(Dedicado a Carlos Ara, in memoriam, 4 agosto 2018, y a Perico Uchupi, su amigo desde los 8 años, el 2 de agosto de 2024. También a su otro amigo, Rafa Gutiérrez, fallecido antes, el 17 de septiembre de 2002).
Y
allí, en nuestro faro (poema, por Carlos Ara)
Y allí, en nuestro faro,
ya solo cenizas
cabalgando en viento sur,
espuma de ola
me sentiréis,
murmullo, risa, grito…
Y sabréis
que, una vez más,
soy
lo que fui,
lo que seré…
De
Suances podría decirse, parafraseando a Antonio Machado: “Aquellos días azules y aquel
sol de la infancia…”.
O, como escribió Carlos Ara: "Suances: la luz de septiembre, la libertad y el
cariño…”. O como lo definió Héctor Ara: “Un entorno de ensueño,...nuestro paraíso”… “Suances como
tierra de promisión…”- que enumeró Matilla como una de las 4 pasiones de Luis
Pérez-Fontán…
Suances
siempre ha sido, para mí, esa primera visión (“la vista bonita” -que decía mi abuelo), la de la primera curva al bajar
del pueblo, una imagen patrimonio sentimental de todo aquel que a Suances iba (fuera veraneante o viajero
de día), y cuya edificación, a mi juicio, nunca se debió permitir...
Los
que siguen son los recuerdos de diferentes personas que la llevan en su corazón (incluidos los míos)…
Si alguien conserva fotos de El Uchupi o el hotel La Concha, o El esquilar, de esa época, que me las haga llegar, por favor. No he encontrado ninguna...Mi correo: aida2002ha@yahoo.es. ¡Mil gracias!
(Eduardo Useros me envía esta foto de Coca Pérez Fontán sobre foto de Miguel, el fotógrafo de Suances)
(Foto de Suances, enviada por Aída Solar, con el bar Biarritz en primer término)
RECUERDOS
DE PAQUITO (Francisco Luis Ara)
"Según contaba papá
[Constancio Ara Barrenechea, Papatán], este descubrió Suances durante un verano
en los años 1930, y quedó enamorado de la belleza del lugar.
En los años 40 y 50, la
parte correspondiente a la primera línea
de playa solo tenía como edificación el Balneario; el resto, estaba ocupado por
un hermoso pinar y las dunas de arena.
La primera línea de
viviendas se correspondía con la carretera que sube al pueblo. En la Ribera se
amontonaban una serie de bares: Las olas, El gato negro, etc, donde, por un
módico precio, se degustaban pescados y mariscos.
Hasta mediados de los años
50, el agua de la ría bajaba totalmente limpia. (Posteriormente, los vertidos
de la Compañía Asturiana de Minas, Solvay y, sobre todo, Sniace, dejaron el
agua de color chocolate).
Para disfrutar de la playa
de Cuchía había que atravesar la ría llevados por el bote del famoso Nando, el
cual por el módico precio de 50 céntimos te dejaba en la otra orilla, teniendo
cuidado de retornar antes de las 21 horas en que Nando dejaba de trabajar.
En aquellos años, en la
famosa playa de Los Locos no se bañaba nadie debido a la resaca…, y a los
accesos.
1947.
Primer año en Suances. El hotel Acacio
Nos metió a los cuatro
hermanos [Panchi, 10 años; Chari, 8 años; Carlos, 7 años y Josemi, 6 años] en
el Topolino…Comenzamos el viaje a primera hora de la mañana y llegamos a
Suances al atardecer…
En aquella época solo había
3 hoteles en Suances playa: El Acacio, La Concha y el Uchupi.
El
hotel Acacio era el de más renombre y solera. Todas las
habitaciones eran exteriores y disponían de lavabo en su interior. Los inodoros
y duchas eran comunes por planta…
Papá nos dejó el mes de
julio en el hotel al cuidado de una empleada de hogar (“tata”, criada) llamada
Consuelo…, oriunda de un pueblo cercano a Bárcena de Pie de Concha...Bajábamos
a la playa y nos bañábamos sin aparente vigilancia por su parte…Por las tardes,
jugábamos generalmente en el hotel y escuchábamos las conversaciones que las
“tatas” realizaban…”.
1949.
Chalé Villa Mari-Paz. Las 2 pandillas
Este verano fuimos por
segunda vez a Suances [el anterior, a Arenas de San Pedro, en Ávila]. Papá
alquiló un chalé denominado Mari-Paz. Era de pequeñas dimensiones y estaba
ubicado entre el comienzo de la cuesta que sube al pueblo y la calle que iba
directamente al Balneario…Desde nuestro chalé hasta la playa solo había dunas y
matorrales.
En aquellos tiempos había en
Suances dos pandillas muy
significadas y rivales en todo: la llamada de La Concha y la llamada de Los
Peñaranda.
La de la Concha tenía, entre
otros integrantes, a Pablito, Bartolo, Balta, Enrique Carpio, Juanjo Santa
Isabel y los hermanos Cano, mientras que la pandilla de los Peñaranda estaba
formada, entre otros, por Vis [Luis] y Nilo Merino, César y Luis Martín
Trapero, Juan y José Peñaranda, Leopoldo (Polín) Fontán y Fico Royuela.
1950.
El hotel Uchupi y Perico
Durante el mes de agosto
papá se fue con Carlitos a pasar 15 días de vacaciones en Suances…Carlitos
había sacado unas notas excelentes y a mí me habían suspendido en 4
asignaturas…Se hospedaron en el hotel Uchupi y allí Carlitos conoció a uno de
sus mejores amigos: Perico [Pedro] Ruiz Uchupi.
