lunes, 14 de octubre de 2024

POR LA COSTA BRAVA, EN AUTOBÚS. Diario de viaje, septiembre de 2008

Introducción

En septiembre de 2008 decido pasar mis vacaciones en la Costa Brava. Era el lugar que mis padres habían elegido  para su viaje de novios, en 1961. Quería explorarlo con vistas a celebrar sus  50 años, en 2011, allí, con hijos y nietos.

También quería aprovechar para conocer los lugares por los que transitó Josep Pla,  a quien  había leído mucho en tiempos.

Viajaría en transporte público,  y andando los Caminos de ronda.

*Josep Pla era partidario de llamarla la Costa del Coral, un nombre más exótico y fascinador, con una fácil traducción a otras lenguas. “El nombre de “Costa Brava”… fue lanzado en el comedor de El Paradís, de Fornells, [hace cuatro días]… lo pronunció don Ferran Agulló…”.

En el aeropuerto de Parayas, Santander

A las 13.10 h anuncian que mi vuelo (Air Nostrum 8401, con salida a las 13.40 h) viene retrasado de Valencia (con llegada a las 14.25 h). En el mostrador, se advierte de la posibilidad de reclamar si el retraso es de más de dos horas.

A las 13.30 h,  en el mostrador de Iberia me dicen que tiene la salida prevista para las 15 h, sin más retrasos. Intento cambiarlo para el vuelo a Barcelona 8395 de las 14.50 h, pero me aseguran que el mío ya está viniendo y que va a salir a la par. Ante mi insistencia (tengo el Talgo Barcelona-Gerona a las 16.42 h con llegada a Gerona a las 17.46 h), me sugieren que vaya al embarque del vuelo 8395, donde hay sitio, y que embarque.

Finalmente, cojo mi vuelo, el 8401.

En Barcelona aeropuerto, voy preguntando de persona en persona el medio más rápido para ir a la estación de Sants. Me dicen que "el tren", pero el primero es a las 16.30 h. En los carteles del tren no pone Sants. Por fin, encuentro a un viajero que me dice que él se baja en Sants. ¡Gracias a Dios!

Prat Llobre, Bellvitge, Barc, BPG Gracia,  Est. Franca. Estas son las paradas que pone. ¿Cuál es Sants? Adivine… Encima, el tren se para cada dos por tres. El trayecto es una zona de huertas con calabazas, cañas, higueras, un poco destartalada. Chabolillas de madera de tablones para los aperos, mezcladas con antenas de móviles, naves, contenedores apilados en columnas de a cinco. Puentes llenos de pintadas y grafitis.

Por fin, un poco de suerte y, al ir a preguntar a la oficina del viajero que a ver qué hacía con mi billete de tren de las 16.42 h., me dicen que mi tren, el tren a Montpellier, que viene de Lorca, trae retraso y que llegará a las 17.22 h. ¡Bendito retraso! Me da tiempo a hacer pis ya comprar una botella de agua, que estaba deshidratada. 26 o 27 grados.

Entre Barcelona y Girona, me asombran de nuevo las cañas a lo largo de la vía del tren. El paisaje está desordenado: hay muchas zonas en obras, con arena y tierra. Después de Sils, el paisaje parece más bonito, más boscoso, más verde.

Llego a Girona a las 18.25 h. La estación huele a cal viva, un olor repugnante desde que estuvimos en el campamento nacional de montaña en el Valle de Arán, y que -mi hermana y yo- asociamos a “letrinas” al aire libre desde entonces.

Martes 9 de septiembre de 2008. Girona, ¿una  ciudad reumática…?

Alguien roncaba en la habitación contigua y había un ruido persistente como de nevera o de aire acondicionado, que no era el mío.

Mi hotel, el Condal, está en la calle Joan Maragall. Al final, la Placa Catalunya y el río Onyar que divide en dos la ciudad: la parte vieja (Barri Vell), a la derecha; la nueva, a la izquierda.

Girona conserva nombres de cuando era una ciudad gremial: Placa del  Vi (plaza del vino); Plaza del Oli (plaza del aceite) y Carrer d´Argenteria (calle de la platería). O Carrer d´abeuradors. Nadie sabe decirme su traducción. Cuando compro un diccionario catalán-castellano, veo que es calle del abrevadero.

