Acaba de abrirse al público recientemente y,
aprovechando el momento de calma en mitad del tren de tormentas, decido darme
un paseo deleitoso por la finca.
Jueves, 9 de febrero de 2017
Sobre las
10 h cojo en Jesús de Monasterio el autobús municipal número 3 en dirección a
Ojaiz y Torrelavega. Apenas cinco minutos después, me bajo en la parada de Las
Californias, junto a una urbanización con palmeras.
Enfrente,
una de las dos entradas al recinto, la más cercana al estanque (La charca de La
Remonta). En invierno, el parque abre de 8 a 20.30 h. En verano, cierra una
hora más tarde.
Todo está
nuevo y recién puesto: los bancos (son de los de coger cistitis), los árboles,
las papeleras, la fuente (de momento, sin agua), las trepadoras…
Un
barrendero que descansa unos minutos, ante una pared integrada por distintos
materiales: ladrillos, troncos de árbol, coloños de brezo - me pregunta: ¿Qué
será esto…? Yo tampoco lo sé. ¿Una escultura moderna? ¿Jugar con diferentes
texturas…? Ya nos lo explicarán…
Me
informa de que el paseo es de unos 900 metros hasta la puerta en el otro lado y
que mucha gente se hace “el circuito”. “A las seis de la mañana estaban todas
las farolas encendidas. Si no se abre
hasta las 8…”.
Hay un
carril para peatones, más ancho, y uno para bicis, ambos en un color rosado que
no desentona mucho.
A la
entrada, laureles y robles, y ¿cerezos?. Hasta que la hierba aguante la tierra,
el barro -más bien, arcilla- se desliza al camino.
En el
primer cartel informativo, cuentan la historia del lugar y se detienen en las
especies animales y vegetales en el estanque.
Con los
prismáticos, veo fochas, gaviotas, azulones y una garza real (a estos los
conozco bien); pero además, pueden observarse, en distintas épocas del año,
porrones, garcillas bueyeras, cercetas, gallinetas, zampullines, etc. En cuanto
a la vegetación, en el agua conviven
carrizos y nenúfares, con espadañas, lirios amarillos y cárices¿. En los
márgenes, hay salgueras, saúcos, laureles y aladiernos.
Yo
pensaba que se podía pasear a placer por toda la finca, pero no: está vallado,
indicando los límites.
No
estaría mal que pusieran unos baños en una cabaña integrada en el paisaje.
Incluso veo una casa ruinosa, comida por la hiedra, que quizá pudiera
rehabilitarse. Recuerdo que en Inglaterra, cuando iba a hacer senderismo,
podías llegar al sitio más aislado y siempre te encontrabas con unos “toilets”.
Al rodear
el estanque, distingo una caseta
abandonada junto a la orilla; no sé qué función tendría…
Andando,
andando, como a mitad del recorrido, en un “descansadero de bicis”, otro
cartel; en este caso, informando de los diferentes espacios creados en el
parque para distintas especies autóctonas: desde el lución (un lagarto sin patas que parece una serpiente) o la curruca
capirotada, al sapo partero o al macaón (una mariposa). Se han excavado charcas
y se han plantado árboles y arbustos de la flora local (cerezos, tilos,
espinos, avellanos, saúcos, cornejos…).
El camino
discurre por detrás de las casas de la Guardia Civil y termina junto al monte
de Peñacastillo. Sale al Alto de la Peña, la otra salida al final del parque.
A las
11.30 h. estoy en el bar “La bolera”, que me salva la vida, en la carretera
general, camino de Santander. No hubiera llegado a casa sin hacer una parada técnica. Que ya nos vamos haciendo mayores…
UN POCO DE HISTORIA
Según cuentan, el primer propietario conocido
es el conde de Campogiro quien, a finales del siglo XVIII, cultiva manzanos y
lúpulo para sus fábricas de sidra y cerveza en la capital.
Así lo dice en su testamento, en 1807: “…la
granja nombrada como mi título de Castilla Campo-Giro…, cerrada en su mayor
parte con paredes altas de cal y canto y situada a la entrada principal de
tierra de esta ciudad, que linda por el norte con el Camino Real de Castilla,
por el poniente con otro camino y los confines del lugar de Peñacastillo, por
el mediodía con los molinos que llaman de la Reyerta y la playa del mar, y por
el saliente con más playa del mar y el dique o depósito de maderas de
construcción para la Marina Real; en cuya granja y campiña se comprenden varios
edificios, jardines, estanques de agua dulce y salada, y plantíos de algunos
miles de árboles frutales y de otros de paseo y ornato, montes, prados y
tierras, también labradas en parte para toda clase de hortalizas y otros usos”
(Disposición 30 de la Memoria Testamentaria del Conde del Campo-Giro, recogida
en la tesis de Ramón Maruri Villanueva. U.C. 1987).
El último propietario fue el Ministerio de la
Guerra (hoy, de Defensa), desde 1921, quien la convierte en un depósito de
sementales equinos.
En 2017, el Ayuntamiento de Santander (a
través del diseño del estudio Batlle i Roig), con la colaboración de
SEO/Birdlife en el fomento de la biodiversidad, lo convierte en parque
municipal abierto a todos los ciudadanos.
Los sábados de este mes de febrero hay
visitas guiadas a las 12 del mediodía. No es necesario apuntarse.
(No estaría mal que, de alguna manera, se pudiera
disponer de la pequeña guía comprensiva editada por la SEO para observar los pájaros
de la laguna).
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