Introducción
En
septiembre de 2008 decido pasar mis vacaciones en la Costa Brava. Era el lugar
que mis padres habían elegido para su
viaje de novios, en 1961. Quería explorarlo con vistas a celebrar sus 50 años, en 2011, allí, con hijos y nietos.
También
quería aprovechar para conocer los lugares por los que transitó Josep Pla, a quien
había leído mucho en tiempos.
Viajaría
en transporte público, y andando los
Caminos de ronda.
*Josep Pla era partidario de llamarla la Costa del Coral, un nombre más exótico y
fascinador, con una fácil traducción a otras lenguas. “El nombre de “Costa
Brava”… fue lanzado en el comedor de El
Paradís, de Fornells, [hace cuatro días]… lo pronunció don Ferran Agulló…”.
En
el aeropuerto de Parayas, Santander
A
las 13.10 h anuncian que mi vuelo (Air Nostrum 8401, con salida a las 13.40 h)
viene retrasado de Valencia (con llegada a las 14.25 h). En el mostrador, se
advierte de la posibilidad de reclamar si el retraso es de más de dos horas.
A
las 13.30 h, en el mostrador de Iberia me dicen que tiene la salida prevista
para las 15 h, sin más retrasos. Intento cambiarlo para el vuelo a Barcelona 8395
de las 14.50 h, pero me aseguran que el mío ya está viniendo y que va a salir a
la par. Ante mi insistencia (tengo el Talgo Barcelona-Gerona a las 16.42 h con llegada
a Gerona a las 17.46 h), me sugieren que vaya al embarque del vuelo 8395, donde
hay sitio, y que embarque.
Finalmente,
cojo mi vuelo, el 8401.
En
Barcelona aeropuerto, voy preguntando de persona en persona el medio más rápido
para ir a la estación de Sants. Me dicen que "el tren", pero el primero es a las
16.30 h. En los carteles del tren no pone Sants. Por fin, encuentro a un
viajero que me dice que él se baja en Sants. ¡Gracias a Dios!
Prat
Llobre, Bellvitge, Barc, BPG Gracia, Est. Franca. Estas son las paradas que
pone. ¿Cuál es Sants? Adivine… Encima, el tren se para cada dos por tres. El
trayecto es una zona de huertas con calabazas, cañas, higueras, un poco
destartalada. Chabolillas de madera de tablones para los aperos, mezcladas con
antenas de móviles, naves, contenedores apilados en columnas de a cinco.
Puentes llenos de pintadas y grafitis.
Por
fin, un poco de suerte y, al ir a preguntar a la oficina del viajero que a ver
qué hacía con mi billete de tren de las 16.42 h., me dicen que mi tren, el tren
a Montpellier, que viene de Lorca, trae retraso y que llegará a las 17.22 h.
¡Bendito retraso! Me da tiempo a hacer pis ya comprar una botella de agua, que
estaba deshidratada. 26 o 27 grados.
Entre
Barcelona y Girona, me asombran de nuevo las cañas a lo largo de la vía del
tren. El paisaje está desordenado: hay muchas zonas en obras, con arena y
tierra. Después de Sils, el paisaje parece más bonito, más boscoso, más verde.
Llego
a Girona a las 18.25 h. La estación huele a cal viva, un olor repugnante desde
que estuvimos en el campamento nacional de montaña en el Valle de Arán, y que -mi hermana y yo- asociamos a “letrinas” al aire libre desde entonces.
Martes 9 de septiembre de 2008. Girona,
¿una ciudad reumática…?
Alguien
roncaba en la habitación contigua y había un ruido persistente como de nevera o
de aire acondicionado, que no era el mío.
Mi
hotel, el Condal, está en la calle Joan Maragall. Al final, la Placa Catalunya
y el río Onyar que divide en dos la ciudad: la parte vieja (Barri Vell), a la
derecha; la nueva, a la izquierda.
Girona
conserva nombres de cuando era una ciudad gremial: Placa del Vi (plaza del vino); Plaza del Oli (plaza del
aceite) y Carrer d´Argenteria (calle de la platería). O Carrer d´abeuradors.
Nadie sabe decirme su traducción. Cuando compro un diccionario
catalán-castellano, veo que es calle del abrevadero.
