En
la parte vieja, sábado 8 de septiembre de 2018
Salgo pasadas las 8, tras
disfrutar de un amanecer glorioso desde la calle Andrestegui. No sé cuántos grados hay,
pero no hace nada de frío. Lo cierto es que daban sur… Los liquidámbar del paseo
(avenida de Tolosa) ya empiezan a “otoñar”, enrojeciendo por la copa.
Cojo el [bus] 5 al Bulevar. El billete, 1´75 euros. Me
dicen que se puede sacar una tarjeta que cuesta 5 euros, un pase “anónimo” [la
mugi]. Preguntaré en un quiosco o en turismo. 15 grados. Para mí, perfecto.
Llegando al centro, desde el
autobús veo el Centro Talasso-Sport La Perla. Este debe ser el balneario que me
dijo Conchi…
En la parte vieja, a las
8.30 h de un sábado, aún están regando las calles. Turismo abre a las 9 h. En
el bulevar, una gran carpa: los restos de la Fiesta de la Cerveza. Compro
varias postales en el quiosco: dos son dibujos de un estudiante de arquitectura
-me dice la quiosquera.
Luego, desde la calle Mayor,
como si fueran los pasillos de un supermercado, me recorro, como siempre, lo
primero, toda la parte vieja. Están recogiendo la basura y las
panaderías/pastelerías dejan sentir sus efluvios.
En la iglesia de San
Sebastián (lo digo porque veo el santo traspasado por flechas) no me había
fijado antes en el manojo de llaves o el barco en mitad de un esmalte azul
cielo. Ah, no, pues es la iglesia barroca de Santa María -leo en un cartel. A
la derecha de la iglesia, una escultura blanca llena de ondulaciones: la
“Armonía del Sonido”, del irlandés Maximilian Pelzmann. Enfrente, los
“pescadores de corazones” -de mi anterior
visita- ya no pescan nada…
Algo más allá, la iglesia de
San Vicente, con unas esculturas de Chillida en el exterior. Está abierta y
vacía, y suena dentro una música suave. Una de las torres tiene unas ventanitas
estrechas como las aspilleras de los castillos.
En el mercado de La Bretxa
compro alubias frescas de temporada -las pochas-, un manojo de judías verdes
(incluso las venden cortadas, y sin “hilos” para quienes no tienen tiempo…) y
unas guindillas para hacer a la plancha con un poquito de sal. Me regalan un
ramo de perejil.
Desayuno en el Barandiarán.
Ha sido instalar la terraza fuera, y se ha llenado. Hoy hay un cruce a nado de
la playa de La Concha, y mañana domingo, traineras. Las chicas están
entrenando. Voy al Aquarium , pero hay un “evento” y están cerrados al público.
Hace tanto calor que entro a una tienda de suvenirs y me compro un sombrero de
paja.
Luego, decido hacer tiempo
yendo a la isla de Santa Clara: solo quiero ir y volver (para descansar los
pies y porque me encanta ir en barco y ver las ciudades desde fuera). La
vendedora de billetes se queda muy sorprendida: “Pero baje un poco y dé un
paseo por la isla…”. Le digo que ya estuve en otra ocasión y la recorrí
minuciosamente…
Paseo
en barco a la isla de Santa Clara
Es una isleta de apenas 5´6
Ha. de superficie que se recorre en un pis-pas por un sendero que bordea la
isla y llega hasta el faro en su parte más alta, a 48 m sobre el nivel del mar.
Merece la pena hacer la visita en barco y recorrer, de paso, la bahía, para
tener otra mirada de la ciudad.
Playa
y bahía de La Concha
Esta es una de las bahías,
para mí, más aprovechadas, integrada en la ciudad, y donde todo el mundo
convive en armonía: bañistas, remeros, palistas…
El
cementerio de los ingleses en el monte Urgull
También merece la pena una visita. Es un lugar umbrío
lleno de vegetación y humedad debajo del castillo, al que se accede a pie desde la parte vieja.
Me queda pendiente para otra vez el funicular en el monte Igueldo…Ya me han
dicho que el bus 16 es el que te deja más cerca y que abren de 10 a 21 horas.
Y un
día en el interior. LEGAZPIA: los caminos del mineral y la marcha nórdica
Solo está, en tren, a una
hora de San Sebastián. Es una localidad con un pasado industrial. Los llamados caminos
del mineral o veneras iban desde las minas de Mutiloa y Zerain a Legazpia.
En los paneles del pueblo
leo que, al principio, el hierro se obtenía en la “haizeolas” (ferrerías de
viento), en los bosques. Luego, estas se sitúan en las orillas de los ríos (el [río] Urola, por ejemplo,
significa “agua de ferrerías”).
En el palacio de
Olaberria (la ferrería mayor) se
producían las piezas de hierro llamadas tochos.
Por otro lado, junto a la
piscina municipal y el polideportivo, un cartel me informa de todo lo referente
a la marcha nórdica: la técnica y rutas, desde la más asequible, 7´2 kilómetros
a Brinkola, hasta la “muy exigente” a Lakiola, 17 kilómetros y 795 metros de
desnivel. Habrá que traerse los bastones la próxima vez…
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