http://ficcionesdeloreal.blogspot.com.es/2014/01/diario-de-dos-pintoras-en-ciernes-i.html. I TRIMESTRE (Por si queréis
ambientaros…).
II
TRIMESTRE
Miércoles
18 de diciembre. Último día. Pediré paciencia a los Magos.
Paloma está en Madrid, así que hoy vengo sola a la última
clase del primer trimestre.
No sé si tendré que hacer como Goethe: en Viaje a Italia, escribe: “[la figura
humana] Por medio del dibujo no lo consigo en absoluto, de modo que me he
decidido a modelar”. Anda, que si tengo que ponerme con el barro en enero…
Miércoles,
8 de enero. 1 er día del nuevo año y del 2º trimestre
Cuando llegué a clase, parecía que no había transcurrido
el periodo navideño: la misma gente estaba haciendo las mismas cosas en la
misma posición… Casi como si nos hubieran congelado a todos con el hechizo de La
Bella Durmiente.
Paloma hoy no podía venir, así que tenía que enfrentarme
sola a la cartulina gris Canson y a la creta blanca: “Primero, lo dibujas a
lápiz. Antes de empezar a dar las sombras, me avisas…” (cómo me conoce Sonia.
Debe temerme tanto como yo misma a la hora de empezar a sombrear/guarrear).
Javier había traído el regalo -fastuoso- que le habían
hecho los Magos, un poco retrasado, porque venía de la mismita Alemania de
Merkel: una caja con ¡120! pinturas Faber, la caja más grande que existe. Con
todas las tonalidades del cuerpo humano y la naturaleza silvestre. Y con
nombres maravillosos en inglés (en alemán, como no entiendo…): Earth Green,
Venetian Red, Pale Geranium Lake (parecen los de los pintalabios)… Los ingleses
tienen nombre para todo (incluso para eso que nosotros denominamos
“cachivaches”, “pirindolos” o “chiribitos”).
Sonia decía que el “Verde Tierra” era uno de los que más
se gastaba. El amarillo limón, al parecer, es estupendo para dar brillo a algo
de la naturaleza. Los colores “tierra” se usan mucho. Otros, en cambio, apenas
se utilizan, como los rosas (así y
todo, hay tres tonos carne, “flesh”: oscuro, medio y claro. Pero es la carne inglesa (por algo les llaman “rosbeef”).
En España, según el tópico, hay mucha “piel morena”.
Me encanta la sugerencia del “marrón Van Dyck”, el “verde
Hooker”, “el gris de Payne” o el azul de Delft (que seguro usaba Vermeer).
Algunos he de buscarlos en el diccionario: Raw Umber, Ocre Crudo. Y, sin duda,
el de nombre más enigmático es Caput Mortuum ¿???
¿Si pinté algo aparte de deleitarme con los nombres de
las pinturas y lo que hacían los demás…?
Pues claro. Fotocopié una lámina de una chica joven y
empecé a plasmarla en la cartulina gris con el lápiz más duro. No tenía su
mismo aspecto aniñado pero sí dos ojos, una nariz y una boca.
A mi lado, Mª Jesús copiaba ojos. “Es un ejercicio muy
bueno a partir de un elemento intentar estructurar la cara entera” -dijo Sonia.
Para otra vez -pensé.
X 15
de enero de 2014. Iluminando con creta blanca
Para mí ya estaba terminado, pero Sonia me dice que añada
alguna sombra más a mi “niña” del pasado miércoles.
-
Coge el lápiz por arriba. Así no aprietas
tanto- me sugiere Carmen.
Pero yo ya estoy pensando
que lo voy a guarrear sin remedio y que me va a quedar hecho un lodazal.
Entretanto, Paloma, con toda su desfachatez, pinta sombras a diestra y
siniestra, deslizándose a tumba abierta por el papel Canson. “A mí, sombrear me
relaja”- deja caer, como si nada. “No le tiene miedo al lápiz”- constata Mª
Jesús. Y el caso es que es verdad, para desgracia mía.
Al rato, viene Sonia a
ponerle “luces” al cuadro, en forma de creta blanca. Tomo nota, mentalmente, de
los lugares típicos donde se refleja la luz: la punta de la nariz -lo que más sobresale en una cara-, el labio
de abajo -que es más gordezuelo-, la frente, la parte alta de la cabeza…
“Yo llevo unos días en que
ando por la calle viendo las cosas en términos de luces y sombras”- me da
envidia Paloma. Pues yo camino como siempre, pensando en mis cosas, en la
inopia- reflexiono para mí. ¿Me pasará lo mismo alguna vez…?
Mientras se produce mi
“caída del caballo”, me parece bien la colaboración pictórica que propone
Paloma. Como yo soy mejor en la “línea pura” y ella en los “velamientos”,
apunta: “podría llamarse algo así como “Los gozos y las sombras”…Yo, desde
luego, y siempre, los gozos.
PALOMA,
DÍA 7. TRAS LAS VACACIONES
Ayer fue mi primer día tras
las vacaciones de Navidad y me encontré a varios de mis compañeros con sus
cajas nuevas de pinturas. Afortunadamente, no hemos perdido la ilusión de
estrenar nuestros regalos como cuando éramos niños.