1951.
Villa Ulpiana y Club Vista Mar
Este verano papá alquiló un
chalé denominado Villa Ulpiana. Estaba ubicado detrás de una serie de
viviendas, a la altura del hotel Acacio, colindante con la carretera principal…
El Club Vista Mar, propiedad
de don Julián [Martínez Aguirre], era un lugar precioso, con unas vistas
espectaculares sobre la playa de La Concha, sobre la ría y sobre el magnífico
pinar que crecía a sus pies…Podías hacerte socio por un precio verdaderamente
ridículo: 25 pesetas [0´15 €] temporada
[los 3 meses de verano], ¡por familia!.
El club disponía de pista de
baile donde una orquesta nos amenizaba todas las tardes de 20 a 22.30 h.
También disponíamos de una pista de tenis, con suelo de cemento, de bar y de un
salón de juegos. La flora era espectacular, sobresaliendo la belleza de las
hortensias.
Travesía
a nado desde la playa de La Concha hasta la isla de los Conejos
Creo que durante este
verano se efectuó la primera, y única, travesía a nado entre la playa de la
Concha y la isla de los Conejos…
Los dos nadadores que se
lanzaron al agua para culminar semejante proeza (debían nadar no menos de 5 o 6
km) fueron Juan Manuel de Hoz (“Perímetro”) y Juan Manuel Royuela. Acompañados
por la barca de los Moisés, una barca de vela, estuvieron nadando no menos de 3
horas.
Excursiones
a “los orinales” y a las cuevas
Aprovechando los días que
hacía buen tiempo, solíamos ir por las tardes de excursión. Generalmente,
íbamos a los prados que rodeaban Suances (playa); también a las cuevas de los
“siete”, en los acantilados de Tagle, de los “cuatro”, y a la famosa cueva de
Las Brujas en Suances pueblo [Ongayo]…Para ir de excursión solo había que
llevar el bocata, vino y gaseosa…, la famosa gaseosa “El coco”, que se
fabricaba en Torrelavega…Otras veces solíamos hacer chocolatada…
1952. Hotel La Concha
Como papá estaba recién
casado este verano, tomó la decisión de que pasáramos las vacaciones en el
hotel La Concha. Estábamos con pensión completa – era lo que se llevaba en esos
años-, y recuerdo los magníficos desayunos con pan y mantequilla, a todo trapo,
además de café con leche.
El hotel La Concha disponía
de bar con barra americana, de una hermosa pista de baile ubicada en una
terraza, provista de mesas, sillas y unos magníficos balancines. Durante la
tarde y casi hasta la una de la madrugada estaba muy animado, pues nuestros
padres y sus amigos solían merendar y/o jugar a las cartas mientras los hijos
hacían “de miranda”.
Recuerdo el follón que se
armó en el hotel La Concha cuando papá apareció vestido de Nerón. Francisca le
había confeccionado una magnífica túnica con una sábana blanca…Llevaba unas
sandalias pintadas de purpurina dorada y sobre su espectacular calva una corona
de hojas pintadas como las sandalias. Iba dando voces diciendo que quería
quemar Suances…
1953.
Villa Deliciosa. Comemos en el Balneario
Este año papá alquila un
chalé llamado Villa Deliciosa. Está ubicado colindante con la carretera que
sube al pueblo, a unos 300 metros de este. Era amplio, con un pequeño jardín y
unas magníficas vistas de la playa, la ría, la isla de los Conejos, etc.
Como estaba a bastante
distancia de la playa, papá decide que comamos todos los días en el Balneario.
Baile
de disfraces en el hotel Uchupi
Al continuar cerrado el Club
Vista Mar, seguimos bailando en la pista del Uchupi [El verano anterior, al
cerrarse el club, un avispado empresario de Torrelavega, Pando?, solicita a
doña Josefina Uchupi que le alquile un terreno colindante con el hotel. Lo
cierra con una valla y en su interior construye una pista de baile y un estrado
donde ubica la orquesta que ameniza las tardes y noches de verbena].
Todos los veranos la fiesta
más esperada era la llamada Fiesta de disfraces, donde los veraneantes hacen
gala de su ingenio para sorprender a amigos y amigas con el disfraz más
llamativo. Todos los integrantes de las pandillas buscan acertar con el disfraz
más original.
La
homilía de don Conrado
Don Conrado era el párroco
del pueblo y durante los meses de verano celebraba misa en la capilla que había
en la playa [capilla del Carmen.“La propia colonia corrió con la mayor parte de
los gastos y fue un miembro de la misma, el arquitecto madrileño Luis Sanz,
quien dio los planos y dirigió las obras en 1919”. Del libro de Javier Gómez
Martínez, Estudio histórico-artístico del
municipio de Suances]. En aquellos años, cuando el párroco comenzaba la
homilía, había la costumbre de salirse de la capilla los varones que estaban al
final de la misma, donde charlaban un rato hasta que finalizaba dicha homilía.
Generalmente, la primera
homilía del verano versaba sobre la castidad en la playa…
1954.
Villa Deliciosa, segundo año
Este año veraneamos por
segunda vez en Villa Deliciosa…Francisca nos compró unos albornoces de color
blanco con los cuales subíamos la cuesta hacia el pueblo de forma muy recatada.
