Tras la presentación de Andar es vivir. Diario de una peregrina a
Santiago a pie en el centro cívico María Cristina, salimos el sábado a
recorrer una parte pequeña del Camino, a donde se puede llegar en tren de
Cercanías (dos en uno…).
Sábado,
11 de junio de 2022. A Bezana, en tren
Cuando salgo de casa a las
10 h, hace un sol picón. 23 grados en
la farmacia de Jesús de Monasterio. Pero el cielo está negro…
Quienes vamos en tren nos
reunimos en la estación de FEVE para coger el de las 10.35 h, con destino
Cabezón de la Sal, que para en todas las estaciones. Es en la vía 8. Con un
grupo de 5 personas ya puedes sacarte un pase colectivo, que resulta más
barato. Desde Santander, vamos 7 mujeres.
En la estación de Bezana,
salimos por el lugar equivocado… Algunas quieren buscar una cafetería para ir
al baño antes de empezar a andar; otras, aún no han llegado. Por fin, sobre las
11.15 h, nos ponemos en marcha, cruzando al lado correcto por un pasadizo
subterráneo. Somos 14 mujeres y 2 perros.
Les digo que yo no voy a
hacer de líder, que esta es su aventura de “buscar la flecha amarilla”: llevan
el texto de mi libro (la etapa de hoy) en papel, pero les advierto que, desde que lo hice, pueden
haber cambiado cosas y señalizaciones…
https://ficcionesdeloreal.blogspot.com/2021/01/mi-camino-de-santiago-de-santander.html. La
etapa, en octubre de 2020, en mi blog.
Saliendo de frente desde la
estación, nos cuesta encontrar la primera flecha amarilla, que ya casi vemos
llegando a la iglesia de Bezana. Un poco más adelante, la señora Estrella
trabaja en su huerta diversa (en mi casa favorita de Bezana): nos muestra el lúpulo,
orégano y menta de su huerto-jardín, que también contiene capuchinas, un
piescal y diversas verduras (judías verdes, acelgas, tomates…). Su artritis
reumatoide en las manos no la previene de trabajar…Le digo que un día nos tiene
que hacer una visita guiada por su hermoso jardín…
Luego, seguimos por el
“camino rojo”, nuevo desde mi recorrido
en octubre de 2020. Han plantado abedules y han dispuesto bancos de cuando en
cuando. Sonia, una peregrina alemana, nos cuenta, en un buen español, que ha
pasado la noche en San Román de la Llanilla y ha salido temprano porque el
alojamiento no era muy allá…
En la iglesia neoclásica, y escondida, de Mompía, una de las mujeres nos muestra el gramón, un tipo de césped que crece en horizontal, como una manta, y tupe mucho. Otra, nos señala en un chalé, El Paraíso de los Ángeles, de 1898, las flores en forma de trompeta del estramonio (yo pensaba que solo eran blancas…, estas son naranjas), venenosa y, por otro nombre, llamada “trompetas del diablo” y burundanga (la llamada droga de la violación). Hay mucho conocimiento en el grupo…
Y, por fin, llegamos, sobre
las 13 h, a la estación de Mompía-Mortera. Nos sentamos en las escaleras a
tomar un tentempié…, hasta que empiezan a caer unas gotas. Yo, que ya tengo un
calambre en mi pie de madera, cogeré
el próximo tren a Torrelavega, mientras algunas deciden volverse por el mismo
camino, y otras seguir hacia Boo.
Bajo el asubiadero, empiezan
a repicar, gruesas gotas o granizo: me pongo mi chubasquero-capa para
protegerme del viento. Conmigo se ha
refugiado un bicicletero que ya venía
bastante mojado.