El más privilegiado dibuja
con los colores de su caja de tres pisos (todos los colores del universo);
otra, me muestra orgullosa su caja de 24 pinturas con los imprescindibles, y
Aída, más humilde, solo ha comprado los colores básicos para empezar.
–Si quieres, puedes
compartirlos conmigo -me dice, generosa; porque yo sigo con mis tres lapiceros
y una barra de tiza que ella me había comprado.
–Gracias. (Me veo convertida
en “la pequeña cerillera”, que acepta un mendrugo de pan de su pobre
benefactora). Los probaré a ver qué tal. A pesar de los años, los
Reyes Magos siguen haciendo distinciones.
Aída y yo elegimos el rostro
sombreado de una mujer joven para copiar en nuestro papel gris. Ella, que había
asistido a la clase anterior, termina antes el dibujo de una chica a la que Sonia
ilumina con la tiza blanca. Queda muy profesional.
Yo enseguida empiezo a
sombrear. Me encanta. Creo que me he vuelto tenebrista o tenebrosa, según se
mire.
Me relaja el “sombra aquí y
sombra allá” y me doy cuenta de que, mientras pinto, puedo charlar tonterías
que no requieran mucha reflexión; pero me molesta escuchar. La señora que
admira a Vasarely no deja de comentarme algo que, por educación, no puedo
atender sin mirarle a la cara; y, si la miro a ella, pierdo de vista el dibujo.
Aída está concentrada porque
ella no puede ni hablar ni escuchar. Estoy avisada.
Lunes,
20 de enero. Soy autista cuando pinto
Enrique, el
compañero que me descubrió el libro de Hockney, me ha hecho llegar una viñeta
elaborada por él con un programa de esos
gratis (¿una app?) para teléfonos móviles. Dice que la utilizó para explicar a
unos arqueólogos por qué aparecían manos pintadas sobre las figuras en el arte
prehistórico.
El fin de semana les pregunté a mis sobrinos qué veían y cada uno
inventó una historia distinta, pero yo veía otra. Tengo que pedirle que me pase
su explicación. Además, he pensado usar el dibujo en los talleres de escritura
para que construyan un relato a partir de. ¿No estoy repitiendo siempre que una
historia puede surgir de cualquier cosa…?
Hoy, Paloma, como una
segunda mamá, me ha traído a clase, en un táper, unas croquetas caseras hechas
por ella. “Es que venía mi hija y como sé que te gustan…”. ¡Y tanto! Lo que
pasa es que se tarda infinito en hacerlas y tampoco estoy yo como para comer
muchas croquetas sin echarme a rodar. ¡Qué bien! Ya tengo segundo plato para
mañana.
Paloma empezó enseguida a
dar forma a un paisaje con el lápiz más blando a base de sombras y trazos
gruesos. “Es un poco difícil empezar así a pelo sin ninguna directriz”- le
decían. Pero Paloma es “Paloma Sin Miedo” y, en poco tiempo, hablando y todo, e
incluso dándose un paseo por la clase a ver lo que hacían otros, ya lo tenía
acabado y magistral. “Parece de Riancho”.
Carmen nos sugirió una buena
idea para ir bandeándonos y cogiendo soltura con la mano: trazar las líneas
maestras en las fotos de los periódicos, de un hombro a otro; del muslo a la
rodilla dibujando la rótula, y luego de esta al tobillo. Al parecer, es una
forma de ver los ejes principales del cuerpo humano, o el movimiento, creo.
Intentaré practicarlo.
Luego, me puse con mi
“niña”. Odio borrar y corregir, pero es cierto que las proporciones no estaban
conseguidas: incluso esas que sé, como que la longitud de la nariz ha de ser la
misma que entre el final de esta y el mentón. La lámina original tenía milicientas tonalidades del negro. Tuve
que concentrarme tanto que no podía hablar ni escuchar. “Hija, tú te vuelves
autista con el arte”- me reprochó Paloma, que, mucho más alada, estableció una
nueva máxima para la posteridad: “La goma, pinta”.
Miércoles, 29 de enero. La goma, pinta. Yo dibujo
con miedo
Con “La goma, pinta” quería
decir que, borrando aquí y allá, también se consiguen puntos de luz.
No recuerdo ahora quién me
ha regalado Agustín Riancho. Los dibujos,
pero lo hojeo con atención. En la introducción, Ángel Acero Ramos explica que
dibujaba desde los doce años con los “carbones de la cocina de casa”, sobre
cualquier tipo de papel que encontrara; eran estudios o bocetos de modelos de su pueblo, Entrambasmestas:
animales (vacas paciendo, rebaños de ovejas); elementos del paisaje (cascadas,
molinos, árboles), o paisanos (atropando hierba, arreando vacas, cuidando el
ganado, tocando la pandereta, cogiendo manzanas, arando, pastores, leñadores, un pescador, una
aldeana, barqueros pescando, juego de bolos, en el huerto, el descanso de los
segadores…).