Hay muchas pastisseria (pastelerías) y forn de pa (panaderías); peixaterias (pescaderías)...

El almacén de hierros Jose Puig ha conservado el rótulo, pero es una llibreria. “De Pla no tenemos nada”. En otra librería, la respuesta es: “En castellano, de Pla, no tenemos nada”. ¡Curioso! -pienso.

En el Carrer Sant LLorenc unas placas consignan que en el barrio moraron maestros de la primera Escuela cabalística de la Península Ibérica y el rabí Bonastruc.

Pla, en uno de sus artículos, se pregunta: “¿De qué color es el reúma?”. Yo, decido que es del color de la torre de Sant Feliu.

Martes, 18.30 h. Empieza mi “Viaje en autobús”

Sopla un viento un poco rarillo. Esperemos que el tiempo se mantenga.

La salida por el Parc de la Devesa es muy verde, al principio: acacias, ailantos. La abundancia de cañas es lo que más me sorprende.

En Camallera no entramos. El conductor conduce de pena. Hay campos de girasoles ya medio agostados; otros, recién cortados, con solo el tallo al viento.

En Ventalló, veo  manzanas ¿golden? en espaldera.

Cerca de Sant Pere Pescador, hay 4 edificios de pisos en mitad del llano. Cajones grandes junto a los campos se apilan para recoger las manzanas,  y cuatro torres de pisos, amarillas, en mitad del campo de pinares.

Atravesamos el río Fluvia. Hay un Carrer de la Poma (calle de la manzana). No me extraña.

En Aiguamolls veo mucha gente en bicicleta. La niebla está agazapada en las montañas.

Las gaviotas han llegado hasta el interior en Castelló d´Empúries.

A Empuriabrava también han llegado los plumeros.

Roses ha crecido mal y destartalado, en el paisaje y en la edificación. Es como de Exin Castillos, con unos picurutos blancos y azules. Apenas se ve el mar entre las casas.

Sobre las 20 h. comenzamos a ascender a Cadaqués entre olivares en terrazas. [“Olivos de Cadaqués, ¡qué maravilla/. Cuerpo barroco y alma gris…” -escribirá Lorca en los años 20].

El paisaje me recuerda a Mallorca. Y la ascensión me trae a la mente la subida a las Alpujarras, también en autobús. O el desfiladero de la Hermida. Parece que vamos a tocar contra las rocas. Ya anocheciendo, bajan muchos coches de Cadaqués con las luces encendidas.

Media hora más tarde, llegamos por detrás, como sorprendiéndola. La visión de Cadaqués de noche, aun en día nublado, es arrebatadora: la iglesia blanca, las casitas… Pienso que es lo único salvable del viaje de novios a la Costa Brava que hicieron mis padres en 1961 con una guía de Néstor Luján de 1957.

Dalí escribe en 1920: “Es un pueblo de casas blancas, junto al mar, al lado del agua. Sus calles son estrechas, casi todas empedradas, igual suben que bajan y forman curvas, como si fueran serpientes. En la parte superior del pueblo está la iglesia… El Baluart es uno de los rincones más bellos de Cadaqués”.

Su hermana Ana María también habla de Cadaqués y de su casa, pintada por Dalí hacia 1918: “Todo es exacto [en el dibujo de Dalí], menos el tejado de la casa que no acababa en punta por la parte delantera, sino en los laterales… Separada de la playa tan sólo por un macizo de geranios rojos hundido en el propio pedregal, se extiende la terraza de nuestra casa. Un eucalipto le da sombra… Nuestra casita, que cuando reina la calma-blanca se refleja en el agua con todos sus detalles”.

