martes, 8 de marzo de 2016

RELATOS DE LA INMIGRACIÓN. ¿POR QUÉ SOMOS TAN RASPOSOS...?

Hizo señas al autobús para que parara. Llevaba una caja grande de cartón y una bolsa. ¡Ah! Era negro, por cierto.

Dijo  “buenos días” al conductor con una sonrisa, y apuntó tímidamente: Llevo una caja...

-       Pues métela en el maletero – le dijo el conductor, de una forma un tanto desabrida.

Otra vez el hombre se aproximó a la puerta: ¿Puede abrir? – preguntó con educación.

-       Sólo tienes que tirar de la manija.

En ningún momento, un gesto para ayudarle. ¿Lo haría igual si fuera un anciano o una madre con su cochecito de bebé...?

El hombre subió al autobús con una sonrisa, dijo “buenos días” al pasaje, pagó su billete y se sentó en un autobús que iba casi vacío en una mañana de domingo.

Casi al llegar al destino, volvió a preguntar: ¿Va hasta Santiago de Cartes? – No, respondió el conductor. Sin añadir nada más. ¿Acaso dejaría de saber que había un autobús con ese destino que salía al lado de su propia parada? Ciertamente, no tenía obligación de darle más información. No se lo habían preguntado, pero... ¿hubiera actuado igual si no hubiera sido un inmigrante negro y pobre...?

El hombre sacó la caja y la bolsa del maletero con una sonrisa y se dispuso a recorrer andando los cuatro kilómetros hasta el mercado de Cartes. Llegaba tarde y aún tenía que poner el puesto. Pero él contaba con ánimo para eso y para mucho más. Estaba en España y, aunque el mundo no fuera de color de rosa, aquí no podía perder más que en su país de origen…
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En un garaje cerca de casa trabaja un ecuatoriano. Es servicial, que no servil, y habla con un lenguaje antiguo: Por favor, tenga la bondad...

El otro día, su novia, su hermana, una amiga, se acercó a compartir con él un momento de ocio y unos melocotones en la calle, apoyados en un coche...
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Un muchacho argelino me preguntó en la calle por una dirección. A mí no me sonaba de nada, así que estuvimos indagando. Un guardia municipal nos envió a la oficina de turismo. Eran las 7.30 p.m. La encargada estaba hablando de sus cosas con una señora, tal vez una amiga,  pero una vez se despidieron,  tenía prisa por cerrar. Casi le supliqué que me dijera por dónde caía esa calle. También le pedí un plano, pero me dijo que lo sentía, que ya tenía que estar cerrada y que no podía dar ningún material. ¿Acaso uno debe ser tan estricto y burocrático sin excepciones...? ¿Acaso a veces se carece de humanidad...?







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