Ya lo he dicho antes: creo
que una definición/descripción de la vejez podría ser “cómo se acortan los
paseos hasta que dejan de ser paseos”…
Hace mucho que ya no hago
este recorrido… Salgo de casa a las 10.25 h.
Cruzo el parque Manuel
Barquín y el paso de cebra que conduce al número 43 de Ciudad Vergel. A la
nueva casa (casoplón) que han
reformado, le han hecho retranquearse para hacer una minisenda peatonal.
Más adelante, a la
izquierda, han reformado otra casa (la de los limoneros, que ya no están). Y
otra más se prepara (con las grietas recogidas) para el futuro.
Luego, tuerzo a la derecha
y, 50 metros más allá, a la izquierda, por un pasadizo (otras veces cogíamos la
calle paralela). Está bastante invadido por hierba pejiguera y ombligos de
Venus. Y musgo.
Al acabarse, sigo a la
izquierda por la carretera a la que sale el atajo. Han pintado enfrente una
casa de morado y amarillo. No recuerdo que estuvieran pintadas las líneas
blancas de aparcamiento, ni las amarillas de prohibido aparcar...
De frente, casi al final,
está la huerta que le encantaba mirar a mi padre, ahora con la producción de
invierno: “malas hierbas” y puerros. Y algunas coles respingadas. Ya no debe
trabajarla el paisano mayor que la tenía como un vergel, con la tierra siempre
granulosa y oscura, bien separada.
Después cojo el camino rojo
a la derecha (tan deslucido que casi no se aprecia el color). En los márgenes,
parietaria.
A la salida del camino rojo,
han urbanizado la zona, con un aparcamiento y un pequeño parque con bancos y
abedules. Intento acordarme de cómo era antes: yo creo que se han comido un
buen pedazo de la finca herbácea, y recuerdo que los cubos de basura estaban al
costado de los dos grandes robles. También han abierto viales nuevos.
Encuentro la continuación del camino rojo hacia el edificio negro de la Seguridad Social. Bajo por la rampa donde siempre ladraban dos perros y, pasadas las 11 h, estoy de nuevo en casa.
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