Desde luego, yo no tengo esa
pasión por pintar cualquier cosa en cualquier papel cuando salgo de casa
(descanso en el campo, caminante en el bosque).
.
En algunos, se ven las
cuadrículas y las líneas diagonales que cruzan el papel, supongo que para la
perspectiva o los puntos de fuga. Aunque sean bocetos muy básicos, en pocas
líneas, hasta se aprecia cuando hay viento que mueve los árboles o espanta las
hojas.
Yo pinto con miedo: a
estropear el dibujo, a emborronarlo, a tener que borrar o corregir… Apenas
aprieto el lápiz.
Pero hoy, en la cartulina
negra que me ha traído Paloma para que practiquemos con la tiza y el blanco o
los colores, he aprendido a apretar. “Que si no se ve el dibujo como gris”- me
explica Sonia. Así que cojo los pétalos de mi margarita y les doy una segunda
capa. Luego, decido pintar con mis lápices de colores una amapola. Me doy
cuenta de que esto me gusta: en la cartulina negra, no tengo que pintar sombras
sino sacar el color.
-Claro,
a ti lo que te gusta es iluminar…- me confirma Paloma.
Igual he encontrado mi
nicho: en vez del papel blanco, el papel coloreado.
Sonia me enseña que no es
necesario llenar de color todo el espacio, sino que puedo dejar sin pintar
zonas de la cartulina negra a modo de sombras o nervios de las flores, por
ejemplo.
-A
mí me gusta pintar con ceras más a lo bruto -le oigo murmurar a Paloma a mi
derecha. Hoy, es impresionista, de pincelada rápida.
PALOMA, DÍA 8. COLORES
En
un arrebato consumista me compré el otro día dos cajas de lápices y pasteles
con doce colores cada una, y alguna cuartilla de tonos beiges, ocres y negras para
lanzarme a innovar.
Le
he dado una negra a Aída y ha encontrado su Rubicón.
No se atrevía a marcar las sombras, pero ahora, que tiene que marcar las luces,
aprieta como una descosida.
Ella
escoge una margarita, blanco sobre negro, y yo prefiero esperar a encontrar un
paisaje nevado, o mejor, una vara de avellano para no malgastar la cartulina negra
antes de sentirme preparada.
Mis
vecinas de la derecha discuten sobre la utilización de la tiza blanca. Una dice
que hay que remarcar sin tacañería y, como
muestra, nos enseña unos pies grandes que ha pintado y que le han salido
estupendos. La otra, que siempre dibuja retratos de sus hijos, prefiere dar
solo pequeños toques de luz. Cada una tiene su gusto, para qué pelearse.
Utilizo
media cuartilla blanca y la foto de un paisaje arbolado y me lanzo con los
pasteles. Inculta de mí, pretendí haber comprado ceras buenas como las de
Sonia, la profe, y me doy cuenta de que los pasteles que elegí son como tizas.
De todos modos, son agradables de utilizar y empiezo mi paisaje sin saber cómo
debo proceder. Cuando acabo, llega Sonia y difumina con el dedo casi todo lo
que he pintado mientras destaca unas hojas en primer plano, dejándolas así. Lo
malo es que se pone una perdida, pero entiendo que los pasteles ofrecen muchas
posibilidades. Dice la profe que era lo que utilizaba Toulouse-Lautrec para sus
dibujos. Pues si las utilizaba ese genio, ¿por qué yo no…?
Miércoles 29, por la tarde
Tenía que ir a la piscina
(hace tres días que no voy), pero el día está tan malo- viento, lluvia y
caladura asegurada-, que he salido a comprarme un bollo de leche (que me pedía
el cuerpo) y unas láminas para la clase de dibujo, y me he vuelto a casa con
tres libros de Estudio, al calor del hogar y a la mantita del sillón. Lectura y
merienda, ¿puede haber una tarde más perfecta…?
Miércoles, 5 de febrero. Día tonto
Me encantaría dibujar con la
soltura de Diego Agudo Pinilla (Santander, 1975). Pinta el movimiento, a mano,
y en cada pequeña modificación, fotograma a fotograma. Y ese movimiento, lo
ves, sea el de de una falda revoloteando o el de una figura que se inclina o se
arquea. La exposición Danza sobre papel en el Palacete del Embarcadero es reveladora,
tanto para los que nos iniciamos en el dibujo como para los bailarines de
cualquier disciplina. Un estudio del cuerpo humano en acción, que acompleja.
En cambio, yo, hoy, tenía un día espeso ya desde el
principio: no sabía qué dibujar. “Hay que traer ya elegido de casa lo que
queráis hacer”- nos aconseja Sonia.
Me pongo a mirar entre las láminas desperdigadas porque
había pensado pintar un coche antiguo para el cumpleaños de Víctor, pero
empiezo a rayarme con la perspectiva, y abandono casi antes de empezar. “Esto
es muy difícil para mí, ¿no?” - pregunto para que me confirmen. Javier, a quien
he rebautizado “el 120” por su regalo de Reyes esplendoroso de 120 pinturas
Faber, en tres pisos, se ofrece a dejarme sus plantillas “con curvas” para
pintar mi coche. Otro alumno nos enseña su plantilla “para borrar”. “Oye, pero,
y eso, ¿cómo se pide? Si yo no sabía ni que existía…”. Al parecer, es muy útil
para borrar una raya y que no se te borren las demás, pero con los ipad y las
nuevas tecnologías, ya no los encuentras en las tiendas.
