jueves, 2 de junio de 2016

EN AUTOBÚS A VALDILECHA, EL “VALLE ESCOGIDO” DE MADRID

Cuando mi amiga me habló de que se había mudado a Valdilecha (Val Dilectam), pregunté: Y eso, ¿dónde está…?

Me sonaban Arganda, Campo Real (por sus aceitunas), pero Valdilecha… Pues solo está a 40 kilómetros de Madrid capital. El autobús 313 en Conde de Casal tiene dos paradas en el pueblo de alrededor de 3.000 habitantes: una, al principio de la calle Alcalá -que lo atraviesa-, y otra, al final. Tarda algo más de una hora y lo hay cada 60 minutos, desde Madrid, y hacia Madrid.


El primer día, domingo, salí a pasear a las 7.30 de la mañana. Empecé por la calle principal, Alcalá. Pasé ante el Shiva Center (el centro deportivo de Valdilecha, con pilates, pole dance, brazilian jiu jitsu…), Bodegas Orusco (elaboración de crianzas desde 1896) y la cooperativa vinícola de San Isidro (elaboración y degustación de vinos jóvenes. Venta directa de vino y aceite); la panadería-pastelería Hermanos Cristóbal hoy ha abierto sobre las 7.45, pero en días laborables abre a las 7 de la mañana, más o menos.


Llego hasta la fábrica de muebles Pedro Alcaraz y La Ochava, que lo es todo: restaurante, pensión, hotel, asador… Tiene una cabeza de toro disecada en la pared (en Valdilecha hay plaza de toros, El Rejal).

Voy hasta el final del pueblo, compro unos churros en la camioneta (“hoy es el último día”) y un bizcocho anisado en la pastelería y me vuelvo a casa a desayunar. Constato que muchas casas tienen los cortinones antimoscas y me fijo en los diferentes modelos de estampado: rayas, animales, utensilios caseros…


Lunes, 7 horas

Hoy mi intención es hacer la Ruta del Pinar, que he visto en la web del municipio.


Subo primero a la ermita de la Virgen de la Oliva, patrona del pueblo (cómo no, si el campo está lleno de olivos…). Del siglo XVIII, tiene contrafuertes redondos y parece una fortaleza. Un banquito permite asomarse al interior a quienes no llegan al ventanuco. Un poco más arriba, la ermita de San José, más moderna.

En el campo, las manchas de amapolas, entreveradas de hierba viborera o malvas, me vuelven loca…


Bajando, llego a la plaza del Ayuntamiento, que no está en la calle principal, sino en el interior. Muchos portales lucen una placa de la virgen de la Oliva como la virgen del Carmen está en los barrios marineros. En el escudo, una rama de olivo, lo que me parece una portada de la Feria de Sevilla, y algo que no sé interpretar o con qué identificar.


Al dar la vuelta a la cercana iglesia de San Martín Obispo, de estilo gótico mudéjar, identifico el segundo elemento del escudo: es una de las ventanas. ¿Pero el elemento que está abajo…?

Tras este recorrido somero del pueblo, a las 9.15 h inicio la “ruta del pinar” (2´5 km). Bajo la calle Cañada hasta el pabellón deportivo cultural y el lavadero público de Valdilecha -restaurado en 2006. Leo que la tabla de lavar se llamaba “banca” y que, una vez lavada, echaban la ropa sobre las junqueras (aquí, en el norte, se decía “echarlo al verde”, la hierba. Por lo visto, algo había en ella que blanqueaba las sábanas…).


Sigo…, hasta que me salgo del pueblo (veo la plaza de toros desde la carretera y la panorámica de vides y olivos) y he de volver atrás. Pregunto y cojo ahora un camino de asfalto – paralelo al lavadero y al parque forestal- que pasa ante la plaza de toros. ¿Va a ser todo el rato carretera…? ¡Pues vaya una ruta…!

