Como este año no puedo andar
mucho, decido intentar alguno de los itinerarios más cortos y fáciles que propone el Ayuntamiento de Comillas en
uno de sus folletos.
En este caso, el que parte y
termina en el área recreativa “El
Joyucu”, una ruta circular de 2´5
kilómetros de dificultad baja. Yo, solo recorreré el área recreativa, que acoge
un arboreto y un espacio con barbacoas, mesas y bancos para comer. Y un pequeño
aparcamiento.
Viernes,
8 de julio
A las 7. 30 h, en que llego
con el coche al aparcamiento, se oye a
un cuervo graznar y el prado está todo segadín.
Solo se escucha, de cuando en cuando, un coche por la carretera general.
El desvío desde Comillas no
está indicado: es una carreterita a la derecha, en dirección a Trasvía (de
hecho, es el camino antiguo por el que se llegaba a Comillas desde Trasvía), de
doble sentido, aunque muy estrecha (ruego porque no baje otro vehículo…).
Lo primero que veo, junto a la
entrada, es el cartel del Quercus pyrenaica o rebollo… al lado de la nada (o lo
han segado o se ha secado).
Sigo la empalizada por el
lado izquierdo (donde acechan las ortigas)
y, el terreno está tan seco, que se agrieta.
El siguiente cartel, que
apenas se lee, es del Acer negundo (negundo). El tercer cartel (Taxus baccata)
está suelto (y lo han asegurado con un adoquín…).
El serbal de cazadores (uno
de mis árboles favoritos), tampoco está. Sigue el Quercus ilex o la encina,
pero ha desaparecido el Betula alba o abedul, de corteza blanca.
Al final de la empalizada,
llego a una puerta de madera rota, que no da precisamente a un “jardín
secreto”, sino a zarzas y maleza.
Voy hasta los confines (un
seto natural de laurel al final del cual hay una entrada a un bosquecillo…donde la gente aprovecha
para hacer sus necesidades).
El acebo (Ilex aquifolium) está un poco lejos
de su placa: quizá hubo dos, y uno murió…
Junto a la entrada peatonal
de la derecha, un cerezo (Prunus avium) de corteza con rayas horizontales. Cerca, un
Quercus suber o alcornoque, al que se reconoce por su corteza de corcho. Y
junto a él, un avellano, tan propio de la tierra.
Un seto de aligustre cierra
este lado junto a la carretera.
El Populus nigra o chopo
tampoco está. Pero sí un par de arces (Acer campestre).
En el centro del arboreto,
un fresno (Fraxinus excelsior) junto a una fuente… que funciona.
El castaño (Castanea xativa)
con muchas de sus inflorescencias (lo que yo llamo “fuegos artificiales”)
caídas en el suelo.
El aliso, con sus “bolitas
negras” queda un poco lejos del cartel (no sé si alguien que no lo conozca
podría adivinarlo: quizá en el cartel debieran haber puesto una foto o una
ilustración). La placa está de pena y el nombre en latín ya ni se aprecia.
El suelo está lleno de
toperas.
El roble albar (Quercus
pétrea) tiene oidio (un hongo que pone blancas las hojas). El Quercus robur
también está enfermo.
Tras salir del arboreto, ando un poco de la carretera en dirección a Trasvía; en las tapias semiderruidas, correhuelas y gordolobos.
Llego hasta la piedra de ánimas – bajo un roble, donde el camino hace una
curva y sube, serpenteante, hacia Trasvía-
donde me dijeron las mujeres de Trasvía que descansaban el féretro en su camino
de Trasvía al cementerio de Comillas, y me vuelvo, que mi pie no da para más...
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