De hecho, un alumno nuevo y más que madurito, se
desenvuelve con todo desparpajo con el programa Paper -una aplicación de Apple
en su ipad-, como otro Hockney. A veces, me siento cada vez más “out” cuando
veo que jóvenes escritores nacidos después de 1985, o viejas glorias jubiladas,
me adelantan por la derecha y por la izquierda, sin que pueda hacer nada por
evitarlo.
Menos mal que aún algunos utilizan antiguas técnicas,
como Carmen con su laca de pelo, “la más barata”, para fijar el pastel. “Dicen
que Degas daba hasta 15 capas…”. Me consuela…un poco.
PALOMA,
DÍA 9. DIÁLOGOS
“El pintor dialoga con su
obra”, se justifica mi vecina de la derecha. “Pero no a voces” -pienso yo,
escuchando su soliloquio acerca de que la nariz le ha salido más pequeña que el
original y los hombros más anchos. Para mi criterio, ha dibujado un retrato
estupendo de su hijo, pero ella, muy perfeccionista, no está satisfecha del
resultado y borra la nariz: “ahora me ha salido torcida”, dice, no sé si a
nosotras o a la nariz. “Dibujas a tus hijos porque son guapos” -comento yo más
tarde- si fueran feos…
Así transcurre hoy nuestra
clase. Aída ha comenzado con un ramillete de flores y se le salen del papel. Lo
que le sobra abajo, le falta arriba y tiene que achatar las flores. “No
importa” –dice– “lo dejo y me pongo a dibujar a mi madre” ¡Ele! Como si
estuviera chupado. Empieza, y se da cuenta de que su madre, en la foto, tiene
la cara ladeada. Hace un intento y enseguida se cansa de no conseguir la
posición. “Mejor dibujo a mi padre” y, al rato, ha conseguido unos rasgos muy
parecidos. “Espera a Sonia para dar las sombras”, le aconsejo, porque la conozco, y es capaz de sombrear con
tinta de calamar y echarlo todo a perder.
Mientras, me dedico a colorear con pinturas
unas flores. Es una tarea indicada como terapia ocupacional para personas con
algún tipo de síndrome de falta de atención. Yo me aburro.
X 12 febrero. A la tercera va la vencida
Hoy he llevado a clase el
libro de Riancho que el otro día dejé en casa porque pesaba tanto…Paloma, que
contaba con él, se quedó en la estacada
y con el desafío de buscar un nuevo motivo para su dibujo del día.
Menos mal que Sonia nos ha
traído a las nuevas algunos modelos. A veces, pensar en qué voy a pintar, me
estresa. Prefiero que me propongan algo adecuado a mis posibilidades. Como aún
soy novata…
Cogí una especie de lirios
que no me parecían, en principio, demasiado complicados, pero estaban tan
entrelazados que era difícil entresacar uno (yo todo lo hago de uno en uno: un caracol, una flor,
una persona… Nada de grupos, combinaciones estéticas o ikebanas). Como era
sobre cartulina negra, usé el color blanco para perfilar un poco antes de darle
color con los pasteles en lingotes. Aquello fue un desastre: las corolas se me
salían de la cartulina por arriba. Le dije a Sonia que pintaba “a lo japonés”,
o como Barceló, a quien se le escapan los personajes por los bordes del cuadro.
Pero no coló.
Creo que ya he dicho que no
me gusta borrar ni rectificar. Cuando empecé a pintar con los lingotes, ya fue el acabóse y lo terminé
de estropear, así que lo abandoné para volver al lápiz con una foto de mi madre
cocinando, con la cabeza hacia abajo.
Ay, pero eso era también muy difícil. “Es que no has hecho bien el óvalo”- me
decía Paloma. “Es un poco inclinado”. Otro desastre.
¿No dicen que a la tercera
va la vencida? Ahora el protagonista era mi padre leyendo el periódico sentado
en la terraza. Había muchas sombras, demasiadas para mi gusto. Decidí dejar
“evanescente” la parte de la camisa y el brazo, con la mano y todos sus dedos,
que son mi punto flaco. Las vecinas de alrededor me aseguraban que se parecía.
Pero el temor llegaba, como siempre, al tener que sombrear. Sonia ya me había
dicho por dónde llegaba la luz y qué parte quedaba oscura, pero ni por esas. De
nuevo, agarrotada, con el lápiz en alto, inmóvil. Le hice un leve velado y así
lo dejé hasta el miércoles que viene. “Mejor no meneallo”.
A mi lado, Paloma había
pasado la hora y media pintando pacientemente millones de pétalos. Pero no la
veía yo muy feliz. “Es que Paloma es de mancha”- resumió Carmen.