Al rato llega una pareja
joven con una niña pequeña a quien dejan el móvil para oír su serie favorita a grito pelado. En el tren, me siento lo
más lejos de ellos que puedo…
SABER
MÁS
https://www.eldiariomontanes.es/region/bezana/camino-santiago-paso-20210512192739-nt.html. 12.5.2021: El Camino de Santiago, a su
paso por Bezana, se potenciará con una actuación pionera: la señalización y
acondicionamiento de un tramo de 3.600 metros de longitud en el conocido como
paseo entre iglesias, desde Bezana a Mompía, y la creación de un parque del
Peregrino (¿?).
OTRAS MIRADAS, OTROS RELATOS...
Hace unos días tuvimos la
dicha de acordar con Aída Herreros Ara hacer un tramo del Camino de Santiago y
descubrir junto a ella las maravillas de andar.
Para mí, en lo personal, fue
una experiencia completa y renovadora; gracias a ella y a la asociación
Consuelo Berges volví a sentirme arropada en momentos difíciles, encontrándome
con amigas, conociendo otras nuevas en el camino, y poder seguir tejiendo la
red de mujeres.
Comenzamos en Bezana, con
las prisas de los inicios; pero, poco a poco, fuimos descubriendo que lo
importante no es llegar sino disfrutar el camino, mirando los paisajes a lo
lejos y las maravillas de lo cotidiano, como descubrir qué planta era cada una
o qué iglesia era la otra.
Como dice Aída en su libro, la parte de
carretera es la menos mágica; sin embargo, supimos compensarlo con la charla
amena y distendida de las acompañantes.
Andar
es vivir nos enseña de la mano de su autora la forma más
primitiva de reencontrarse, de conocer y de disfrutar de cada paso.
Gracias, Aída, por esta
experiencia y a la asociación Consuelo Berges por hacerla posible.
CAMINO DE SANTIAGO: BEZANA-MORTERA, por Elena R. Glez.
Este sábado, 11 de junio de 2022, era el día para recorrer un pequeño tramo del
Camino de Santiago, acompañados por la experta en el Camino Aída Herreros Ara;
digo experta porque ha hecho el Camino andando desde Santander hasta
Finisterre.
Habíamos quedado en la estación
ferroviaria de Bezana. Allí nos encontramos todo el grupo. Aída nos dejó bien
claro que ella solo estaba allí como acompañante, y que teníamos que ser
nosotras las que buscásemos las señales-flechas que hay en el Camino. La verdad
es que nos había proporcionado una guía muy personal de cuando ella hizo este
Camino y fuimos siguiendo esas indicaciones. Sin duda esto era muy
clarificador, porque los datos eran precisos y los puntos a verificar los
íbamos encontrando sin dificultad.
Sin duda, el hacer el Camino, el que
sea, con compañía, es mucho más divertido, porque siempre hay motivo de
conversación; te enteras de multitud de cosas que, de otro modo, posiblemente,
no te llegarían. Así, ante una flor que cuelga de uno de los jardines que dan
al Camino y que conoces, pero que no recuerdas su nombre, aparece una compañera que dice que tiene una
aplicación de móvil que con solo hacerle una foto te la localiza, porque,
además, casualmente esta compañera trabaja de jardinera (qué profesión tan
bonita, cuidar de un jardín, despacio, con tiempo y sin que nadie te pise los
talones) y que ayer, precisamente, ha estado podando esta planta y que ella
tampoco recuerda el nombre. La localizamos, y Aída, que lleva el libro de
plantas en uno de los múltiples bolsillos de su chaleco (le hago el comentario
de que parece el chaleco del explorador ya fallecido Miguel de la Quadra-Salcedo)
nos habla de la planta. Me gustó el chaleco y un rato después me pasé por una
tienda de deportes para buscar un chaleco como ese: tantos bolsillos, con
tantas cosas a mano, parecía muy cómodo y práctico. A colación de hablar de
plantas, otra compañera nos cuenta que ella ha hecho un curso de poda de
árboles (estas chicas son una caja de sorpresas, a poco que hables con ellas)
Nada más salir de la estación y ya enfiladas
por el buen camino, nos encontramos con una señora menuda y de cierta edad que
está en su huerto, hablando con un vecino que viene de comprar el periódico
(esta vida rural es fabulosa, tiene otro ritmo) y limpiando las malas hierbas,
o no tan malas, según nos cuenta, arrancando lo que a mí me parece un mastrancho a desechar; pero no, dice que
es comestible como cualquier otra verdura, y nos da el nombre, que no recuerdo.
