Jueves,
1 de febrero de 2024
A las 8.30 h, nada más salir
de casa, cientos de estorninos cruzan el cielo en vaivén. Está nublado y
mortecino.
En la dársena 8, el conductor
está de mala leche. 1´75 euros el billete de ida hasta Pontejos. Me dice que mi
parada es “la de los bares”, la segunda (voy a las antiguas escuelas/centro
cultural).
En el bar de la estación de
buses me he tomado un cortado y medio sanwich vegetal y he pedido una pulguita
de lechuga y atún “para el camino”. 5´30 euros.
El bus es el que va a
Santoña. Y la compañía, Palomera-Jiménez. Llegada prevista: a las 9.20 h, tras
dejar atrás Maliaño.
Los asientos están muy
pegados unos a otros (y eso que yo no soy muy alta…). ¿Por qué siempre llevan
en la radio a un gritón insoportable…? Pufff. En la entrada al puerto de
Santander un montón de palas de aerogeneradores apiladas. Hay niebla.
Con los pasajeros habituales,
el conductor parece más enrollado. En Astillero, el Armorique (de Brittany
Ferries) espera alguna reparación.
La parada “de los bares” no es
la segunda, sino la tercera, en Pontejos, tras la de isla Pedrosa. Ahí están el
bar La Parada y el bar La Tijeruca. Chispea un poco (o es la niebla…).
Pregunto a unas señoras en
la parada de bus: “Es que nosotras no la llamamos así -marisma Engoa“. Me
indican que tire a la izquierda tras pasar el patio de las antiguas escuelas. “Ves
la senda enseguida”.
Las escuelas son del año
1923 y, el donante, el marqués de Valdecilla -según consta en la placa dedicada
por los vecinos. Estoy en el barrio Río y la indicación señala la fábrica de
mobiliario urbano Carpepal.
Según el folleto, son 300
metros hacia el norte hasta el observatorio de aves al pie de la marisma de
Engoa.
Un ¿mastín? que cuida unas
ovejas se acerca ladrando (aunque mueva la cola) a la cerca metálica. Recordando
un ataque reciente de un perro a una paseante, paso, sin mirarle, por el lado
más alejado de la carretera...
La senda sigue hacia la
derecha. El suelo está resbaloso con esta calima. Voy como pisando huevos.
Hasta los tacos de los bastones se deslizan. La vegetación es de encinas,
laureles… Un carbonero me sobrevuela mientras me grita.
Corto una zarza que se ha desmandado en el seto a mi derecha. Las
ortigas empiezan a invadir el sendero. Oigo piares
de pajarillos entre la vegetación, pero no distingo ninguno.
No sé si mañana viernes, Día
de los Humedales, habrá alguien, pero hasta el momento (son las 10 h), no he
coincido con nadie. Se oyen las campanas que dan la hora punta y el ruido de
los automóviles en la carretera cercana. Estoy frente a talleres Lepanto y creo
ver desde donde he partido.
Una señora con un perrito,
una lugareña – “mi casa está aquí al lado…" -me ilustra sobre el sendero al
llegar a una bifurcación. Al torcer a la izquierda -el camino más bonito según la señora- veo un poste
con la vieira amarilla del Camino de Santiago, que señala a la derecha,
siguiendo la carretera.
Este segundo tramo es de
alquitrán. Entre la hojarasca, celidonias. Según mi Guía de plantas, florecen
en marzo… Voy entre camisetas y hojas
de eucalipto. Un cuervo grazna.
En una vuelta del camino,
una casa derruida. Pertenece a la finca La Punta, propiedad privada. Al otro
lado, otra finca, también vallada (El Valle). Por mitad de la carretera, crece
el musgo.
Estoy en el barrio El Valle.
A la derecha de la casa, puedo bajar a la senda de lajas, en una vuelta
circular. De frente, la senda costera Pontejos-Pedreña (la primera indicación que veo...), que me decía la señora.
Cojo por ahí: son las 10.30 h y no estoy cansada. Desde mi casa, según la App
de mi móvil, he andado 4.071 pasos, o 2´35 kilómetros, en total.
Ahora el camino sube un poco hasta una ¿ermita…? en mitad de un parque público. “En memoria de nuestro párroco…” -me cuesta leer en la placa herrumbrosa. D. Rufino Casuso Cavia.
En el área recreativa hay un cartel explicando el LIC de las Dunas del
Puntal y el del Río Miera, pero el cristal está tan sucio que apenas puede
leerse nada (¿ es que nadie lo cuida…?).
Me como mi bocata en el mirador, ante la casona de
Gómez Herrera. Es el parque Matías Laza y la ermita de San Juan -leo en un
poste informativo. La ermita se asienta sobre parte de los muros de la que
fuera iglesia parroquial de San Juan Bautista, que sufrió un incendio en la
Guerra Civil. La casona es del siglo XVIII.