X 19 febrero. Quizá hoy pinte una vaca
Los paisajes y las casas
creo que no van a ser lo mío: los primeros, por lo enmarañados; las segundas,
por la perspectiva. Pero igual los animales se me dan bien: al fin y al cabo
son una variedad de los humanos o, mejor dicho, nosotros somos animales
racionales (o no).
De momento, el domingo me
puse a pintar un caballo pastando en Ruiloba. Me quedó un poco esquemático,
pero creo que se veía que era un caballo, y que estaba con el hocico bajo y el
cuello alargado hacia la hierba.
También pinté a mi padre
mientras hacía crucigramas (la mitad inferior de la cara, desde la nariz al
mentón, no estaba mal); a mi hermana resolviendo sudokus (cuyo perfil me quedó
bastante desastroso; se estaba moviendo todo el rato y así no hay quien pueda
-a no ser que seas un Picasso); una hoja de diente de león y un botón de oro.
Todo a lápiz, que creo que es más lo mío que cualquier otra técnica.
Para la clase de Sonia, me
llevé varias fotografías, para elegir: algunas, familiares, otras, de mí misma
-o sea, para autorretratarme-, y dos, de vacas: una, era un cuadro de Riancho;
la otra, una foto de unas tudancas, una madre y dos crías. ¡Ah! Y una de Gary
Cooper con Patricia Neal…
Al final, me dediqué a
pintar vacas la hora y media que dura la clase; estaba tan concentrada que no
me pidáis que os cuente qué sucedía alrededor. Solo recuerdo, al principio, oír
a Paloma decir que “pintar con los bastoncillos de los oídos era lo suyo” y, al final, las palabras de la profesora
mientras intervenía en el paisaje a pastel de Paloma: “Me gusta el dibujo rico,
que cubra bien”. Nada de dejar que se vea el blanco de la hoja ni una sola
capita de pintura.
Le aconsejaron a Paloma que
se comprara un “difumino”, “como un puro con punta”. Por lo visto, es de papel
duro y con él se puede perfilar mejor que con el algodón de los bastoncillos.
También me enteré de que la
laca de pelo “más barata” que Carmen decía usar para fijar sus bocetos, no vale
y amarillea con el tiempo. Al parecer, existe una laca especial para pintura.
En tiempos, se utilizó agua con azúcar, pero debía de quedar de lo más pegajoso
y no puedo dejar de pensar en las patas arrancadas de las moscas fijadas a modo
de “lluvia ácida”.
PALOMA,
DÍA 10. ME ENCANTAN LOS PASTELES
Desde que he descubierto los
pasteles -los de pintar, se entiende- no quiero otra cosa. Yo, que soy un poco
bipolar, primero me entusiasmo con las cosas –o las personas- para irme
desencantando poco a poco, llegando a veces al aborrecimiento. Luego, el tiempo
se encarga de situarlas en su justo lugar, que suele equidistar de los
extremos. Pero ahora me encuentro en la cresta de la ola pastelera.
En clase acabé de mala gana
de colorear las flores que había dejado a medias, para lanzarme, armada con mis
pasteles y mis bastoncillos de los oídos, a dibujar el paisaje que elegí de un
libro de pintura. Es un trabajo arduo porque después de difuminar y difuminar
los colores elegidos, llegó Sonia y estuvo un rato añadiendo colores que
masajeaba con el dedo. ¿Por qué no usas los algodones o bastones? Le pregunté.
“Es que no soporto el sonido que hacen contra el papel”.
“Si te gusta tanto
difuminar, ¿por qué no te compras un difumino?”
-dijo Carmen que está muy versada en materiales pictóricos.
Ni corta ni perezosa, a la
salida he ido a Estudio para comprar esa especie de puro de cartón piedra y,
aunque estaba remisa a utilizarlo para que no se me manchara, cuando lo he
hecho, he conocido en mis carnes, o mejor dicho, mis oídos, el horror de ese
ruidito que tanto molesta a Sonia. Otra elección fallida.
Antes, en la clase, se ha
sentado a mi derecha (quitándole el sitio a la admiradora de Vasarely), una
alumna nueva que ha tenido que ponerse a dibujar las míticas uvas, peras y
naranjas de iniciación. No lo ha hecho nada mal pero, asomándose a nuestras
obras, ha exclamado: ¡Qué bien dibujáis! Cuánto había esperado este momento.
X 26 de febrero. Del burro de Barceló a mi
tudanca en escorzo
Releo Cuadernos de África, de Miquel Barceló. “Estoy en Gao y tengo un
taller sobre el Níger”- es su primera anotación. La mía, tras leer el Diario,
dice así: “No sé por qué asocio a Miquel Barceló con Bruce Chatwin”.
En la página 21, una
reflexión suya: “Pintamos porque la vida no basta”. Abundan los comentarios
sobre su imposibilidad de escribir un diario: “Nunca he podido escribir un
diario. Supongo que el principal problema es el tono… ¿Qué tono adoptar para
uno mismo? El de Pla en Cuaderno gris…Montaigne…Quizás
el tono más lastimoso de las cartas de Gide a su madre…Hay una docena de
páginas para el lunes y, a partir del martes, ya está atiborrado de dibujos y
de tonterías”.