Alguien lo apuntó. Cuánto nos pueden enseñar los demás y cuánto por aprender.
Su huerto está libre de pesticidas; qué maravilla, encontrar a alguien que
tiene esta inclinación ecológica y cuida con mucho mimo de sus plantas. Era muy
agradable hablar con esta mujer, ya jubilada, de su huerto y jardín. Nos cuenta
que hace treinta años que compraron la preciosa casa de ladrillo y portalada
con buenos sillares, que se entrevé detrás de los grandes árboles del jardín.
Dice con mucho orgullo que su marido se enamoró de ella, de la casa, pero que
ahora es muy grande para mantenerla en condiciones. Pienso en 30 años atrás. De
seguro que este pueblo no era ni parecido a como es ahora (allá donde mires
todo son casas de reciente construcción, iguales, sin personalidad, y así está
una buena parte de la geografía española, sobre todo, la costera). Su casa es
distinta a todas las demás. Dice que tiene como 200 años. Seguro que sí, su
fachada así lo acredita. Corta unas ramas de hierba buena y orégano, que he puesto a secar para
utilizarlo como condimento en la cocina. Nos despedimos. Sin duda yo me hubiera
quedado más tiempo, pero las otras se han adelantado mucho y quedamos
rezagadas, escuchando a esta sencilla y amable mujer que, sin haberlo previsto,
se ha hecho hortelana.
Salimos del núcleo urbano por una avenida totalmente
urbanizada; solo un par de elementos nos conecta con el pasado: la iglesia y,
de seguido, el cementerio. En el parking de la iglesia está una endomingada
pareja con tres niños. La madre lleva en brazos un bebé vestido de bautizo y el
padre les está haciendo fotos. Aída y yo
vamos cerrando el grupo, retrasadas, pero parlando sin parar. Estamos fuera del
núcleo del pueblo y nos adelanta una mujer de unos 50 años. Sin dudarlo, nos
lanzamos a preguntarle de dónde viene, cómo se llama, cuánto tiempo lleva en el
Camino, cuál es su itinerario y el tiempo que va a estar en él. Se llama Sonia,
es de un lugar cercano a Hamburgo; la noche pasada pernoctó en un albergue en
San Román de la Llanilla y la anterior
estuvo en Güemes, en el albergue de Ernesto Bustio; ha comenzado este año en
Bilbao y estará unas tres semanas para recorrer la totalidad de lo que todavía
le queda para llegar a Santiago. Habla muy bien español con un acento alemán,
pero nos entendemos estupendamente. A la pregunta de Aída de si ha tenido algún
problema en el Camino, nos dice que no, que todo va muy bien, que hubiese
querido quedarse este día de descanso, pero que el albergue no era de su
agrado. No queremos ser pesadas y la dejamos marchar, no sin antes agradecerle
su conversación.
Ahora caminamos por una ancha acera. Esto no estaba antes:
los tiempos cambian y a los peregrinos hay que mimarlos. Hay espacio para la calzada, ciclistas y
peatones. El ayuntamiento ha expropiado terreno circundante para este fin y ha
plantado abedules a lo largo de un buen trecho y colocado estupendos bancos
para los paseantes que, a buen seguro, caminan por este tranquilo lugar. Nos
hacemos fotos delante de una señal del Camino.