“Deben de ser boxeadores…”- decían unas mujerucas…
Vimos el primer biquini de
verdad en la playa. Lo llevaba Rose-Marie Debequer…Trabajaba de trapecista en
un circo que a la sazón se encontraba actuando en Torrelavega…
Este año se abre al público,
de nuevo, el club Vista Mar…y comienzan a hacerse patentes los vertidos de
Sniace a la ría…La belleza de la playa de La Concha y de la ría pierden su
esplendor. El agua se vuelve de color marrón, sobre todo cuando baja la marea.
Juan Manuel [Royuela],
Juanjo [Santa Isabel] y Quique [Carpio] fundaron el Club de Los
Starling…Solíamos competir -unas veces sobre la pista de baile del club Vista
Mar, al término del baile, y otras sobre la dura arena de la playa- en un
“Campeonato del mundo” de sostenerse sobre las manos o andar sobre ellas.
Llegamos a desplazarnos más de 20 m y a mantenernos quietos más de 3 minutos…
Rafa
“el Mejicano”
Era hijo de unos emigrantes
que se fueron a Méjico y había heredado una buena fortuna…Se había comprado un
Ford Vedette…y bajaba la cuesta del pueblo en segunda, haciendo un ruido tan
elevado que en vez de los 40 o 50 km/h reales de velocidad parecía que bajaba a
80 o 90 km/h…
Como en aquello tiempos yo
cantaba acompañándome de la guitarra…, a las extranjeras que lográbamos ligar,
les metía la bola de que yo había
actuado como cantante con Lucho Gatica…
[Banda sonora de los años 50...:
1955.
Primer año en el hotel Uchupi. Las fiestas de noche
Este año papá alquila la
planta baja de la casa que tiene Josefina, la dueña del hotel Uchupi…
En el mes de julio comienzan
a aparecer los primeros extranjeros…
En la temporada de verano se
celebraban todos los años varias fiestas nocturnas entre las que destacaban la
fiesta de gala, la fiesta de disfraces y las verbenas.
En la primera se exigía ir
trajeado y con corbata; en la segunda, entraba en juego la imaginación y
destreza de los participantes para confeccionar sus atuendos y, en la tercera,
todos los de la pandilla maquinábamos la forma de colarnos sin pagar.
1956.
Segundo año en Uchupi. Puesta de largo de Charito
Como todos los años, el 29
de junio [el primer sábado tras su cumpleaños, el 26 de junio] papá lleva a
toda la familia a Suances. Como ya somos 7 hermanos, a pesar de tener el famoso
Ford – conseguido por trabajar papá en las bases americanas en España- yo me
quedo en Madrid para ir dos o tres días después.
Este año veraneamos por
segunda vez en la casa aneja al hotel Uchupi. En esta ocasión, alquilamos el
piso superior.
Mi hermana Charito cumple 18
años y papá y Francisca decidieron que la puesta de largo se realizara en el
Club Vista Mar…Se invitó a todos los amigos y amigas de la colonia veraniega,
celebrándose la fiesta un 24 de julio.
1957.
La casa de Argumosa
Este año papá alquila la
casa de los Argumosa, situada colindante con la capilla de verano de la playa
[capilla de la Virgen del Carmen]. Es un caserón enorme con tres plantas y
posee un hermoso jardín.
Este verano han comenzado a
llegar grupos de turistas alemanes. Generalmente vienen en tandas de 20 o 25
personas y se hospedan en el hotel La Concha.
Excursión
a Mogro a pie
A mediados del verano toda
la pandilla decide hacer una excursión a Mogro. Salimos a primera hora de la
mañana provistos de toda clase de viandas y bebidas, y nos preparamos para
recorrer los 5 o 6 km que dista Suances de Mogro. Atravesamos la ría en la
famosa barca de Nando y luego, a pie, hacemos el resto del trayecto…
La
barca de remos “¡Que viene mi padre!”
Nuestro padre, amante del
ejercicio y el deporte,…decidió este verano comprarnos una barca de remos.
Cuando en su juventud veraneaba en San Vicente de la Barquera, conoció a unos
constructores de embarcaciones de pequeño calado…se puso en contacto con ellos
y, a primeros de agosto, teníamos la barca fondeada en la ría…La barca fue un
elemento decisivo en el “ligue” con extranjeras. Una barca y una guitarra, en
aquellos tiempos, era como tener un yate y una discoteca en los momentos
actuales…
Una vez conseguimos algo
insólito: pescar una vaca en el mar, sin caña ni anzuelo…
1959.
El chalé María Justa
Este chalé estaba bastante
bien: tenía 4 dormitorios, cuarto de baño, cocina, salón-comedor con unas
magníficas vistas; garaje y un bonito jardín donde existía una pista de tenis
que no se utilizaba. Disponemos de agua corriente, que sacamos de un pozo, y la
suministramos por gravedad a las zonas húmedas del chalé…
Hacia finales de julio
aparecen los primeros turistas que hacen “camping” en el pinar…
En el baile de disfraces de
este verano gano el primer premio disfrazado de Neptuno: Francisca me
confecciona una túnica con una sábana; me pongo una barba postiza y una corona
de cartón pintada con purpurina oro. Llevo por pies unas aletas que causan
sensación (sobre todo, al bailar); además, voy provisto de un rastrillo que
hace las veces de tridente. El premio consiste en una billetera de piel…
1960.
Segundo verano en María Justa
Seguimos alquilando el chalé
de María Justa.
Un día, con la barca de
remos, conseguimos bordear la isla de los Conejos. Habíamos salido cuando la
marea comenzaba a bajar y, cuando retornamos, a la entrada de la ría, la marea
continuaba bajando y teníamos que remar a contracorriente…Después de este
suceso, tuvimos en lo sucesivo mucho cuidado en aprovechar las corrientes de la
ría según subiera o bajara la marea.