En la página 128, otra
reflexión: “El artista trabaja la cristalización del aburrimiento”. Ya había
establecido al principio que “comida, sexo y aburrimiento” eran cosas
esenciales.
No he conseguido encontrar
en Google mi cuadro favorito de Barceló, que vi en una sala de exposiciones
madrileña hace ya muchos años: era un cuadro pequeño con dos protagonistas: un
burro y un niño tirando del ronzal, los dos igual de tercos, que se salían por
los laterales opuestos del marco. Si entonces hubiera tenido dinero, lo hubiera
comprado. Me encantaba ese cuadro.
Pero yo aquí sigo,
perfilando mi vaca en escorzo. Recuerdo que en COU, en clase de arte, nuestro
profesor señalaba una diapositiva y decía: “Aquí, un “arquelín” de Picasso. Y
lo repetía, para nuestra estupefacción y regocijo. Luego, señalaba en otra:
“Observen el escorzo en la pata del caballo”. “Pero, ¿qué es un escorzo,
profesor?” “Pues eso, lo que ven en la pata del caballo…”.
Tengo que preguntarle a
Sonia si mi vaca está en escorzo, o me lo he inventado yo.
Efectivamente, es un
escorzo. Sonia me ha dicho que el lomo (hasta el culo) me ha quedado más largo
que en la foto, pero me niego en redondo a borrarlo. Tendría que rectificar la
grupa, las patas, el rabo…Buff.
Luego, me pongo a darle
sombras, pero como la vaca es gris, al final queda todo el dibujo manchado.
Entonces aprendo que no es lo mismo la luz y la sombra que el color. La vaca
puede ser toda gris, pero la luz está en determinadas partes (que, como
siempre, no veo). Además, los costillares parecen las rayas de una cebra. “Y tu
vaca no es una cebra…”.
Aprendo una cosa más: para
no manchar el dibujo con la mano, puedo apoyar el meñique, en plan fino, sobre
el papel (como las cursis que tomaban el té en el siglo XIX).
La semana que viene pintaré
una campesina, sobre papel color caldera, de Camille Pissarro. Como dice
Sonia, a mí me gusta pintar cosas “que
tengan ojos”.
PALOMA.
DÍA 11. SOY MALA
Hoy he llegado un poco tarde
y me he encontrado a Miss V. a punto de usurparme el sitio. Cuando me ha
visto, la pobre se ha ido a buscar otro lugar con el rabo entre las piernas,
como un chucho. He enseñado orgullosa mis clavelinas -que están perdiendo
frescura por el emborronamiento de los pasteles-, y mi pequeño bodegón. Sonia
ha retocado un poco las hojas, para darles luz, y queda bonito. Tengo que
comprar con urgencia un fijador. Carmen también está pintando con pasteles y a
media clase va a lavarse las manos.
–A mí no me gustan los pasteles, manchan mucho –dice
el señor Pitoruto. Yo le miro con desprecio por encima de las gafas:
“Ay, que se mancha el
señorito” -pienso. Y es que
estos días de lluvia y viento interminable, sacan lo peor de mí misma, mi
espíritu flanneriano, que diría Aída.
Soy mala.
Aída y yo comentamos
nuestras novedades semanales y luego nos ponemos muy modositas a la tarea. Ella
está terminando una segadora que luego podrá adornar muy dignamente alguna
pared de su casa, enmarcada con un passe
partout (paspartú). Aunque no nos demos cuenta, vamos adquiriendo poco a
poco cierta destreza; solo hace falta ver nuestras primeras frutas, ¡qué
horror!
Carmen está acatarrada y
pronto se dedica a mirar los dibujos de los demás. No me extraña que no pueda
concentrarse, porque la clase parece un club de debate: hablan de lugares, de
hechos históricos, de personalidades…. Javier parece tener gran memoria y
variados conocimientos, además de una capacidad para trabajar charlando, al
igual que Miss V., quien, además de dialogar con su obra, mete baza de
vez en cuando. Yo oigo, sin prestar atención, algunos retazos de conversación.
¡Ah, quién disfrutara del voto de silencio ajeno!
X 5 de marzo. De luces y sombras
Paloma es muy aplicada y practica
en casa los fines de semana y los días de diario. Dice que está tan concentrada
que se olvida de fumar. El otro día trajo unos tarros que se veían tan
transparentes que hasta se traslucía su contenido. Y las cerdas -con perdón
(había escrito púas)- del cepillo para el pelo, parecían de verdad, y que hasta
pinchaban. Yo no sé CÓMO (gritando) se puede hacer eso.
A Paloma le gusta la
pincelada impresionista y la mancha. También copiar del natural. Yo soy más de
líneas, y si copiar me soluciona las sombras (que no veo), pues mejor…. Hoy me
he abstraído tanto con la campesina de Camille Pisarro que no me he enterado de
nada de lo que comentaban en clase. Desde luego, si fuera una cotilla
profesional tendría que abandonar la pintura, pues me saca de este mundo. “A
mí, si me desconcentran…”. “…la vaca se te transforma en chon”- finaliza Sonia.
