martes, 16 de abril de 2013

MIKELÍN, MI SOBRINO ADOPTIVO



Nació el 10 de diciembre, Día de los Derechos Humanos y de la concesión del premio Nobel de la Paz.

Para su madre, el parto fue “por pura mala leche”, porque desde las cinco de la tarde hasta las diez de la noche, Mikelín se lo estuvo pensando.

“Al principio no sabíamos que hacer con él” –decían unos padres primerizos y angustiados. Pero pronto una enfermera caritativa les puso al día de lo esencial.

Mikelín, que no es el casamentero de la película El hombre tranquilo, pesó tres kilos doscientos, muy dentro de la media, y  es tranquilo, en principio.

Me imagino el escándalo del personal médico cuando las visitas, en vez de llevar los tradicionales ramos de flores y cajas de bombones, aparecieran con latas de cerveza  y similares. Pero hay que recuperar el tiempo perdido...

A las pocas semanas, ya pesaba casi cuatro kilos: un chonuco de una pastaaa... “Es el vivo retrato de su padre”. Muy diferente de su primo Joao, un guindilla inquieta y gateadora, sin cumplir aún el año.

A los dos meses, ya se sabía todos los trucos: si tardaban en sacarlo a la calle, se ponía a llorar inconsolable, como un perrillo, llenando de ansiedad a su madre: “Te dejo…”-y colgaba el teléfono con toda celeridad al reclamo del pequeño tirano. Más tarde, me comentaba: “Dicen que el baño los relaja, pero a este lo único que le relaja es salir a la calle. Se duerme, y dura dormido hora y media. En casa, está todo desasosegado y no se duerme ni a tiros”.

Lo que más le asombra  a mi amiga es lo poco que tardan los bebés en cogerle el punto a  sus padres: “pero si es un mico y ya sabe latín. Yo creo que ahora los niños son más listos; vienen enseñados…”.

¡Y tan listo! Que dice que el biberón se lo tome su padre. Que él prefiere la teta. No me extraña: entre un pecho calentito o un plástico viscoso, yo tampoco tendría ninguna duda…

Unos amigos me habían informado de que Mikelín era un “niño-mayor”, serio y ceñudo. Que solo le faltaba la corbata. Pero cuando lo conocí, casi ya de seis meses, estuvo todo risueño. Y apenas lloró, a pesar de tenerle despierto toda la tarde. Creo que le fascinan las voces y los sonidos. Quizá haya nacido otro músico en la familia…


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