miércoles, 10 de mayo de 2017

RELATOS DEL ASILO. DOÑA TERREMOTO

                                                             
                                                                               Ilustración de Sonia Piñeiro
                                                              http://soniapineiroambrosio.blogspot.com.es

Lógicamente, no se llama así, pero de este modo la conocen en el asilo y en Campuzano, su patria chica. A pesar de sus setenta y cua... “Uy, si ya tengo setenta y ocho”-se autocorrige-, no es infrecuente verle andar a paso ligero entre Torrelavega y Cartes. Va a ayudar a su hermana enferma: le quita el polvo, le hace la comida y, hacia las seis de la tarde, vuelve a la residencia, donde entra como un huracán saludando en voz alta, dando besos y abrazos y diciendo piropos.           

¡Qué importa que haya dejado la cama sin hacer por la mañana!  Hay que tener disciplina, pero no ser inflexibles...

Unos días con hábito frailuno, de negro con cordondillo; otros, con una pinta de abuela estrafalaria, su carácter alegre nunca cambia. Por eso, en la residencia, aunque hay quien piensa que está un poco loca, todo el mundo la quiere.

-¡Hoy me he comido cuatro huevos crudos en casa de mi hermana! Les hice un agujero en la cáscara y los sorbí! -cuenta en voz alta. ¿Y la salmonela? -le pregunta una joven voluntaria atemorizada. ¡Bahhhh! Eso son paparruchas.

Luego, mira a Julia, que cada vez está más consumida y parece un pajarillo de lo poco que come: Como sigas así, la semana que viene estás en el hoyo...-le espeta sin ningún reparo. ¡No se corta un pelo! Bueno o malo, a cada uno le suelta lo que le tenga que decir sin dulcificar la expresión ni hacer circunloquios.

Cuando ve que estamos leyendo en voz alta la historia de Genoveva de Brabante, pregunta: ¿Queréis que os baje las memorias de Carmen Sevilla o Lola Flores? Las tengo enteritas (Supongo que serán los suplementos coleccionables de  Lecturas o Diez Minutos). En el grupo se decantan por Carmen Sevilla: es tan simpática...Pues ya se las dejaré a Pepita, porque  yo como mañana salgo temprano... Y se marcha como un ciclón a saludar a otro grupo.

Victoria, así se llama, desapareció, de pronto, de la Residencia. Yo preguntaba siempre por ella, pero nadie sabía decirme. Era como si se hubiera disuelto en el espacio. Quizá se la llevó el viento un día, como a Mary Poppins, y está echando una mano en otra residencia en Pernambuco...






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