Eso, justamente.
Paloma vino esta vez con un
bodegón compuesto por una botella -una frasca- de vino, real; un trozo de pan
que, eso sí, en vez de agujeros le habían quedado como unos mohitos verdes, y
un vasito de los de “buchito de
orujo”. Con transparencias, sombras y todo. También nos enseñó unas clavelinas
en un jarrón, que se notaba que eran clavelinas por el rizado que había
conseguido con los “lingotes” de pastel. Cada vez me adelanta más…
Lo cierto es que mi
campesina estaba llena de sombras, todo un reto para mí (que había eliminado de
mi dibujo el resto de campesinas y el
heno circundante, demasiado trabajo y complicación). Pintar sus líneas “imaginarias”
fue fácil. La cara me había quedado un poco cúbica, como de Picasso, pero podía
pasar. Había llegado el temido momento de sombrear. Creo que lo sombreé
bastante. “Dale un poco más”- me animó Paloma.
Cuando vino Sonia, con dos
pinceladitas, le aniñó la expresión, a
la vez que iba definiendo contornos con movimientos circulares y de pequeño
recorrido. “Le pasa a todo el mundo al principio, que le da miedo
ennegrecerlo”- trataba de animarme.
“Déjale algo para que lo
termine ella en casa”- le sugería Paloma, malignamente. Pero lo tiene claro:
así se va a quedar…
PALOMA,
DÍA 12. ESTO NO ES UNA PIPA
Que el arte engaña, ya lo
sabía teóricamente; pero hoy, en clase, y contemplando cómo Sonia dibujaba el
reflejo de la luna en el agua, lo he aprehendido.
Estaba yo intentando copiar
las líneas blancas de la foto que tenía delante, y aquello parecía un paso de
peatones. Entonces vino a enseñarme a hacer olas, y con una raya aquí, unas
hondas allá y unas pocas líneas verticales, ha creado el mar. Es una diosa.
No se trata de copiar lo que
se ve, sino de interpretarlo. Saber mirar y saber transmitir con unos trazos
esa mirada, y que, quienes contemplen la obra, vean lo que ha visto el pintor.
Es un código de signos, un proceso mental, y así como las palabras evocan el objeto
nombrado, los lápices y pigmentos evocan el objeto representado. Todo es
artificio, ilusión y maravilla.
Qué razón tenía Magritte
cuando nos alertaba de que el dibujo de una pipa, no es una pipa.
X 12 de marzo. De Iturrino a Rodríguez Méndez:
años luz
Tras el lúgubre concierto de
trombón -¿o era la tuba tenor?- de “Libros al compás” ayer en la biblioteca,
hoy me tocaba un empacho de arte.
Primero fui al MAS, el Museo
de Arte de Santander, a ver la exposición de Iturrino. Los cuadros más fauvistas ya los conocía, pero había un
dibujo a lápiz titulado “Personajes” donde, en cuatro trazos, se veía
perfectamente a unos embozados con capa y sombrero.
Ya que estaba, me vi también
la temporal que iban a quitar, de autores contemporáneos. Me encanta Emilio González
Saiz: por sus colores, por su minimalismo y sus motivos solitarios e isolated (La palabra me ha venido a la
cabeza así, en inglés, y así la dejo).
Siguiendo la ruta hacia
Pombo, entré a ver Itinerarios en la
Fundación Botín. Aquello ya era arte “moderno-moderno”. ¿Es arte fotografiar
palillos – aunque sea sobre agua- recogidos del suelo de un bar…? Al menos,
Rodríguez Méndez, su autor, se ha esforzado en poner un título: “Ángulo.
Cavidad”. Me da mucha rabia cuando no sé por dónde coger un cuadro que encima
pongan “Sin título”.
Había más obras suyas:
gallinas a medio enterrar en el gallinero familiar, unas protestando y otras
inmóviles. Era su manera -la del autor, no la de las gallinas- de integrarse en
el entorno al volver a casa, creo. Telas enormes con una mancha de aceite
vegetal que se iba deslizando hacia abajo, aún “en proceso”. Y una ristra de
sobres de burbujas sin abrir en una carretilla, con un encargo a su madre,
sastra, de confeccionar mes a mes a su padre una camisa y un pantalón, “para
tenerlo actualizado”.
Las ideas, totalmente
originales. Nunca antes he leído ni visto algo semejante.
Aún más ojoplática me dejó una obra de Rubén Grillo: “pantalones vaqueros
perforados con láser, adhesivos y linternas LED en vitrinas de plexiglás tintado”.
Al salir, no sé si soy más
sabia o tengo que repasar el “conceptismo” de Quevedo. Le preguntaré a
Martamante…
X 19 marzo. Enguarrinar
con el dedo
Como la semana pasada no me
dio tiempo a contar mi sesión…, empiezo esta con un resumen:
“La semana pasada, por fin,
me decidí a usar el dedo índice para macizar las sombras…y creo que queda mucho
mejor.