1961.
En María Justa
Este verano seguimos
alquilando el chalé de María Justa. Durante el mes de julio, …damos varias
fiestas utilizando el garaje y el jardín contiguo…

Amigos
y conocidos: Jacinto Malo de Molina “Paul Naschy”, 1953
Entre los componentes de mi
pandilla [en el verano de 1953] había dos amigos: Alfredo Echave y Jacinto Malo
de Molina, que corrían como galgos. Este último, después de pasar por el
gimnasio, estaba “cachas” y corría como demonio seguido por una tropa de curas.
Jacinto Malo de Molina,
años más tarde, se dedicó al cine, convirtiéndose en el famoso Paul Naschy
[n. 1934, + 2009], héroe de las
películas de terror.
Alfredo
Echave, 1953
“… al llegar la democracia,
fue Director General de Deportes del Gobierno Vasco durante algunos años
[1980-1984]”.
Antonio
Casal, 1955
Este verano [1955] comienzo
a jugar al mus…Me causa una gran sorpresa que entre los jugadores que echan la
partida en el bar Las Olas hay un conocido personaje de la revista
española llamado Antonio Casal [1910-1974], que creo veraneaba en
Tagle, al cual le gustaba competir con sus amigotes"...
En
las pandillas de los hermanos pequeños, Antonio Resines
En sus divertidas memorias, Pa´habernos matao, Resines habla así de Suances…
“Cuando estábamos en
Torrelavega, frecuentábamos la playa de La Concha, en Suances. Para ir hasta ahí nos
metíamos en el Seiscientos con mi madre, mi abuela, mis cuatro hermanos y yo…
Recuerdo que en la playa
había una mujer que iba vestida de negro con un delantal blanco inmaculado y un
moño. Se paseaba por la playa con una cesta llena de cucuruchos con patatas
fritas, cortezas, quisquillas y cangrejos, y se ganaba la vida vendiéndolos. Todavía
recuerdo su nombre: María, la Cangrejera… [Para otros, su nombre era Lucila…].
[Cuando murió mi abuela, el
21 de octubre de 1968]…empezamos a veranear en Suances, donde ya teníamos la
pandilla de haber ido a la playa por las mañanas. Uno de mis amigos en la
pandilla de Suances era Jaime Erasun. A Jaime le conocí en el verano del 69
cuando me colé en una fiesta en su casa…Los veranos en Suances transcurrían
entre la playa, chocolatadas, excursiones
y noches en el Soraya, que era la discoteca de allí…”.
Recuerdo
de Diana Chari Ara. Suances, ¡qué veranos tan libres…!
En Suances, qué veranos tan bonitos y libres: quitando las horas de
comer y de cenar, el día era nuestro. Por la mañana, playa; comida, y, por la
tarde, excursiones. O, si llovía, cine y pipas. Era estupendo. Alguna noche en
el hotel La Concha venían titiriteros, o gente a cantar, a contar chistes…
RECUERDO
DE CARLOS ARA. SUANCES NUESTRO, la luz de septiembre, la libertad y el cariño

Los recuerdos buenos se
solidifican en nostalgia. Los malos, en tristeza…
Veraneantes de tres meses,
internos en colegio el resto del año, mi recuerdo/tristeza es la luz de septiembre
(grises, azul frío, viento en las nubes…) que avanzaba avisando que los días de
libertad, amistad, cariño y amores eternos se acababan. Acercándose la soledad,
los celos, la tristeza infinita…, solo amortiguada por la cercanía de los
hermanos, también presos.

Entonces aparecía la
nostalgia que, en el tiempo, se convertía en la certeza de que volverías a
tener lo más importante: LA LIBERTAD Y EL CARIÑO.
Recuerdo de Josemi Ara. El Club Vistamar.
Desde siempre, ir a Suances
ha sido una ilusión que durante muchos años se ha cumplido; pero cuando me he
dado cuenta de lo privilegiados que éramos, ha sido ya de mayor.
Veraneos de tres o más meses
con toda la familia, en un ambiente excelente, y con el Club Vista Mar de
centro de diversión, solo lo hemos tenido unos pocos privilegiados.
En la época en que lo vivíamos,
me parecía normal, pero luego te das cuenta de que casi nadie lo tuvo…
Recuerdos de Juan Ara:
Suances, un viaje de narices
"Mi recuerdo más intenso y más certero
de los veranos en Suances tiene que ver sobre todo con la nariz, por lo que no
es nada fácil hacer una descripción detallada. El olfato es el más evocador de
los cinco sentidos, sin duda, pero tiene el inconveniente de que no se dispone
de un sistema que reproduzca los aromas y las sensaciones olfativas. Pero, en
fin, esforcémonos en recordar…
Los veranos en Suances comenzaban con
el olor a alquitrán de la carretera y la gasolina del coche de camino a
Santander [hoy, Cantabria]. Las carreteras siempre estaban en obras y, junto
con el ruido del motor, siempre sonaba la gravilla contra los guardabarros.
Todo el viaje era la expresión de júbilo más grande que me podía caber en el
pecho por el milagro que estaba a punto de suceder una vez más: el retorno a
Suances, un lugar que hasta el mismo momento de salir de viaje parecía más un sueño
o un mito que una realidad física.
Y compartir plenamente ese júbilo y
esa magia con la familia reforzaba la sensación de pertenencia a alguna especie
superior bendecida por los dioses.