Hay
muchas pastisseria (pastelerías) y forn de pa (panaderías); peixaterias
(pescaderías)...
El
almacén de hierros Jose Puig ha conservado el rótulo, pero es una llibreria. “De Pla no tenemos nada”. En
otra librería, la respuesta es: “En
castellano, de Pla, no tenemos nada”. ¡Curioso! -pienso.
En
el Carrer Sant LLorenc unas placas consignan que en el barrio moraron maestros
de la primera Escuela cabalística de la Península Ibérica y el rabí Bonastruc.
Pla,
en uno de sus artículos, se pregunta: “¿De qué color es el reúma?”. Yo, decido
que es del color de la torre de Sant Feliu.
Martes, 18.30 h. Empieza mi “Viaje en
autobús”
Sopla
un viento un poco rarillo. Esperemos que el tiempo se mantenga.
La
salida por el Parc de la Devesa es muy verde, al principio: acacias, ailantos.
La abundancia de cañas es lo que más me sorprende.
En
Camallera no entramos. El conductor conduce de pena. Hay campos de girasoles ya
medio agostados; otros, recién cortados, con solo el tallo al viento.
En
Ventalló, veo manzanas ¿golden? en
espaldera.
Cerca
de Sant Pere Pescador, hay 4 edificios de pisos en mitad del llano. Cajones
grandes junto a los campos se apilan para recoger las manzanas, y cuatro torres de pisos, amarillas, en mitad
del campo de pinares.
Atravesamos
el río Fluvia. Hay un Carrer de la Poma (calle de la manzana). No me extraña.
En
Aiguamolls veo mucha gente en bicicleta. La niebla está
agazapada en las montañas.
Las
gaviotas han llegado hasta el interior en Castelló d´Empúries.
A
Empuriabrava también han llegado los plumeros.
Roses
ha crecido mal y destartalado, en el paisaje y en la edificación. Es como de
Exin Castillos, con unos picurutos blancos y azules. Apenas se ve el mar entre
las casas.
Sobre
las 20 h. comenzamos a ascender a Cadaqués entre olivares en terrazas. [“Olivos
de Cadaqués, ¡qué maravilla/. Cuerpo barroco y alma gris…” -escribirá Lorca en
los años 20].
El
paisaje me recuerda a Mallorca. Y la ascensión me trae a la mente la subida a
las Alpujarras, también en autobús. O el desfiladero de la Hermida. Parece que
vamos a tocar contra las rocas. Ya anocheciendo, bajan muchos coches de
Cadaqués con las luces encendidas.
Media
hora más tarde, llegamos por detrás, como sorprendiéndola. La visión de
Cadaqués de noche, aun en día nublado, es arrebatadora: la iglesia blanca, las
casitas… Pienso que es lo único salvable del viaje de novios a la Costa Brava
que hicieron mis padres en 1961 con una guía de Néstor Luján de 1957.
Dalí
escribe en 1920: “Es un pueblo de casas blancas, junto al mar, al lado del
agua. Sus calles son estrechas, casi todas empedradas, igual suben que bajan y
forman curvas, como si fueran serpientes. En la parte superior del pueblo está
la iglesia… El Baluart es uno de los
rincones más bellos de Cadaqués”.
Su
hermana Ana María también habla de Cadaqués y de su casa, pintada por Dalí
hacia 1918: “Todo es exacto [en el dibujo de Dalí], menos el tejado de la casa
que no acababa en punta por la parte delantera, sino en los laterales… Separada
de la playa tan sólo por un macizo de geranios rojos hundido en el propio
pedregal, se extiende la terraza de nuestra casa. Un eucalipto le da sombra… Nuestra
casita, que cuando reina la calma-blanca se refleja en el agua con todos sus
detalles”.
“En Cadaqués teníamos a los amigos Pitxot,
una familia de artistas de gran prestigio […] Desde principios de siglo, la
familia Pitxot tenía en Cadaqués la finca [sobre Sa Conca] que, rodeada de
playas y mar, sus descendientes aún conservan [can Pitxot, hoy de Ramón
Pitxot]… Para nosotros C. siempre fue la ilusión de todo el año… En aquella
época, a Cadaqués, sólo íbamos una vez
al año, durante las vacaciones de verano… Ramonet Pitxot dejó el estudio que
tenía en la calle del Llaner, cerca de casa y mi padre lo alquiló para mi
hermano… Ocupaba el piso que estaba sobre la planta baja de una casa de
pescadores que se llamaban Molina, pero que llamaban los escalenses porque eran hijos de L´Escala… Mi hermano dispuso de
este estudio hasta 1921, cuando hicimos obras en casa y le dedicamos una
habitación en exclusiva para que pudiera trabajar…”.