Con la esperanza de
rejuvenecer a mi madre (algunos lo consiguen con un fotochop pictórico), empecé a copiar un retrato
que le hicieron cuando tenía catorce años, donde parece mayor.
Yo sigo pintando a ojímetro:
ni cuadriculo ni nada. ¡Hay que medir!- me increpan los alumnos aventajados que
revolotean alrededor. Pero yo prefiero fijarme en detalles para conseguir un
parecido razonable.
Con las sombras, volví a
ensuciar el dibujo, pero Begoña me sugirió: “Dale con el dedo para conseguir el
intermedio entre la luz y la sombra”. Y ¡funcionó!
A mi lado, Paloma ha venido
decidida a aprender a pintar olas. Ha traído una foto nocturna, casi negra, con
luna llena sobre el mar. Y quiere copiarla sobre cartulina negra. Uff.
El finde, en casa, pasó más
de una hora pintando lavandas. Buff.
Y es que Paloma es muy
arriesgada y le gusta experimentar. Yo, en cambio, he encontrado mi nicho en el
lápiz y en las “cosas con ojos”, y ya no me quiero mover de mi zona de confort.
Diferentes que somos unas…”.
Cuando hoy ha venido Sonia,
ha hecho maravillas con el cuadro de mi madre. Si ahora parece una artista…
Yo decidí elegir hoy hacerme
un autorretrato de cuando estuve en la isla de Mull, en 1995. En el primer
borrador, no me parecía nada. Pero lo peor llegó cuando tuve que pintarme la
boca…con dientes. Es cuando me he dado cuenta de que es mejor pintar sonrisas
con los labios juntos. Al hacerle las sombras que veía en la foto, primero
parecía la boca del “cuñaoooo”, con dos dientes negros, uno arriba y uno abajo.
Cuando he marcado suavemente los dientes, todavía ha sido peor. No sé cómo lo
va a poder arreglar Sonia la semana que viene.
La próxima vez que elija una
persona para retratar, ¡que tenga la ¡boca cerrada! Ya lo dice el refrán: “En
boca cerrada no entran moscas”…
Lunes 24 de marzo de 2014. Zafarrancho y ojos de Theda Bara
Hoy he tenido que cambiar de
hora y de día porque en el centro estamos de obras.
La semana pasada Paloma vino
con un dibujo a pastel de la isla de Mouro, con una ola saltando por encima.
Como le quería pintar nubes, también se trajo un atardecer salvaje de colores,
que a mí me pareció imposible.
El secreto, viendo a Sonia:
dar muchas capas de pastel, unas encima de otras para cubrir bien toda la
superficie. “En el pastel, hay que integrar el dibujo con el fondo”- nos
enseña.
A veces, solo con el trazo,
de arriba abajo, en los acantilados, ya se puede conseguir visualizar la
textura.
Yo estoy un poco nerviosa:
luego tengo comida literaria en casa
y, a pesar de que Pilar va a traer el plato principal, tengo que hacer un poco
de zafarrancho.
Me he dado cuenta de que he
de acometer de día, quiero decir, con luz natural, el trabajo de arreglar los
líos de papeles. De noche y con luz eléctrica, me da una pereza enorme.
Me llevé, ya hace semanas,
las pilas de papeles al salón, para ir seleccionando a ratos perdidos o cuando
veo la televisión sin hacer mucho caso, pero no ha funcionado. La televisión,
la veo poco y, los ratos perdidos…casi siempre los lleno de algo que me apetece
más.
Consecuencia: que tendré que
trasladar las pilas de sitio para que, al menos, pueda abrir la ventana del
balcón para que salgan “las chicas” a fumar.
De momento, sigo intentando
arreglar mi autorretrato “de los dientes negros”. Mientras viene Sonia, he
empezado el retrato de mi abuela. “La nariz está un poco torcida”, me advierte
Carmen. Sí, y además es más pequeña que la de verdad. “La boca también está
torcida”, me confirma Sonia. Claro, es que mi abuela tiene una sonrisa difícil,
fina y que se le va un poco para atrás. No he tenido en cuenta los ejes y de
ahí la asimetría.
La profe me borra la nariz
y la boca y me deja unos breves puntitos
de referencia para que las reconstruya. Eso será ya la semana que viene.
En cuanto a mi autorretrato,
que, en vez de veinte años menos parecía que tenía veinte más, Sonia hace lo
mismo: “No hay que pintarlo todo”. Mis ojos eran los de una actriz de cine
mudo, con un cargamento de rímel, tipo Theda Bara. Tras el “aligeramiento” de
Sonia, vuelvo a tener 33 años…
¡Pedazo autorretrato, Aída! Me dejas pasmada, es que eres tú, super logrado. Por hoy solo he podido ver los dibujos sin leer nada, me lo guardo para esta semana. Pero me han dejado una muy buena vibración. Vamos, que he alucinao. El que está debajo de "Paloma día 11" me chifla, ¡lo quiero para mi casa!
ResponderEliminarNo, en serio lo digo, sois unas artistazas renacentistas. Para mi cumpleaños quiero una joya de esas.
Besotes. Leeré el texto que hoy ya no me llega la vista.