Ahí estaba... Un año más... Cruzando
Hinojedo se tenía la primera sensación de estar de vuelta cuando te golpeaba en
la nariz el olor a la espuma de los vertidos de Sniace. Entonces era algo
estupendo, pues no hacía más que confirmar que lo bueno estaba a punto de
comenzar. Papá solía aminorar la marcha, para alargar el momento, y bajábamos
las ventanillas. Al pasar por Cortiguera se veía por fin el gran meandro de la
ría, a veces con marea alta, y sonaban las exclamaciones: “¡Mira, mira, EL
MAR!” Entonces alguien decía que no, que aquello todavía no era el mar, que el
mar es muuucho más grande…
El aroma a heno recién cortado, a florecilla blanca
de seto y a las mil flores silvestres de la primavera tardía de fines de junio
se alternaba con el de estiércol de vaca y paja quemada. La palabra que mejor
describe el resultado o la mezcla de olores es “embriagador”.
Finalmente,
atravesábamos la plaza del pueblo y se abría ante nosotros lo que Papá llamaba
“la vista bonita”, desde la recta de la carretera que bajaba hacia la casa de
las Morenas también conocida por Villa Deliciosa, en la que creo que pasé mi
segundo verano en Suances.
La epopeya del viaje desde Madrid ya
había terminado y entonces ya no quedaba la menor duda de que el verano había
comenzado: ya estábamos en Suances.
Enseguida se notaba la humedad en la
piel y sobre todo la de la cama la primera noche, en la que las sábanas,
literalmente, parecían mojadas. Era fácil que en esos días de finales de junio
hubiese llovido a la llegada, y entonces había que ponerse las “katiuscas” para
poder pisar todos los charcos.
Solíamos llegar sobre las seis de la
tarde, por lo que aún faltaba mucho para que se pusiera el sol y no nos querían
dando la tabarra por la casa, así que salíamos a hacer la primera incursión por
el pueblo. Entonces se abría el baúl de “las cosas del verano”, que aparecía en
la casa como por arte de magia y que contenía las katiuskas, los impermeables,
los flotadores y barcas de lona y caucho, las raquetas, palas, pelotas de
tenis, gafas y aletas de bucear, y alguna que otra sombrilla medio oxidada. Ahí
seguía todo, con su olor a rancio y a moho, a polvos de talco y a caucho viejo
y cuarteado. Nada se había perdido ni olvidado…

El mar huele muchísimo, o entonces
olía muchísimo. Sobre todo a algas y a bichos de los que se pegan a las rocas y
al casco de los barcos. Pero si nos acercábamos al puerto, los olores se
multiplicaban y aparecían los del pescado fresco y a medio pudrir, la brea y el
gasoil de barcos y camiones; la cordelería, el esparto y las redes de pesca, el
óxido de hierro, el barniz y la pintura. De vez en cuando se alternaba con
alguna que otra vaharada de eucalipto procedente de la montaña que subía hacia
el pueblo. Los dondiegos y rosales también se distinguían por la ribera,
entreverados de algún golpetazo de olor a “chones”, que como se solían criar a
base de basura doméstica también se sumaba y dejaba su impronta en la napia.
Yo tenía la sensación de que todo
tenía su especial aroma, hasta el propio grijo
que cubría casi todos los caminos que recorrían el pueblo. Me producía especial
satisfacción volver a pisar los escalones de la gran escalinata que bajaba a la
playa desde la carretera (franqueada por El Miradero y la casa de los Francoy),
durante muchos años cubiertos por el musgo -antes de que los hormigonaran. Y la
hierba, la hierba y el heno por todas partes. Yo creo que el Cielo huele a hierba recién cortada y a primavera tardía, como en Suances.
Por las noches, en las ya remotas
noches pasadas en María Justa y las casas anteriores, el olor dominante era el
del insecticida “Flit” y las tiras pegajosas para cazar moscas.
Y hay un aroma cierto, que me
maravilla recordar, que es el del bazar El Esquilar. Esa tienda contenía toda
la fascinación que un mozalbete podía esperar de la vida: juguetes y tebeos. O
“chistes”, como los llamaban los suanceños y “torrelaveganos”. A veces yo
entraba allí solo por fisgar, porque me encantaba ver las mercancías, y la
dueña, Angelines, lo sabía y me dejaba. Pero lo que más me gustaba, sin duda,
de aquella tienda, era su olor a rancio. Una clase especial de rancio, la de
espacio cerrado y húmedo. Era un olor parecido al que tenían las casas en las
que pasábamos los veranos, y el Hotel Uchupi, en el que las galletas que nos
daba Josefina también olían y sabían diferente a causa de algún moho ya
imperceptible para los lugareños.
Otra fuente aromática importante era
la de la leche y la mantequilla de Suances, intensa e inconfundible, y que
solía venir acompañada del olor a caballo que tiraba del carro de Luisa, la
lechera. Mejor dicho, a yegua, porque se trataba de una yegua. La leche olía
fortísimo…
Acabo de volver a escuchar el barreno
de las doce y con el estampido me he acordado de otro olor importantísimo: el
de la playa, protagonizado por la crema protectora “Cribhelios” con la que nos solían
embadurnar los primeros días de sol para evitar las quemaduras, aunque sin
demasiado éxito, pues siempre se nos despellejaban la espalda y la nariz.
En la
playa destacaban otros olores casi mágicos, que abren el apetito, y que son: el
olor a patatas fritas de churrería y el olor a cámbaros, quisquillas y bígaros
de los cucuruchos que vendía Lucila. Y junto con éstos he revivido el del
chocolate con churros de la fiesta de San Agapito.