Miércoles, 10 de septiembre
Salgo
a recorrer la costa/el litoral de Cadaqués, primero hacia la izquierda, hacia
el Faro de Nans. Por las lomas, se sigue construyendo, ahora en pizarra sin
encalar. El “polígono industrial”, la estación de autobuses y el aparcamiento
están a las afueras del pueblo.
A
las 12 h cojo un barco (Creuers/cruceros Cadaqués) que durante hora y
media nos llevará al cabo de Creus (Cap
de Creus). Hay que aprovechar antes de que llueva. Me encanta ver las ciudades
y los pueblos desde el mar.
Tras
los tres días, pienso que, de volver a Cadaqués, me quedaría en el hotel Llané
Petit (¡Nos quedamos, en 2013, cuando fuimos toda la familia...!). Está en un extremo del pueblo y parece tranquilo. Hay dos playas cerca:
Llané Gran y Llané Petit. “¡Esta es una playa senisego (cenicero)!” – le oigo decir a una francesa. Porque la
gente entierra las colillas en la arena. La
arena es de piedras y arena negra, pero el agua está limpia y nado hasta las
boyas -como veo que hacen los lugareños.
El
jueves, 11 de septiembre, me voy de marcha al Cabo de Creus. Es la Diada, la
fiesta nacional de Cataluña, y solo tengo zapatillas de cuerda, pero me inscribo en el Passeig para ver una
celebración popular con “botifarrada y sardanes”. Lo paso bomba y, por la
tarde, acudo a las 19 h al Passeig para ver, de nuevo, las sardanas. Coger ese ritmo sincopado me parece muy difícil.
”Las
sardanas no han de saltarse… han de arrastrarse… como un monótono monólogo
campesino” -escribe Pla. Sobre la sardana también escribió el poeta Joan
Maragall: “La sardana es el baile más bello/de todos aquellos que se juntan y
se van”...
Viernes, 12 de septiembre. A Palafrugell
Con
la tormenta de ayer se han caído las manzanas.
A
Palafrugell voy por Celrá, Bordils, Corcà y La Bisbal. En este último, el río
está completamente seco.
A la
vuelta, acordarme de tomar el camino por Quart y Cassà de la Selva para ver
Sant Feliu, Sagaró, Platja d ´ Aro y Palamós.
Me
hospedo en el Hostal Plaja, donde Carmen es una estupenda anfitriona.
Ruta Josep Pla
A
Palafrugell vengo con la idea de recorrer los lugares por los que transitó Pla,
al que leí con placer hace ya muchos años.
Acudo
primero a la Fundación Josep Pla, situada en la casa natal del escritor, en la
calle Nueva (carrer Nou) 49-51. Me sumo a la visita guiada en catalán (no hay
una en castellano en ese momento) y me autogestiono entre la exposición permanente.
Han
elaborado unas fichas (con su traducción en castellano) sobre 10 lugares
fundamentales en su vida, descritos por él mismo en varias de sus obras: El cuaderno gris, Costa Brava y sus Dietarios,
fundamentalmente.
“Nací
en el Carrer Nou -o del Progrés- que es una calle muy triste y larga, derecha
como una vela, que va desde la calle de la Caritat a la vía del tren de
Palamós”.
Sábado, 13 de septiembre. A Llafranc
A
las 10 cojo el bus desde Palafrugell a Llafranc. El día está fresquito: diría
que es nordeste (tramuntana, creo. Luego, veo que según Pla, la tramuntana es
el viento norte...).
Nos
ha tocado un chófer “graciosillo”. En la parada de la calle Chopitea, dice:
¡Calella capital!
La
arena en Llafranc es blanca (amarilla), aunque gruesa.