Llegamos a otro núcleo urbano: es Mompía. También tiene una
iglesia de buena planta, la de Nuestra Señora del Rosario. Rebeca y yo miramos
al interior por unos cristales que tiene en la puerta principal. Lo que vemos dentro nos dice a las claras que
esta iglesia no la utilizan para nada. Las imágenes están cubiertas con sábanas
y, los bancos, apilados. Esto es lo que ocurre ahora: sobran iglesias porque
faltan fieles y sacerdotes. Tranquilamente, caminamos hasta la estación ferroviaria
de Mortera. Aída aprovecha este tramo para usar su tijera podadora y va
recortando las zarzas que molestan al viandante. Se ve que tiene mucha práctica, no se la
escapa una y el corte es seguro y certero. En cuanto a los indicadores del
Camino, no hay pérdida: todo está bien
señalizado.
Así, sin prisa, nos vamos acercando al primer destino, que
está justamente detrás de la clínica Mompía. Hacemos un descanso en las
escaleras de acceso a la estación para tomar un piscolabis, pero yo aprovecho
para tomarme mi bocata, sin preámbulos: el hambre aprieta. El día va tomando
otro tono que no gusta, y al rato alguien dice que le ha caído una gota y,
después, otra y otra. Algunas han sido precavidas y llevan chubasquero y tienen
la intención de seguir la caminata hasta el siguiente pueblo, donde tomarán el
tren de regreso a Bezana, lugar en que hemos dejado el coche. Yo decido acabar
la ruta aquí y volverme a recoger el mío. Llovía de manera copiosa y me tuve
que refugiar en el dintel de una casa deshabitada hasta que amainó. Me
preguntaba qué habría sido de las compañeras. Todavía me quedaba un buen trecho
hasta mi coche y llegué caladita. Con
todo, el paseo fue muy agradable.
Mis reflexiones durante el Camino, por Mary
Este párrafo lo escribo ahora porque, en el momento, eran tantas las ganas de emprender el camino de Maliaño a Santander que, con mi entusiasmo, salí a paso ligero sin abrir encabezamiento.
Ahora
sí lo escribo en el cuaderno de viaje…
“Acaba
de salir un avión del aeropuerto de Parayas; dos caballos salvajes me observan.
Vuelvo la vista doscientos metros más adelante y los asilvestrados han quedado
pastando su fresco desayuno con los demás.
Camiseta
morada, pantalón corto, día espléndido; enlazo con el puente que va a dar al
Corte Inglés.
¡Vamos!
Son las 8´52 horas. ¡Adelante!
Ruido
del rodar de los vehículos por la autovía y del mazo o pico de una pala
excavadora, trabajando debajo del carril de coches.
Magnolios a mi izquierda en el recinto del centro comercial; me llama la atención una hoja color café anclada en la valla y decido que prosiga el camino conmigo dentro del cuaderno.
Anécdota del guardia de seguridad: es curioso que en el paseo me cruzase con una chica que, al igual que yo, parecía haber madrugado para ir caminando desenfadadamente esta linda mañana; sin embargo, al cruzarnos, no levantó la cabeza y, a juzgar por la actitud, no pretendía saludar, de modo que tampoco hice ademán. Sin embargo, tan solo unos metros más adelante, un muchacho de uniforme, trabajador del centro comercial, hacía su trabajo poniendo y quitando una cadena de plástico que daba paso a los coches, cada vez que entraban al parking; fue estupendo cruzarnos el saludo de los “buenos días”, puesto que el muchacho, pese a estar trabajando siendo domingo, sí que tenía un saludo y una sonrisa que ofrecer y, en cambio, la mujer que paseaba deportiva y, supuestamente, por voluntad propia, no parecía estar por la labor de “ser feliz hoy”…
Gotitas
del rocío salpican mis tobillos al atravesar la rotonda cubierta de hierba. ¡¡¡Acorto
la travesía atajando por el parque, y… ¡¡¡premio!!!: dos tórtolas preciosas y voluminosas posadas
en el césped.
09:05
horas. Al verme reflejada en el escaparate de Porcelanosa, me tarareo el
estribillo de la canción: Me asomo a la ventana, eres la chica de ayer…
Jugando con las flores… en mi jardín. La la la ... Je, je, je, observo el
luminoso de velocidad -50 km. Nadie vamos a 50 km/hora en este tramo de
autovía tan extenso entrando en la capital.
