jueves, 16 de noviembre de 2023

CUANDO PUEDA IR EN HORIZONTAL A UN PRECIO MÓDICO. Relato sin enviar

(Para Concurso de Relatos ENAIRE. Boicoteándome a mí misma...)

Mi primera experiencia de vuelo fue ya de mayor: tenía 20 años cuando fui a Inglaterra a mejorar mi inglés durante un curso escolar, de octubre a junio.

Este primer viaje me encantó: no entendía cómo la gente podía estar haciendo otras cosas aparte de mirar las nubes por la ventana.

La siguiente experiencia que recuerdo ya no resultó tan positiva, y fue donde cogí miedo al avión: íbamos a hacer unas animaciones a la lectura en Sevilla y volvíamos ya de noche. El aparato era un Aviaco y sonaba como si se fuera a desalambrar en cualquier momento: cla-cla-cla.

Un señor a mi lado, que me veía con los ojos cerrados, trataba de distraerme hablando, pero yo solo pensaba: ¡Cállese! ¡Que nos vamos a caer!...

Llegamos bien a Madrid, pero ya nada fue igual. Eso no quiere decir que haya dejado de volar en avión: fui en avión a Nueva York, a Buenos Aires, a Florencia… En este último destino nos perdieron las maletas y aprendí todo lo que se podía hacer con un “quita y pon” (aparecieron al tercer día).

A Buenos Aires volamos a medianoche justo antes de que fuera la huelga de controladores: debimos ser el último o el anteúltimo vuelo que salió. Nos enteramos de todo el pastel al llegar al destino. Recuerdo el trayecto como espantoso: 12 horas en un asiento que, por muy reclinable que fuera, no permitía estar tan horizontal como en una cama. Me prometí  a mí misma que hasta que no diseñaran asientos-cama a precio módico no volverían a verme el pelo en destinos a más de seis horas del lugar de salida. ¡Adiós a mi soñada Australia…!

En avión he ido a Roma, a Praga… Pero me he dado cuenta de que yo, soy de tren. Quizá por ser Tauro me gusta ir pegada a la tierra. Aunque siempre digo que me quedé en los TALGO, porque los AVEs van demasiado rápido para poder mirar… y pensar. También he ido en barco, desde los raqueros de los cursos de vela al Brittany Ferry. Como floto en vertical, mi única preocupación ha sido que el palo mayor me diera en la cabeza o quedarme sin aire bajo el casco. Nunca iría en submarino: me asfixio solo de pensarlo (tampoco en cohete, aunque me pagaran el viaje). Y mi trocanteritis ya no me permite la bici. Pero creo que el medio de transporte que más me gusta son mis pies: solo pateando los sitios se los puede conocer de verdad.

Cuando diseñen aviones de bajo consumo con camas a precio módico…, entonces me tendrán a la cola en sus taquillas.

 

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