La
subida a Sant Sebastià se hace por una escalera serpenteante y luego por la
carretera. Son 40 minutos de subida desde Llafranc. Huele a resina caliente de
los pinos inclinados en la ladera del mar.
La
senda que baja de Llafranc a Calella, el camino de ronda, me recuerda a la del
Faro de Mataleñas, en Santander, pero, en vez de haberla cementado, la han
escalonado con vigas de madera, de las del ferrocarril, y el piso es de tierra
mezclada con agujas secas de los pinos de los márgenes.
La
playa del Canadell hacia las 14 horas está hasta los topes. Los comensales del
restaurante Tragamar se comen las croquetas
casi sobre las tripas de los que toman el sol en la playa (la de Llafranc
tiene más fondo y hay más sitio).
La playa
de Port Bó es aún más enana y las barcas de los pescadores ocupan la mayor
parte del espacio.
En el Museo del corcho de Palafrugell
Es
una antigua fábrica de corcho (“suro”, en catalán) rehabilitada como museo en
1991.
Leo
en algún sitio que las células se descubrieron observando el corcho. En 1665,
Robert Hooke introdujo por primera vez la palabra “célula” a partir de la
observación de un fragmento de corcho.
Además
de tapones para vinos y champán, la artesanía del corcho da para fabricar
cajas, cofres y maquetas; barcos, trenes y motos.
Cenar en La Xicra
Ceno
en La Xicra (La jícara) en la calle Estret, 17 (la Calle Estrecha, de Pla). Le
llevo a Montse recuerdos de Carme Plaja. La publicidad ha llegado hasta un
banco de piedra en la subida al faro de Sant Sebastià.
Descubrí,
por casualidad, el restaurante el primer día, en mis vagabundeos por
Palafrugell. Me gustó su aspecto acogedor desde la calle. Así que me convertí
en asidua todas las noches, a primera hora, sobre las 20.30 horas. Me
atendieron siempre tan bien, y la comida estaba tan rica… Sopa de pescado,
lentejas estofadas, buñuelos de bacalao, endibias y aguacates al vinagre de
cava, ensalada al vinagre de Jerez. Nunca pido postre, pero Anna y La Montse me
hacen degustar cada vez una pequeña delicadeza. El último día me regalan una
Guía preciosa de La cocina del Ampurdán. Cuando abrieron, hace 25 años, Josep
Pla ya había muerto. Si no, hubiera levitado.
Domingo, 14 de septiembre. Calella a las
10 h
A
las 10 de la mañana Port Bó es totalmente diferente: un hombre barriendo, un
fotógrafo buscando la foto de su vida, una pareja tumbada mirando al mar. Nada
de la turbulencia de ayer sábado a las 14 horas. Solo el sonido del mar.
Poco
a poco van bajando los veraneantes más tempraneros. Incluso la gente nada
despacio.
La
playa de Port Bó es muy pequeña. La del Canadell es algo más grande. Me baño
allí sobre las 2 de la tarde. Es sorprendente la cantidad de gente que se ha
ido de ayer a hoy. La playa es mullida y, en la arena gruesa, el cuerpo enseguida
se hace su hueco.
“Una
de las mayores delicias del Canadell es ir, después de comer, a tumbarse un par
de horas, a la sombra del vientre de una barca” -escribe Pla. Sería en sus
tiempos. Ahora no queda sitio ni para las personas…
Jardín botánico de Cap Roig
Ha
merecido la pena, a pesar de la hora de camino desde Calella y sus muchas
cuestas y escaleras. La visita necesita, al menos, de otra hora.
Leo
en el folleto que su origen está en el año 1927, creación de un matrimonio
interesado por la jardinería y la arquitectura. En la actualidad, lo cuidan 5
jardineros y tiene unas mil especies. Lo más diferente, para mí, es el Jardín
de los cactus.
El
mercado del domingo en Palafrugell llega por Pi y Margall hasta la calle
Manufacture del Suro.
He
estado en el Centre Fraternal mirando
el correo electrónico. El camarero no era muy de gastar saliva: “Va con
monedas”. En el ordenador, ponía: “monedas desde un céntimo hasta dos euros”,
pero lo cierto es que solo valían las de 50 céntimos; las otras te las
devolvía. ¿No podían haber puesto un cartelito…? La propia práctica me dice que
con una moneda de 50 céntimos tengo para diez minutos de internet.