La senda costera (hay poste
indicador) sigue a la izquierda de la casona. Podían poner los metros que
faltan… Estoy en el barrio del Otero. Más adelante, hay una bifurcación y cojo por el lado más cercano a la marisma,
a la izquierda; pero es por intuición, porque no pone nada en el caserío.
¡Voy bien! -me digo al
vislumbrar el cementerio del que me habló la señora del perrito. Un poste -con
las letras casi borradas- me lo confirma. La cartelería está hecha una pena…
Del cementerio a la ensenada
de San Bartolomé hay medio kilómetro, según el folleto. Al fondo, distingo entre la niebla el ferry en Astillero.
La senda costera baja hacia el agua, a la derecha del cementerio. Veo el
aeropuerto, Peñacastillo. Y, abajo, el espolón de la ensenada de San Bartolomé.
A las 11.15 h estoy ante la
isla La Campanuca (fue una cantera, pero ahora lo ocupa un bosquete de
encinas). En la Edad Media hubo una ermita con una necrópolis y, en la guerra
civil, se usaron las cavidades y abrigos como refugio. Por lo visto, Pontejos sufrió
algunos ataques por haberse construido en él un campo de aviación, situado en
una marisma rellena de la Ría de Tijero...
Tiro hacia la izquierda, hacia
la isla. Encuentro una cruz en memoria del párroco de Pontejos, Don Rufino
Casuso, “promotor de esta tradicional fiesta” (no sé cuál, no lo dice). Sopla
bastante viento, húmedo y frío.
¿Se puede pasar a la isla…?
-le pregunto a un señor que ha venido en coche. “Está todo embarrado”… La marea
está baja y solo veo ¿garcetas?,
¿garcillas bueyeras en un islote…? Llego hasta el final de la senda y me doy la
vuelta. No quiero llenarme los pies de barro.
Los tojos ya han florecido (florecen
en mayo…, o florecían…). El trébol rojo (de junio) y la verónica (de abril) ya asoman
en los prados. A las 11.40 h cojo el sendero hacia Elechas, a la derecha del
espolón. El cartel es ilegible.
Voy siguiendo la bahía, con
el agua a mi izquierda, en dirección a Elechas. Los plumeros, en esta parte,
“marcan” el camino.
Llego a unas naves
¿abandonadas…? y veo unos camiones de DHL. Es Fleischman Ibérica (Productos y
Montajes Refractarios -leo en internet). La senda de lajas acaba justo aquí.
Empiezo a tener calor.
Al fin un poste con
indicación de distancias: Astillero 5´1 km. 1 h 20 minutos. Ja, ja, ja.
La senda de lajas sigue.
Tramo IV, consigo leer a duras penas. En la lejanía, ¡otro cementerio!...
Paso ante una casa
grafiteada, cubierta por la hiedra. En un puentecillo de madera me cruzo con un
ciclista (uno de los pocos “humanos” que me he encontrado hoy). “Es el
cementerio de Elechas” -me ilustra un paisano.
Junto a las paredes del
cementerio, al fin, un cartel decente y legible: Senda costera Pedreña-Elechas.
Elechas-Pontejos GRL 27. Pedreña-Elechas GRL26.
A Pedreña falta muchíiiisimo
(casi 9 kilómetros -leo en el móvil). A ver si en Elechas hay algún bus para
volver a casa.
Voy subiendo hacia las casas
buscando alguna parada de bus. Parece que el camino se interna en el monte, así
que bajo para coger el camino paralelo a los tubos (gaseoducto de Dynasol, me
entero luego). Un chico me dice que es más recto por la subida, así que “vuelve
p´tras”… ¿Qué les costaba haber puesto un cartel señalando “al centro”…?
Paso ante una casa de un azul
inconfundible y el residencial barrio Hontañón. Dejo atrás un aparcamiento (espero
que no sea por la subida al barrio Cardiro…) y llego, por fin, al barrio La torre con
el bar Casa Colorada y La Madrileña (fundado
en 1924). Hay un supermercado Covirán que es, a la vez, estanco.
Me tomo un café en La
Colorada y pregunto al dueño por la parada de autobús y a qué hora pasa el próximo.
No sabe pero, mientras lo tomo, mira algo por el móvil y me dice.
Bajo por el barrio El
Escajal y… ¡espero estar en el lado correcto de la carretera! Cruzando veo
Santander al fondo. ¡Pues no! Gracias a una chica que es una habitual, me dice
que la dirección Santander es la que va en el otro sentido, hacia los prados… Podían
poner en los asubiaderos, como en los trenes, “dirección tal”. ¿Es que nunca
piensan en los forasteros…?
A las 13.30 h para el bus:
Rubayo, Gajano (donde el Pozón de la yesera, que recorrí el año pasado),
Pontejos… 14 grados. El sol no ha salido para nada en todo el día ¡Mejor!
Otro día haré el tramo
Elechas-Pedreña. “Es el más bonito” -me ha dicho mi “salvadora”…
SABER
MÁS
https://anilloverde.files.wordpress.com/2021/04/engoa.pdf. Folleto descargable. Marisma de Engoa y Ensenada de San Bartolomé.
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