado, y me la como, con una cerveza, en el bar de la estación. Conversación en la barra: “En Alemania, con Merkel, gobiernan la derecha y la izquierda. Aquí, cada uno tira para un lado…Si puedes joder al vecino, jodes al vecino…”.


Luego, los oigo hablar de los que se sientan en la terraza y no consumen. Yo, no me doy por aludida: he pedido una cerveza, y como empanada local, al fin y al cabo. Quizá lo digan por mi compañero de mesa, que resulta ser de Edimburgo y, tras hacer el Camino, va dos días a Santander. En castellano, ha aprendido a decir “tenedor” (tiene que acordarse de “toreador”), y le encantan los pinchos. Me informa de que en Lidl tienen un trifle (mi postre inglés favorito) exquisito...

De Ribadeo salimos a las 12.45 h, media hora más tarde. Yo he dejado puesta mi reclamación a la empresa Arriva. El horario en la puerta, todo lleno de tachones, es significativo…


Sobre las 13 h una “procesión” de peregrinos va a cruzar el ponte dos Santos. No cesan. Y eso que ya es 2 de octubre…

A medida que nos adentramos en Asturias, el cielo se pone más gris. La gente va viendo películas de porrazos en vez de mirar lo que hay fuera, “lo grande, rico y hermoso que es el mundo”- que diría Cunqueiro…”. 

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