Hoy, repetición. A las 10.30
h en la dársena 8, a Somo, en los autobuses Palomera. Destino: Gajano, segunda
parada, e ir hasta el bar Gelín.
-
La tarjeta transporte de aquí es una mierda…
- le dice un pasajero (que luego dice ser de Castro Urdiales) al conductor. “En
el País Vasco…”.
-
Claro: es que allí es un consorcio…
A las 11 h estoy en la
desviación al Pozón de la yesera (a mi izquierda, una carretera sin salida). Es
una carreterita de asfalto muy estrecha.
Dejo atrás un chalé y voy
con el viento de cara, en dirección a una iglesia en la lejanía.
Paso ante a entrada a una
finca, a mi izquierda, mientras unas ovejas curiosas se acercan al vallado por
mi derecha.
Creo que ya veo la fábrica
de yeso… Los pajarillos revolotean delante de mí y salen de entre los arbustos.
La yesera, a la sombra de un
eucalipto, da un poco de miedo. Está comida por la hiedra y los laureles.
Por la parte de atrás, pintadas,
cristales rotos y ventanas descerrajadas. Da sensación de abandono...
En la cartelería cercana,
también vandalizada, me entero de que el pozón es de origen minero (extracción
de selenita). Al finalizar su vida útil, en los años 1970, se convierte en un
vertedero de escombros donde proliferan especies invasoras como el plumero y la
chilca.
Voy siguiendo una valla de
madera, en el sentido de las agujas del reloj, como decía mi folleto, y, de
pronto, la veo… Veo la lámina de agua.
La charca está rodeada de
eucaliptos y han plantado abedules en el lado opuesto de la senda.
Camino en redondo hasta
encontrar un ancho banco de madera frente a la laguna y la fábrica. Descanso
unos minutos y luego atravieso un puente de madera.
El sendero de tierra ahora
serpentea, delimitado por unos troncos cubiertos de musgo, entre la sombra.
¡Tenía que haber traído la podadera…!
Cuando estoy a punto de
llegar al lugar de inicio, me encuentro con un nieto y su abuelo, que me
reconoce “por el acento”-como dice el anuncio de Lola Flores virtual. “Te he oído hablar y… ¿No has estado recientemente en la biblioteca
de Camargo hablando del Camino de Santiago…?”.
Hacemos una parte del recorrido juntos y nos sacamos una foto “para
enviar a Ana, la bibliotecaria. Le va a hacer mucha ilusión”. El perro, Lan, se
sacude frente a nosotros, del agua de la poza.
Luego, yo sigo por el camino
principal hasta dar con una puerta de metal con candado, detrás de la cual hay
una especie de granja. Una placa de cemento me separa del agua del arroyo Romanillo.
Este es el final de mi camino hoy.
Vuelvo sobre mis pasos
prestando atención a las flores del campo: mostaza (que, según mi Guía, florece en mayo-junio),
verónica (de abril). He visto un tojo en flor (que, teóricamente, florece en
mayo) y lechetrezna, que también es de abril… El pasado finde, en Ruiloba, vi ranúnculos: unas flores amarillas que parecen
de charol, y brotan en mayo…
Cuando entramos en
Santander, por la zona del puerto, me parece ver un montón de alas de aerogeneradores apiladas…
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