A mí no me preguntaron, pero yo nunca he sido aficionado a las fiestas pirotécnicas.
Nunca pude coger en mis
manos una bengala; daba un respingo cuando me tiraban un petardo a los pies, y
siempre he huido de los cohetes y fuegos artificiales como de la peste.
Pero está visto que, o bien
por broma o bien por mala leche, alguien eligió por mí y decidió detonar mis
cenizas en el espacio…
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