Cojo el bus en Santander de
las 8 h. 17/18 grados. ¡Bufff! Y en Bilbao, ¡más calor...!
La estación está manga por
hombro en su parte superior, con los techos al aire y cintas de “No pasar” por todos
lados.
¡Tengo la negra! Detrás me
ha tocado un niño chillón y los padres no le dicen nada. Son padres jóvenes, y
el niño, ¿con quién va…? Con la mamá. El padre se ha puesto los casquitos y a
teclear en el móvil… ¡Y a vivir! Voy a echarle mi “mirada paralizante”,
como la de mi abuelo paterno, que dicen, te clavaba en el sitio. A nosotros, de
pequeños, antes de salir de casa, mamá siempre nos “leía la cartilla”. Y éramos
unos santos. El niño sigue maullando lastimero.
La autovía está llena de
gordolobos enhiestos y amarillos. En Laredo se suben un montón de conocidas que
se hablan de asiento en asiento. Poco a poco, el autobús se amodorra,
entre el calorcillo y el sonido, bajo, de la radio, de fondo. El niño parece
que se ha dormido…
Mi compañera de asiento va a
Zaragoza. ¡No le queda nada! Debo ser el bicho raro entre tanto “tecnológico”,
escribiendo en mi cuadernillo a boli. Hoy he oído en las noticias que los
adictos al móvil están “mutando”: les sale un espolón en la nuca y se les
alargan los pulgares…
Castro Urdiales sigue
creciendo, monstruoso. ¿Acaso no puede limitarse el crecimiento de las
ciudades…? Así es como las podemos gestionar y tener calidad de vida. ¡A crecer
a otro sitio…! Conservas Lolín tiene el
tejado lleno de hierbajos, yo creo que incluso plumeros. Junto a la estación,
un supermercado BM inmenso, en azul marino. Una gata solitaria remolonea por
los rectángulos de prado.
El niño va dormido mirando
al cielo, con el chupete encasquetado. Al salir de Castro, el
conductor empieza a momificarnos por frío, una de las formas clásicas de
conservación, con el aire acondicionado.
23 grados a las 9.30 h en
Bilbao. ¡Oh, My God! Hay cola de entrada bajo las “costillas de la ballena”. La
estación de autobuses sigue siendo provisional, en la calle y, en el agujero
que había antes, ha salido un edificio grandioso, por ahora de tres plantas.
Tras ir al baño, me tomo un
café y un pincho en la cafetería “de la estación”. 4´50 euros. Estaba bueno,
pero ¡ya les vale…! Veo la “i” de Información, en el primer piso, y me paso a
coger un plano de Bilbao. Soy de la era Gutenberg. ¡Qué le vamos a hacer…!
A las 10.30 h empieza a
nublarse. Espero que el día me dure hasta las 14 h en que cojo el bus de
vuelta… Cuando sale, el sol está picón
(el que decimos que anuncia lluvia). Tras hacer la gestión que
había venido a hacer, cojo –andando- la Alameda de Recalde hasta la plaza
Moyúa. Empieza un vientecillo intranquilizador y el cielo se está poniendo
negro-negro.
En Moyúa, tomo la calle
Ercilla, que es peatonal. Tengo las lumbares al jerez de estar parada frente
al (hotel) Carlton para hacerle fotos.
Nunca me había fijado en la placa con el nombre del arquitecto: Manuel María
Smith. https://hotelcarlton.es/el-hotel-carlton/.
No aparece en la página web del hotel, pero mi bisabuelo, Constancio Ara Olarte, a través de la empresa Ara Hermanos, material para calefacciones, se hizo cargo de los trabajos de calefacción y servicios de aguas, según consta en el certificado que les expide el arquitecto, en 1926.
No aparece en la página web del hotel, pero mi bisabuelo, Constancio Ara Olarte, a través de la empresa Ara Hermanos, material para calefacciones, se hizo cargo de los trabajos de calefacción y servicios de aguas, según consta en el certificado que les expide el arquitecto, en 1926.
https://ficcionesdeloreal.blogspot.com.es/2017/01/escribiendo-al-hilo-de-kirmen-uribe.html. HISTORIA DE LOS ARA.
Leo en la página web del
hotel que fue sede del gobierno vasco durante la Guerra Civil. Al principio de
la calle Ercilla, una estatua recuerda a su presidente, José Antonio Aguirre.
Un poste indica que hay un kilómetro hasta el estadio de San Mamés (más lo que ya
he andado, 2 kilómetros: mi media hora diaria…).
Me voy sentando en todos los
bancos que veo: parece que estoy en Asturias haciendo el Camino de Santiago y
abrillantando “quitamiedos”. Aquí, como son de madera, les doy cera. Veo un
escudo del Athletic Club, ¿una tienda oficial…?
La alameda de Uquijo
continúa la calle Ercilla. Esquina con José Mª Escuza, el edificio de un garaje
que parece racionalista. A las 12 h estoy en la
Termibus (la estación de autobuses) con el cielo definitivamente negro. Los
señores, mirando las obras. Un clásico…
Estoy muy cansada y me
apalanco en la cafetería hasta la hora del bus. Pensé en cambiar el billete,
pero había una cola… Al fondo de la calle General
Eguía y de la parada de taxis hay un buzón de correos. Pregunté a un taxista,
pero no tenía ni idea. Como ya no se envían cartas… Echo una postal para mi
sobrina.
Mientras espero fuera en
unos asientos incomodísimos (una barra; seguro que quienes los diseñaron no se
han sentado nunca en ellos un rato...), me parece que chispea. Al principio,
pienso si serán gotitas de la obra de enfrente pero, o empieza a llover o me está escupiendo un pájaro…
Cuando faltan unos 15 minutos para la hora, aún no ha aparecido en la pantalla la dársena. Cuando sale, vuelo hacia el otro lado. 23 grados a las 14 horas.
Cuando faltan unos 15 minutos para la hora, aún no ha aparecido en la pantalla la dársena. Cuando sale, vuelo hacia el otro lado. 23 grados a las 14 horas.
En el autobús, sufro otra “criogenización”
con el aire acondicionado. No sé si me voy a necrosar…
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