Todo este tiempo que he recordado
Suances he estado escuchando las sirenas de los barcos bajando por la ría en la
procesión de la Virgen del Carmen, los estampidos de los cohetes con que se
anunciaban las verbenas, las campanas de la iglesia del pueblo llamando a misa,
y el susurro de las olas en la marea alta desde mi cama del garaje de Ana
María. Y al cerrar los ojos he visto los reflejos que producía el giro del faro
de Suances en las paredes y el techo de la habitación de El Cajón en la que
dormíamos Héctor y yo.
Suances contiene la mayor parte de los
mejores recuerdos de mi vida, los que me dieron forma, y eso no va a cambiar
ya. Solo por esos recuerdos, haber tenido una vida es un enorme privilegio que
agradezco sinceramente a mis padres y a mi gran familia".
RECUERDO DE ALICIA ARA. La llegada
“Árboles
a cada lado de la carretera con camisetas blancas de cal protectora; curvas y
más curvas, último tramo que se nos hace interminable…
Nos
amontonamos en la ventanilla derecha pues, en cualquier momento, aparecerá la
ría y el rito de “¡A ver quién la ve primero!”… ¡Yo, yo, ahí está…!¡Está marea
alta! -decimos los mayores- los medianos, en realidad. Y los pequeños, repiten:
“Eso, eso, está marea alta…!
El
cine Alix, la plaza del pueblo con sus plátanos a reventar de hojas y, enredados
entre ellos, como niños de ciudad, todo nos parece único. Y, además, ¡nos
creemos que es nuestro!...
Hemos
dejado de cantar; solo exclamaciones de alegría, reconociéndolo todo y
reencontrándonos con la felicidad: Por fin, estamos aquí, un año más.
Supongo
que los largos veraneos de entonces -los que teníamos la suerte de
disfrutarlos- serían parecidos, pero, para nosotros, no había un sitio más
bonito. Y el sonido de ese nombre, Suances, es lo mismo que decir El Paraíso.
Recuerdo de Héctor Ara. Suances, un entorno de
ensueño.
Para nosotros los veranos
también eran una época en la que
recuperábamos a nuestra hermana mayor y a nuestros deliciosos sobrinos, que se
juntaban a nuestros hermanos pequeños formando a veces “rebaños” de pingüinos.
Tener a Chari cerca, con su
recio marido Andresuco, siempre cariñoso y generoso con nosotros, y a nuestros
sobrinetes, era una gozada porque suponía otra dimensión familiar y, encima, en
un entorno de ensueño, como siempre ha sido Suances para nosotros.
Mis fotos favoritas son
precisamente dos: la que salís hermanos y sobrinos “de pingüinos” [en una
Fiesta en el Aire] y otra en el jardín de “El Cajón” donde estamos los Herreros
y los Ara, todos juntos, con vuestro padre hecho un “pimpollín” y, creo, mi
madre embarazada de Álvaro.
Recuerdos de Aída Herreros Ara. SUANCES Y
LOS TÍOS (1966-1973).

“Hasta 1973,
en que murió Papatán (mi abuelo materno), todos mis recuerdos veraniegos están
asociados a Suances y a “los tíos” ("En el verano vienen los tíos"...). Aunque bajo este epígrafe también
cabían los “mayores”, fundamentalmente, en ellos incluía a los que eran de
nuestra edad: Rosana, Sonia, Daniel y Álvaro.
Según las
fotos que se conservan, quizá me llevaran a “Santa Justa” y al “Miradero”, pero
la primera casa que recuerdo, por mí misma, es “El Cajón” (hoy, El Talud). Tenía un pequeño
terreno detrás donde celebrábamos la fiesta de San Agapito, en la que el abuelo
calentaba alcohol para hacer volar globos de papel. De esa casa, no sé por qué,
recuerdo -vestido todo de negro- al “virginiano”, un personaje televisivo de la
época.
Ana María, la casa de las "7 puertas"
Fue la
última casa y la del último verano. Yo recordaba solo un par de años en ella
pero, según las fotos, fueron cuatro: de 1970 a 1973, de mis 8 a mis 11 años.
Recuerdo las guerras de terrones contra los de Valladolid, enfrente, o los
Pardo, al lado, en La Escollera; la casa de aligustre que nos levantaron Marco
y Jaime, que se llenaba de avispas, por las flores; las bragas inmensas de
Luisa la Pinta, colgadas en el tendedero; nuestro túnel del terror con las
mantas sobre los tendales, que agitó el genio de Papatán, despertado de su
sacrosanta siesta; el tocadiscos de miga de pan; las 20 barras para dar
de comer a la familia, y añadidos, de cada día.

Los
bocadillos de tomate de Mamatán, las luciérnagas en la terraza, las tormentas
con rayos y truenos; ir a la fuente a por agua, cerca de El esquilar.
Coger “cebolletas” en el pinar y “platanitos” (las hojas carnosas de la uña de
gato) para jugar a las comiditas. El toldo y un día de niebla con el mar lleno
de pozas traicioneras. Papatán en chándal por las dunas jugando con nosotros a
indios y vaqueros. La cantidad de
bolsas de pipas La Pilarica o Facundo que nos comimos, pintando una vez la
bolita de rojo para conseguir un tebeo de Marvel de premio. Nuestras visitas a
“Los Castellanos” a comprar sobaos o galletas enormes de canela. La arena
picándonos en las piernas en septiembre, cuando íbamos a buscar monedas a la
playa, con las mareas vivas, en los últimos días del verano. Las dos o tres
horas de digestión, interminables, que había que guardar. Las fiestas de disfraces de los tíos mayores...
