jueves, 25 de mayo de 2017

DIARIO DE UNA VIAJERA EN TREN. A HUELVA, CON PARADA EN MADRID

Lunes, 8 de mayo de 2017

Santander. 21 º C a las 13.23 h.

Como no me daba tiempo, y ya había cerrado la bolsa de basura, he “crionizado” en el congelador una cebolla pachuchilla y los restos de una ensalada junto a las lentejas sobrantes y unas pechugas de pollo. Cuando vuelva, lo descongelaré y tiraré a la basura.

En la sala de espera de la estación, un gorrión pía furioso. La gente, como de costumbre, es capaz de hacer cola, durante media hora, de pie. Yo, me he sentado en uno de los bancos “cistíticos”. Me he puesto un jersey debajo del trasero.

A las dos menos cuarto abren el check-in. Somos millones y la cola da tres vueltas.

Ya en el vagón, a mi lado, va una señora mayor  oyendo a voz en grito ¿un vídeo?, ¿una telenovela…?, sin casquitos. Por los altavoces, fusilan el inglés cuando quieren darnos la bienvenida en lenguaje internacional. El chico habla macarrónico.

Me pongo a hacer manualidades con las páginas de Excel que nos ha mandado nuestro coordinador. Tengo celo y pegamento, pero no tijeras (por lo de los controles…).

Por la ventanilla, reconozco todos los paisajes hasta Reinosa, llenos de árboles en flor: saúcos, acacias, majuelos…

Detrás va un joven jugando a algo en su ordenador. A mí, ni se me ocurre. Con mi PDA (Papel De Apuntar) tengo suficiente. En Reinosa quedan unos pañuelucos de nieve en las montañas.

A la gente deberían darle clase de uso de móviles: hay que quitar el sonido y uno se va a hablar fuera… ¡y bajo!

El padre y el hijo, al otro lado del pasillo, van a Linares, a donde llegarán a las 11 de la noche, con trasbordo en Madrid. Bufff. La señora a mi lado lee un libro electrónico y no se ha quitado el plumas. Yo paso, alternativamente, del sofoco a las ganas de echarme una gabardina por encima.

El tren me tranquiliza y adormece. ¡Qué bonitos los cielos después de Aguilar! Los colores del campo se han suavizado: los verdes amarillean o se vuelven más ceniza. Los ocres y arenas salpican el paisaje. No me había dado cuenta antes pero, en Frómista, el albergue de peregrinos está junto a la estación: una especie de barracón largo.

Pasada Palencia, vienen ejércitos de nubes que cruzan de izquierda a derecha. 28 º C y vamos a 200 kilómetros por hora.

Martes, 9 de mayo. 2ª etapa. Madrid-Huelva

¡Es inhumano! A las 6 de la mañana no han puesto ni las cafeterías. Hay 16 grados en Madrid.


A las 6.20 h es la salida, con paradas previstas en: Ciudad Real, a las 7.19 h; Puerto Llano, a las 7.37 h; a las 8.05 h, en Villanueva de Córdoba; a las 8.27 h, en Córdoba. Y a las 9.16 h, llegada a la estación de Santa Justa, en Sevilla. Luego, tengo que hacer trasbordo a Huelva…

Mi móvil nuevo me dice: “Diga OK Google”. ¿Por qué voy a decir eso…? ¡Qué bien! Me han elegido pasillo…

Los entendidos, que deben viajar mucho en AVE, dicen que este es de los viejos. “No tiene televisión ni cargador de móviles…”. Para sacar las bandejas del asiento, en diagonal, hay que saber latín.

Salimos de noche, pero amaneciendo. Temperatura exterior: 20 º C. Temperatura interior: ¡0 grados! Ni frío ni calor -que dice el chiste… Por momentos, nos bandeamos de un lado a otro, cabeceando como en el mar.

A las 6.50 h el amanecer es glorioso y naranja, pero los postes pasan demasiado rápido. Hasta los baños están como escondidos. Creo que he utilizado uno de minusválidos del que no sabía cerrar el pestillo.

En la cafetería, entra una chica casi gritando: “¿Pero qué tren es este…? ¿Un intercity…? ¿O es que quieren conmemorar los 25 años con vagones vintage...?”. Y habla del Intercity que aún queda a Murcia y que coge los veranos para ir a Águilas y que tarda más de cinco horas.

Muchos ejecutivos van trabajando con su ordenador y ni miran el paisaje, ni hablan, ni nada. Ellos se lo pierden.

En Puertollano, hay una especie de minero de hierro a la entrada, en una colina, a la izquierda. A la derecha, un artilugio, también minero.

A bordo,  un montón de constipados o alérgicos: espero que no me peguen nada…

TREN SEVILLA-HUELVA

Las nubes nos esperan agazapadas para mañana. No sé ni si se contendrán, hoy, martes. Van hacia Sevilla.

En el móvil me ha salido un gremlim verde diciendo que se está actualizando (aunque yo no le he dado a actualizar nada…).

Benacazón, 10.25 h. 20º C.

Olivos a  derecha e izquierda. A la salida, chumberas junto a las vías y bancos de amapolas. En el horizonte, se está confabulando la madre de todas las tormentas.

En Carrión de los Céspedes, adelfas a tutiplén.

En mi vagón o, mejor dicho, medio vagón, vamos 5. “Luego, vendrá lleno”- me dice una paisana ante la pregunta de para qué llevamos tantos vagones.

Las estaciones tienen puertas de herradura, a lo árabe. En los campos, instalaciones solares.


¡La Palma del Condado! Qué recuerdos de la fiesta de la vendimia un septiembre de hace años… Fino, adobo y baile por la noche. Y estupefacción por el día, al preguntar si había tren para Huelva esa mañana: “Puede que , puede que no…”- nos dijo un feligrés. Los campos, a ratos, hacen olas de cereal onduladas.


Niebla, Puerta del Buey. El río baja rojo y hay una fortaleza. En las torretas de la luz, las cigüeñas viven en dos o tres pisos, cada una en su nido.


En el andén de la estación de Huelva se le rompe una rueda a mi maleta... Damn!












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