“En Cadaqués teníamos a los amigos Pitxot, una familia de artistas de gran prestigio […] Desde principios de siglo, la familia Pitxot tenía en Cadaqués la finca [sobre Sa Conca] que, rodeada de playas y mar, sus descendientes aún conservan [can Pitxot, hoy de Ramón Pitxot]… Para nosotros C. siempre fue la ilusión de todo el año… En aquella época, a Cadaqués,  sólo íbamos una vez al año, durante las vacaciones de verano… Ramonet Pitxot dejó el estudio que tenía en la calle del Llaner, cerca de casa y mi padre lo alquiló para mi hermano… Ocupaba el piso que estaba sobre la planta baja de una casa de pescadores que se llamaban Molina, pero que llamaban los escalenses porque eran hijos de L´Escala… Mi hermano dispuso de este estudio hasta 1921, cuando hicimos obras en casa y le dedicamos una habitación en exclusiva para que pudiera trabajar…”.

Miércoles, 10 de septiembre

Salgo a recorrer la costa/el litoral de Cadaqués, primero hacia la izquierda, hacia el Faro de Nans. Por las lomas, se sigue construyendo, ahora en pizarra sin encalar. El “polígono industrial”, la estación de autobuses y el aparcamiento están a las afueras del pueblo.

A las 12 h cojo un barco (Creuers/cruceros Cadaqués) que durante hora y media  nos llevará al cabo de Creus (Cap de Creus). Hay que aprovechar antes de que llueva. Me encanta ver las ciudades y los pueblos desde el mar.

Tras los tres días, pienso que, de volver a Cadaqués, me quedaría en el hotel Llané Petit (¡Nos quedamos, en 2013, cuando fuimos toda la familia...!). Está en un extremo del pueblo y parece tranquilo. Hay dos playas cerca: Llané Gran y Llané Petit. “¡Esta es una playa senisego (cenicero)!” – le oigo decir a una francesa. Porque la gente entierra las colillas en la arena. La arena es de piedras y arena negra, pero el agua está limpia y nado hasta las boyas -como veo que hacen los lugareños.

El jueves, 11 de septiembre, me voy de marcha al Cabo de Creus. Es la Diada, la fiesta nacional de Cataluña, y solo tengo zapatillas de cuerda, pero  me inscribo en el Passeig para ver una celebración popular con “botifarrada y sardanes”. Lo paso bomba y, por la tarde, acudo a las 19 h al Passeig para ver, de nuevo, las sardanas. Coger ese  ritmo sincopado me parece muy difícil.

”Las sardanas no han de saltarse… han de arrastrarse… como un monótono monólogo campesino” -escribe Pla. Sobre la sardana también escribió el poeta Joan Maragall: “La sardana es el baile más bello/de todos aquellos que se juntan y se van”...

Viernes, 12 de septiembre. A Palafrugell

Con la tormenta de ayer se han caído las manzanas.

A Palafrugell voy por Celrá, Bordils, Corcà y La Bisbal. En este último, el río está completamente seco.

A la vuelta, acordarme de tomar el camino por Quart y Cassà de la Selva para ver Sant Feliu, Sagaró, Platja d ´ Aro y Palamós.

Me hospedo en el Hostal Plaja, donde Carmen es una estupenda anfitriona.

Ruta Josep Pla

A Palafrugell vengo con la idea de recorrer los lugares por los que transitó Pla, al que leí con placer hace ya muchos años.

Acudo primero a la Fundación Josep Pla, situada en la casa natal del escritor, en la calle Nueva (carrer Nou) 49-51. Me sumo a la visita guiada en catalán (no hay una en castellano en ese momento) y me autogestiono entre  la exposición permanente.

Han elaborado unas fichas (con su traducción en castellano) sobre 10 lugares fundamentales en su vida, descritos por él mismo en varias de sus obras: El cuaderno gris, Costa Brava y sus Dietarios, fundamentalmente.

“Nací en el Carrer Nou -o del Progrés- que es una calle muy triste y larga, derecha como una vela, que va desde la calle de la Caritat a la vía del tren de Palamós”.

Sábado, 13 de septiembre.  A Llafranc

A las 10 cojo el bus desde Palafrugell a Llafranc. El día está fresquito: diría que es nordeste (tramuntana, creo. Luego, veo que según Pla, la tramuntana es el viento norte...).

Nos ha tocado un chófer “graciosillo”. En la parada de la calle Chopitea, dice: ¡Calella capital!

La arena en Llafranc es blanca (amarilla), aunque gruesa.