La
playa de La Ribera
Los veranos
en el Uchupi. Donvi cantando “Don Juan de Villanaranja, que bien que silba, que
bien que canta; tiene la barriga llena de vino blanco, de moscatel. Din- Tel,
¿dónde va usted?”.
El cangrejo
que los mayores nos metieron debajo de la cama y subió por la pared. Los cardos
de la playa; los niños que se ahogaron en el remolino de la barra o las
escaleras del espigón. La barca de Constancio y las galletas -como piedras- que
horneamos con Luisa para pasar a Cuchía; su tomate dulce y las hamburguesas que
Marco tiró a un camión por encima de la valla. Las subidas a misa por los
atajos..., para quedarnos hablando en el atrio. Las aventuras que los mayores nos contaban
sobre “El castillo de la Mota”, semiderruido y abandonado, y las meriendas en
“los orinales” de Tagle"...
RECUERDOS
DE ROSANA ARA. Mis recuerdos de Suances… ¡tan deliciosos!
A finales de junio salíamos
de Madrid. De pronto, en unas horas de entretenido y entusiasta viaje, nos
cambiaba la vida: nos esperaban tres meses en libertad.
Hasta que llegaban los
baúles de Madrid, estábamos como de campamento: el bañador casi a todas horas,
y una muda. ¡Y ya venía lo bueno…!
Veranito de disfrute, de
disfrute de todo: de la familia, del pueblito, de la playa…Las patatas,
quisquillas y cortezas de Lucila…
Cuando me pongo a recordar,
me entra añoranza de aquellos días: los toldos en La Concha, el piscolabis en El balneario, los paseos
con Chari hasta La Ribera, por aquel pinar -hoy desaparecido-, comiendo pipas y
recogiendo cebolletas y platanitos [las hojas carnosas de la uña
de gato] para montar el mercadillo…
Mis recuerdos me llevan a
tres “casas”; lo pongo entre comillas porque una de ellas fue el hotel Uchupi, justo debajo de la casa de
Josefina, a la entrada. Ahí, donde nos metieron unas maragatas en la cama, ¡qué
revuelo!. Amaestrábamos escarabajos de la patata para que fueran funambulistas
en aquel jardincito… Y un paseo especial que dimos con Charito hasta el pueblo,
por un atajo que salía por detrás del hotel; era como un túnel arbolado y
delicioso, casi salido de un cuento.
Antes fue El Cajón [hoy, El Talud]; de este añoro mucho el jardín trasero, dispuesto como en
dos terrazas. Si no recuerdo mal, ahí fue la primera fiesta de San Agapito de
la que soy consciente. Debíamos ser muy pequeños, pero casi veo el festejo: los
globos que Papatán enviaba al cielo, las piñatas, la chocolatada…Había un atajo
para bajar hacia la playa: creo que terminaba en la casa de Angelines (Donde
vivo ahora, en Soto de la Marina, hay uno parecido que me encanta coger por lo
que me traslada a aquellos días).
Vagamente, recuerdo el Club
Vista Mar, el bar y las pistas de tenis, esa postal en la que estamos a la
entrada.
Y Ana María. No sé qué edad tendría el primer año que veraneamos allí
[8], pero esa casa aún permanece en mi memoria grabada a fuego. De aquellos
veranos, ese de las ruedas, que cuando nos metían en la bañera, ¡íbamos negros!
Jaime trabajaba en el taller de “la casa redonda”: de allí salían las dichosas
ruedas y, en el jardín, hacíamos circuitos con ellas, saltando y brincando de
una a otra. Y había una muy grande, de
camión o de un tractor, en la que nos metían, y otros nos ¡rodaban!...

La casa de aligustre, que
Jaime y Marco construyeron en la que Álvaro pillaba a las avispas con sus
deditos por las alas, sin miedo alguno, y las ahogaba en un cubo de la playa.
El asador de sardinas en el descampado aledaño…, las fiestas en el Club Los arcos. Aquella noche en la que la
pandilla de Héctor, vestidos de negros caníbales, se tiznaron en el jardín. Los
disfraces de Capitán Trueno, Goliat y compañía, que mamá hizo para Juan, Alicia
y pandilla. Y aquel glorioso concurso de disfraces que ¡ganamos! vestidos de
pingüinos. Francisca, en un dos por tres, de un día para otro y, a petición
nuestra, fabricó ocho disfraces totalmente auténticos y logrados. Papá nos
enseño a caminar como ellos, todos detrás de él
con las katiuskas puestas… ¡Me parto!
El “túnel del terror” que
montamos una tarde en el porche con mantas, telarañas de lana y mercromina pá los muertos: es que aún hoy sigo
riéndome al recordar el tinglado que montamos. Las bragas de Luisa la Pinta en
el tendal y cuántos culos nuestros cabían en ellas; deslizarnos por la
barandilla, que iba de la primera planta a la baja…, la mesa de ping pong…
¿Y las tardes de lluvia…?
Algunas, en casa alrededor de la gran mesa del comedor, jugando a las cartas:
al asesino; Me quedan dos, y a los sonidos de los animales. O las que subíamos
al pueblo, a ver Siete novias para siete
hermanos o las de Disney, al cine Alix o al Suances.
Cuando en agosto venía
papá-Papatán y nos llevaba a las fiestas de Torrelavega, y de las que no
regresábamos hasta que cada uno llevaba un recuerdo de ellas.
