Estábamos
alegres, ilusionadas y nerviosas mientras escribíamos nuestra solicitud.
- - ¿Qué ponemos en la descripción del
bien…?
- - Me han dicho que hay que valorarlo y,
en función de eso, pagar una cantidad…
- - El mío, no tiene precio…
En la calle,
parecíamos las institutrices de Mary
Poppins haciendo cola con el viento en contra.
Cuando
llevábamos más de veinte minutos de
cortesía esperando a alguna rezagada, decidimos subir. La prensa nos
acompañaba.
Solo había
un chico en la acción; bueno, dos, pero el otro no había rellenado la
instancia.
Algunas eran
jóvenes y estaban airadas; otras, éramos mayores de 50 y andábamos más
expectantes que otra cosa. ¿Qué iba a pasar...?
En el
Registro, las trabajadoras eran todas mujeres; algunas sentían vergüenza ajena,
otras defendían a capa y espada la postura de la institución (“No procede”).
- - Aquí se registran, por ejemplo, vehículos,
cosas que tengan marca o modelo…
- - Por Registro de Bienes Muebles, yo
entiendo “bienes que se pueden mover” (frente a los inmuebles, que son
edificios). Nosotras, está claro que no contamos como personas con un cerebro
para pensar y decidir. Son “otros”
quienes dicen lo que tengo que hacer. Luego, soy un bien mueble,
manejable, manipulable, movible...
- - ¿Dónde está la legislación que dice
que nosotras no podemos registrar nuestros cuerpos…?
Un
policía de paisano, agobiado y algo nervioso, trataba de conciliar posturas y
derivarnos a otra institución, ante la negativa de la titular de recoger nuestra
protesta simbólica.
Finalmente,
dos horas más tarde, dejábamos nuestra frustración y desilusión registradas en
la Delegación del Gobierno: en extracto, la diligencia decía: “Queja contra el
Registro de la Propiedad de Bienes Muebles por la inatención y el mal trato
recibido”.
Seguiremos
insistiendo. Quizá, para conseguir la atención de la sociedad, y del Registro,
tengamos que ponernos una “marca” o “modelo”…
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