La subida a Sant Sebastià se hace por una escalera serpenteante y luego por la carretera. Son 40 minutos de subida desde Llafranc. Huele a resina caliente de los pinos inclinados en la ladera del mar.

La senda que baja de Llafranc a Calella, el camino de ronda, me recuerda a la del Faro de Mataleñas, en Santander, pero, en vez de haberla cementado, la han escalonado con vigas de madera, de las del ferrocarril, y el piso es de tierra mezclada con agujas secas de los pinos de los márgenes.

La playa del Canadell hacia las 14 horas está hasta los topes. Los comensales del restaurante Tragamar se comen las croquetas casi sobre las tripas de los que toman el sol en la playa (la de Llafranc tiene más fondo y hay más sitio).

La playa de Port Bó es aún más enana y las barcas de los pescadores ocupan la mayor parte del espacio.

En el Museo del corcho de Palafrugell

Es una antigua fábrica de corcho (“suro”, en catalán) rehabilitada como museo en 1991.

Leo en algún sitio que las células se descubrieron observando el corcho. En 1665, Robert Hooke introdujo por primera vez la palabra “célula” a partir de la observación de un fragmento de corcho.

Además de tapones para vinos y champán, la artesanía del corcho da para fabricar cajas, cofres y maquetas; barcos, trenes y motos.

Cenar en La Xicra



Ceno en La Xicra (La jícara) en la calle Estret, 17 (la Calle Estrecha, de Pla). Le llevo a Montse recuerdos de Carme Plaja. La publicidad ha llegado hasta un banco de piedra en la subida al faro de Sant Sebastià.

Descubrí, por casualidad, el restaurante el primer día, en mis vagabundeos por Palafrugell. Me gustó su aspecto acogedor desde la calle. Así que me convertí en asidua todas las noches, a primera hora, sobre las 20.30 horas. Me atendieron siempre tan bien, y la comida estaba tan rica… Sopa de pescado, lentejas estofadas, buñuelos de bacalao, endibias y aguacates al vinagre de cava, ensalada al vinagre de Jerez. Nunca pido postre, pero Anna y La Montse me hacen degustar cada vez una pequeña delicadeza. El último día me regalan una Guía preciosa de La cocina del Ampurdán. Cuando abrieron, hace 25 años, Josep Pla ya había muerto. Si no, hubiera levitado.

Domingo, 14 de septiembre. Calella a las 10 h

A las 10 de la mañana Port Bó es totalmente diferente: un hombre barriendo, un fotógrafo buscando la foto de su vida, una pareja tumbada mirando al mar. Nada de la turbulencia de ayer sábado a las 14 horas. Solo el sonido del mar.

Poco a poco van bajando los veraneantes más tempraneros. Incluso la gente nada despacio.

La playa de Port Bó es muy pequeña. La del Canadell es algo más grande. Me baño allí sobre las 2 de la tarde. Es sorprendente la cantidad de gente que se ha ido de ayer a hoy. La playa es mullida y, en la arena gruesa, el cuerpo enseguida se hace su hueco.

“Una de las mayores delicias del Canadell es ir, después de comer, a tumbarse un par de horas, a la sombra del vientre de una barca” -escribe Pla. Sería en sus tiempos. Ahora no queda sitio ni para las personas…

Jardín botánico de Cap Roig

Ha merecido la pena, a pesar de la hora de camino desde Calella y sus muchas cuestas y escaleras. La visita necesita, al menos, de otra hora.

Leo en el folleto que su origen está en el año 1927, creación de un matrimonio interesado por la jardinería y la arquitectura. En la actualidad, lo cuidan 5 jardineros y tiene unas mil especies. Lo más diferente, para mí, es el Jardín de los cactus.

El mercado del domingo en Palafrugell llega por Pi y Margall hasta la calle Manufacture del Suro.

He estado en el Centre Fraternal mirando el correo electrónico. El camarero no era muy de gastar saliva: “Va con monedas”. En el ordenador, ponía: “monedas desde un céntimo hasta dos euros”, pero lo cierto es que solo valían las de 50 céntimos; las otras te las devolvía. ¿No podían haber puesto un cartelito…? La propia práctica me dice que con una moneda de 50 céntimos tengo para diez minutos de internet.