Y otra vez San Agapito, cada
año, ¡qué bonito! Las idas y venidas de Barreda a Suances, los ocho, tíos y
sobrinos, disfrutando de tan agradable compañía. Cómo bailábamos y cantábamos
esos disco-cuentos de Disney…; todos los cómics y colecciones de la época a
nuestra disposición: Tintín, Astérix. El Capitán Trueno…Los Cinco, los Siete
secretos, Torres de Malory… También los primeros amigos: Marga, Marela, el club
que montamos en el garaje que esta tenía al lado de las pistas de tenis…
El chubasquero y las
katiuskas según empezábamos septiembre y el pueblo se vaciaba de veraneantes. Buscar
en esos días, ya otoñales -quién lo diría hoy de septiembre-, tesoros en la arena que el viento dejaba al
descubierto. Los volcanes de arena en la playa sustituían a los barcos en la
orilla del principio del verano…
Si sigo, no acabo. El día
del murciélago en la habitación de los chicos, en Ana María; la gaviota con el ala maltrecha que, al recuperarse,
lanzaba unos picotazos de aúpa…En fin, un terremoto de recuerdos que, sin duda,
son una de las más bonitas experiencias que un ser humano pueda disfrutar en la
vida.
¡Gracias, Suances! ¡Gracias,
padres y familia! Seguro que muchos lo pensamos: ¡qué bonito fue, qué felices
nos sentimos y qué suerte que lo vivimos!...
RECUERDO
DE SONIA ARA. Suances, mi infancia
La mayoría de mis recuerdos
de infancia son en Suances. Supongo que porque es en vacaciones cuando más se
disfruta y, por tanto, lo que mejor se recuerda. Y tú, mi querida hermanita
mayor, siempre estabas ahí…Recuerdo aquel verano (¿o tal vez aquellos…?) en
el que nos llevabas de excursión por Suances buscando atajos, cada día uno
distinto…

RECUERDO DE CARLOS HERREROS ARA (1964). Globos de papel
Me acuerdo de cuando
íbamos a la tienda de Los castellanos
a comprar pipas y de que a los tíos les gustaba encontrase palitos salados
Me acuerdo de cuando
Papatán me regaló en mi cumpleaños una barca de plástico hinchable y, a la
media hora, ya la tenían los tíos medianos y estaban en altamar con ella; pensé
que no volvería a verla…
Me acuerdo de los globos
con calor que tiraba Papatán y de las piñatas en el jardín de la casa de
Suances.
Me acuerdo de lo
mucho que jugué al pin-pon en la mesa que había en la casa de los abuelos.
Me acuerdo de que empecé
a jugar al tenis gracias a una raqueta con 4 cuerdas -que tiraron al final de
un verano al hacer limpieza-, y yo me la quedé, para empezar a probar a jugar
al tenis contra una pared.
Me acuerdo de alguna
mañana que nos quedamos a dormir en Suances, salir por la mañana a hacer
deporte a la playa con Papatán y hacernos el truco de meterse un lápiz por una
oreja y sacárselo por la otra...
RECUERDO
DE DANIEL ARA. Las "boas" de espuma...
Me acuerdo de aquellos días
en que el mar llegaba lleno de una espuma marronácea a la playa de La Concha y
todos los niños nos embadurnábamos y nos colocábamos pelucas con ella,
disfrutando y riendo, ignorando la composición de que estaba hecha.
Las innumerables tardes de
caza de lagartijas con mi amigo Melo (siempre escapando de su perra setter, Pinka).
De los atardeceres buscando
monedas en la playa cuando esta se vaciaba y, de inmediato, ir a una tienda
próxima a casa [Los Castellanos o Alimentación Conchi] para gastar lo encontrado en pipas y chucherías.
Recuerdo también las fiestas
en el jardín de casa con toda la familia. Las guerras de pedradas con los
Carpio y los paseos al faro.
RECUERDO DE ÁLVARO ARA. “Una cicatriz”
“A
mí apenas me tocó ir de vacaciones a Suances, y me quedaron pocos recuerdos [el
último verano, tenía 6 años...]. Pero hay algo que sí
recuerdo bien: el día en que huyendo de un perro que me perseguía (en casa de
Melo, el vecino de enfrente), me golpeó un columpio en la cabeza mientras
intentaba mirar hacia atrás para ver cuánto le quedaba al can aquel para
engancharme el culo de un bocado…
De
aquel golpe, me quedo la cicatriz que llevo entre la sien y el ojo derecho.
Menudo reguero de sangre fui dejando hasta llegar a nuestra casa [Ana María]…
aquella de las 7 puertas…”.
Recuerdo de Aída Ara Parga. La playa de Los Locos.
"Suances me recuerda siempre
a la playa de Los Locos donde, al menos, de pequeña, me espantaba que subiera
la marea y tuviéramos que trepar por las rocas.
Ahora que soy mayor, ya lo
he superado, y lo disfruto a tope cuando vamos (¡siempre hay unas cañitas de
premio después de las escaleras …!)".
RECUERDO
DE MARELA HERRERO (del chalé Las Dunas,
frente a Ana María)
"...Teníamos columpios y un balancín...La casa de tus abuelos [Ana
María] era una fuente constante de diversión e imaginación. Cuántas horas
pasadas allí, cuánto he jugado con Sonia, Rosana, Marco y Jaime, y contigo
cuando veníais, mi hermano Melo, con Carlos y ¿David...? Ya no recuerdo. Lo que sí
recuerdo son los bocadillos de tomate de tu abuela, lo que le gustaban a Jaime; o las funciones que Sonia y Rosana inventaban y representábamos en el garaje;
Lucila, los orinales, Héctor viniendo en bicicleta a todo correr para
defendernos de algún vallisoletano engreído…".