El autobús municipal 18 (por
Corbanera) me dejó, sobre las 11 horas, lógicamente, en Corbanera (que no sabía
muy bien dónde estaba), final de trayecto.
Pregunté a un paisano, a
quien casi hago perder el autobús de vuelta, dónde estaba el Castillo -que era
lo que me parecía más cercano, según el croquis que llevaba. “Todo a la
izquierda” -me dijo, apresurado.
Así que dejé a la derecha un
letrero mugriento del Instituto Español de Oceanografía y me dirigí hacia la
izquierda, bajando en dirección al mar.
Al fondo, reconocí el Centro
de Interpretación del Litoral de La Maruca (http://www.youtube.com/watch?v=VvxSsjA4JaI) y, como la otra vez aún no estaba abierto (no
eran las 10), decido aprovechar para echar un vistazo rápido (http://centrolitoralmaruca.wordpress.com/).
Me interesan sobre todo la vegetación y los paneles a la entrada con el listado
de las atalayas (balleneras y de observación), los molinos de marea, los faros
y las estructuras defensivas. “Puedes
encontrarlo en nuestra página web” -me sugieren. http://centrolitoralmaruca.files.wordpress.com/2014/03/puntos-de-interc3a9s.jpg.
Al salir, como el otro día
fui hacia la derecha, y acabé en el Faro de Cabo Mayor, decido esta vez ir
hacia la izquierda, en dirección a la Virgen del Mar.
Hace mucho viento, y frío, y
el cielo se ha ido cubriendo de nubes negras. El mar está picado pero, pese a ello, un “hombre-rana” va muy dispuesto a
sumergirse en La Maruca. Brrrrr.
A las 12 h estoy en el
molino de marea de Aldama, de 1795 – según leo en el panel. Ahora es el “Molino
de La Maruca. Mariscos”.
Cruzo el puente sobre la ría
de San Pedro del Mar y, en la cuneta del camino ascendente, encuentro (que yo
conozca) anagálides, aristoloquias, cerrajas, verónicas, y mostaza o rábano silvestre (que siempre las
confundo). Son flores.
En el folleto pone que he de
toparme con un equipamiento hípico. A lo lejos diviso lo que parece ser una
antena en el mar y otra en tierra, en un pastizal. Menos mal que encuentro un
bungaló con el letrero “Hípica Rostrío”. “Esto será” -me digo.
Continúo, siempre por carretera, y me topo con “Piedras Blancas”, una urbanización. Donde
empieza el carril bici, bajo hacia unos depósitos de agua (la depuradora de
aguas residuales de San Román). Un lugareño me dice que, al lado, están las Pozonas.
A medida que me acerco, una
algarabía de perros empieza a ladrar. Es una perrera con perros de todos los
tamaños, edades y razas. Junto a la valla, una pasarela de madera se interna en
una charca: Las Pozonas. Han florecido los lirios amarillos y solo veo
“azulones” (ánade real), quizá porque son de las pocas aves que reconozco sin
dudas. Al salir de la pasarela, avisto el ¡segundo! poste desde La Maruca, un
poco revirado, con la indicación de los kilómetros, 5´5.
Las fincas a continuación,
dejando atrás las Pozonas, hacia la “civilización”, están llenas de perros que
alborotan a mi paso. Alguna parece el arca de Noé: gallinas, ovejas…
Vuelvo por un carril-bici
rojo hasta el poste de la parada del autobús. Llego a tiempo; si no, habría
tenido que esperar un buen rato (una hora). En el bus, me encuentro, a dos
señoras mayores con chándal, deportivas y mochila que llevan un ramo de
hortensias y flores silvestres.
P.D. 8 de noviembre de 2014: No quiero ni pensar cómo puede estar ahora con las "reformas para mejorar" la senda...
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