Acabo
de cambiar el tarareo anterior por el de Joaquín Sabina, al volver a ver mi reflejo en otro cristal: Cris, Cris, Cristina… Suspira y fantasea con que la
piropea un albañil … La, la, la... Me asombro: ¡¡¡Madre mía, qué
sociedad había!!!...
Ummm,
intenso olor a flores al entrar en el parque de La Marga; a la salida del baño
público, veo caer lentamente una flor desde lo alto de un árbol. ¡Qué bonita es
la naturaleza! Al fijarme en unas hortensias rosadas me vienen dulces y tiernos
recuerdos de las que tenía mi abuela en el jardín: siempre me los evoca esta
planta. Precisamente ayer, mi tía me regaló unos pendientes que solía llevar mi
abuela. ¿Me estará guiando “güeli”…? Me acuerdo mucho de ti últimamente: a ti también te tocó vivir sola una
gran etapa de tu vida. Sabes que no estabas sola, nos tenías y te teníamos; te
tengo. ¡Qué emoción! Aparte del recuerdo de mi abuela, acaba
de salir un tren, chicas. En nada estamos nosotras dentro.
Al
final, las dos lágrimas retenidas en los ojos han encontrado paso libre por las
mejillas; al entrar en la parroquia San Miguel y Santa Gema, vuelvo a verme en
misa, cuando me llevaba ni “güeli”.
Me llama la atención un cartel con cruces
amarillas y una flecha del mismo color. Vamos allá acompañando al señor cura con
el padrenuestro. El color amarillo me hace pensar en las flechas del camino de
Santiago. ¡A encontrar mi primera flecha!!! El cuerpo de Cristo siempre me supo
a aquellos pirulís de caramelo.
Por
fin estamos reunidas en la estación de Santander y, después de apañarnos tan
ricamente con el bono-tren, partimos rumbo a Bezana. A la llegada, nos dan la
bienvenida más compañeras. Yoli se vuelve. Te echaré en falta, Yoli. Somos
catorce ahora mismo y los “perricos” Elmo y China.
Salida desde la estación de Bezana
Procedemos
a la caza y captura de la primera señal, tras inhalar los frondosos jazmines
que se hallaban alrededor del recinto de una casa.
Seguimos
todas las flechas pintadas a través del paseo que nos lleva a la iglesia de
Bezana. Una señal en la que pone “Al”, nos informa Aída que significa albergue.
¡¡¡Bingo!!
Primera flecha oficial indicando el cementerio. Transeúntes de la zona nos
preguntan a dónde vamos. ¡Claro!, todas
con mochilas. Je, je, je... Araucarias, avellanos, rosales, laurel y parras en
una finca con un “perrín” al cuidado. Impactante “el árbol del ahorcado” seco
en el cementerio con MH y JC como iniciales desde el 1890.
2ª
flecha oficial en la esquina del muro de camposanto. Proseguimos por el rojo
camino; maizales a nuestra izquierda, una casa con tejado en ruinas a la otra
parte. Continuamos andando. Unas, con bastones; otras, charlando, y otras,
seguro que, como yo, con cierto apetito ya.
Mª Ángeles
nos advierte de un ciempiés, a lo que le respondo que también hay babosillas.
Ensalivo en cada tramo pensando en el olor del bocata de chorizo. Me lo puso
ayer mi madre y aquí que me lo he traído. Ovejas en un gran recinto pastando
con su “perrico” vigilante, en lo alto de la escalera sin balaustre en la casa.
Rebeca aprovecha para hacer foto de todas juntas; así se van reubicando las
rezagadas. Una conchita de playa en la parte superior de la primera señal de
madera y saludamos a un peregrino que lleva otra concha en su mochila, esta vez
la típica vieira. En la foto quiere salir hasta el “yorkshire” que descubrimos
acompaña la vigilancia junto al “bulldog” de la escalera sin pasamanos.
