viernes, 9 de febrero de 2024

A LA MARISMA DE ENGOA (O PEDROSA), EN PONTEJOS, CON MOTIVO DEL DÍA DE LOS HUMEDALES 2024


Jueves, 1 de febrero

A las 8.30 h, nada más salir de casa, cientos de estorninos cruzan el cielo en vaivén. Está nublado y mortecino.

En la dársena 8, el conductor está de mala leche. 1´75 euros el billete de ida hasta Pontejos. Me dice que mi parada es “la de los bares”, la segunda (voy a las antiguas escuelas/centro cultural).

En el bar de la estación de buses me he tomado un cortado y medio sanwich vegetal y he pedido una pulguita de lechuga y atún “para el camino”. 5´30 euros.

El bus es el que va a Santoña. Y la compañía, Palomera-Jiménez. Llegada prevista: a las 9.20 h, tras dejar atrás Maliaño.

Los asientos están muy pegados unos a otros (y eso que yo no soy muy alta…). ¿Por qué siempre llevan en la radio a un gritón insoportable…? Pufff. En la entrada al puerto de Santander un montón de palas de aerogeneradores apiladas. Hay niebla.

Con los pasajeros habituales, el conductor parece más enrollado. En Astillero, el Armorique (de Brittany Ferries) espera alguna reparación.

La parada “de los bares” no es la segunda, sino la tercera, en Pontejos, tras la de isla Pedrosa. Ahí están el bar La Parada y el bar La Tijeruca. Chispea un poco (o es la niebla…).

Pregunto a unas señoras en la parada de bus: “Es que nosotras no la llamamos así -marisma Engoa“. Me indican que tire a la izquierda tras pasar el patio de las antiguas escuelas. “Ves la senda enseguida”.

Las escuelas son del año 1923 y, el donante, el marqués de Valdecilla -según consta en la placa dedicada por los vecinos. Estoy en el barrio Río y la indicación señala la fábrica de mobiliario urbano Carpepal.

Según el folleto, son 300 metros hacia el norte hasta el observatorio de aves al pie de la marisma de Engoa.

Un ¿mastín? que cuida unas ovejas se acerca ladrando (aunque mueva la cola) a la cerca metálica. Recordando un ataque reciente de un perro a una paseante, paso, sin mirarle, por el lado más alejado de la carretera...


Supongo que será de frente (hay dos pirindolos que evitan que pasen coches al lado de la tapia de Gramecan (Grabados Mecanizados Cántabros). Es un piso de cemento simulando lajas, un firme un poco irregular. Enseguida llego al observatorio, todo “grafitado”. Distingo algún pajarillo, pero no me digas cuál. Saco de la mochila los prismáticos, a ver… Veo uno grande, al fondo, blanco: ¿un cisne, una garcilla?... Es un cisne. En un poste, ¿un cormorán…?. No consigo ajustar los prismáticos: esto de no ver y tener tanta diferencia de dioptrías entre ambos ojos… Si hay más, ya deben ser tan pequeños que ni con aumento…

La senda sigue hacia la derecha. El suelo está resbaloso con esta calima. Voy como pisando huevos. Hasta los tacos de los bastones se deslizan. La vegetación es de encinas, laureles… Un carbonero me sobrevuela mientras me grita.

Corto una zarza que se ha desmandado en el seto a mi derecha. Las ortigas empiezan a invadir el sendero. Oigo piares de pajarillos entre la vegetación, pero no distingo ninguno.

No sé si mañana viernes, Día de los Humedales, habrá alguien, pero hasta el momento (son las 10 h), no he coincido con nadie. Se oyen las campanas que dan la hora punta y el ruido de los automóviles en la carretera cercana. Estoy frente a talleres Lepanto y creo ver desde donde he partido.

Una señora con un perrito, una lugareña – “mi casa está aquí al lado…" -me ilustra sobre el sendero al llegar a una bifurcación. Al torcer a la izquierda -el camino más bonito según la señora- veo un poste con la vieira amarilla del Camino de Santiago, que señala a la derecha, siguiendo la carretera.

Este segundo tramo es de alquitrán. Entre la hojarasca, celidonias. Según mi Guía de plantas, florecen en marzo… Voy entre camisetas y hojas de eucalipto. Un cuervo grazna.

En una vuelta del camino, una casa derruida. Pertenece a la finca La Punta, propiedad privada. Al otro lado, otra finca, también vallada (El Valle). Por mitad de la carretera, crece el musgo.

Estoy en el barrio El Valle. A la derecha de la casa, puedo bajar a la senda de lajas, en una vuelta circular. De frente, la senda costera Pontejos-Pedreña (la primera indicación que veo...), que me decía la señora. Cojo por ahí: son las 10.30 h y no estoy cansada. Desde mi casa, según la App de mi móvil, he andado 4.071 pasos, o 2´35 kilómetros, en total.

Ahora el camino sube un poco hasta una ¿ermita…? en mitad de un parque público. “En memoria de nuestro párroco…” -me cuesta leer en la placa herrumbrosa. D. Rufino Casuso Cavia.

En el área recreativa hay un cartel explicando el LIC de las Dunas del Puntal y el del Río Miera, pero el cristal está tan sucio que apenas puede leerse nada (¿ es que nadie lo cuida…?).

