En
un momento de la excursión por el Río Cubas, el patrón comentó sobre las ruinas
de la iglesia de San Pedro de Pedreña y su cementerio. Yo, hasta creía distinguirlas
en un promontorio, tras una franja tupida de eucaliptos. Tenía que llegar allí,
por tierra. Así que cogí la lancha Regina Pacis Quinto y crucé la bahía en su busca…
PEDREÑA
Y RÍO CUBAS EN 1935
En su ensayo autobiográfico Escribir es vivir, José Luis Sampedro
escribe: “Recuerdo que cruzábamos Felipe Gil y yo en lancha hasta Pedreña [en
1935] y allí nos echábamos a andar entre prados y maizales, acabábamos en una
iglesita pequeña…Esa iglesita era la divisoria que separa la bahía del curso
final del río Cubas, que sale por el otro lado…Al llegar Felipe y yo a la
iglesita se le daba la vuelta y, ¡pumba!, se encontraba uno frente al río
Cubas, que parecía un lago al que nosotros llamábamos el Peribonka [por una
novela, Maria Chapdelaine, en la que
salía un lago que se llamaba Peribonka].
En la novela La sombra de los días, de 1945, aunque
publicada mucho después, en 1994, aparecen “muchas escenas, vidas y recuerdos
de Santander”. Lo que cuenta en sus memorias, aparece ahora recreado así: “A la tarde
hemos cruzado la bahía en las motoras del servicio, que recuerdan con sus
ruedas los barcos del Misisipi…Al otro lado, el arenal, verdes colinas, casas
entre huertas y maizales, el clop-clop de almadreñas aldeanas, carros de ruedas
macizas con la lanza en tierra mientras los desuncidos bueyes rumian y babean.
Nos hemos ido alejando por los carrejos, entre vallas de piedra donde cuelgan
zarzamoras; hemos pasado junto a una casa abandonada y, después, nadie: el
campo solitario. Enfrente, sobre una loma verde, se calcaba contra el cielo una
iglesuca solitaria…Adyacente, un cementerio pacífico y olvidado, de tapias bajas,
herboso y casi sin cruces…Fuimos a salir, al otro lado de la loma, frente a uno
de los últimos meandros del río antes de morir en el mar. Allí el curso del
agua, ocultas por las colinas su procedencia y su inmediata desembocadura, se
quedaba ancho y quieto como un lago: Peribonka…”.
PEDREÑA,
2017. BUSCANDO EL “PERIBONKA” DESDE "LA IGLESITA"
De los prados y maizales,
nada de nada: una carretera que sube (Barrio El Muelle), algún eucalipto,
alguna higuera, mimosas, y poco más.
En el Barrio El Rostro, algo
más arriba, todo lleva la marca “Pedreña”: el estanco, Villa Gleis, una casa
particular con el banderín de la Sociedad Deportiva de Remo… Los prados, descuidados,
están llenos de helechos, correhuelas, acacias y zarzas.
"Del Culebrero, siempre de frente" - ha sido la recomendación de la chica del despacho de billetes. Tengo que coger hacia la iglesia y luego preguntar por el cementerio, que es lo único que queda.
Todo está urbanizado: el
barrio La Iglesia, La Barquería…La iglesia (“iglesita”) no me parece tan
pequeña…Claro, es de los años 50. En la Guerra Civil se destruyó la antigua (de
la que habla Sampedro) -leo en el cartel a la entrada. Esta iglesia nueva está
frente al cuartel de la Guardia Civil.
Apenas quedan restos del
caserío antiguo, y lo que queda, muy remozado, algunos con la moda de azulejar
la fachada.
En el barrio Venecia, una
paisana me indica “el callejo de la izquierda”. A partir de aquí, ya sí que se
ve prado: Peña Cabarga, enfrente y, a la izquierda, las mordidas de una
cantera.
Tirando en cada desviación a
la izquierda, aparece -en una loma sin vegetación- el cementerio. Aún pregunto,
por enésima vez, para confirmar: Sí, es el cementerio, y queda un resto de la
antigua iglesia de San Pedro de Ambojo- me dicen dos mujeres que van a poner
flores. Pero, ¿dónde está el Peribonka…?
Recorro todo el cementerio
buscando donde asomarme y, al fondo, encuentro un pináculo al que me subo para
tomar la foto del río Cubas… con marea baja y sin apenas agua. ¡Una desilusión!
Aún intento bajar -aunque
las mujeres me encarecieron a que no lo hiciera- a encontrar los eucaliptales
que vi desde el barco que hacía la travesía del Río Cubas. Solo consigo llegar
a un especie de cobertizo-cuadra (vislumbro lo que me parece una ternera)
bastante destartalado y rodeado por un pastor eléctrico. Frente a mí, los
eucaliptos como una franja infranqueable. That´s it! ¡Visto!
Dejo atrás bardas, anises,
cenizos, cardos y menta. En el camino de vuelta, desde el camposanto, veo la
torre de la iglesia nueva que traza una línea imaginaria con el antiguo
cementerio de San Pedro de Pedreña...
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