Voy junto a un arroyuelo y paso ante una zona de descanso con bancos y distintos elementos para hacer ejercicio.


Detrás de mí, camina con bastón –jadeando, pero sin desmayo-, un vecino del pueblo, Antonio Benito, de 83 años. Va a hacer su ruta diaria hasta la piscina “donde hay un mirador muy bonito”. Me dice que para “el circuito” hay que salirse del asfalto y coger un camino de gravilla a la derecha en dirección al pinar. ¡Ah! Menos mal.

Encuentro el primer cartel: “Circuito deportivo Los Pinos”. Recorrido: 1700 m”. ¿Pues no eran 3´5 km…? La discrepancia no me preocupa. Al fin veo carteles. Hasta ahora no había encontrado ninguno; y eso que en el PDF del Ayuntamiento ponía: “ruta perfectamente señalizada”... “Es que los arrancan todos”- me había aclarado Antonio.


Me encanta la asertividad de los carteles: “Empieza usted a recorrer 1.700 m. Suerte”. Así da gusto.

En el siguiente cartel me sugieren parar para hacer un ejercicio varias veces: “Adultos, 10 veces. Niños, 5”. Consiste en doblarse por la cintura a un lado y a otro. Lo hago (mirando en derredor a ver si me ve alguien…). Ya solo me quedan 1.550 m… En los 1.250 m. hago el ejercicio 2 (poner los brazos en cruz y levantarlos a la altura de la cabeza, 12 veces).

Luego, llego a una bifurcación: el circuito sigue por la derecha, subiendo (si me hubiera traído mis dos bastones…), pero también hay otro sendero apetecible de frente. Una chica con un perro, me lo aclara: el camino de frente es uno más largo, también muy bonito. Lo sigo durante un rato y, cuando llego a otra bifurcación, decido volverme y reintegrarme al “circuito”, que ya ensaya su vuelta hacia el pueblo.


Ahí, a los 900 metros,  encuentro el ejercicio 3, doblarse por la cintura y tocarse los pies 8 veces. Los dos siguientes, hacer flexiones tumbada en el suelo, 8 veces,  y hacer abdominales, 6 veces, ya no los hago.

Abajo me encuentro con una pareja y me explican que en la última bifurcación que dejé atrás, el camino más estrecho era el camino “de la cárcava”, y el de la izquierda, el del “barranco”. Este último era para ir y volver por el mismo camino (los neófitos) porque podríamos perdernos. El señor me ofrece acompañarle, pero estoy un poco cansada y prefiero ver el mirador de la piscina y volver al pueblo por ahí.


En el mirador, un buen lugar para hacer interpretación de paisaje,  toda una cartelería con la fauna existente en la ruta: perdices, palomas torcaces, liebres, ardillas (vi una cruzando el sendero), y la flora (pino carrasco, olivo y vid). Todo muy didáctico.

El camino de vuelta va entre campos de cultivo y huerto. Salgo al Camino de los Hornillos -frente a un bar-,  que era donde tenía que haber empezado. Las vallas de obra y el cartel casi invisible me impidieron verlo cuando bajaba por la calle Calzada. “¡Vamos! ¡Que hay que producir…!” – le dice el dueño del bar a un operario que se apoya en una valla.


Por la tarde, en el paseo vespertino vuelvo a encontrar a Antonio sentado con otros paisanos en un banco de  la plaza del Ayuntamiento. Aprovecho para preguntarles por el tercer elemento del escudo de Valdilecha: “Pues ¡el arroyo…!”. ¡Ah! Enigma solucionado.



SABER MÁS. Pueblos de los alrededores

https://es.wikipedia.org/wiki/Olmeda_de_las_Fuentes. Olmeda de las Fuentes, el pueblo de los pintores. A 50 km de Madrid.



https://www.youtube.com/watch?v=8EUZkT39aYY. Olmeda de los fuentes, antes, de las cebollas.




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