Y
aquí estoy, entre los socios de más de 70 años que miran embobados el fútbol en
una gran televisión de plasma, echando monedas en un ordenador para mirar
internet.
Fundado
en 1887, se define como una Societat Cultural y Recreativa. Un apretón de manos
es su símbolo.
A
las 19.30 h me voy al cine a ver Mamma
mía en el cine club Garbí. Me da vergüenza ajena ver incómodo en su papel a mi amado Colin
Firth, tan contenido, en La joven de la
perla, pero el número en el que todo el mundo baila por las calles casi te
saca del asiento.
Lunes, 15 de septiembre. Tamariu
Tamariu
no vale nada. Solo la playa.
Está
separado en zona de bañistas y zona de embarcaciones, no como en Calella, donde
conviven ambos.
Lo
que es más bonito es el camino en autobús. “El nombre de Tamariu proviene
indudablemente de los tamarindos que crecen en los bordes de la riera que
desemboca en la arena de la playa” -escribe Pla.
Cojo
el GR-92 de Tamariu a Llafranc por la costa. “La primera media hora es de mal
camino”-me advierte la de la oficina de información. Hay que cruzar la playa y
me lleno de arena las zapatillas. Luego encuentro a dos parejas mayores de
australianos de Sidney y buscamos juntos el camino que, a veces, se pierde
entre las rocas. Me doy un baño al llegar a Llafranc y continúo a Calella por
el camino de ronda. Me baño de nuevo antes de comer en la playa de Canadell. Y como sobre las 15 h. en La Taverna de Can Batlle una deliciosa ensalada de queso de cabra y
verduras al wok por 20 euros.
Llofriu
Quería
acercarme al cementerio y ver el mas Pla desde fuera, pero no conseguí llegar.
Pla decía que hacía el camino a pie
entre Llofriu y Palafrugell todos los días entre las seis y las siete de
la tarde, hiciera el tiempo que hiciera. “En Palafrugell recojo el correo, voy
al estanco, compro una cosa u otra, veo a un amigo u otro… Si hace frío, voy a
calentarme a la fragua del herrero Clotes…”.
En
las fichas, se informa: “Si queréis entrar el cementerio hace falta pedir las
llaves en Ca l´ Alsina (Tramuntana, 24)”.
Otra
vez será… Quería ver los castaños de Indias, las mimosas y los cipreses que Pla
le fue pidiendo a su padre que plantara en el mas a la vuelta de sus viajes…
Martes, 16 de septiembre
Último
día de playa en Calella. Ya han cambiado los horarios. Es, una vez más, un día
espléndido. A las 14.30 h. cojo el
autobús a Girona.
La
taxista me dice que son veintipico taxis en Palafrugell; en su compañía, siete.
Palamós
parece enormeee. Vamos por el Passeig del Mar. Demasiado grande para unas
vacaciones tranquilas.
Calonge
tiene una iglesia decente. El río, seco. Una horrorosa torre de pisos en la
ladera de la montaña.
La
Platja d´Aro es otra mole de edificios tipo Benidorm o Laredo. Veo a la entrada
un caduco parque acuático. Una zona ajardinada y solitaria.
El
paisaje es tan feo y desastrado que me
está entrando un sopooooorrrr.
Cassà
de la Selva son casas ramplonas, sin
gracia ni estilo. Ningún glamur.
En
Llambilles hay mucho tráfico de salida. Parece que huyen.
Quart
también es horroroso.
Girona, de nuevo
Pues
aquí, esperando a cenar. En el Boira no
sirven hasta las 19.30 horas. Quiero tomar algo caliente. Dicen que chocolate,
hasta que no sea invierno, nada. Solo cacaolat. Le he echado el ojo a una crema
de calabacín y a unos rollitos de espinacas con frutos del mar. 12´90 euros,
IVA incluido. Creo que como en la Xicra…
En
Cataluña se vive y se deja vivir. Esa es la impresión que me ha dado…
En 2013, fuimos toda la familia a Cadaqués, con mis padres, que habían estado allí, en 1961, en su viaje de novios. A pesar de ser agosto, lo disfrutamos un montón... Nos quedamos en el hotel Llané Petit, que yo había elegido en 2008...