Me como mi bocata en el mirador, ante la casona de Gómez Herrera. Es el parque Matías Laza y la ermita de San Juan -leo en un poste informativo. La ermita se asienta sobre parte de los muros de la que fuera iglesia parroquial de San Juan Bautista, que sufrió un incendio en la Guerra Civil. La casona es del siglo XVIII.

La senda costera (hay poste indicador) sigue a la izquierda de la casona. Podían poner los metros que faltan… Estoy en el barrio del Otero. Más adelante, hay una bifurcación  y cojo por el lado más cercano a la marisma, a la izquierda; pero es por intuición, porque no pone nada en el caserío.

¡Voy bien! -me digo al vislumbrar el cementerio del que me habló la señora del perrito. Un poste -con las letras casi borradas- me lo confirma. La cartelería está hecha una pena…

Del cementerio a la ensenada de San Bartolomé hay medio kilómetro, según el folleto. Al fondo,  distingo entre la niebla el ferry en Astillero. La senda costera baja hacia el agua, a la derecha del cementerio. Veo el aeropuerto, Peñacastillo. Y, abajo, el espolón de la ensenada de San Bartolomé.

A las 11.15 h estoy ante la isla La Campanuca (fue una cantera, pero ahora lo ocupa un bosquete de encinas). En la Edad Media hubo una ermita con una necrópolis y, en la guerra civil, se usaron las cavidades y abrigos como refugio. Por lo visto, Pontejos sufrió algunos ataques por haberse construido en él un campo de aviación, situado en una marisma rellena de la Ría de Tijero...

Tiro hacia la izquierda, hacia la isla. Encuentro una cruz en memoria del párroco de Pontejos, Don Rufino Casuso, “promotor de esta tradicional fiesta” (no sé cuál, no lo dice). Sopla bastante viento, húmedo y frío.

¿Se puede pasar a la isla…? -le pregunto a un señor que ha venido en coche. “Está todo embarrado”… La marea está baja  y solo veo ¿garcetas?, ¿garcillas bueyeras en un islote…? Llego hasta el final de la senda y me doy la vuelta. No quiero llenarme los pies de barro.

Los tojos ya han florecido (florecen en mayo…, o florecían…). El trébol rojo (de junio) y la verónica (de abril) ya asoman en los prados. A las 11.40 h cojo el sendero hacia Elechas, a la derecha del espolón. El cartel es ilegible.

Voy siguiendo la bahía, con el agua a mi izquierda, en dirección a Elechas. Los plumeros, en esta parte, “marcan” el camino.

Llego a unas naves ¿abandonadas…? y veo unos camiones de DHL. Es Fleischman Ibérica (Productos y Montajes Refractarios -leo en internet). La senda de lajas acaba justo aquí. Empiezo a tener calor.

Al fin un poste con indicación de distancias: Astillero 5´1 km. 1 h 20 minutos. Ja, ja, ja.

La senda de lajas sigue. Tramo IV, consigo leer a duras penas. En la lejanía, ¡otro cementerio!...

Paso ante una casa grafiteada, cubierta por la hiedra. En un puentecillo de madera me cruzo con un ciclista (uno de los pocos “humanos” que me he encontrado hoy). “Es el cementerio de Elechas” -me ilustra un paisano.

Junto a las paredes del cementerio, al fin, un cartel decente y legible: Senda costera Pedreña-Elechas. Elechas-Pontejos GRL 27. Pedreña-Elechas GRL26.

A Pedreña falta muchíiiisimo (casi 9 kilómetros -leo en el móvil). A ver si en Elechas hay algún bus para volver a casa.

Voy subiendo hacia las casas buscando alguna parada de bus. Parece que el camino se interna en el monte, así que bajo para coger el camino paralelo a los tubos (gaseoducto de Dynasol, me entero luego). Un chico me dice que es más recto por la subida, así que “vuelve p´tras”… ¿Qué les costaba haber puesto un cartel señalando “al centro”…?

Paso ante una casa de un azul inconfundible y el residencial barrio Hontañón. Dejo atrás un aparcamiento (espero que no sea por la subida al barrio Cardiro…) y llego, por fin, al barrio La torre con el bar Casa Colorada y La Madrileña  (fundado en 1924). Hay un supermercado Covirán que es, a la vez, estanco.

Me tomo un café en La Colorada y pregunto al dueño por la parada de autobús y a qué hora pasa el próximo. No sabe pero, mientras lo tomo, mira algo por el móvil y me dice.

Bajo por el barrio El Escajal y… ¡espero estar en el lado correcto de la carretera! Cruzando veo Santander al fondo. ¡Pues no! Gracias a una chica que es una habitual, me dice que la dirección Santander es la que va en el otro sentido, hacia los prados… Podían poner en los asubiaderos, como en los trenes, “dirección tal”. ¿Es que nunca piensan en los forasteros…?

A las 13.30 h para el bus: Rubayo, Gajano (donde el Pozón de la yesera, que recorrí el año pasado), Pontejos… 14 grados. El sol no ha salido para nada en todo el día ¡Mejor!

Otro día haré el tramo Elechas-Pedreña. “Es el más bonito” -me ha dicho mi “salvadora”…

SABER MÁS

https://anilloverde.files.wordpress.com/2021/04/engoa.pdf. Folleto descargable. Marisma de Engoa y Ensenada de San Bartolomé.

 

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