De
nuevo nos llama la atención dos preciosas daturas (estramonios), una en tonos
rosas y otra en amarillos. Detrás de ellas, la radio de los habitantes de la
casa, emitiendo música del estilo y gusto de mi primo Sergio. Me acerco a la
tapia y admiro la adelfa de atrás, intentando escuchar el estribillo de esa canción,
pero la cambian por otra, “Quién lo diría”,
dando paso a Rosalía, mientras que detrás de mí van el autobús y varios coches
por la Avenida Mompía.
Mª Ángeles me pregunta por el escrito y le
comento la primera cosa escrita y la anécdota del chico de seguridad y la mujer
paseante. ¡Olee!! Una mariposa blanca al
acceder a la siguiente iglesia, que pasa más desapercibida [la de Mompía]. La rodeamos para
ver de cerca la piedra y un “perrico” blanco y otro negro advierten de nuestra
presencia a su dueño, que se asoma para ver nuestros movimientos. Preciosa y
antigua la piedra que sostiene la iglesia; se me viene a la cabeza la catedral
de Baeza. Diminutas margaritas acompañan el césped. Otro “perrico” peculiar y
sin collar aúlla a Raquel, que se queda rezagada en el muro de la iglesia.
Sonrío al ver un pedazo de gatote,
del mismo color que mi Daneris. Ainss, por muy pocas
casi se me escapa al amanecer por el portal . Me pregunto si habría llegado a
sobrevivir mi “gatina” sola viendo al “gatote tan despeluciado”. Pobretines.
Intriga colectiva con las
diferentes plantas que vemos por el camino, buscamos en los móviles para saber
sus nombres.
Ternura de vaquita dándole
lametazo a otra, y esta, a su vez, le
devuelve el besuqueo. Al fondo una se lamisquea ella sola, mientras el resto
pace tranquilamente.
Aída se despide en la
estación de Mortera, no sin darnos antes una información explicativa,
entretenida y de gran ayuda, de sus enseres mochileros para el camino.
Nos tenemos que poner a
resguardo al cabo de unos seis truenos y los temblores de China al
sentirlos. Ah, y después de tener que
abrigarnos para el fresquito que la lluvia burbujeante en el suelo ha
despertado. Gracias a que íbamos preparadas para sol, lluvia, tierra, mar y
aire. Je, je, je…
Una vez los estómagos
calmados con los bocatas, se baraja varias veces la opción de unos cafés; en el
buen intento, nos acercamos al café Azabache, fallido por estar muy concurrido.
Oloroso aligustre al divisar
unas cuantas ovejas al refugio del porche de una señora casa, o señor, porque
las ventanas en conjunto parecieran una calavera al hacerle la foto.
Por fin, Raquel nos alcanzó
al salir del baño y nos enseña que las vacas, cuando hay cornamenta, se ponen
de espaldas por donde viene la lluvia. Nunca nos acostaremos sin saber una cosa
más. Después nos deleita con las aventuras y peripecias del “perrico” Ñin y el
fumador Norberto.
Logramos nuestro merecido
café al cobijo de una carpa y nos fundimos en charlas varias…
Subiendo las escaleras a casa, decido hoy no tocar el ascensor, con una energía que, si alguna vez tuve, ya no recordaba, y sorprendida de tenerla ahora. Oseasé, entusiasmada, acabo tarareando una canción de ”Hombres G”: “Hoy me he levantado dando un salto mortal, dando volteretas he llegado al baño, me he duchado y he despilfarrado el gel, porque hoy … algo me dice… ¡que voy a pasármelo bien! La, la, la, …. (omito el resto de la canción). “Sé que tengo algunos enemigos, pero esta noche no podrán contar conmigo.” …Porque sí, aunque al cruzar el umbral de la puerta de la casa estén los enemigos…, ¡¡¡¡esta noche no podrán conmigo!!!!
Animo a cada una de vosotras, también compañeras, y a ti, Yoli, para que, leyéndolo, acabes el Camino".
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