Lunes,
22 de julio de 2019
Salgo hacia las 7.15 h de
Torrelavega en coche (quiero llenar el depósito, que tengo solo dos rayas…).
El sol comienza a aparecer
en la desviación a Anievas. En Reinosa, sobre las 8 h (18 grados), hay un poco
de niebla. Me tomo en Vejo un cortado y dos empanadillas (y encargo otras dos
para llevarle a Fernando). En la calle San Roque (nunca me había fijado en la
ermita, con el santo y su perro), están poniendo los puestos del mercadillo.
También subo hacia el Impluvium (sede de un centro sociocultural construido
sobre el antiguo mercado de abastos), que veo por una de las bocacalles. Diseñado
por los arquitectos Begoña de Abajo y Carlos García, el año pasado consiguió el
premio Ortega Alloza.
Lo primero que hago tras aparcar
en Aguilar es ir a la tienda de Fernando a encargar los quesos (y de paso me
llevo un kilo de cerezas negras y gordas que tienen una pinta estupenda).
Cuando le entrego las empanadillas de Reinosa me dice que él se crió ahí y que
lo más pijo en sus tiempos era tomar
un mezclado y una empanadilla de atún en Casa Vejo…
Lo segundo es ir a ver mi
huerta en mitad del trigal, en el Paseo del Monasterio. Creo que me cruzo con
los dos huertanos de camino, frente a la sede de la Fundación Santa María la
Real, pero como no estoy segura del todo, no les digo nada…
Mi huerta sigue, en mitad de
la mies, como el reducto de Astérix y Obélix, resistiendo…Por el camino me
alcanzan Jaime y Juan Carlos, dos de los profesores del taller. Vamos a toda
prisa hacia el refectorio, donde es la inauguración a las 9.45 h.
Saludo a mis compañer@s de
anteriores ediciones y me quedo a la breve inauguración antes de coger los
autobuses hacia los destinos de hoy. “Lo medieval está de moda…”- dice Juan
Carlos Prieto, arquitecto y uno de los cicerones. Este año el programa va de “El
edificio románico como expresión de una época”. Pedro Luis, historiador y coordinador
del taller, comenta la logística de estos días.
Tras despedirlos a las 10.20
h, tomo por la calle del Abad, paralela al Paseo del Monasterio, que no había
cogido nunca. Es una zona de chalés junto a una “mole”, que resulta ser el
Centro Abundio Calderón, en la calle del Prior. Aún quedan solares vacíos con
cardos, pero las calles están urbanizadas.
Salgo de nuevo al paseo del
Monasterio y lo recorro, a pleno sol, de vuelta, con una ligera brisilla. Antes
de llegar a una de las puertas de la muralla (la Puerta del Paseo Real), me meto en el parque de la isla de San Roque. Los
mirlos saltan sobre la hierba y la menta acuática copa el riachuelillo. En el
río, los patos se han apalancado en un descansadero, a la sombra. Listos ellos…
Cojo la calle El Puente
hacia la plaza de España. Me sorprenden una casa medio en ruinas, locales
cerrados y un solar vacío. Al pasar frente a los cines Campoo, pienso que, de
haberme quedado, habría ido a la sesión de las 20.30 h a ver la peli “La
biblioteca de los libros rechazados”. Me encanta ir al cine en los pueblos,
como antes…
Luego, voy al café “El 37”,
a ver a Mónica (Me doy cuenta de que se llama así porque está en el número 37
de la plaza). A esta hora (las 11), ya hay mucho trabajo (siempre iba a
desayunar nada más abrir). “¿Ya ha pasado un año…?”- me dice. Soy su
constatación del paso del tiempo…
Tras mi favorito Paseo del
Monasterio, me quedan otros dos, que no puedo dejar sin caminar, antes de irme:
el Paseo de las Tenerías y el Paseo del Loco, junto al monasterio de Santa
Clara (el de la Cascajera, al otro lado del río, ya lo anduve a primera hora).
Mientras voy al puente del Portazgo, veo -en la plaza
Torrejones, frente a la cooperativa San José- que se ha secado mi serbal de
cazadores…
Constato, frente al río, que
me gusta más la primera luz de la mañana o la última de la tarde. Ojalá me
hubiera traído el bañador para darme un cole
en la piscina…Mi casa “de las lavandas” está cubierta de geranios rojos y
blancos y una parra rozagante. Las lavandas, sustituidas (por leñosas) el año
pasado, aún no han alcanzado su máximo esplendor.
Luego, cojo la Avenida del
Soto hacia el puente de la Teja para hacer el Paseo del Loco, por el otro lado
del río Pisuerga (frente al paseo de la Cascajera). El río baja turbio y rápido
y el paseo, entre chopos y salgueras, es fresco y relajante. En el parque infantil,
situado en la isla en medio del río, hay una nueva atracción: un tren de
madera. He visto bastantes niños y adolescentes por la calle: tienen con quien
jugar y divertirse. Aguilar me sigue pareciendo un buen lugar donde vivir.
LEER
(Y SABER) MÁS
https://ficcionesdeloreal.blogspot.com/2018/07/aguilar-de-campoo-2009-2018-diario-de.html. PASEOS DE VERANO: TRES DÍAS Y MEDIO (Y
DIEZ AÑOS) EN AGUILAR DE CAMPOO.
https://www.eldiariomontanes.es/economia/teresa-rodriguez-pasa-20190618210523-ntvo.html.
Teresa Rodríguez pasa el relevo de la presidencia de Gullón a su hija Lourdes.
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