Y aquí estoy, entre los socios de más de 70 años que miran embobados el fútbol en una gran televisión de plasma, echando monedas en un ordenador para mirar internet.

Fundado en 1887, se define como una Societat Cultural y Recreativa. Un apretón de manos es su símbolo.

A las 19.30 h me voy al cine a ver Mamma mía en el cine club Garbí. Me da vergüenza ajena ver incómodo en su papel a mi amado Colin Firth, tan contenido, en La joven de la perla, pero el número en el que todo el mundo baila por las calles casi te saca del asiento.

Lunes, 15 de septiembre. Tamariu

Tamariu no vale nada. Solo la playa.

Está separado en zona de bañistas y zona de embarcaciones, no como en Calella, donde conviven ambos.

Lo que es más bonito es el camino en autobús. “El nombre de Tamariu proviene indudablemente de los tamarindos que crecen en los bordes de la riera que desemboca en la arena de la playa” -escribe Pla.


Cojo el GR-92 de Tamariu a Llafranc por la costa. “La primera media hora es de mal camino”-me advierte la de la oficina de información. Hay que cruzar la playa y me lleno de arena las zapatillas. Luego encuentro a dos parejas mayores de australianos de Sidney y buscamos juntos el camino que, a veces, se pierde entre las rocas. Me doy un baño al llegar a Llafranc y continúo a Calella por el camino de ronda. Me baño de nuevo antes de comer en la playa de Canadell.  Y como sobre las 15 h. en La Taverna de Can Batlle una deliciosa ensalada de queso de cabra y verduras al wok por 20 euros.

Llofriu

Quería acercarme al cementerio y ver el mas Pla desde fuera, pero no conseguí llegar. Pla decía que hacía el camino a pie  entre Llofriu y Palafrugell todos los días entre las seis y las siete de la tarde, hiciera el tiempo que hiciera. “En Palafrugell recojo el correo, voy al estanco, compro una cosa u otra, veo a un amigo u otro… Si hace frío, voy a calentarme a la fragua del herrero Clotes…”.

En las fichas, se informa: “Si queréis entrar el cementerio hace falta pedir las llaves en Ca l´ Alsina (Tramuntana, 24)”.

Otra vez será… Quería ver los castaños de Indias, las mimosas y los cipreses que Pla le fue pidiendo a su padre que plantara en el mas a la vuelta de sus viajes…

Martes, 16 de septiembre

Último día de playa en Calella. Ya han cambiado los horarios. Es, una vez más, un día espléndido. A las  14.30 h. cojo el autobús a Girona.

La taxista me dice que son veintipico taxis en Palafrugell; en su compañía, siete.

Palamós parece enormeee. Vamos por el Passeig del Mar. Demasiado grande para unas vacaciones tranquilas.

Calonge tiene una iglesia decente. El río, seco. Una horrorosa torre de pisos en la ladera de la montaña.

La Platja d´Aro es otra mole de edificios tipo Benidorm o Laredo. Veo a la entrada un caduco parque acuático. Una zona ajardinada y solitaria.

El paisaje es tan feo y desastrado que me está entrando un sopooooorrrr.

Cassà de la Selva son casas ramplonas,  sin gracia ni estilo. Ningún glamur.

En Llambilles hay mucho tráfico de salida. Parece que huyen.

Quart también es horroroso.

Girona, de nuevo

Pues aquí, esperando a cenar. En el Boira no sirven hasta las 19.30 horas. Quiero tomar algo caliente. Dicen que chocolate, hasta que no sea invierno, nada. Solo cacaolat. Le he echado el ojo a una crema de calabacín y a unos rollitos de espinacas con frutos del mar. 12´90 euros, IVA incluido. Creo que como en la Xicra…

En Cataluña se vive y se deja vivir. Esa es la impresión que me ha dado

En 2013, fuimos toda la familia a Cadaqués, con mis padres, que habían estado allí, en 1961, en su viaje de novios. A pesar de ser agosto, lo disfrutamos un montón... Nos quedamos en el hotel Llané Petit, que yo había elegido en 2008...





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